Luz de las naciones

Isaías 49,3.5-6 | Salmo 39 | 1Corintios 1,1-3 | Juan 1,29-34

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

La nación queda constituida cuando un número suficiente de personas delimitan un territorio, establecen una organización y desarrollan una cultura específica. En la base de la cultura, hasta los tiempos modernos, estaba la religión, porque el hombre no era capaz de entender el mundo teniendo en cuenta las capacidades propias. Los antropólogos señalan un camino, por el que despuntó el sentido religioso en la humanidad: el animismo, la proliferación idolátrica y en un estadio superior el monoteísmo. El animismo que considera la presencia de espíritus, la posibilidad de invocarlos y hacerlos partícipes de la vida cotidiana, ofrece una experiencia personal de la existencia de otra dimensión más allá de lo estrictamente material. Los espíritus de los antepasados pronto se convirtieron en protectores de las familias a las que pertenecieron, el clan y la tribu. Los ídolos empezaron a ser considerados como los agentes espirituales que operaban a través de las fuerzas de la naturaleza. A los ídolos era preciso tenerlos a favor e intentaban convencerlos de la obediencia y sumisión mediante los ritos y cultos sacrificiales. En mayor o menor medida los cultos idolátricos alcanzaron el sacrificio de vidas humanas en número diverso. Si las guerras no se ganaban, había que examinar si los dioses se habían vuelto adversos, y para conseguir de nuevo su favor había que cubrir la cuota de vidas humanas ofrecidas en sacrificio ritual. El ejército vencedor en una contienda podía destinar a los prisioneros de guerra como esclavos o destinarlos al sacrificio a los ídolos en acción de gracias. La ofrenda de los prisioneros de guerra podía ser de ofrenda cultual y de consumo de la carne humana como fuente de proteína animal. El monoteísmo judío y cristiano excluye de forma radical el sacrificio cruento de vidas humanas, pues el hombre es “imagen y semejanza de DIOS” (Cf. Gen 1,26-27), llamado a ser consciente de su dignidad de hijo de DIOS (Cf. Ef 1,5). Se necesitaba de nuevo una poderosa LUZ en medio de la humanidad para devolver al hombre la racionalidad perdida. En un principio, según la Biblia, el hombre era poseedor de una luz innata con capacidad de ver o reconocer a su CREADOR, en la grandeza de la Creación misma. Así lo dice san Pablo: “lo invisible de DIOS, desde la Creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras, su Poder eterno y su Divinidad; de forma que son inexcusables; porque habiendo conocido a DIOS no lo glorificaron como a DIOS, ni le dieron gracias; antes bien se ofuscaron en su razonamiento y en su insensato corazón se entenebreció. Jactándose de sabios, se volvieron estúpidos: cambiaron la Gloria de DIOS por una representación en forma de hombre corruptible, de cuadrúpedos de aves, de reptiles” (Cf. Rm 1,20-23). Estos versículos dan cuenta de los efectos de la idolatría, señalando el punto de partida de la misma. La afirmación del Apóstol es contundente e inquietante: La Creación entera con todo el conjunto de fenómenos ofrece a la inteligencia humana argumentos suficientes, para que descubra por su medio al único CREADOR de todo. San Juan en el Prólogo de su evangelio afirma con solemnidad, que “la PALABRA era la LUZ verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo” (Cf. Jn 1,9). El materialismo moderno no aparece entre nosotros de forma súbita como bien sabemos. Avances y retrocesos, luces y sombras, tiempo en el que predomina la Fe y otro donde se vuelve al ateísmo, porque la superstición y la idolatría son formas del ateísmo que niega a DIOS su presencia, actuación y señorío. Todo hombre que viene a este mundo, dice san Juan, está dotado de la inteligencia natural para reconocer en las leyes de la Creación a la INTELIGENCIA superior que realizó el diseño y puso en marcha el proyecto creador con una finalidad, o teleología, que se descubre en la perfección y gradualidad de las criaturas. San Pablo califica al hombre que pone reparos a ver a DIOS a través de su obra, como un estúpido, que equivale al “idiota” que se aísla en su necedad y vacío. El ateismo que se niega a reconocer la Creación como obra del único DIOS fomenta la atomización de los individuos convirtiéndolos en idiotas con apariencia de sabios e ilustres. ¿Cuál es la alternativa para el ateo que niega a su propia inteligencia abrirse al reconocimiento de la existencia de DIOS? La conclusión tiene dos líneas: considerar que todo es un gran absurdo sin sentido, o atribuir al conjunto del cosmos las prerrogativas divinas, que equivale a decir que la materia es DIOS. Frente a la idolatría, san Pablo no concibe atenuantes, pues lo que DIOS dispone delante de la inteligencia humana tiene la suficiente entidad para concluir que es necesaria la presencia de una INTELIGENCIA omnipotente. Un siglo antes que la predicación de san Pablo el autor sagrado del libro de la Sabiduría decía: “la invención de los ídolos fue el principio de la fornicación, su descubrimiento la corrupción de la vida. No los hubo al principio ni siempre existirán. Por la vanidad de los hombres entraron en el mundo y está decidido su rápido fin” (Cf. Sb 14,12-14). Cuando la inteligencia humana deja de ver a DIOS reflejado en su obra, todo tipo de sombras y distorsiones engañan su discernimiento, y la mentira cobra terreno. El propio hombre se desnaturaliza y autodestruye: el ídolo corrompe la vida del hombre. Fue la vanidad de los hombres la puerta por la que entraron y siguen llegando los ídolos que fascinan la estupidez humana. El monoteísmo bíblico que desemboca en la revelación del Nuevo Testamento es el mayor foco de LUZ para los hombres en este mundo.

DIOS mira al mundo

René Descartes (1596-1650) fue un pensador cristiano, que adelantó una tesis imprecisa ahondada por otros pensadores hasta llegar a un subjetivismo e idealismo muy lejos de la realidad del hombre creado y redimido por DIOS. La tesis en cuestión la muy conocida afirmación, “pienso luego existo”. La revelación nos dice otra cosa diametralmente distinta. JESÚS afirma: “sin MÍ no podéis hacer nada” (Cf. Jn 15,5). Una afirmación de este tipo parece exagerada incluso para el propio creyente, sin embargo un análisis detenido nos puede llevar a otra conclusión. San Pablo propondra la lección máxima sobre la Caridad en la perennidad de la misma, que alcanza la Vida Eterna, y en ella la Caridad de DIOS hace posible conocerlo como somos conocidos (Cf. 1Cor 13,12). El conocimiento de DIOS y el de uno mismo están indisolublemente unidos. Sabemos un poco lo que somos cuando conocemos algo más a DIOS, que se aproximó absolutamente a la condición humana de cada persona en JESUCRISTO. DIOS nos mira a través de JESUCRISTO como nunca nos había mirado hasta entonces. Cada uno de nosotros, mirados por JESÚS, sabemos exactamente quiénes somos y cuál es nuestro destino. El sentido de la vida aparece claro bajo la mirada del VERBO encarnado en JESÚS de Nazaret “sin MÍ no podéis hacer nada”. JESÚS es la LUZ del mundo (Cf. Jn 8,12), es la LUZ de las naciones (Cf. Is 49,6), puede dar sentido al hombre en particular y a las naciones en su conjunto. DIOS ilumina nuestra vida con la presencia viva y activa de JESÚS que nos requiere e interpela. JESÚS reclama la atención de todos y cada uno en particular, porque de otra forma nunca descubriremos que “estamos llamados a ser hijos de DIOS en el Amor” (Cf. Ef 1,4-5). No se trata solamente de la constancia de ser y existir, pues sin DIOS esa misma conciencia se devalúa al carecer de trascendencia. La prueba triste de lo anterior la tenemos en la deriva actual, que relega al hombre a la escala y medida de un animal cualquiera dentro de la zoogénesis. Cuando al hombre lo relegan a ese nivel, se puede hacer con él cualquier cosa: abortarlo, eutanizarlo, castrarlo mediante el transgenerismo, hacerlo objeto de la criba eugenésica por sus deformidades o minusvalías; se le puede también arruinar psíquicamente y manipular hasta desnaturalizarlo sin que lo advierta. Perdida la referencia religiosa y trascendente el individuo queda a merced de lo que decidan los poderes depredadores amparados en las falacias del consenso y las falsas mayorías. Cuando el hombre deja de ser mirado por DIOS, las otras miradas torvas siembran el campo vital de minas destructivas. JESUCRISTO no abandona al hombre en ningún caso, porque es nuestro SALVADOR, y está siempre dispuesto a encontrarse con cada uno en particular. Se trata, entonces, de mantener la inquietud de la búsqueda en los procelosos tiempos presentes, que nos toca vivir. Debemos renovar ciertos objetivos o propósitos para realizar durante el año que hemos iniciado. No importa que los de años anteriores no se hayan cumplido. Algunos objetivos son tan necesarios como el de una buena dieta en la alimentación; pero en este caso se trata de recuperar o intensificar si fuera posible la relación con JESÚS por medio del discernimiento espiritual, la oración, la lectura de la Palabra de DIOS, la frecuencia a la Santa Misa, la Caridad activa, y de forma especial los pequeños o grandes correctivos dentro de la vida familiar. Somos mirados por JESÚS cuando meditamos con tiempo los pasajes de los  evangelios. El SEÑOR nos mira y atiende siempre que lo invocamos y dirigimos a ÉL una plegaria, invocación, acción de gracias o alabanza. La mirada del SEÑOR se vuelve extraordinaria cuando lo recibimos en la EUCRISTÍA y reconocemos su Divina Presencia con agradecimiento profundo. Somos mirados de forma especial por el SEÑOR cuando nuestra familia se convierte en una iglesia doméstica o fraternidad cristiana, en la que el SEÑOR se encuentra en medio de la misma. DIOS nos mira a través de la Biblia, que es preciso abrir, leer y meditar. También nos ayudarán aquellas lecturas de autores acreditados, que contribuyan a discernir el momento social, político y religioso que estamos viviendo.

El antídoto contra la alienación

Alienar es reducir al hombre en su pensar y sentir de modo contradictorio mediante la manipulación del lenguaje hasta someterlo y hacerlo manejable y obediente. El agente alienador o alienante busca al individuo en todas sus maneras de estar en la sociedad para desnaturalizarlo y someterlo a los dictados del sistema. El medio principal para desestructurar al individuo está en el lenguaje, que se vehicula a través de dos canales: la enseñanza y los medios de comunicación. La enseñanza alcanza los primeros años de la vida, pero los medios de comunicación abarcan todo el ciclo vital de una persona. Si no hablas como piensas, terminarás pensando como hablas, y ese lenguaje te lo propone o lo impone el alienador. Los tiempos actuales presentan un panorama sombrío en este sentido. Se extiende por vía propositiva o impositiva el pensamiento y el lenguaje “políticamente correcto”. El proceso se está acelerando vertiginosamente. Hace unos años el pensamiento “políticamente correcto” era propositivo y cabía la discrepancia; ahora, en estos momentos, comienza a ser de carácter impositivo. El actual estado de cosas es de máxima gravedad. Las páginas del Catecismo de la Iglesia Católica sobre el matrimonio, la familia, la sexualidad o la trasmisión de la vida, empiezan a ser constitutivas de delito para la persona que simplemente lea en público esa doctrina. El médico pronto no podrá decir a la madre si lo que ha parido es un niño o una niña, pues tendrá que decidirlo el ser o ente recién nacido dentro de un tiempo. La realidad biológica tiene que supeditarse en último término a la ideología que dicta lo “políticamente correcto”. Los hechos históricos del pasado con sus documentos y pruebas arqueológicas podrán reescribirse y destruirse a favor de la ideología: lo importante ahora es lo “políticamente correcto”. La verdad no importa: será verdadero lo que dicte la mayoría y el consenso; aunque esa mayoría sea tan falsa como la proposición que ofrece, pues la ideología siempre viene de una minoría con capacidad de influir en el conjunto de la población. Se ha conseguido politizar los mínimos comportamientos de la vida cotidiana y se empieza a convertir en un fiscal o comisario político al vecino de al lado. Comer carne, ser vegano o vegetariano es un acto político; llevar mascarilla por la calle o opinar sobre las vacunas y el COVID-19 es un acto político; opinar sobre determinadas franjas de la historia en España es un acto político, que puede ser punible; rezar cerca de un abortorio es un acto político que se penaliza con multas elevadas; cuestionar la intervención del hombre en el llamado cambio climático, también es un acto político, por el que se reciben distintos calificativos, si no es políticamente correcto; saludar a una persona “trans” es un acto político que puede ser motivo de sanción económica, si no se ajusta a la percepción del sujeto; estar gordo o flaco ahora es un acto político que es preciso ideologizar mediante todo tipo de propaganda y convertirlo en motivo de enfrentamiento social. Todo esto y mucho más está sucediendo delante de nuestras narices con poca capacidad de respuesta. JESÚS trajo el Evangelio para transformar la sociedad, implantar el Reino de DIOS y trascender el tiempo presente hacia el más allá en la Nueva Jerusalén. JESÚS dice a los cristianos: “vosotros sois la Luz del mundo y la sal de la tierra” (Cf. Mt 5,13-14). El SEÑOR sabe del número preciso para realizar la transformación social hacia el Reino de DIOS, pero a cada uno de los cristianos nos interesa hacernos con una mentalidad sustentada en los valores y principios del Evangelio. El discernimiento cristiano en estos momentos tiene que abarcar tres campos que están íntimamente relacionados: una espiritualidad cristiana que abarque todas las áreas de la vida, un análisis conveniente de los hechos que acontecen en la política, lo social y lo cultural; y una mirada atenta, también, a lo que puede suceder en la Iglesia de forma especial en lo concerniente al Sínodo sobre la Sinodalidad de la Iglesia. En este último punto mantengamos la atención a lo enseñado en el Magisterio, especialmente en el Catecismo de la Iglesia Católica y en los documentos del Concilio Vaticano II. Este concilio mantiene unas sólidas bases bíblicas y patrísticas, al mismo tiempo que recoge el sentir de los dos milenios de Cristianismo. Conviene que algunos mediten sobre textos como este dado por Pedro en casa de Cornelio: “ahora veo que DIOS no hace acepción de personas, y acoge de la nación que sea a todo el que le teme y practica la justicia” (Cf. Hch 10,34). El ecumenismo encuentra una sólida palabra en el propio JESÚS: “tengo otras ovejas, que no son de este redil; a esas las tengo que llamar, para que haya un solo rebaño y un solo PASTOR” (Cf. Jn 10,16). Estas palabras resonarán de forma renovada en la semana que comienza por la “Unidad de los Cristianos”, que concluye el veinticinco de este mes con la celebración de la Conversión de san Pablo.

LUZ de las gentes

“Es poco que sea mi SIERVO en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver a los preservados –resto- de Israel. Te voy a poner por LUZ de las gentes, para que mi Salvación alcance hasta los confines de la tierra” (Cf. Is 49,6). El Siervo de YAHVEH  tiene una vocación que traspasa los límites del Pueblo elegido y alcanza a todos los pueblos de la tierra. La reunión de los dispersados de Israel también es superado por el encargo de reunir a todos los hombres, de todas las naciones, que temen a DIOS y practican la justicia (Cf. Hch 10,34). El catolicismo cristiano está patente desde los primeros pasos de la evangelización, y como testimonio es suficiente traer el saludo que hace san Pablo en su primera carta a los de Corinto. Los de la Iglesia de Corinto están llamados a ser santos, de la misma manera que todos aquellos hombres y mujeres de la gentilidad que invocan con temor el Nombre de DIOS. Ellos están llamados a ser santificados por los múltiples dones y gracias otorgadas en el Nombre de nuestro SEÑOR JESUCRISTO. Los de Corintio fueron enriquecidos en toda Palabra y don de conocimiento, dando así pruebas de la presencia del ESPÍRITU SANTO que es el TESTIMONIO de CRISTO. Con las gracias recibidas los de Corinto están preparados para recibir la revelación de JESUCRISTO en su Segunda Venida (Cf. 1Cor 1,1-8). Los de Corinto como los de Roma o Tesalónica son gentiles y por tanto no pertenecientes por raza al Pueblo elegido, pero DIOS pensaba tener Misericordia de todos los hombres y conducirnos a todos a la bienaventuranza de la Vida Eterna. Esta tarea de modo misterioso está encargada al Siervo de YAHVEH, del que Isaías nos habla en algunos lugares además del presente. Hace unos dos mil quinientos años que la revelación sobre el Siervo de YAHVEH llegó a la Biblia, y seguimos en el tiempo de su cumplimiento, con la diferencia que ahora sabemos con claridad quién es el Siervo de YAHVEH, se nos manifestó y participamos de los dones pertenecientes a sus méritos: todo es de CRISTO, ya que por su sangre redentora llegamos a constituirnos como hijos de DIOS (Cf. Ef 1,5ss). Pero el Evangelio todavía no acabó su recorrido por las distintas naciones, porque mantiene el carácter de contienda espiritual que le dio origen. El Siervo de YAHVEH se hace con la victoria cuando aparentemente es vencido y ofrece su vida por todos los hombres al PADRE, que acepta ese sacrificio en reparación y expiación de los pecados de todos los hombres. Definitivamente, el Siervo de YAHVEH plantó su tienda entre nosotros (Cf. Jn 1,14), y no podrá ser erradicado, pero sus seguidores con frecuencia, a lo largo de la historia, seguimos el mismo destino del Siervo. En medio de una enconada contienda espiritual, el Evangelio sigue su expansión, aunque parezca, como en estos momentos, que va perdiendo influencia. El testimonio cristiano sigue vivo en la Tierra de muchas formas y es una mala noticia para los detractores necios del Siervo de YAHVEH. Los seguidores del Siervo de YAHVEH no son superhombres o superhéroes, pero llegado el momento su rostro es endurecido como el pedernal (Cf. Is 50,7), aguantando los golpes de la agresión y del odio, como ha ocurrido tantas veces a lo largo de los siglos.

Israel

“Tú eres mi Siervo, Israel, en quien me gloriaré” (Cf. Is 49,3). Paradójicamente, Israel significa ”el que lucha con DIOS”, y le fue dado a Jacob cuando luchó con el Ángel del SEÑOR de vuelta a la tierra de origen (Cf. Gen 32,24-28). DIOS forja a sus hijos en la Fe, que establece un amplio campo de opciones personales. El Siervo de YAHVEH se curte en el desierto de la vida y en ningún momento el éxito de su misión aparece de modo palpable: “pues yo me dije, por nada me he fatigado, en vano e inútilmente mi vigor me he gastado, ¿en verdad que el SEÑOR se ocupa de mí y de mi trabajo?” (Cf. Is 49,4) Este es uno de esos versículos de la Escritura, que refleja muy bien las enormes penumbras en las que discurre la vida del hombre, aún la de aquel que busca a DIOS con sinceridad de corazón. El Siervo de YAHVEH es el modelo de persona adherida a DIOS con todas las consecuencias, y sin embargo no está exento de la precariedad a la que nos encontramos sometidos los hombres en este mundo. La fidelidad del Siervo de YAHVEH es probada, y cuando llevamos este modelo del Siervo de YAHVEH a la persona misma de JESÚS también se corresponde ese grado de exigencia, y en cierta medida por exceso. JESÚS tuvo que enfrentarse como nadie a los hombres representantes de la religión que lo debía respaldar y muere como un maldito: “maldito el que cuelga de un árbol” (Cf. Gen Dt 21,22-23). En la lucha entablada entre el PADRE y JESÚS vence la confianza y el Amor en medio de la soledad más desconcertante: “DIOS mío, DIOS mío, ¿porqué me has abandonado? (“Cf. Mc 15,34). En la lucha con DIOS, ÉL le concede la victoria al hombre, porque lo hace como Siervo de YAHVEH. El Ángel concede la victoria a Jacob: “has luchado con hombres, y has podido; has luchado con DIOS y has vencido” (Cf. Gen 32,28), cuando en realidad la victoria había sido del Ángel, pero éste fue considerado con la desproporción de fuerzas e inclina la balanza a favor de Jacob. La victoria es del hombre-DIOS, JESÚS de Nazaret, que en medio de la soledad absoluta y el fracaso humano es reconocido por el PADRE, que había ocultado su ROSTRO, restableciendo, misteriosamente, la Justicia alterada por el pecado del hombre.

El Antiguo Proyecto

La carta a los Efesios habla del cumplimiento del Plan Divino de Salvación trazado desde antiguo: “recapitular en CRISTO todas las cosas, todo lo que existe en el Cielo y en la tierra” (Cf. Ef 1,10). El Segundo Cántico del Siervo de YAHVEH refiere la eterna elección por parte de DIOS hacia el Siervo para realizar el Plan Divino de Salvación: “dice YAHVEH el que me plasmó en el seno materno para Siervo suyo” (Cf. Is 49,5ª). El Siervo de YAHVEH es el hombre modelo plasmado por DIOS para llevar a muchos a la Salvación. El VERBO de suyo es coeterno con el PADRE y el Siervo de YAHVEH es el modelo de hombre pensado desde siempre para ser la morada del VERBO entre nosotros. Pilato sin saberlo declarará al Siervo de YAHVEH sin apariencia atrayente como el hombre: “este es el HOMBRE” (Cf. Jn 19,5). En cualquiera de las instantáneas de la Pasión de JESÚS se refleja el fracaso del Siervo de YAHVEH como el estadio actual del hombre en este mundo. Lo mismo que el Siervo de YAHVEH será rescatado y resucitado, así también todo hombre unido al Siervo. El fracaso del Siervo es victoria para DIOS: queda implantada en el mundo la Divina Misericordia como Amor incondicional hacia todos los hombres arrepentidos de sus faltas y pecados por graves que estos pudieran resultar.

La identidad de JESÚS

Todo depende de la respuesta vital que demos sobre la identidad de JESÚS de Nazaret. Puede resultar excesiva la afirmación anterior, pero nuestro vínculo con JESÚS de Nazaret determina en un sentido o en otro el orden personal, social y religioso. Feliz aquella persona que mantiene a lo largo de los años el interés vivo por conocer las características de la persona de JESÚS de Nazaret. Esa persona es feliz, porque, al mismo tiempo, ha encontrado el sentido de su propia existencia. Las lecturas de este domingo, y de forma especial el evangelio, representan una prolongación de las lecturas del domingo anterior, la fiesta del Bautismo del SEÑOR. En los versículos de este evangelio de san Juan, el Bautista señala algunos rasgos identificativos y específicos sobre JESÚS. Como sabemos el evangelio de san Juan no relata el desarrollo del Bautismo de JESÚS como lo hacen los sinópticos; pero recoge más comentarios del Bautista sobre JESÚS. Nos da pie a pensar, que al Bautista le dio tiempo a meditar sobre su pariente desconocido, al que identificó por las señales extraordinarias que lo acompañaron durante el rito bautismal que él practicaba. El texto del evangelista san Juan hace posible el encaje del Bautismo por parte de JESÚS y el tiempo de retiro en el desierto durante cuarenta días. El Bautista realizaba su ministerio en la Betania al otro lado del Jordán, que está en el camino al desierto de Judea donde los sinópticos sitúan el tiempo de retiro durante cuarenta días. La Betania a unos tres kilómetros de Jerusalén es la localidad donde vivía Lázaro con sus dos hermanas Marta y María. JESÚS era amigo de esta familia, y parece que iba a esta casa con sus discípulos cuando subía a Jerusalén.

No conocía a JESÚS

Por dos veces en el evangelio de este domingo Juan Bautista afirma no conocer a JESÚS (v.31.33). A pesar de las diferencias del evangelio de san Juan con respecto a los sinópticos, cada vez más se valora la base histórica del cuarto evangelio. Los datos aportados por este evangelio se van confirmando por la arqueología, la profundización exegética o la información histórica de aquel momento. La relación de JESÚS y Juan Bautista alimenta especulaciones peculiares, sin duda con buena intención y el ánimo de normalizar la vida y conducta humana de JESÚS de Nazaret. Una de esas versiones es la que supone a JESÚS dentro del discipulado de Juan Bautista, como era el caso de Juan el de Zebedeo, y con toda probabilidad su hermano Santiago; lo mismo que Andrés y Pedro. La diferencia de estilo, comportamiento y doctrina por parte de JESÚS con respecto a Juan Bautista está a bastante distancia de cualquier reminiscencia por haber pertenecido al discipulado del Bautista. JESÚS plantea la acción salvadora de DIOS en unos plazos muy diferentes al Bautista. JESÚS pone en el primer plano del Mensaje la Misericordia Divina, mientras que el Bautista planteaba la Justicia inminente del Día de YAHVEH. JESÚS difunde el Mensaje en medio de las distintas formas de la convivencia humana, mientras que el Bautista relega su campo de actuación al desierto. JESÚS acude a donde están sus destinatarios, mientras que el Bautista sedentariza su misión y las gentes acuden a él. El contenido del Mensaje presenta aún diferencias más hondas: el Bautista predica la conversión para recibir al MESÍAS, y JESÚS perdona los pecados y revela el rostro del PADRE, que es bueno (Cf. Mc 10,18), y lleno de Misericordia (Cf. Lc 15). El Bautista anuncia que el ESPÍRITU SANTO será dado por el MESÍAS, y cuando JESÚS se manifiesta así sucede. JESÚS de Nazaret no ofrece oposición doctrinal a Juan Bautista, pero lo supera de forma total y radical. El Mensaje de JESÚS es “el vino nuevo que requiere odres nuevos” (Cf. Mt 9,17), a riesgo, en caso contrario, de perder el vino y el recipiente; es decir, al hombre mismo y la Gracia otorgada. La ascesis y espiritualidad del Bautista pivotaban en la recia voluntad de la persona, que se enfrenta a retos y objetivos personales. La ascesis y espiritualidad propuesta por JESÚS está en la disponibilidad personal para “dejarse transformar por la acción de DIOS: oración, limosna y ayuno en silencio, sin que nadie lo perciba (Cf. Mt 6,1ss) En realidad la espiritualidad y ascesis de Juan Bautista quedaba reservada a una élite de personas, pues muy pocos eran capaces de soportar una renuncia y rigor semejantes.

Al día siguiente

Ante JESÚS las cosas comienzan de nuevo: JESÚS es el que hace nuevas todas las cosas en el hombre y en el mundo. Dos veces emplea el evangelista la fórmula “este es el CORDERO de DIOS que quita los pecados del mundo”, poniéndola en labios del Bautista (v.29.35). La predicación del Bautista, el bautismo de conversión realizado en el Jordán y su misión en general pertenecen al “día anterior”. El nuevo Día amanece con la aparición en la escena pública de JESÚS que pasaba (v.29.35) No son las aguas del Jordán las que quitan el pecado del mundo (v.30), y tampoco se encuentra el perdón de los pecados en el Templo de Jerusalén: es el CORDERO de DIOS el que puede quitar el pecado del mundo (v.29.36). DIOS sustituyó el sacrificio de Isaac por un cordero en el monte Moria. Cuando llegue el momento el CORDERO sustituirá a todos los que debiéramos pagar ante DIOS por nuestros pecados, y se hará visible esta expiación en el monte Gólgota -la Calavera-. Juan Bautista profetiza sobre JESÚS con toda verdad y sabe que su tarea toca a su fin.

No vale un hombre cualquiera

“Éste es por quien yo dije: detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo” (v.30). Por el evangelio de san Lucas tenemos el dato que señala una diferencia de seis meses entre el Bautista y JESÚS: Isabel estaba de seis meses cuando MARÍA concibió por obra del ESPÍRITU SANTO (Cf. Lc 1,36); Juan da testimonio de la preexistencia del MESÍAS y lo declara anterior a él. Lo que conoce el Bautista sobre JESÚS le es dado por revelación, pues no da señales de haber mantenido contacto humano alguno. Será el caso de san Pablo, que no conoció a JESÚS según la carne (Cf. 2 Cor 5,16). El Apóstol obtuvo en la revelación del camino de Damasco (Cf. Hch 9) el conocimiento suficiente para su conversión personal y los primeros contenidos de su predicación. De algún modo también nosotros extraeremos de la Escritura el conocimiento de JESÚS, si este conocimiento se nos revela, aunque sea mínimamente.

La Fe del Bautista

Sin conocer a JESÚS, Juan Bautista obedece a la voz que lo destina a bautizar con objeto de mover a la conversión: “he venido a bautizar en agua, para que ÉL sea manifestado a Israel” (v.31). DIOS busca colaboradores humanos para todo aquello que nos concierne. Para la obra más excelsa, que representó la Encarnación, también buscó colaboración humana. DIOS no se aísla de forma autista o narcisista, sino que en todo momento requiere la colaboración de los hombres, para las cosas que conciernen a este mundo. La manifestación de JESÚS a Israel dependía de la acogida por parte de las gentes. La espera por el MESÍAS venía de lejos, y en los últimos años se habían sucedido distintos intentos de librase del yugo romano, que pesaba sobre el sentimiento religioso y nacionalista de los judíos. El argumento de mayor peso estaba en la consideración del exclusivo señorío de YAHVEH sobre su Pueblo, en el que el emperador romano no tenía sitio. Pero como bien sabemos, no era el mesianismo político el que JESÚS vendría a presentar ante los suyos, y este aspecto sí que lo tuvo muy claro Juan Bautista. La preparación del camino al SEÑOR (Cf. Is 40,3) estaba en el ámbito interior del judío, o de la persona creyente; en definitiva, la conversión. El rito en el Jordán consistía en la purificación externa por el agua, confesando al mismo tiempo los propios pecados. Este rito penitencial tenía por sí mismo un alto valor, pero el perdón lo traería JESÚS, renovando los corazones por la acción del ESPÍRITU SANTO.

El testimonio de Juan Bautista

“He visto al ESPÍRITU SANTO que bajaba como una paloma del Cielo y se quedaba sobre ÉL. El que me mandó a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas que baja el ESPÍRITU SANTO y se queda sobre  ÉL, ese es el que bautiza con ESPÍRITU SANTO” (v. 32-33). JESÚS sustituye al Bautista y al río Jordán en el que se sumergían los penitentes. JESÚS mismo es la fuente de la que mana las aguas del ESPÍRITU SANTO para sumergir las vidas de los hombres y renovarlas. Esta sustitución no se produce de un día para otro, y pasarán unos tres años para que el nuevo Bautismo quede definitivamente instituido. Mientras tanto es el mismo JESÚS quien irá anunciando el hecho y preparando a los discípulos para esa misión. Ellos, los discípulos, recibirán el ESPÍRITU SANTO, predicarán al Pueblo para que se convierta y bautizarán en el Nombre de JESÚS (Cf. Hch 2,38) El evangelio de san Juan presenta de manera singular la profunda relación entre JESÚS y la Tercera Persona de la Santísima TRINIDAD, y se universaliza su acción sobre los hombres a partir de la Resurrección del SEÑOR. El ESPÍRITU SANTO nos cristifica uniéndonos a JESÚS el CRISTO de forma nueva. Además de nuestra “imagen y semejanza” con DIOS, recibimos la condición de hijos en el HIJO, JESUCRISTO”. Esas realidades están para ser recordadas y meditadas de forma asidua durante toda la vida, pues dan razón de la propia identidad. No sólo somos humanos, sino que hemos sido hechos cristianos por la acción del ESPÍRITU SANTO que nos incorpora a JESUCRISTO el RESUCITADO. El mismo JESÚS le dice a Nicodemo: “tienes que nacer de nuevo, o de lo alto” (Cf. Jn 3,3).

El testigo

El ESPÍRITU SANTO nos capacita como testigos y por tanto evangelizadores. Juan Bautista se convierte en el primer evangelizador al participar del Don del ESPÍRITU SANTO que recibe JESÚS. Para Juan Bautista, en la versión del evangelista san Juan, no hay duda posible sobre la mesianidad de JESÚS, porque JESÚS recibió la unción del ESPÍRITU SANTO y la confirmación del PADRE por la que JESÚS es “el ELEGIDO de DIOS” (v.34). Todos los signos realizados por JESÚS alcanzan la dimensión mesiánica (Cf. Jn 5,36); pero todos ellos no alcanzan el grado de legitimación del ESPÍRITU SANTO que actúa en JESÚS y se comunica a través de ÉL: “os conviene que YO me vaya, pues así os enviaré al ESPÍRITU SANTO de junto al PADRE” (Cf. Jn 16,7).

San Pablo, primera carta a los Corintios 1,1-3

La segunda lectura de este domingo recoge el saludo inicial de san Pablo en su primera carta a los Corintios. Tanto los saludos iniciales de las cartas como las despedidas tiene un carácter de bendición trinitaria. San Pablo se mueve con naturalidad en medio de estas expresiones cargadas de una máxima densidad espiritual. El Apóstol manifiesta en todo momento tener los pies bien afianzados en el suelo de este mundo, pero eso no le impide percatarse de las cosas espirituales de alto grado que presiden su evangelización y misión. Resulta pueril, volviendo a la cuestión sobre la identidad de JESÚS, que algunos rebajen la conciencia mesiánica de JESÚS a niveles inferiores de la que sobre JESÚS tuvieron los primeros evangelizadores. Para los Apóstoles incluido san Pablo, el señorío de CRISTO representa una presencia totalizante del SEÑOR que no es compatible con el culto al emperador o las prácticas perniciosas, degradadas o denigrantes promovidas en el ambiente. La respuesta correcta sobre la identidad de JESUCRISTO situaba al cristiano de forma correcta en el ámbito social, religioso y frente a uno mismo. DIOS se manifiesta a través de JESÚS como TRINIDAD; y JESÚS se reconoce como uno dentro de la TRINIDAD: “nadie conoce quién es el HIJO, sino el PADRE; y nadie conoce quién es el PADRE, sino el HIJO, y aquel a quien el HIJO se lo quiera revelar” (Cf. Mt 11,27).

El apóstol Pablo

“Pablo, llamado a ser apóstol de JESUCRISTO por la voluntad de DIOS” (v.1).Saulo de Tarso estaba muy lejos de seguir a JESUCRISTO, pero DIOS cambió el rumbo de su vida y lo envió a los judíos y los gentiles para ser testigo cualificado del SEÑOR. Algo de esta vocación está en todo cristiano, que al ser bautizado es llamado por DIOS a vivir la condición nueva de los hijos de DIOS.

De dos en dos

Pablo aparece al comienzo de esta carta acompañado de otro hermano, Sostenes, cuyo nombre coincide con el jefe de la sinagoga de Corinto acusado ante Galión por no defenderse de las doctrinas del Apóstol (Cf. Hch  18,17 ). Independientemente que sea la misma persona u otro con el mismo nombre, lo que aparece siempre es el equipo evangelizador, aunque la Iglesia en los comienzos fuese minoritaria.

Carta a la Iglesia de Corinto

“A la Iglesia de DIOS que está en Corinto, a los santificados en CRISTO” (v.2) La Iglesia está formada por aquellos que fueron “santificados en CRISTO”, y eso equivale al baño regenerador del Bautismo. Es el ESPÍRITU SANTO el que santifica, y los santos constituyen la Iglesia. Esta terminología será utilizada habitualmente por san Pablo para dirigirse a los cristianos de las distintas iglesias. Queda esperar que la ética personal se corresponda con la santidad recibida, pero eso es harina de otro costal. El pecado es un rechazo a la dignidad recibida del todo gratuita. Los hermanos de las iglesias son santos, porque fueron santificados por la inmersión en el baño de regeneración, en el que actuó el ESPÍRITU SANTO.

La familia cristiana

Los de Corinto no están solos, y en distintos lugares surgen comunidades de cristianos que abrazan la nueva religión ”llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el Nombre de JESUCRISTO el SEÑOR de ellos y de nosotros” (v.2b). Más adelante, en esta misma carta, el Apóstol ofrecerá unas seña de identidad para los hermanos creyentes: “nadie puede decir que JESÚS es SEÑOR, si no está movido por el ESPÍRITU SANTO” (Cf. 1Cor 12,3). No es algo menor la invocación del Nombre de JESÚS como el SEÑOR. Mediante la invocación de este Nombre reclamamos la Salvación como la hacía a su modo el ciego Bartimeo (Cf. Mc 10,47). Nadie se puede salvar sin invocar el Nombre de JESÚS: “al Nombre de JESÚS toda rodilla se dobla en el Cielo, en la tierra y en el abismo; y toda lengua proclama que JESUCRISTO es el SEÑOR” (Cf. Flp 2,10-11).

Bendición y Paz

“Gracia a vosotros, y Paz de parte de DIOS, PADRE nuestro y del SEÑOR JESUCRISTO” (v.3). Al inicio de la carta, el saludo dispone ésta como un gran servicio litúrgico. Ciertamente, lo que se va a exponer en este escrito es de una importancia capital. Se recogen en esta carta dos tradiciones fundamentales: las palabras de JESÚS en la Institución de la EUCRISTÍA (Cf. 1Cor 11,23-26); y la que se refiere a la Resurrección (Cf. 1Cor 15). Otros asuntos son tratados saliendo al paso de sucesos o acontecimientos concretos, sobre los que no se deja de aportar doctrina coherente con la persona y mensaje de JESÚS.

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