Hoy se nos narra en el Evangelio cómo Jesús sana a un ciego saliendo de Jericó. Marcos hace de esta curación una catequesis para animar a los que viven ciegos, a abrir los ojos, a salir de su indiferencia y a tomar la decisión de seguir a Jesús. Es verdad que el relato nos muestra el cómo era Jesús con los enfermos, pero también nos llama a reaccionar ante el paso de Jesús por nuestra vida.
En Jericó da inicio el último tramo de subida a Jerusalén, 37 kilómetros de distancia, un camino duro y peligroso. Jericó es un oasis en aquel desierto, el pueblo de las palmeras, un pueblo importante ya que cuenta con agua en aquel desierto; es el paso obligado para los que van a Siria, a Galilea o suben a Jerusalén. Muchos mendigos se ponen a la orilla de aquel camino para pedir una limosna a los peregrinos. Hoy se nos habla de un ciego concreto, de nombre Bartimeo, que se describe con tres rasgos:
1°- Es un mendigo ciego, es decir, es un pobre, y además vive inmerso en las tinieblas, no puede ver el rostro de Jesús, nunca podrá peregrinar al gran Santuario de Jerusalén.
2°- Está sentado; en las tinieblas no se puede caminar, se pasa el día esperando inmóvil, la ayuda de los demás; no puede seguir a Jesús.
3°- Está junto al camino, es decir, al margen del camino de Jesús; un descartado más.
A pesar de su ceguera, Bartimeo se entera de que va pasando Jesús y empieza a gritar; un grito-petición cargado de dramatismo: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”. Ha elevado esa petición al Maestro de la compasión, el que verdaderamente se solidariza con el sufrimiento de los hermanos, tanto así que está subiendo a Jerusalén a liberar con su Pasión y Muerte a los cautivos del dolor. Algunos invitan al ciego a callarse, claro, a los sanos les molestan los gritos de quien sufre, pero él sigue gritando. Jesús rescata la voz suplicante por encima del bullicio egoísta de la multitud, se detiene, pide a los que lo acompañan que lo llamen; aquellos enviados le comunican: “Ánimo, levántate, que te llama”. La actitud de Bartimeo es actuar con prontitud: “arroja el manto”, aquel manto que le servía para recoger la limosna, pero ahora le estorba para encontrarse con Jesús. En el mundo de sus tinieblas “da un salto” decidido, cargado de fe y de confianza y “se acerca” al Maestro. La pregunta de Jesús: ¿Qué quieres que haga por ti? Y la respuesta: “¡Maestro, que vea!”. El Evangelio termina diciendo: “al momento recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino”.
Veamos qué nos enseña el milagro que hoy escuchamos a través de los personajes:
- Jesús: Él tiene su meta que es llegar a Jerusalén, pero mientras recorre aquellos caminos va realizando el bien, va sanando, va poniendo en obra su proyecto de crear un mundo mejor. Se preocupa y se ocupa por aquellos que están fuera del camino. Jesús nos enseña que en nuestro caminar, no podemos hacer oídos sordos a aquellos que nos piden una ayuda; no podemos cerrar los ojos y no ver a los que están en el margen del camino, tantos desplazados, tantos familiares de personas que han sido privadas de la vida; ellos, más los que padecen necesidad por la pobreza que aumenta en nuestro País, siempre serán los más necesitados.
- Bartimeo: Sabe que el que va pasando es Jesús e implora su compasión. En su ceguera, en medio de su oscuridad, sabe bien lo que quiere: “que vea”. Vence los obstáculos con tal de ponerse frente a Jesús: grita pidiendo ser escuchado, se desprende del manto, da un salto en la oscuridad en la cual vivía. Bartimeo nos invita a reflexionar a nosotros: ¿Qué nos impide ponernos frente a Jesús? ¿Sabemos lo que queremos? ¿Estamos dispuestos a vencer los obstáculos? ¿Estamos dispuestos a despojarnos de aquellas seguridades que muchas veces son falsas seguridades?
- Los que lo acompañan: Nos dice el Evangelio que muchos reprendían al ciego para que se callara; tal vez iban escuchando algún mensaje, pero Jesús al oírlo, se detiene, ahora lo más importante es aquel ciego. ¿No será que en ocasiones queremos impedir que otros se acerquen a Jesús? ¿Por qué a veces queremos negar la realidad de los que sufren o decimos que no es para tanto? La negación es un mecanismo de defensa muy primitivo, ¿de qué nos defendemos? Que siga ciego, que se conforme con recoger limosna, pero que no moleste.
- Los que lo llaman: Aquellos intermediarios entre Jesús y Bartimeo, aquellos que se acercan y lo animan: “¡Ánimo!, levántate, que te llama”. Ellos son capaces de infundir ánimo, lo motivan para que se acerque a Jesús. Realmente ¿somos intermediarios? ¿animamos para que otros se acerquen a Jesús? Como Agentes de Pastoral, no debemos olvidar que somos animadores para los demás, debemos motivar para que otros se acerquen al Maestro; Él es el que llama, no importa la condición de cada uno. Nuestro papel como Agentes de Pastoral es animar, es ayudar para que otros se acerquen a Jesús. ¿Somos animadores?
Pensemos hermanos: El “ten compasión de Bartimeo”, ha de repiquetear con especial fuerza en la realidad que nos toca vivir, entre otras cosas, porque nuestros ojos llevan gafas que distorsionan la realidad, nos hacen consentir malo como bueno: el aborto, como derecho, cuando la ciencia lo dice y todos sabemos, es un crimen que la ley permite; ver el crimen organizado como algo normal y por lo mismo no se hace el esfuerzo, ni se buscan caminos para erradicarlo y que pueda haber paz. No es buena esa miopía espiritual, que lleva a presentar y a defender el humanismo de una forma sesgada e interesada, diferente de aquella lucha humanitaria, que quiere ser para todos, justa, íntegra y basada en valores cristianos. Los ciegos no tienen camino, sino que están fuera de él, Jesús ofrece esta alternativa: Un camino de verdad, un cambio de situación social y espiritual. Hay quienes prefieren seguir usando las gafas distorsionantes de la realidad. Me pregunto: ¿Qué intereses persiguen?
Hermanos, el milagro se da, Jesús hace ver. En aquel camino abundaban personas con discapacidad pidiendo limosna, pero sólo Bartimeo fue sensible al paso de Jesús y sólo él dio aquel salto en la oscuridad, se puso frente a Jesús, recobró la vista y fue capaz de seguirlo. Preguntémonos: ¿Qué tan atentos estamos al paso de Jesús por nuestras vidas? Él puede sanar nuestras cegueras, dejémosle que lo haga.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!