Miles de manifestantes salieron el pasado a las calles de Abuja, la capital federal de Nigeria, bloqueando una autopista, para protestar contra los crecientes casos de secuestros para pedir rescate, que están afectando a ciudadanos de todos los grupos sociales, incluso los más pobres. Entre las víctimas de secuestros hay sacerdotes.
Varias personas bloquearon la autopista entre Abuja y Kaduna, que conduce al norte, con neumáticos en llamas, al grito de «hay que acabar con los secuestros». Cabe recordar que entre los secuestrados hay varios sacerdotes, el último de los cuales, el septuagenario don Joe Keke, que sigue en manos de los secuestradores. El p. Keke había sido capturado el 20 de mayo en el asalto nocturno a la parroquia de San Vicente Ferrer en Malunfashi, Estado de Katsina, junto con el p. Alphonsus Bello, cuyo cuerpo sin vida fue encontrado a la mañana siguiente.
Algunos líderes católicos se están haciendo oír para pedir más seguridad para todos. Además de la Asociación de Juristas Católicos, que ha pedido al gobierno una cumbre urgente entre todas las partes interesadas para abordar la cuestión de la inseguridad, varios obispos también han expresado su preocupación
«Nigeria es un estado confuso y sin dirección, ya que nadie sabe hacia dónde vamos ni de dónde venimos», ha dicho Mons. Matthew Hassan Kuka, Arzobispo de Kaduna, en su homilía del domingo 23 de mayo.
«Los ciudadanos están perdiendo la confianza en el gobierno porque no está cumpliendo con su principal responsabilidad constitucional, que es la protección de la vida y la propiedad de sus ciudadanos», advierte Mons. Stephen Dami Mamza, obispo de Yola.
El Director de Comunicaciones Sociales de la Diócesis de Makurdi, el p. Moses Iorapuu, hablando en el 13º seminario del Consejo Diocesano de Laicos en Makurdi, ha lamentado la «ola masiva de persecuciones» en el país, en particular en el Estado de Benue, que ha provocado el desplazamiento de las comunidades cristianas, al tiempo que ha instado a los fieles laicos a desempeñar un papel activo en la protección de sus comunidades, ya que su pasividad sólo está alentando a sus agresores.
«La incapacidad de las autoridades para frenar a los fundamentalistas mientras siguen matando, violando, destruyendo casas, campos cultivados y secuestrando, es una confirmación de la complicidad de las autoridades federales. Entre los miles de asesinados por los pastores armados se encontraban también sacerdotes, catequistas», señala el sacerdote.
Estos crímenes se atribuyen a los pastores fulani por razones de reparto de pastos y recursos hídricos, pero según el padre Iorapuu «el hecho de que la gente sea secuestrada lejos de las tierras de labranza, sea asesinada en la iglesia o mientras duerme, demuestra que existe otra motivación, cuyo objetivo es expulsar a estas personas de sus tierras».
FIDES.