El evangelio que escucharemos en este segundo domingo de pascua (Jn 20, 19-31) nos habla de la aparición de Jesús a sus discípulos en el cenáculo. Ellos se habían retirado ahí por miedo a los judíos y estaban enclaustrados. Sin embargo, a pesar de tener las puertas cerradas, Jesús entró y se puso en medio de ellos. El Resucitado lleva a los discípulos el don de la Paz, la Alegría, el Dinamismo Apostólico y el don del Espíritu Santo para perdonar los pecados.
EL DON DE LA PAZ. Las primeras palabras que Jesús dirige a sus discípulos son LA PAZ ESTÉ CON USTEDES (Jn 20, 19). Este es el saludo habitual de los judíos, pero en labios de Jesús, la expresión tiene un significado más profundo. Jesús es el portador de la Paz, más aún como dice San Pablo “él es nuestra paz” Ef 2, 14 porque él ha llevado a cabo la reconciliación entre los hombres y Dios al vencer el pecado y la muerte. Los discípulos tenían una gran necesidad de esta paz, porque estaban en una situación de inquietud, de preocupación y de miedo; Dios responde con el don de la Paz. Es importante notar que cuando Jesús se presenta en medio de ellos, les muestra la fuente de la paz: las manos y el costado, es decir sus llagas. La pasión de Jesús es lo que nos ha traído la paz. Como dice el profeta Isaías “por sus llagas fuimos curados”. Is 52,
EL DON DE LA ALEGRÍA. Junto con la Paz, Jesús trae a sus discípulos el don de la Alegría. Así lo dice el evangelio “los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”(Jn 20, 20). La alegría es fruto de reencontrarse nuevamente con el Señor. El tiempo pascual es por eso un tiempo de una gran alegría porque el Señor vive en medio de nosotros y podemos encontrarnos con él por medio de los sacramentos, la escucha de la Palabra de Dios, la oración y la caridad. Durante la octava de pascua la liturgia repite insistentemente la siguiente aclamación: “Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”. El motivo más grande de alegría, que tenemos en nuestra fe es la resurrección del Señor.
EL DINAMISMO APOSTÓLICO. Junto con la paz y la alegría, Jesús nos trae además el dinamismo apostólico cuando les dice a sus discípulos: “Como el Padre me ha enviado así también los envío yo” (Jn 20, 21). La Resurrección de Jesús es el comienzo de un dinamismo extraordinario capaz de transformar el mundo. Este dinamismo se propaga por medio de los apóstoles y de sus sucesores, así como también por medio de todos sus discípulos. Jesús resucitado da a cada cristiano una vocación de misionero. Cada cristiano está llamado a dar testimonio de Cristo y de su resurrección, a fin de llevar la alegría y la paz al mundo. Por la Resurrección cada cristiano se convierte en Discípulo y misionero.
EL DON DEL ESPÍRITU SANTO. Jesús da también a los apóstoles EL DON DEL ESPÍRITU SANTO CON el cual ellos tendrán la potestad de perdonar los pecados. Soplando sobre ellos les dijo: reciban el Espíritu Santo a quienes perdonen los pecados les quedarán perdonados, a quienes se los retengan les quedarán retenidos. La Resurrección de Jesús hace posible la reconciliación con Dios y nosotros nos la apropiamos por medio de los sacramentos, específicamente por medio del Bautismo y de la Confesión de los pecados.
Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Vocero de la Arquidiócesis de Xalapa