Los eclipses en la Sagrada Escritura

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

Este 14 de octubre, el evento celestial del año, el eclipse anular de sol pasará por América. Iniciando a las 9:31, tiempo del centro de México, el sol será cubierto por la luna en un importante porcentaje del disco solar de acuerdo con cada región. En México, el punto máximo, de hasta el 90 por ciento, oscurecerá el paisaje, fenómeno pocas veces visto en décadas enteras.

De acuerdo con el sitio de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México, el eclipse del 14 de octubre “iniciará en Baja California Sur después de las nueve de la mañana y terminará alrededor de la una de la tarde en una región de Quintana Roo. Hoy, cálculos precisos nos permiten conocer esta información, pero a finales de los años 70 era algo complicado determinar cuándo sería visible un eclipse en el país… Los eclipses solares una casualidad cósmica: el Sol es 400 veces más grande que la Luna, pero se encuentra 400 veces más lejos de la Tierra, y si vemos a estos dos objetos celestes desde nuestro planeta, ambos cuerpos parecen tener tamaños similares”. Será en esta ocasión cuando se observe el “anillo de fuego” como el hecho que representa el evento ha llegado a su máximo punto.

En el pasado, los eclipses eran tomados como un augurio de presagios funestos y tragedias. En la Biblia hay pasajes en los que la conmoción del universo se refeja por el oscurecimiento del sol, la caìda de las estrellas y la luna convertida en sangre. El inicio del juicio universal será precedido de prodigios terribles. Algunas referencias bíblicas señalan así:

Ante ellos tiembla la tierra, se estremecen los cielos, el sol y la luna se oscurecen, y las estrellas pierden su resplandor.

El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del SEÑOR, grande y terrible (Joel 2,31)

Cuando te hayas extinguido, cubriré los cielos y oscureceré sus estrellas; cubriré el sol de nubes, y la luna no dará su luz. (Ezequiel, 32,7)

Desde el medio día y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad. El sol dejó de brillar y el velo del templo se rasgó por la mitad. (Lucas 23, 44)

Desde el medio día y hasta las tres de la tarde, toda la tierra quedó en oscuridad. (Mateo 27,45)

Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona (Marcos 15, 37)

Después de la tribulación de esos días, el sol se oscurecerá, la luna no dará su luz, las estrellas caerán del cielo y las potencias del cielo serán sacudidas (Mateo 24, 29)

Pero en aquellos días, después de esa tribulación, el sol se oscurecerá y la luna no dará su luz (Marcos, 13, 24)

El cuarto ángel tocó su trompeta y fue dañada la tercera parte del sol, la tercera parte de la luna y la tercera parte de las estrellas. De modo que la tercera parte de ellos y no dieran su luz en su tercera parte del día y asimismo la noche. (Apocalipsis 8,12)

Y aunque estos eventos tienen una explicación lógica y natural, algunas culturas aún los asocian con eventos cósmicos que explican el origen de todas las cosas o de la lucha entre las fuerzas de la luz y oscuridad. En agosto de 2017, mientras ocurrió el eclipse solar total en Estados Unidos, el director del Observatorio vaticano, Guy Consolmagno, señaló sobre estos fenómenos astronómicos: “Nos recuerda la inmensa belleza en el universo que ocurre fuera de nuestro propio pequeño campo de preocupaciones. Nos saca de nosotros mismos y nos hace recordar que somos parte de un universo grande y glorioso»

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