Cuando los discípulos se separan del SEÑOR en su Ascensión quedan extasiados mirando al Cielo (Cf. Hch 1,11). Los mismos mensajeros celestiales que los intentan sacar de aquel estado, avisan de la vuelta del SEÑOR; por tanto es comprensible que las distintas cartas y escritos del Nuevo Testamento se ocupen de las realidades últimas: JESÚS va a volver y nos encontraremos con ÉL para toda la eternidad. Los propios evangelios deben tenerse en cuenta como el Mensaje de las cosas definitivas, que se anuncian a los hombres para iniciarlo en este mundo. El Evangelio -Buena Noticia del Amor de DIOS- no consiste en un compendio ético, aunque marque un estilo de vida o comportamiento. Tampoco el Evangelio es un espiritualismo de autorrealización personal en el sentido moderno del término. El Evangelio sólo es posible cuando se da un encuentro con JESUCRISTO y se toma la opción de seguirlo. El acercamiento de JESUCRISTO encierra para nosotros el conocimiento de quién es DIOS, y nuestra propia identidad, porque somos hijos adoptivos de DIOS (Cf. Ef 1,5), reconocidos por el PADRE en cuanto mostramos la imagen de su HIJO, al que nos remite a escuchar encarecidamente (Cf. Mt 15,8). El evangelio de este domingo relata el encuentro del hombre rico que se postra ante JESÚS en el camino (Cf. Mc 10,17ss). Este hombre pregunta inicialmente sobre los requisitos para la salvación, y JESÚS le recuerda las Diez Palabras que, según él, cumplía desde la niñez. Hoy comprobamos, como en épocas anteriores, que mantener unos principios de conducta no es poca cosa. Pero el hombre parecía que estaba preparado para dar el salto a la renuncia por el Reino de los Cielos, y en este punto se dio la vuelta, dice el texto, porque era muy rico (Cf. Mc 10,22). Desde el inicio, los evangelios están proponiendo el salto de las cosas de este mundo a las realidades eternas, buscando la forma para que cada uno despegue de lo mundano e inmediato. Cada palabra de los evangelios, señal o milagro está destinado a crear la tensión entre dos polos: la vida aquí y ahora, y la Vida Eterna. El cristiano tiene que buscar o crear de forma frecuente momentos de éxtasis, en los que eleve su mente y corazón al SEÑOR en su inefable Ascensión al PADRE como aquellos discípulos, que fueron advertidos para retomar la misión. Los evangelios y el conjunto de escritos del Nuevo Testamento son extraordinarios, literalmente hablando, porque tratan de cosas que van más allá de este mundo, sin perder el compromiso temporal que se ha de afrontar y agradecer. Los Salmos nos recuerdan que nuestra vida es caduca, como hierba del campo, que la siegan y pronto se seca (Cf. Slm 103,15). La limitación de la muerte acentuada por el Antiguo Testamento es superada absolutamente por el Mensaje de JESÚS, que abre a los hombres la Vida Eterna en unos Cielos que estaban cerrados: “creed en DIOS y creed también en MÍ, en la Casa de mi PADRE hay muchas estancias, y me voy a prepararos sitio, cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré CONMIGO para que donde YO estoy, estéis también vosotros” (Cf. Jn 14,1ss). Nuestra Vida Eterna está ligada directamente a la Resurrección de JESÚS: “si JESUCRISTO no hubiera resucitado, tampoco nosotros resucitamos; pero JESUCRISTO ha resucitado…” (Cf. 1Cor 15,13-14). Nuestra condición en el más allá no es una mera pervivencia espiritual, sino una condición humana glorificada a semejanza de JESUCRISTO resucitado (Cf 1Cor 15,40-44).
Algunos testimonios
Tenemos que vivir en este mundo desempeñando con responsabilidad la misión y las funciones que nos corresponden, pero sin perder por un momento la doble característica de nuestra mortalidad y al mismo tiempo de la condición inmortal que nos da la Fe en JESUCRISTO. La Esperanza cristiana tiene su contenido principal en la certeza o seguridad de la Vida Eterna. Este es el eje de la predicación recogida en los escritos del Nuevo Testamento. En la carta a los Romanos, san Pablo declara que el mismo ESPÍRITU que revela la filiación divina como hijos adoptivos (Cf. Rma 8,15), y nos ayuda a orar como conviene (Cf. Rm 8,26), este mismo ESPÍRITU que resucitó a JESÚS nos resucitará a nosotros (Cf. Rm 8,11). San Pablo, en su primera carta a los Corintios como en otras ocasiones les reconoce la abundancia de los dones y carismas que han recibido, y lo hace al comienzo de este escrito, aludiendo al Día del SEÑOR en su venida: “ya no os falta ningún don de Gracia a los que esperáis la manifestación de nuestro SEÑOR JESUCRISTO” (Cf. 1Cor 1,9). No pierde la ocasión san Pablo, incluso en circunstancias difíciles para la comunidad, de levantarles la mirada hacia las cosas definitivas: ¿No sabéis que hemos de juzgar a los Ángeles? (Cf. 1Cor 6,3). Afirmación enigmática que, sin embargo, remite a un estado que trasciende el mundo presente. En el capítulo siete de esta misma carta, san Pablo aborda la espinosa cuestión de la virginidad y el matrimonio con el telón de fondo de la fugacidad del momento y la inminencia de la Venida del SEÑOR: “la figura de este mundo se termina” (Cf. 1Cor 7,31). Los carismas son gracias muy estimadas por los primeros cristianos, y de modo especial por los de Corinto, pero ninguno de ellos alcanza el valor espiritual de la Caridad que no pasa nunca (Cf. 1Cor 13,22ss). El Amor lleva a la contemplación de DIOS cara a cara para conocer como somos conocidos por DIOS (Cf. 1Cor 13,12). A san Pablo le importa transmitir en la predicación el anuncio o verdad central de todo el Mensaje: “tenga en cuenta toda la casa de Israel, que DIOS ha constituido SEÑOR y CRISTO a este JESÚS, que vosotros habéis crucificado” (Cf. Hch 2,36). Para ofrecer de manera específica la doctrina sobre la Resurrección, san Pablo inicia el capítulo quince de la primera carta a los Corintios: “os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes; por el cual sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué, de lo contrario habéis creído en vano. Porque os transmití lo que a mi vez recibí, que CRISTO murió por nuestros pecados, según las Escrituras, que fue sepultado y resucitó al tercer día según las Escrituras, que se apareció a Cefás y luego a los Doce, y por último como a un aborto se me apareció también a mí” (Cf. 1Cor 15,1-8) El Evangelio predicado por san Pablo mantiene el núcleo fundamental del Mensaje, que desencadena la presencia del ESPÍRITU SANTO en Poder, dando a la comunidad toda clase de dones y carismas; y por eso puede prescindir de la narración o enumeración de señales y milagros llevados a cabo por JESÚS en su ministerio público. En la comunidad carismática el SEÑOR, en ese mismo momento, está realizando los signos que le son propios. Se acredita, por tanto, que JESÚS es el mismo “ayer, hoy y siempre” (Cf. Hb 13,8). Las señales carismáticas aparecen porque JESÚS ha resucitado y el ESPÍRITU SANTO ofrece las señales del Cielo, al que los cristianos deben aspirar, porque no son todos los dones para crear en este mundo una aristocracia espiritual, sino para aspirar a los bienes de allá arriba donde mora CRISTO (Cf. Col 3,1-5) También las comunidades evangelizadas por san Pedro anhelan vivamente el encuentro con el SEÑOR: “bendito sea DIOS y PADRE de nuestro SEÑOR JESUCRISTO quien por su gran Misericordia, mediante la Resurrección de JESUCRISTO de entre los muertos nos ha engendrado a una Esperanza viva, a una herencia incorruptible…, para vosotros…, dispuesta a ser revelada en el último momento. No veis a JESUCRISTO a quien amáis; en quien creéis y no lo veis, pero os alegráis con un gozo transfigurado, alcanzando la meta de vuestra Fe, la salvación de las almas” (Cf. 1Pe 1,1-9). Con los dones del ESPÍRITU SANTO dado por el RESUCITADO, de Caridad, fortaleza, perseverancia, paz y alegría, se podía mantener la Esperanza viva en las realidades eternas, pero de forma especial en la unión con el SEÑOR, que está por encima de todos los beneficios o dones posibles.
Dispuestos para los dones
La primera lectura de este domingo es del libro de la Sabiduría como preámbulo al Evangelio del hombre rico, que debido a sus riquezas encuentra dificultad para realizar una elección rápida y directa por JESUCRISTO. Este hombre rico que provoca él mismo su encuentro con JESÚS adolece de Sabiduría para relativizar, discernir y elegir oportunamente. El presente estado de vida es un campo de entrenamiento en el que a diario tenemos que elegir la mayor parte de las veces en asuntos menores, pero no por ello carecen de importancia. Tenemos una hora libre, ¿qué decidimos hacer en ese tiempo? Tengo la parroquia a cinco minutos y pronto será la Santa Misa, y podría participar, pero decido dar un paseo para despejarme. Las dos cosas anteriores son buenas, pero la opción no tiene el mismo efecto. Una opción fundamental no se toma de la noche a la mañana, y va precedida de múltiples decisiones menores realizadas a lo largo de un tiempo prolongado. Lo mismo que la propia opción fundamental se consolida con posteriores decisiones en la misma línea o trayectoria. Las pequeñas decisiones individuales no son estelas en el mar para el autor sagrado del libro de la Sabiduría, y nos dice: “una abundancia de sabios es la salvación del mundo” (Cf. Sb 6,24). Hay que decir con aquel intelectual que afirmaba: “DIOS salve la recta razón” cuando el dislate se propaga como un incendio de verano, que calcina cientos o miles de hectáreas de arbolado, arrasando casas y haciendas a su paso. El autor sagrado da entrada en su escrito a la enseñanza del rey sabio, que gracias a la Sabiduría rige con acierto los destinos de sus súbditos. A todos nos corresponde una parcela en la que ejercemos una responsabilidad personal. No es necesario ostentar las atribuciones del rey para vernos necesitados de la asistencia de la Sabiduría como pareciera en un primer momento al dirigirnos la doctrina, el autor sagrado, por medio del rey sabio. El cristiano después del Bautismo queda confirmado como sacerdote, profeta y rey a imagen y semejanza de JESUCRISTO: ÉL es el REY.
Pedid y se os dará (Mt7,7)
“Pedí y se me concedió la prudencia” (v.7a). Para construir cualquier virtud es necesaria la prudencia, que ponga en equilibrio las fuerzas con las que se cuenta y regule los tiempos y oportunidades. Una verdad o cosa cierta manifestada a destiempo puede volverse estéril o contraproducente. Un exceso de asertividad en la defensa de una cosa cierta la hace inútil. El don de la prudencia es una prueba de la asistencia del ESPÍRITU SANTO, que ve el conjunto de la situación y nos mueve a una actuación acertada. La parcialidad y estrechez de nuestra humana perspectiva nos impide la consideración del conjunto. Todo don perfecto viene de DIOS (Cf. St 1,17) nos dice Santiago en su carta marcada también por la búsqueda de la Sabiduría. Permanentemente somos pobres, y quien se considere rico lo estará cifrando en su orgullo y soberbia, por esa razón el estado del cristiano debe coincidir con el del pobre que de forma permanente es asistido por el don que viene de lo Alto.
Oración insistente
“Supliqué y me vino la Sabiduría” (v.7b). El sabio conoce a DIOS y la vida en este mundo le ha dado experiencia. El sabio no necesita poner la mano en todos los fuegos, porque sabe con certeza que el fuego quema. La experiencia de la vida unida al conocimiento de las cosas de DIOS ofrece al sabio una cierta capacidad de anticipación frente a determinados acontecimientos. El sabio no publica sus títulos, pues conoce la fragilidad de la condición personal y de nada puede presumir, pero es capaz de prever el resultado de determinadas elecciones.
Lo permanente
“Prefería la Sabiduría a cetros y tronos, y en nada tuve a la riqueza en comparación de ella” (v.8).Ya en este mundo el ejercicio de la virtud es fuente de Paz personal. Los afanes que traen consigo las riquezas no dejan lugar para el ejercicio de las percepciones espirituales. Las riquezas materiales exigen protección y exposición. Quien más riquezas posee tiene que blindarse para no verse desposeído de lo que tiene. Por otra parte, la riqueza material se nota y percibe por la comunidad que está alrededor. El destino lúdico y preeminente de las riquezas, ahogan sin remedio al que las posee en lo referente a la vida espiritual. La riqueza como motor económico, que genera trabajo y medios de vida a la comunidad es una bendición de DIOS, pues se mueve en los circuitos de la contraprestación y justicia conmutativa. Las riquezas bien dispuestas son aquellas que crean oportunidades de promoción y desarrollo para los miembros de la comunidad.
La belleza y la sabiduría
“Ni a la piedra más preciosa equiparé la Sabiduría, porque todo el oro a su lado es un puñado de arena y barro, lo mismo que la plata en su presencia” (v.9). Piedras preciosas, oro y plata alcanzan un valor monetario de alto nivel, y cuando se llega a cierto grado de riqueza las piedras preciosas y los metales nobles tienen una función ornamental con la intención de señalar el rango que se ostenta frente a los otros. La verdadera Sabiduría, por otra parte, no sigue el camino de la ostentación. La belleza espiritual no es la que deslumbra al prójimo, sino la atracción que parte de aquel que practica y realiza el bien. Los tres trascendentales se ven unidos y no se desprenden entre sí. La belleza es un poderoso atractivo cuando va unida a la verdad y la bondad. La Sabiduría tiene mucho que ver con la verdad en sus distintas manifestaciones. Es bella la máxima del sabio, y lo es también su enseñanza o consejo. El corazón bien dispuesto encuentra atrayente la máxima o el consejo del sabio. Nos admira en gran medida las máximas sapienciales del libro de los Proverbios o del Eclesiástico, porque en ellos brillas la luz de DIOS. Nada de lo que aquí poseemos dejará este mundo para acompañarnos, sin embargo la bondad, verdad y belleza de nuestras obras, palabras y pensamientos se unirán a nuestro destino eterno (Cf. Ap 14,13).
La sabiduría es superior a la salud
“La Sabiduría vale más que la salud y la hermosura, y preferí tenerla a ella que a luz, porque la claridad que de ella nace no conoce noche”. El autor sagrado tiene presente lo que nos va a revelar unos versículos más adelante: “en la Sabiduría hay un espíritu inteligente, sabio, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles, porque a todo movimiento supera; la Sabiduría todo lo atraviesa, y penetra en virtud de su pureza,” (v.22-24). Esta doctrina la encontramos realizada en la vida de los distintos místicos que ofreciendo su vida al SEÑOR en expiación, pasan por grandes enfermedades, dolores y sufrimientos, recibiendo a cambio numerosas experiencias místicas de encuentro con el SEÑOR que están reservadas para el Cielo, pero las viven aquí como testimonio y anticipo de lo que todos los bienaventurados tienen y contemplan en la presencia del SEÑOR. No sólo en el tiempo, sino en cuanto a la doctrina el libro de la Sabiduría se acerca sorprendentemente a la espiritualidad del Nuevo Testamento. Las vidas y experiencias de los místicos son admirables, pero no imitables, pues lo que reciben y viven es puro don y Gracia, que el SEÑOR concede atendiendo a la distribución de la Gracia según la economía divina: ¿por qué a unos sí, y a la mayoría no? Es una pregunta que en el fondo lamenta no ser beneficiario de gracias extraordinarias. Debemos saber que a mayor gracia de consolación corresponde una mayor intensidad en la experiencia contraria de sufrimiento a imagen de JESÚS abandonado en la Cruz. Sólo algunas personas son elegidas para vivir tales manifestaciones, y representan la reserva espiritual del mundo y de la Iglesia. Normalmente se dan a conocer las vidas de estas personas cuando han dejado este mundo, pero pareciera que el SEÑOR mantiene en el tiempo el recuerdo vivo de sus padecimientos por todos nosotros. Santa María Valtorta (1897-1961) recibe las magníficas revelaciones privadas sobre la vida pública de JESÚS, en el Poema del Hombre-DIOS, durante años en medio de una enfermedad que la mantenía postrada en la cama. Lo mismo sucedió con Marie-Julie Jahenny (1850-1941), que vivió paralítica en la cama durante décadas y cuyas predicciones proféticas llegan hasta nuestros días con una sorprendente exactitud. Son admirables los mártires que dan la vida en un momento dado confesando la Fe en JESUCRISTO; pero las personas antes mencionadas viven una entrega y martirio diario durante un tiempo ciertamente prolongado. Clemens Wenzeslaus Brentano (1778-1842) actuó como secretario de la beata Ana Catalina Emmerick, recogiendo las visiones sobre la vida del SEÑOR y la VIRGEN que la mística agustina iba recibiendo. La beata Ana Catalina Emmerick también presentó los estigmas de la Pasión del SEÑOR, teniendo sangración de las llagas los viernes recordando así la Pasión de un modo activamente expiatorio. Santa Teresa de Ávila decía: “Dadme muerte, dadme vida. Dad salud o enfermedad, ¿qué mandáis hacer de mí?. La santidad es un estado que sólo el SEÑOR puede juzgar, y no depende directamente de los grandes carismas, sino de la identificación con JESÚS crucificado. La Biblia nos ofrece el libro de Job para ahondar en el desconcierto que produce el fracaso, la desgracia y la enfermedad para el creyente que vive en la penumbra de la Fe. Job no reniega de DIOS, sino que permanece dependiente de ÉL reclamando saber las razones del severo juicio que estaba soportando. Nos podemos ver retratados por algún momento en el drama de Job.
Fuente de todos los bienes
“Con la Sabiduría me vinieron a la vez todos los bienes, y riquezas incalculables de sus manos” (v.11). Lo que el autor sagrado atribuye a la Sabiduría como manantial inagotable de todos los bienes de DIOS, se lo atribuimos al ESPÍRITU SANTO desde el momento que está presente en la Iglesia a partir de Pentecostés. Ministerios, funciones y carismas (Cf. 1Cor 12,4ss), que nacen del ESPÍRITU SANTO para la construcción de la Iglesia, la familia y la sociedad en general. Hablamos de lo que la sociedad influye en la Iglesia, siendo eso cierto habría que provocar el efecto reciproco, por el que la Iglesia con la fuerza del ESPÍRITU SANTO transformase su alrededor. Volviendo al último versículo de la primera lectura diremos que el rey sabio tiene la oportunidad de vivir como pobre en medio de sus riquezas poniendo así su corazón en la Sabiduría que viene de DIOS. Para el rey, una ascesis de ese tenor sería una verdadera heroicidad, que daría pie a pensar en la presencia de un rey santo, que busca tener una conciencia iluminada por DIOS para atender con verdadera justicia a los que le son encomendados. Un rey que se comportase así, sería una bendición para todos sus gobernados. Si nuestro REY es JESÚS estamos en buenas manos, porque de ÉL sólo pueden proceder cosas buenas, y del ESPÍRITU SANTO que nos envía obtenemos todo lo necesario para una vida cristiana en este mundo.
La pregunta por la Vida Eterna
Este capítulo diez de san Marcos recoge los estados de vida, que según las características personales se acomodan para realizar el plan personal de DIOS; se reitera el camino para todos de la infancia espiritual; con brevedad se establece el resultado de la renuncia a todos los bienes; se da el tercer anuncio de la Pasión, fuente de Gracia para todos y camino ineludible en el que todos tenemos participación. El capítulo concluye el encuentro de Bartimeo con JESÚS. De forma especial la lectura de este domingo se fija en el hombre rico que busca el encuentro con JESÚS para formularle una inquietud espiritual de gran importancia: “MAESTRO bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia Vida Eterna? (v.17b). Aquel hombre eligió bien a quien podía darle respuesta fiable y acreditada sobre cuestión tan misteriosa y a la vez transcendental. En los ambientes religiosos judíos, en tiempos de JESÚS, la doctrina sobre la vida de ultratumba no estaba tan clara, aunque no falten los testimonios a favor a lo largo del Antiguo Testamento. Pero las propias autoridades religiosas al más alto nivel diferían sin reparo alguno, llevándolos incluso al enfrentamiento: nos referimos a la postura de los saduceos o clase sacerdotal, y los fariseos que formaban un sector distinto, aunque tenían participación en el Sanedrín. Los saduceos negaban la existencia de Ángeles y espíritus, cifrando la vida espiritual y religiosa para este mundo presente. Los fariseos, en cambio, mantenían la postura contraria: afirmaban la existencia de Ángeles, la pervivencia de los espíritus en el Sheol y la resurrección de los muertos al final de la historia de los hombres. Se notaba que aquel hombre tenía inquietudes religiosas, y por lo que va a manifestar, recibió una educación familiar de acuerdo con la Ley de Moisés.
En el camino
“Se ponía ya en camino, JESÚS, cuando uno corrió a su encuentro, y arrodillándose ante ÉL le preguntó…” (v.17a). JESÚS deja el otro lado del Jordán, la otra Betania, lugar en el que un día Juan Bautista realizaba el bautismo de conversión a todos los que se acercaban. JESÚS va a cubrir la subida a Jerusalén como la etapa final del paso por este mundo. Pasará por Jericó donde el ciego Bartimeo tendrá un papel importante en este evangelio de san Marcos, completando el sentido de los textos y episodios relatados. Bartimeo va a reclamar con insistencia la compasión de JESÚS, que le preguntará, dirigiéndose a Jerusalén: ¿qué quieres que haga por ti?, como en realidad nos lo pregunta a todos nosotros. Bartimeo responde acuciado por una dolencia común a todos: “SEÑOR, que vea” (Cf. Mc 10,51-52). Los fariseos están ciegos y necesitan ver; los discípulos que están en la LUZ, la van descubriendo paulatinamente; y este hombre rico e inquieto padece una cierta miopía por causa de sus riquezas, pero siente en el fondo de su alma que le falta luz y visión. Nos fijamos en los verbos empleados por san Marcos: salió, arrodilló y preguntó. La actitud del hombre rico es merecedora de atención por parte de JESÚS, pues el hombre se muestra diligente al ver a JESÚS. Este hombre rico no tiene reparo en arrodillarse públicamente ante JESÚS, al que puede apreciar como MAESTRO. La pregunta por la Vida Eterna, que el hombre rico formula, entra de lleno en los objetivos propios de la misión de JESÚS, por tanto la pregunta es del todo oportuna, y JESÚS la atiende inmediatamente.
DIOS es bueno
“¿Por qué me llamas BUENO? Sólo DIOS es BUENO” (v.18). JESÚS va a responderle con una Palabra cargada de autoridad acorde con la actitud y la pregunta; por tanto, este hombre rico, debe ser consciente de sus palabras. DIOS es BUENO; y, ciertamente, JESÚS es BUENO, porque es el HIJO de DIOS (Cf. Mc 1,1b). De esta forma abrió sus puertas el evangelio de san Marcos. Porque JESÚS es BUENO su Palabra es creadora del hombre nuevo previsto para los tiempos mesiánicos. La PALABRA bondadosa de DIOS creó todo desde los comienzos: “y vio DIOS que todo era bueno, y muy bueno” (Cf. Gen 1,1ss).
Los Mandamientos
“Ya sabes los Mandamientos, dice JESÚS: no mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre” (v.19). JESÚS mantiene con este hombre el tono cercano con el que se dirigió desde el comienzo. JESÚS le contesta con las diez Palabras del Decálogo, pero dirigidas para él: no robes, no mates. Sin perder la gravedad del precepto divino, sin embargo JESÚS se lo devuelve reelaborado para él. Por otra parte, JESÚS reconoce que este hombre es conocedor de la ley desde la niñez, e introduce la instrucción, diciéndole: “ya sabes los Mandamientos…” En el evangelio de san Juan aparece con toda claridad que la Nueva Alianza está ligada a una nueva legislación: “la Ley viene por medio de Moisés; la Gracia y la Verdad vienen por medio de JESUCRISTO” (Cf. Jn 1,16). Aquel hombre también con sinceridad y verdad, le dice a JESÚS: “MAESTRO, todo eso lo he guardado desde mi juventud” (v.20b).
La mirada de JESÚS
“JESÚS, fijando en él su mirada, lo amó y le dijo: una cosa te falta, anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo, y luego sígueme” (v.21). Aquel hombre era rico y sabemos el resultado de haberse cruzado con la mirada de JESÚS, que lo miró y amó antes de proponerle el seguimiento. Esa mirada de JESÚS no se puede equiparar a las miradas desprovistas de la unción del ESPÍRITU SANTO que forman parte del encuentro e impacto de nuestras relaciones cotidianas. En este punto del encuentro con el hombre rico, estamos ante una verdadera experiencia mística de un calado singular, que aquel hombre nunca más podrá olvidar, aunque siguiese con el trasiego de su hacienda y negocios. Cada día aquel hombre se levantó con la mirada en su alma cargada de un Amor no humano, al que podía acogerse, aunque no le correspondió, porque aquella mirada nacía de la fuente de la MISERICORDIA. El hombre rico se fue pesaroso, pero el fuego de aquella mirada permaneció inextinguible.
Muchos bienes
“El hombre rico abatido se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes” (v.22). Muchos de los que negocian en el mundo aprecian sus logros como si fueran hijos a los que han dado a luz: son posesiones que les pertenecen para siempre. De los aciertos de estas personas se beneficia la sociedad y la economía, y también entran en el Plan de DIOS para favorecer el desarrollo económico. Pero es claro que a este hombre rico, el SEÑOR lo llamaba por otro camino en ese momento de su vida y no quiso prestar oídos a la llamada ni responder al fuego del Amor que el SEÑOR había prendido en su corazón, que aún siendo poderoso no venció la resistencia de los apegos materiales. A lo largo de la Historia de la Iglesia encontramos ejemplos vivos de personas muy ricas que desprendiéndose de sus bienes dedicaron el resto de sus años de forma específica a la misión evangelizadora para extender el Reino de DIOS. San Pablo nos habla de Lidia en Filipos (Cf. Hch 16,11-15) San Paulino de Nola y su esposa Terásia de gran influencia social y política renunciaron a sus bienes para dedicarse a una vida de austeridad y entrega a los demás (siglo IV-V). El español san Francisco de Borja, pariente de Fernando el Católico dejó su condición de noble ligado a la corte y entró en la compañía de Jesús, llegando a ser superior general de la orden religiosa. San Rafael Arnaiz pese a su mala salud fue aceptado para tomar el hábito en la trapa -cistercienses- de Palencia (1911-1938). El caso de Carlo Acutis (1991-2006), joven adolescente, que perteneciendo a una familia pudiente vive con gran austeridad y en la Santa Misa de su sepelio aparecieron muchos de los pobres a los que personalmente había auxiliado, además de haber realizado una gran difusión de los milagros eucarísticos.
Una mirada alrededor
“JESÚS mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: qué difícil es que los ricos entren en el Reino de DIOS” (v.23). En estos versículos se establece una identidad: entrar en el Reino de DIOS es equivalente a seguir a JESÚS en pobreza y desprendimiento. La mirada de JESÚS a su alrededor sugiere que va a dar una enseñanza para todos en general. El Reino de DIOS se hace manifiesto cuando JESÚS predica con la unción del ESPÍRITU SANTO que reposa sobre ÉL y lleva a cabo la transformación de todo el individuo. JESÚS es el que tiene la PALABRA apropiada para el Reino de DIOS y realiza las señales que también le son propias. El Reino de DIOS es puro don y no se puede comprar. DIOS regala el Reino cuando el hombre se hace pobre. La venta de los bienes acumulados para aquel hombre suponía el deshacer una gran cantidad de apegos a personas y cosas. La entrada en el Reino hace nuevas todas las cosas, incluidas las relaciones económicas. La presencia del Reino de DIOS acabaría con las malas prácticas del comercio y de la mala utilización del dinero.
Sorpresa de los discípulos
“Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle aquellas palabras; pero JESÚS tomando de nuevo la Palabra les dijo: hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de DIOS! Es más fácil que un camello pase por el ojo de aguja, que un rico entre en el Reino de DIOS” (v.23-25) Estas palabras provocan gran desconcierto si las identificamos con la Salvación. Es cierto que todo aquel que trabaje por el Reino de DIOS siguiendo a JESÚS como modelo de vida sea un candidato válido para la salvación, sin otras consideraciones. Pero en último término, “DIOS quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad” (Cf. 1Tm 2,4-6). En otra parte, san Pablo nos dice: “DIOS rico en Misericordia nos dio vida por CRISTO; por pura Gracia estáis salvados” (Cf. Ef 2,4-6). Nos ha quedado en el argumentario popular esta afirmación del Evangelio sobre el rico, el camello y la aguja, pero a las conclusiones que nosotros llegamos poco tienen que ver con la voluntad de DIOS. Debemos obrar bien por puro sentido de agradecimiento, pero la salvación no se debe a las obras, sino a la gracia dada por el SEÑOR.
Los discípulos
“Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: ¿quién se podrá salvar? JESÚS mirándolos fijamente dice: para los hombres, imposible; pero no para DIOS, todo es posible para DIOS” (v. 27) El evangelista refiere el recuerdo vivo de la mirada de JESÚS sobre los discípulos que reciben la sentencia de JESÚS: para los hombres es imposible salvarse. El acceso a la Vida Eterna es un don desde el primer instante hasta el último. A DIOS debemos por pura Gracia la Salvación, que es la Vida bienaventurada para siempre. Haremos bien en trabajar con todo ahínco en acomodar nuestra vida presente al modelo dado por JESÚS, sabiendo también que eso es don y Gracia. Los discípulos insistirán en lo que ellos están haciendo por el Reino de DIOS, pues no se entiende que aún haciendo cosas la Salvación sea cosa gratuita y no haya posibilidad de adquirir el Cielo por parcelas. Al hombre rico se le dice que si él da lo que tiene gratuitamente a los pobres, también DIOS le dará gratuitamente la Bienaventuranza eterna, que es un tesoro infinitamente más valioso que cualquier riqueza de este mundo perecedero.
Pedro actúa de portavoz
“Pedro se puso a decirle: ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. JESÚS dijo: YO os aseguro, nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, padre, madre, hijos o hijas o tierras, por MI y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno…,con persecuciones; y en la edad futura vida eterna .” (v.28-30). Muchas cosas habían dejado los discípulos, pues todo lo enumerado es en efecto meritorio, pero queda por dejar el propio ego, que acompaña en todo el recorrido del camino. El ego emplea múltiples formas de camuflaje y cuesta identificar sus tácticas y estrategias para pervivir. JESÚS lo sabe y emplea con el círculo más próximo de los discípulos una paciencia sin límites. Hasta el último momento los que componían el círculo más cercano estuvieron en un proceso de sustitución de los propios apegos por los dones del Reino de DIOS. San Mateo y san Marcos refieren la petición de los dos hermanos, Santiago y Juan, solicitando los lugares más próximos en el futuro Reino (Cf. Mt 20,21;Mc 10,35-37). Tendrán que venir los momentos cruciales de la Pasión y Cruz y asistir también ellos a una nueva vida con la Resurrección de su SEÑOR, que no iba a traer ninguna prebenda, sino el empuje y fuerza suficientes para llevar el Evangelio a todos los rincones.
Carta a los Hebreos 4,12-13
La segunda lectura de este domingo la forman dos versículos, que deben contener una doctrina o enseñanza suficientemente densa, y no conviene añadir otra cosa por el momento. La Biblia escrita por hombres inspirados habla de DIOS y sus misterios, acercándolos a nuestra comprensión. Estamos ante la revelación que se hace palabra humana con gran diversidad de formas y expresiones. La propia carta a los Hebreos empieza así: “Muchas veces y de distintos modos habló DIOS en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del HIJO, a quien instituyó heredero de todo, y por quien también hizo los mundos” (Cf. Hb 1,1-2) Los profetas surgieron como portavoces necesarios de DIOS, para actualizar en cada momento la revelación dada a Moisés en el Sinaí. Diez Palabras -Mandamientos- y una legislación religiosa para permanecer fieles en un monoteísmo que garantizase la vida y prosperidad. El conjunto de grandes profetas bíblicos es un hecho singular de la revelación de DIOS que condesciende con la insignificancia de los hombres. El abajamiento de DIOS alcanza el límite imposible de superar con la venida del HIJO, que se hace uno de nosotros, al que el PADRE quiere encarecidamente que escuchemos (Cf. Mt 3,17:17,5). La propia Palabra del HIJO establece un nuevo tiempo que está dentro del Designio de DIOS. La plenitud de los tiempos no viene por la condición de las instituciones humanas, el régimen social establecido o el nivel jurídico conseguido, sino que “la plenitud del tiempo” surge cuando el tiempo recibe al que es Eterno y vive por los siglos de los siglos (Cf. Ap 1,18). Estamos en el tiempo, y no ha terminado, en el que cada uno está llamado a ser discípulo de DIOS (Cf. Jr 31,34), y cada mañana como al discípulo DIOS nos ha de despertar el oído (Cf. Is 50,5). El efecto de la Palabra no se hace esperar, porque el VERBO se ha hecho carne” (Cf. Jn 1,14).
La Palabra de DIOS
“La Palabra de DIOS es viva y eficaz, y más cortante que espada de doble filo. Penetra hasta la frontera entre el alma y el espíritu; hasta las junturas y médula y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón” (v.12). La Palabra está viva, porque el SEÑOR está vivo. Nuestro DIOS no es un DIOS de muertos, sino de vivos (Cf. Mt 22,32) La Palabra de la Escritura es la expresión canónica de AQUEL que mantiene su Alianza eternamente. La Palabra del SEÑOR no es hoy sí, y mañana “no”. Su fidelidad dura por siempre (Cf. Slm 116,1-2). La eficacia de la Palabra está en correspondencia con la Fe del receptor. La eficacia de la Palabra no obedece a un proceder automático, sino a una relación personal con el SEÑOR que transmite su revelación personal según le es dado por el mismo ESPÍRITU de DIOS. La Palabra tiene que estar en la base del discernimiento, que sabe lo que se mueve por el alma y el espíritu. El discernimiento basado en la Palabra reconoce los pensamientos inspirados por DIOS y aquellos otros que proceden de los intereses personales. El discernimiento reconoce los movimientos del corazón y busca su asiento en la Paz. Descubierta la virtud de la Palabra se convierte en alimento diario imprescindible, porque la voz de DIOS mora en cada palabra, línea y párrafo.
La mirada del SEÑOR
“No hay para la Palabra criatura invisible, todo está desnudo y patente a los ojos de AQUEL a quien hemos de dar cuenta” (v.13). La Palabra de la Escritura nos brinda el camino ordinario para un discernimiento o juicio personal continuado en el tiempo. En estos tiempos con los mensajes de algunas apariciones de la santísima VIRGEN nos viene la noticia de la “iluminación de conciencia”, que supone un esclarecimiento súbito del estado del alma a la luz de DIOS: somos vistos en pormenorizado detalle de la misma forma que nos ve el SEÑOR. Lo anterior es una gracia especialísima, que requiere una acción extraordinaria de DIOS, que nada la puede impedir por otra parte. Los comentarios al hilo de las apariciones mencionadas es que ese acontecimiento tendrá un alcance global a todos los habitantes del planeta, dadas las grandes y graves desviaciones de las conductas con arreglo a la Ley Natural -Decálogo- o a la moral evangélica. Una gracia de esas características tiene su encaje en la Escritura, al tratar de las acciones del ESPÍRITU SANTO (Cf. Jn 16,6ss); pero esa “iluminación de conciencia” puede ser vivida por todos aquellos que realicen la tarea diaria o frecuente de exponerse ante la Palabra de DIOS, según nos indica este versículo de la carta a los Hebreos: “todo está patente a la mirada amorosa de AQUEL a quien hemos de dar cuenta”, coincidiendo con la experiencia del salmista: “de lejos penetras mis pensamientos, distingues mis caminos, y mi descanso. Todas mis sendas te son familiares…” (Cf. Slm 138,2-3).