Mientras Europa envejece…esposos con 32 años y 5 hijos, son Familia en Misión, en medio de la Europa secularizada: «Merece la pena».

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Tomás Rico y Loreto Sales son un joven matrimonio de Valencia con apenas 32 años de edad cada uno. Pero esto no impide que sean padres de cinco hijos y que igualmente desde hace un lustro sean familia en misión del Camino Neocatecumenal en el extrarradio de Ámsterdam, concretamente en la localidad de Uithoorn.

Allí junto a otra familia española, dos italianas, una croata y un sacerdote, el padre Darek, conforman una missio ad gentes, enviados por el obispo a zonas descristianizadas o paganas. Y en Europa hay ya muchas zonas de este tipo. Allí evangelizan con su presencia, con su ser familia y evidentemente anunciando la Buena Nueva. Y personas alejadas o no católicas que de otro modo no entrarían a un templo se acercan a estas familias y conocen la Iglesia.

Esta vocación es netamente familiar pues no sólo Tomás y Loreto son misioneros, sino que sus hijos Loreto, Isabel, Carmen, Tomás y Pedro lo son igualmente, y en muchos casos son los pequeños los que abren brecha en la misión.

En una entrevista con Ricardo Morales para la revista Ecclesia esta familia misionera de la parroquia valenciana de Santo Tomás Apóstol habla del origen de su vocación y de su vida misionera en el corazón de la Europa más secularizada.

Los dos son licenciados en Bellas Artes y antes de la misión Tomás trabajaba en la Universidad Católica de Valencia. Ambos pertenecían a la misma parroquia y los dos eran miembros de la misma comunidad neocatecumenal. Y siendo muy jóvenes, con 23 años, se casaron sin miedo al futuro.

Eucaristía con el arzobispo de Haarlem-Amsterdam, Johannes Hendriks

Eucaristía de las familias en misión con el arzobispo de Haarlem-Amsterdam, Johannes Hendriks

“Siempre hemos sido algo contraculturales pero siendo honestos, no creemos que hayamos hecho nada especial. Hemos intentado vivir una vida coherente tal y como la hemos experimentado en el Camino. Eso no quita que seamos muy débiles y que no pensásemos que igual estábamos locos por dar ese paso tan pronto. Porque no teníamos nada. Sin embargo, sí vimos claro que si teníamos que esperar a cumplir con los parámetros del mundo  no nos íbamos a casar hasta los 30 o puede que nunca”, cuenta el padre de familia.

Según explica Loreto, “Dios no te abandona” y nunca han experimentado que les haya “faltado de nada de lo esencial”. Es más, Tomás recalca que “Dios no te manda a una vida de kamikaze sin estar contigo”.

La llamada se produjo en un momento de su vida en el que todo iba sobre ruedas. “Estábamos en Valencia y todo iba bien. Teníamos trabajo y dos hijos. Y de pronto el Señor nos lo puso en nuestro corazón con mucha paz y alegría. En aquel momento éramos muy jóvenes y no teníamos ataduras de ningún tipo así que dijimos ‘¿por qué no?’. Hablamos con los catequistas de nuestra zona y nos invitaron a una convivencia en Porto San Giorgio, donde está el centro internacional del Camino Neocatecumenal, junto con otras 500 familias de todo el mundo que sentían el mismo llamado que nosotros”, relatan.

No olvidarán aquella “experiencia preciosa” porque estaban abiertos a ir a cualquier parte del mundo. Tomás explica que mucha gente piensa “que irse de misión es ir a un lugar de carestía material” o a “lugares recónditos», que también, pero lo es igualmente donde «la Iglesia es muy pobre o prácticamente no está enraizada en el pueblo. El modelo de misión que tenemos está basado en el primer modelo apostólico domus ecclesiae. Son los obispos los que piden familias y nosotros nos ponemos a su disposición”.

En octubre de 2016 llegaron con sus dos hijos a Holanda, un país europeo pero una cultura muy diferente. Loreto señala que “fue un proceso de confirmación paso a paso. No dejábamos cualquier cosa. Nuestras familias, amigos, trabajos, comunidad… Yo tenía en Valencia todo. Pero en aquel momento me dije: donde el Señor me quiera, cuando me quiera”.

Por su parte, Tomás indica que Holanda “es un país frío con una herencia calvinista fuerte y centrado en lo económico y lo productivo. Sin embargo, si los holandeses establecen contigo una relación, son muy fieles. Dios nos ha puesto verdaderos ángeles en nuestro camino. Es cierto que a los españoles nos ven como un país muy exótico. Aquí el coco es el Duque de Alba (se ríen). Lo importante es amar. Si tú amas, allá donde sea, vas a ser acogido”.

Sus primeros meses en la misión están llenos de historias y anécdotas. Loreto afirma que no se llevaron prácticamente nada de España. Únicamente las maletas y un carrito de bebé. Con sus pertenencias en Valencia hicieron un mercadillo y donaron otras más. Hasta su hija Loreto con apenas tres años donó sus juguetes.

El sacerdote de la misión y las familias en misión ya instaladas en la zona les ayudaron con los papeles y la búsqueda de una casa. “Al principio fue toda una aventura… No teníamos cocina así que hacíamos picnic en el salón (se ríen). Cocinábamos en el microondas”, recuerda este matrimonio.

Familias en misión en Uithoorn

Tomás empezó a buscar inmediatamente trabajo aunque era complicado al desconocer la lengua. “Empecé trabajando pelando cebolletas y mis compañeros, muchos colombianos, me preguntaban que por qué me había ido de mi tierra, teniendo un trabajo en la universidad –en la Católica de Valencia–, para acabar aquí.  Luego estuve tres años cargando camiones en un almacén de flores y después como guía turístico hasta el estallido de la pandemia”, añade.

En cuanto a la evangelización, esta familia tiene claro que “el primer gesto de amor es aprender la lengua. Nadie aprende holandés. A los extranjeros nos hablan en inglés pero cuando les contestas en su lengua se muestran muy agradecidos. En realidad nuestra misión es muy sencilla: vivir. Nada más. Vivir la dinámica del amor. Estar abiertos a quien nos lo pide, con las puertas abiertas, y hacerles ver que el amor existe. Nosotros no somos un ejemplo para nada. Discutimos mucho –y más con nuestra sangre mediterránea– pero existe el perdón, que es lo que mucha gente no conoce y cuando lo ve se queda sorprendida”.

“En definitiva –añade Tomás- hemos venido, como la sal, a diluirnos. Nuestra misión no es construir iglesias sino, a través de Dios, tocar los corazones de los hombres. Y no buscamos que la gente venga al Camino sin más, no somos proselitistas, no queremos engrosar las listas de los católicos, sino que queremos escuchar a las personas y acompañarlas en su día a día”.

Pese a las dificultades, el padre de esta familia afirma que “merece la pena hacer la voluntad de Dios. Es ahí donde estamos seguros. A mí me ha llamado a esto. No es mejor ni peor que lo que viven otros cristianos, cada uno tiene su misión.  Es cierto que no tengo dónde apoyar la cabeza pero yo no lo cambiaría por nada”.

La clave es vivir unido con el Señor. Así lo ven ellos, con “naturalidad”. En su opinión, “es la relación de un hijo con su padre. No es nada sentimentaloide. La fe es mucho más que eso porque los sentimientos van y vienen. Es una fe basada en nuestra propia historia, viendo como Él ha estado con nosotros en nuestra biografía, en los problemas, en las alegrías…”.

“Si tú no experimentas que Cristo te quiere como eres, no hay mucho que hacer. Después de todo lo que nos ha ido pasando cada vez estoy más convencido de que la razón por la que sufre el hombre es el pecado y no por no tener dinero o la nevera vacía. Hemos podido vivir en la riqueza y en la pobreza con libertad”, agrega Tomás.

 

ReL.

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