Mensaje de Cuaresma del arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlos

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

A toda la comunidad Arquidiocesana de Morelia y a los hombres y mujeres de buena voluntad.

Les saludo con mucho cariño y afecto en este tiempo de cuaresma, tiempo especial de gracia. Les invito durante la cuaresma a disponer la mente y abrir las puertas del corazón para encontrarnos con Dios en la oración, realizando juntos experiencias significativas de perdón y reconciliación, de conversión sincera y compromiso para la construcción de la paz.

Año de la oración

La cuaresma que hoy iniciamos es un tiempo para encontrarnos con Dios en la oración, la meditación y las prácticas de piedad. El Papa Francisco ha dispuesto que este año 2024 sea el año de oración, como preparación para el Jubileo del año santo 2025, cuyo tema es: “Peregrinos de esperanza” y su lema: «enséñanos a orar». Nos invita a que desde la oración actuemos y nos comprometamos con la Palabra de Dios  y con nuestros hermanos, en especial con los más necesitados.

 La oración es la fuente del amor a Dios y al prójimo, que son un único amor. En esta cuaresma practiquemos la oración, la limosna y el ayuno que no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento. Delante de la presencia de Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos cuando salimos de la esclavitud.

 Los llamo a que en esta cuaresma intensifiquemos la práctica de la oración y estar en la presencia del Señor,  escucharlo y adorarlo. En la  oración agradezcamos a Dios los múltiples dones de su amor por nosotros y alabar su obra en la Creación, que nos compromete a respetarla y a actuar de forma concreta y responsable para salvaguardarla.

En la oración seamos voz “de un solo corazón y una sola alma” (cf. Hch 4,32) que se traduce en ser solidarios y en compartir el pan de cada día. En la oración se permite a cada hombre y mujer de este mundo dirigirse al único Dios, para expresarle lo que tienen en el secreto del corazón. En este tiempo de cuaresma pidamos a nuestro Dios que los corazones puedan abrirse para recibir la abundancia de la gracia, haciendo del “padre nuestro”, la oración que Jesús nos enseñó, el programa de vida de cada uno de sus discípulos.

 En este Año de la oración, y en especial en este tiempo de cuaresma, redescubramos el valor de la oración, la necesidad de la oración diaria en la vida cristiana; cómo orar, y sobre todo cómo educar a orar hoy, en la época de la cultura digital, para que la oración sea eficaz y fecunda.

 Queridos hermanos, sin duda, muchas personas oran todos los días, existe una pluriformidad de la oración: desde aquellos que se persignan rápidamente hasta aquellos que participan en la eucaristía diaria, existe una gama tan amplia de formas de orar que nadie puede describir completamente. Desde la oración rápida hasta la oración distraída; desde la oración contemplativa hasta la oración llena de lágrimas de dolor… la oración no se deja atrapar en un esquema preestablecido porque es la relación personal del creyente con Dios mismo, dentro de esa relación íntima y exclusiva que distingue nuestra fe.

 Pido que este Año de la oración favorezca la relación con Dios, se tenga un reparador descanso espiritual y sea un oasis para los cansancios existenciales, físicos, sociales, eclesiales, pastorales, laborales… que la oración sea para todos nosotros un alimento para la vida cristiana de fe, esperanza y caridad.

 Año jubilar mariano diocesano

Con mucha alegría y gratitud a Dios seguimos celebrando el Año jubilar mariano diocesano que culminaremos en el mes de julio por el centenario del patrocinio de la Santísima Virgen de la Salud en nuestra Arquidiócesis y la declaración de Basílica menor de su templo. 

Que en esta cuaresma tengamos en cuenta esta celebración en nuestra oración, pues nuestra Madre es modelo de mujer orante. Ella es la joven de Nazaret recogida en silencio, en continuo diálogo con Dios. Ella es la llena de gracia e inmaculada desde la concepción y pertenece al grupo de los humildes de corazón a quien Dios preparó para la venida de su Hijo.

 María acompaña en oración toda la vida de Jesús, hasta la muerte y la resurrección; y al final continúa, y acompaña los primeros pasos de la Iglesia naciente (cfr. Hch 1,14). María ora con los discípulos que han atravesado el escándalo de la Cruz. Ora con Pedro, que ha cedido al miedo y ha llorado por el arrepentimiento. María está ahí, con los discípulos, en medio de los hombres y las mujeres que su Hijo ha llamado a formar su comunidad. María ora con ellos y ora por ellos. 

Orando con la Iglesia naciente, María se convierte en Madre de la Iglesia, acompaña a los discípulos en los primeros pasos de la Iglesia en la oración, esperando al Espíritu Santo.

La presencia de María es por sí misma oración, y su presencia entre los discípulos en el cenáculo, esperando el Espíritu Santo, está en oración. Así María da a luz a la Iglesia y se convierte en su Madre. Todo lo que pasa a su alrededor termina teniendo un reflejo en lo más profundo de su corazón: los días llenos de alegría, como los momentos más oscuros, cuando le cuesta comprender por qué camino debe pasar la Redención. Todo termina en su corazón, para que pase la criba de la oración y sea transfigurado por ella. Ya sean los regalos de los Magos, o la huida en Egipto, hasta ese tremendo viernes de Pasión: la Madre guarda todo y lo lleva a su diálogo con Dios. Algunos han comparado el corazón de María con una perla de esplendor incomparable, formada y suavizada por la paciente acogida de la voluntad de Dios a través de los misterios de Jesús meditados en la oración. 

También nosotros podemos parecernos a nuestra Madre: con el corazón abierto a la Palabra de Dios, con el corazón silencioso, con el corazón obediente, con el corazón que sabe recibir la Palabra de Dios y la deja crecer como una semilla mediante la oración constante y confiada. 

 El venerable Tata Vasco de Quiroga

Esta cuaresma también es un llamado a seguir haciendo oración por la pronta beatificación del venerable Tata Vasco de Quiroga, oremos para que al igual que él seamos promotores de caridad y solidaridad porque ellas nos conducen a la paz de Dios, que rompe la cerrazón de la  indiferencia. Tata Vasco con sus enseñanzas y sobre todo, con su testimonio, ofrece a la Iglesia un camino para la conversión y la transformación de la vida, conforme a lo que Cristo nos exige. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como él, siervo de Dios y de los hombres. 

La cuaresma es un tiempo propicio para orar por su beatificación y orar para que también nosotros nos dejemos transformar por Cristo y así llegar a ser como él, caritativos y solidarios. esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios, cuando la reflexionamos y la oramos.

 Constructores de paz

Jesús, al enviar a sus discípulos en misión, les dijo: «cuando entren en una casa, digan primero: “paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos su paz; si no, volverá a ustedes» (Lc 10,5-6). Dar la paz, está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia, por tanto, este es también nuestro anhelo y compromiso: ser constructores de paz.

 Hoy más que nunca, nuestras sociedades necesitan “artesanos de la paz” que sean auténticos mensajeros y testigos de la paz de Dios al hombre. Oremos en esta cuaresma por las familias, niños, adolescentes y jóvenes, que viven en zonas de inseguridad o que han sido dañados por la violencia, y a todos los que se esfuerzan para que sus vidas y sus derechos sean protegidos.

 Muy variadas formas de violencia amenazan nuestra vida, no solo a través de las armas, sino también a través de las diferentes plataformas digitales y medios de comunicación masiva, los cuales tienen como fundamento la cultura de la indiferencia y del descarte, misma que el Papa Francisco ha señalado como una patología que puede provocar “consecuencias funestas”.

 Nuestra iglesia, como una Madre llena de sabiduría, nos llama a ser constructores de paz desde nuestra fe y en diálogo con el mundo, nos exhorta a todos generar una cultura de diálogo y de paz con todos los sectores de nuestra sociedad. En esta cuaresma oremos y pidamos al Señor para que todos, autoridades gubernamentales, organismos autónomos, sector educativo, sociedad civil, ministros de culto…, nos sintamos comprometidos y aportemos lo propio de cada uno para vivir la paz anhelada por todos.

 Un caminar sinodal

Recordando que estamos en la cuarta etapa de nuestro plan diocesano de pastoral y que tiene como lema: “Caminemos juntos y en la misma dirección” los invito a orar para que sigamos caminando juntos en sinodalidad, viviendo la fraternidad, la solidaridad y la amistad social, para que todo nuestro caminar pastoral refleje nuestro ser de testigos, discípulos y misioneros de Jesucristo en quien encontramos nuestra paz, y ser así también constructores de una nueva sociedad basada en el diálogo y construida en los principios de la justicia social, la fraternidad y la paz.

Queridos hermanos aprovechemos paso a paso el tiempo de la cuaresma para hacer el bien a los demás y a nosotros mismos, que aprovechemos este tiempo favorable para encontrar la paz y el bien en Cristo y que lo sepamos transmitir a los demás. Todos somos corresponsables de que transformemos la violencia e inseguridad en una oportunidad de encontrar el camino de la armonía, la seguridad y la paz siendo sinodales, solidarios, caritativos, justos y pacíficos.

La cuaresma es tiempo para la sinodalidad, la solidaridad, la caridad, el perdón y la reconciliación, tan necesarias en todas partes: en las familias, en las comunidades de fe, en las parroquias, en las instituciones y en toda nuestra sociedad. Es tiempo de conversión al Dios vivo y verdadero, al Dios de Jesucristo, quien muriendo vence a la misma muerte y resucitando hace surgir la vida nueva.

Queridos hermanos, en esta cuaresma sigamos comprometidos con nuestra Iglesia, oremos para que caminemos juntos y en la misma dirección descubriendo caminos que nos lleven a vivir el Reino de Dios y a construir la paz.

En toda esta cuaresma, cuenten con mi oración, confío sus trabajos pastorales parroquiales, de foranía, de zona y diocesanos a Nuestra Señora de la Salud, a san Bernabé de Jesús y al venerable Tata Vasco de Quiroga. Unámonos todos en oración e imitemos a Cristo orante para que como discípulos suyos demos frutos de caridad, conversión, reconciliación, perdón, justicia, solidaridad y paz.

 Con mi oración, cariño y bendición. En Cristo, nuestra paz

+Carlos Garfias Merlos,

Arzobispo de Morelia

Morelia Mich. 14 de febrero, Miércoles de ceniza, de 2024

 

https://www.arquimorelia.org/mensaje-de-cuaresma-2024

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