Comenzamos un nuevo año: ¡ha llegado el 2025! Este nuevo inicio debemos verlo como un regalo de la infinita misericordia de Dios, quien, en su gran amor, nos concede otra oportunidad para admirar sus maravillas, disfrutar de sus bondades y vivir en su presencia.
Dios nos ama tanto que, junto a nuestros seres queridos, nos invita a aprovechar cada día. Pero también nos llama a reflexionar desde el corazón, a examinar nuestra conciencia y a arrepentirnos de nuestros pecados. Este tiempo es una nueva oportunidad para volver a Él, para convertirnos con sinceridad, permitiendo que nuestras vidas cambien: desde nuestras acciones hasta nuestras formas de pensar.
Este año está lleno de gracia, ya que celebramos el Jubileo, un llamado a la esperanza en Dios. Con mayor razón es el momento de preocuparnos y ocuparnos con esperanza por nuestra alma, entrenándola para el cielo. Es el tiempo de anhelar un alma nueva, agradable a Dios. Aunque tengamos metas humanas y proyectos personales, nuestro principal propósito como hijos de Dios debe ser la salvación de nuestra alma y nuestra conversión.
Con humildad y confiando en la gracia de Dios, esforcémonos por ser mejores cristianos.
Que este año sea un año lleno de la presencia de Dios, donde cada día, hora y minuto se conviertan en una oportunidad para acercarnos a Él: en la Santa Misa, en la adoración al Santísimo Sacramento, en la oración, en el rezo del Santo Rosario y en la práctica de las obras de misericordia.
Evitemos caer en la tentación y unamos nuestra alma al Señor, para que, como decía San Pablo, “tengamos sus mismos sentimientos”. (Flp 2,5)
Purifiquemos nuestra alma y hagámosla digna de Dios, para que Él more en nosotros hasta la eternidad.
Mientras tengamos vida, tenemos la oportunidad de mejorar, de crecer en virtudes con la esperanza de alcanzar la Gloria Celestial cuando Él nos llame a su presencia.
¡Hagamos de este 2025 un camino hacia la eternidad!
¡Feliz y santo año 2025!
