“¿Quién es el mercenario?
El que huye, si ve al lobo; el que busca su propia gloria, no la gloria de Cristo; el que no tiene el valor de reprender a los pecadores con libertad de espíritu.
El lobo muerde a una oveja y la arrastra por el cuello; el diablo induce al creyente a cometer adulterio. Y te quedas en silencio, no continúas. Eres un mercenario; viste venir al lobo y huiste.
Quizás digas: no, estoy aquí, no me escapé.
No, respondo, te escapaste porque guardaste silencio; y guardaste silencio porque tenías miedo”.
(De In Ioannis Evangelium Tractatus de San Agustín de Hipona)
San Agustín encuadra bien una cuestión dolorosa: la del miedo a no denunciar el error. Pero también la tentación de seguir la mentalidad del mundo, en lugar de servir a la voluntad de Dios.
Sin rodeos innecesarios, es una cuestión de fe.
Ver triunfar el error, ver cómo el error puede conquistar las almas, y no hacer nada, significa ya no creer en lo que nos espera después de la vida terrenal.
Por Corrado Gnerre.
itresentieri.