Los «talibanes» judíos de Chiapas

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

Después de la fuga de varios “niños judíos” de un centro del DIF en Chiapas, supuestamente víctimas de abuso, destapa nuevamente una realidad insuficientemente discutida, pero presente y operando de forma apabullante, la de grupos fanáticos religiosos extremistas conformados en “sectas peligrosas”.  

Lev Thavor saltó a la opinión pública en México por la detención de menores, víctimas al interior de esta secta extraña del judaísmo con todos los rasgos de estos grupos fanáticos violentos: aislamiento, duro régimen de costumbres y estricta observancia religiosa, adoración a los líderes, matrimonios forzados, explotación, fraudes y violencia en nombre de Dios.

Traducido como “los de corazón puro”,  la secta fue fundado por Shlomo Helbrans en 1980. El rabino, nacido en 1962, desde joven inició los estudios de la Torá y formó una escuela (Yeshivá) independiente. Apartado del sionismo, hizo su propia diáspora hacia Estados Unidos donde se le imputó el secuestro de un niño israelí de 13 años además de abusos y administración de medicamentos controlados o restringidos y propinar “castigos atroces” a las víctimas adheridos a su yeshivá. Su historial de abusos creció, fue deportado a Israel, pero escapó a Canadá en donde tuvo la categoría de asilado político “debido a la percepción de persecución por parte de las autoridades israelíes por sus enseñanzas”.

El culto creció en Canadá así como las denuncias de abusos a menores que se calificaron de desenfrenados. Las autoridades de Quebec rescataron a los niños presuntamente violentados, pero las acciones legales provocaron otra diáspora al Caribe y de ahí, saltar a Guatemala entre 2014 y 2015 para escapar de la justicia canadiense. Los patrones se repitieron. El gobierno guatemalteco cerró el santuario del culto judío y Helbrans pasó a México de manera ilegal asentándose en Chiapas en 2017, pero el gusto de un nuevo país le duró poco cuando la muerte alcanzó a Helbrans al ahogarse en un río mientras realizaba una ceremonia de mikve mitzva, baño ritual de purificación. Incluso, la Secretaría de Relaciones Exteriores intervino en la identificación del cadáver de Helbrans, bajo la sospecha de suicidio que pudo cometer por para evadir las criminales que le hundirían en la cárcel.

Según los sobrevivientes de Lev Thavor, el control del grupo pasó a manos del hijo más extremista de Shlomo, Nachman, y su esposa, Mayer Rosner. La reproducción de los delitos no cesaron y la pareja fue acusada de secuestro una niña de 14 años y un niño de 12 para realizar matrimonio forzado entre ellos en México. Perseguidos por el gobierno estadunidense, realizaron lo impensable: solicitar asilo político a Irán en 2018. Esa nueva diápora de la secta no ha conseguido el objetivo, miembros de Lev Tahor ya habían sido deportados desde el kurdistán a Turquía mientras que Nachman y su esposa enfrentan cargos por delitos de explotación sexual infantil y secuestro.

Así, la secta saltó de nuevo a la opinión pública cuando los niños de Lev Tahor gritan desesperados por salir del albergue mientras sus madres protestan enardecidamente desafiando a las autoridades del DIF que los dejó en ridículo: una fuga sin mayor resistencia.

Los hechos delincuenciales son desastrosos. Los sobrevivientes de Lev Tahor han salido a la luz publicando una serie de duros y crudos testimonios y cómo lograron salir de la secta al exhibir el maltrato inflingido. Tal vez ahora, no sean muchos los sorprendidos por un culto judío extremista que saltó al escándalo en Chiapas, entidad donde la explosión de sectas y cultos extraños  ha hecho que el catolicismo esté en niveles del 53 por ciento de la población mientras se da el ascenso vertiginoso de otros cultos religiosos según el censo del INEGI, 2020.

Conocidos, paradójicamente, como “talibanes judíos”, Lev Tahor es otra muestra de la realidad de las sectas destructivas del lavado de cerebro, maltrato  y acciones delictivas encubiertos bajo la palabra de Dios. Como el Templo del Pueblo de Jim Jones en Guayana, los davidianos de Koresh en Waco o la Puerta del Cielo de Applewhite en California, las sectas extremistas viven a la sombra de la impunidad que representa enarbolar una creencia amparados por la libertad religiosa cometiendo masacres que ponen por delante el nombre de Dios. Que pueda repetirse es cuestión de tiempo.

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