Con el inicio de las campañas electorales, el 1 de marzo, vendrán casi 90 días en los cuales la ciudadanía deberá discernir, quizá como nunca, el destino de un país que en los últimos seis años ha visto una degradación sin precedentes. La intervención de los obispos de México ha destacado últimamente, convocando a jornadas de oración. Incluso, como señaló el editorial semanal de la Agencia Católica de Noticias, han puesto en estado de alerta máxima , según también dio a conocer el secretario general de la CEM, el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, al señalar que la cúpula eclesiástica envió la encomienda a las 295 a las congregaciones, órdenes y comunidades para realizar un periodo continuo de oración por las campañas y elecciones.
De hecho, la iniciativa de oraciones tiene otro trasfondo que no sólo implica la realización de elecciones transparentes y en paz. El 19 de febrero, el Observatorio laico de la CEM difundió su reporte y análisis semanal “Elecciones 2024: Signos de conflicto y e inestabilidad política”, los hechos que podrían derivar al conflicto y la inestabilidad social y política, entre ellos, la violencia criminal, escándalos políticos, paros nacionales, control y sometimiento de las instituciones, corrupción los círculos de poder y de la familia de López Obrador, la radicalización e intolerancia del presidente de la República y acentúa, particularmente, el avance notable de “manifestaciones de poder de los diversos cárteles y grupos del crimen organizado.
Y aunque esto podría ser novedoso, la realidad es que el Episcopado Mexicano, en momentos de turbulencia política, ha respondido conforme a los signos de los tiempos y con esperanza evangélica. Refrescar nuestra memoria es una posibilidad de examinar la historia para iluminar los hechos del presente. Hace 30 años, el 14 de febrero de 1994, en año especialmente turbulento salpicado de sangre, incertidumbre e inestabilidad, además de la profunda indignación que llevó a un alzamiento armado indígena, la Conferencia del Episcopado Mexicano publicó una importante orientación pastoral, “Los Valores para la Democracia”, suscrito por el entonces presidente de la CEM, Adolfo Antonio Suárez Rivera, presidente de la CEM; Manuel Pérez Gil, vicepresidente y Ramón Godínez Flores, secretario. Como sucedió en el reciente mensaje de la CEM donde los obispos representantes de las diversas provincias aportaron su voz y apoyo, hace treinta años, los obispos de las diferentes regiones pastorales también respaldaron estas orientaciones como una forma de “discernir los signos de los tiempos buscando que la gracia de Dios y nuestra acción responsable conviertan el proceso electoral en ocasión auténtica de construcción del hombre”.
Ese documento también ofrecía esa mediación de la Iglesia por la “comprobada actuación eficaz de reconciliación y humanismo” que le distinguen destacando varios elementos imprescindibles para la construcción de la democracia como la dignidad humana, igualdad, libertad, verdad, autoridad y obediencia, mismos que, en ese tiempo, afrontaban no pocos desafíos, llamando a vencer la apatía e indiferencia para colaborar por el bien común y manifestar las inconformidades de manera justa. Como sucede hoy, hace treinta años el Episcopado invitó a tomar acciones concretas como la intensificación de la nueva evangelización, la oración perseverante, el testimonio cristiano y la búsqueda de la santidad como renovadores de la vida social. Pero la clave, como afirmaron los obispos es que todos cobremos conciencia de una responsabilidad ineludible. “A los clérigos, les toca fomentar la paz; a los fieles, la participación política”, exhortaban hace 30 años y que al paso del tiempo confirman que la Iglesia tiene en la democracia un gran valor que hace cultura y debe protegerse con las armas de la ciudadanía que son más poderosas que el más abyecto autoritarismo que se pretende imponer bajo la máscara de ‘transformación’.