Cuatro aspectos de la realidad que exigen una mirada nueva desde la Iglesia, fueron abordados en inédito ejercicio de formación episcopal en línea y abierto a fieles, en la Semana de Formación Permanente de los Obispos de México, realizado recientemente.
La búsqueda de un nuevo lenguaje en medio de ‘la vida verdadera’ constituye uno de los grandes desafíos para las comunidades cristianas en un mundo secularizado que aún clama por respuestas.
Uno de los desafíos más importantes para la Iglesia es la comunicación. El Pbro. Armando González Escoto, señala que “Vivimos en una nueva civilización de carácter secular que establece muchos retos para la comunidad cristiana. Sobre todo, porque cuando cambia la cultura cambia el lenguaje; y una vez que cambia el lenguaje, quienes no entienden esa nueva cultura, no pueden entender ni manejar este nuevo lenguaje”.
Desde este planteamiento, la comprensión de la nueva civilización es un reto para la iglesia y los católicos poder entender hasta donde sea posible, estos nuevos lenguajes. Pues, cualquier cosa que la Iglesia haga o diga no se lo van a entender porque no está hablado el lenguaje de las generaciones que comenzaron a surgir a partir de 1994 y tras 2007 cuando el mundo mediático revolucionó la realidad.
Se trata de buscar un dominio de lenguaje y ubicarnos en la realidad donde está la vida verdadera; sin embargo, eso no se puede improvisar: Se necesita una preparación y un cambio cultural dentro de la misma Iglesia.
Se propone que la Iglesia contemporánea en México podría inspirarse en el ejemplo de los misioneros del siglo XVI en los territorios americanos, pues ellos tampoco hablaban los lenguajes de los indígenas; había 82 idiomas que se hablaban en este territorio. ¿Qué hicieron los misioneros?
Optaron por hechos reales, y acciones concretas. Como no podían explicar el Evangelio con palabras debían demostrarlo con actitudes: con el servicio a las personas, la defensa de sus derechos, de sus tierras, de sus propiedades, de sus familias, de su racionalidad; trabajar por elevar su nivel de vida en los aspectos donde ellos aún no habían evolucionado. Todo aquello eran hechos, de manera que, aunque no pudieran comunicarse con el lenguaje, se comunicaban a nivel del servicio.
Pensando en las nuevas generaciones, a lo mejor no podemos manejar sus lenguajes y estar en donde ellos se mueven; pero, las actitudes de cercanía, solidaridad y servicio, eso sí que está al alcance de todos, aunque fuéramos mudos.
Sin embargo, se debe rechazar la tentación de buscar un retorno a la cultura cristiana del pasado. Hay que pensar en una cultura cristiana para el siglo XXI… el Evangelio es eterno, no tiene caducidad. Lo que tiene caducidad son las formas de expresión y también tienen caducidad muchas estructuras que no nacen necesariamente del Evangelio y que pueden modificarse si así lo exigen los tiempos.
La realidad es más que un concepto, la vida real está donde están los líderes de la sociedad de la cultura, de la civilización. Y estos líderes, estos agentes en esta nueva civilización, no suelen estar en los mismos espacios donde están los católicos, por lo tanto, es importante incidir, buscar la manera de incidir en estos nuevos espacios donde está la vida real.
Con información de:ArquiMedios/Editorial