Tomás tenía solo 21 años cuando le invadió una mezcla de emoción, furor y pánico al ser conducido, a ciegas, a un lugar oculto, tétrico y vacío. «Va a empezar», le susurraron. Los siguientes minutos fueron una sucesión de movimientos, ritos y preguntas. Entre ellas, si le causaba remordimientos que lo que estaba a punto de suceder implicase la excomunión de la Iglesia. «Deseo continuar», afirmó antes de completar el rito. Cuando le quitaron la venda, presenció una imagen dantesca de paredes negras, calaveras, sal, azufre y una gran cantidad de espadas apuntándole a la cabeza. Aquella «apertura» a lo que le dijeron que sería la luz, pero que estaba muy lejos de serlo, fue su bienvenida oficial a la masonería.
Tras un lapso de siete años, el joven ingeniero y programador originario de Argentina habría deseado que su pasado fuese una pesadilla. También, en parte, lo agradece, pues solo gracias a los largos y oscuros años que pasó en la organización como Maestro pudo abrir su razón a la fe, la verdadera luz.
Todo comenzó años atrás, durante la adolescencia. Como explicó en la primera entrevista que concedió tras dejar la masonería en junio de 2022 a William Toro, del canal Enfoca tu fe, la sed de conocimiento y búsqueda de la verdad invadió por completo su vida.
Especialmente tras haber abandonado su fe y la práctica religiosa en que fue educado.
Ya desde los 11 años, de manera autodidacta, devoraba las obras de Sócrates, Aristóteles o Nietzsche, mientras se convencía de que «la vida consistía en cuestionarlo todo».
«Algún día serás masón»
Su decisión de abandonar la fe fue plenamente consciente, debido a las «incoherencias» que observaba entre hombres de la Iglesia. La falta de una formación religiosa sólida también tuvo que ver, y solo en el momento más oscuro -y a la vez más pleno- de su vida fue consciente de cuántos males habría evitado esto en su vida.
A los 17 años recibió un vaticinio que parecía prometerlo todo. Pese a su temprana edad, mantenía elevadas conversaciones con un amigo de los estudios, a quien admiraba por sus contactos, y profundidad y su aparente fortaleza intelectual y expresiva. Un día este le enseñó una extraña foto -más tarde sabría que de una logia masónica- y le dijo: «Algún día, tú pertenecerás a ellos«.
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Al terminar secundaria, se trasladó a Mendoza a continuar sus estudios y le llegó un mensaje. Su «momento» había llegado. Los miembros de una de las logias de la ciudad habían decidido proponerle para entrar en la logia y el proceso de selección había sido aceptado. Tras un año y tres entrevistas que le apasionaron, Tomás fue aceptado en una logia cuyo nombre no ha desvelado.
El ritual descrito anteriormente fue solo uno de los pasos en su iniciación a la masonería. Recuerda como durante ese primer ritual «sucumbió la mente» y encontró «una realidad distinta». Simbología por todos lados, rituales, cargos… «Estaba impactado«.
De una forma u otra, ya tenía su deseado mandil -el atuendo masónico de las logias- y su primer grado de aprendiz, rodeado de otros «hermanos» ancianos y de mayor edad, atónitos ante la precocidad, juventud y entusiasmo del nuevo miembro.
Dibujo de la retirada de la venda y la visión de la luz en la iniciación masónica, realizado por Johann Georg Beck en 1848, tomada del Museo Virtual de la Masonería de la UNED.
Un hambre insaciable de conocimiento… hasta que llegó la muerte
«Quería aprenderlo todo, el rito, la simbología, los movimientos, la finalidad y significado de cada cosa, me encantaba la cuestión ritualística y la iniciación me pareció algo hermoso. Sentía hambre de saber y conocimiento y sabía que ahora podía llenarla«, rodeado de otros «hermanos» que solo hablaban de «filosofía o esoterismo».
Pero su sed parecía no tener fin… y en la logia era evidente. Tanto que solo un año después le propusieron ascender al grado de Compañero. Con su ascenso, «se abrió un nuevo velo» de la organización mistérica para él. Y con ello, también nuevos símbolos, conocimientos y facilidades. Incluso le ofrecían ayuda y secretos, tan solo aparentes, para «conectar con la virtud y desprenderse de los vicios». «Estaba entusiasmado», admite.
Tomás había comenzado un camino al que ni estaba dispuesto ni quería a renunciar. Y un nuevo ascenso, esta vez al grado de Maestro, se le puso a tiro. No dudó en aceptarlo, especialmente por las posibilidades que ello le abría: ahora podría participar en la toma de decisiones de la logia relativas a la agenda, a las cuentas, a la instrucción a otros iniciados o en la toma de posesión ritualística.
Pero con el nuevo grado, había un nuevo rito. Y con él, algo comenzó a «chirriarle».
«Me provocó un fuerte impacto. Algo me hizo click y me decía que no estaba bien. Era la presencia de lo mortuario. La muerte está muy presente en el paso a Maestro. Cuando me sacaron la venda de los ojos, vi una calavera, todo estaba negro, el mandil de maestro tenía una calavera y de forma intuitiva supe que algo no iba bien», recuerda.
Pero la zozobra dio paso a un nuevo mundo lleno de posibilidades, destacando además por ser un maestro masón extraordinariamente joven. Nuevos conocimientos se desvelaban ante su persona y cada vez dedicaba más horas a investigarlos, pero la efusión inicial se convirtió en frecuentes episodios de estrés, ansiedad y depresión.
«La pertenencia a la masonería sería lo único que podría ayudarme», pensaba.
La masonería, ¿anticristiana… o satánica?
Pero algo seguía sin encajarle. Aunque era Maestro de grado 3 y restaban multitud de ascensos en la escala ritual -puede haber hasta 99, según el rito- ya desde ese momento fue consciente no solo de los «aspectos nada correctos» que se realizaban, sino incluso del marcado carácter «anticristiano» de esta organización.
Una calificación que se preocupó en reafirmar «categóricamente» en Rincón Apologético de SantiagoAlarcón: «Aunque muchos masones dirán que no, la masonería es anticristiana». Y lo es, explica, «por su carácter antidogmático», concibiendo la libertad de pensamiento como «libre de ataduras -dogmas incluidos- para descifrar la realidad». Para él también es significativo que desde la misma iniciación a la masonería ya se pregunte en el rito «si le remuerde la conciencia [al iniciado] que la masonería esté excomulgada por la Iglesia«.
También lo afirma por el carácter relativista de la misma, ya que su cosmovisión consiste en afirmar «que la verdad se encuentra en uno mismo» y la misión de la Masonería es mostrar «las metas y el camino interior que depende de cada uno para hallarla».
Este relativismo se convertiría en uno de los mayores quiebres en la vida del maestro masón, especialmente una de las máximas masónicas, V.I.T.R.I.O.L., un acrónimo latino que traducido es «visita el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta». La respuesta, una vez más, estaba en «el interior de cada uno y no en el exterior», pero al mismo tiempo ninguno de sus compañeros masones podían definir que era aquello de «la piedra oculta«.
«La masonería está totalmente centrada en el hombre y se desprende de lo sagrado, de un ser superior participe que da la gracia de poder conocerse. Está convencida de que es uno mismo el que debe lograr las metas interiores para adecuarse a la verdad, por eso es relativista», explica.
Además de anticristiana, ¿la masonería podría definirse como satánica? Según su experiencia, Heduan se muestra prudente al afirmar que «es algo cuestionable». Sin embargo, expresa que a lo largo de los rituales «se hacen ciertas invocaciones a una luz y una fuerza que se derrama sobre los miembros» y, «obviamente», ahí «no se están llamando a las fuerzas del bien».
«El de abajo [el demonio] se viste de luz, fuerza y virtud, pero es permanente engaño», explica. Pasado el tiempo, Tomás se arrepiente de no haberse dado cuenta antes de cómo «parecía que una entidad común favorecía que [aparentemente] todos mejorásemos, pero nada más alejado de la realidad».
El confinamiento, «un milagro» que le abrió la mente
Mientras Tomás proseguía su ascenso y llegó a ser propuesto para dirigir la logia, comenzó a ser consciente de algunas incoherencias y vacios de la organización. Sin saber cómo ni por qué, en ese momento sintió que una voz interior le advertía: «Va a pasar algo y tienes que salir de aquí».
Fue en ese preciso instante cuando, con el inicio de la pandemia, se paralizaron el mundo y con el, también las tenidas -reuniones en las logias-. Pronto consideraría el confinamiento como uno de los mayores milagros de su vida.
Consciente de las lagunas y de que algo «no encajaba», aprovechó el confinamiento para investigar por su cuenta al margen de la logia, dando con importantes divulgadores y apologistas tomistas online. Una de las claves fue comprender el sentido de la existencia: «Hubo una creación por parte de Dios que nos da el ser por amor y está interesado en que simplemente seamos«.
Una afirmación que le terminó de alejar de la organización a la que pertenecía, sosteniendo siempre la existencia de un «ser superior» -el Gran Arquitecto del Universo- que tras crearlo, se alejó y desentendió por completo de su hipotética obra.
Hacia el arrepentimiento gracias a Santo Tomás
Conforme más leía y se impregnaba de la doctrina de Santo Tomás, más le invadía una pregunta: «¿Por qué su doctrina no se exponía en las logias?«. No halló explicación posible, dada su relevancia en la filosofía a nivel universal. Y mientras se veía cada vez más desarmado intelectualmente como masón para responder a las máximas tomistas que escuchaba en los apologistas. Si la Verdad es «la adecuación del pensamiento a la cosa», pensar «que la verdad estaba en el interior de cada uno y no fuera» comenzaba a ser «algo ridículo».
Fueron muchos los filósofos, argumentos y youtubers apologistas responsables del quiebre de su armadura intelectual masónica: el último de ellos fue saber por qué Jesús era el Salvador… y qué había venido a salvar. Lo cierto es que, llegado un punto, en junio de 2022, tomó la decisión definitiva de darse de baja en la organización.
«Comprender el daño que había causado y que podía condenarme generó una contricción y arrepentimiento muy profundo. Había llegado la hora de volver a casa. Algo me tocó tan profundo que sentí que me estaba tocando realmente el corazón, un amor puro y profundo, como si el pecho prendiese fuego», recuerda.
Solo tras abandonar la masonería sintió un «gran deseo» de confesarse. Tras conseguir un examen de conciencia, Tomás preparó «en varias hojas» durante horas la que fue su primera confesión en 12 años y se dispuso a rezar el rosario.
«Había algo dentro de mí que se opuso a rezarlo. Sentí algo que me impactó muchísimo y no pude terminarlo. Me senté en la cama, aterrado… ¿qué estaba pasando? Y de repente llegó una calma. Lo recé y sentí una paz indescriptible», recuerda.
Guerra a la masonería con YouTube y la fe
Y llegó al confesión por «haber estado alejado de la Iglesia al pertenecer a la masonería»… y lo que implicaba. Así recuerda la absolución: «Sentí que me quitaba una carga muy importante cuando me dijo que estaba todo perdonado. Al salir sentía que flotaba, sin ninguna explicación, una enorme felicidad por haberme logrado reconciliar con el ser más importante de todos».
Y por último, llegó la comunión. «Fue como un vaso de agua que necesitaba tras caminar en el desierto. Esa fue mi vuelta a casa. Hoy rezo a diario, asisto a misa los domingos e intento estar en gracia y confesarme de las caídas que tengo», concluye agradecido.
A pocos días de haber relatado su proceso de «vuelta a casa» por primera vez, Tomás Heduan asegura tener un fuerte deseo de enmendar su pertenencia a la masonería: advierte que le «da igual hablar», y empleará todos sus conocimientos para advertir a los curiosos y engañados de ingresar a la secta a través de su nuevo canal de YouTube.
Por J.M.C.
Jueves 16 de febrero de 2023.
ReL.