Está consagrado aquel que entrega todas las dimensiones personales y las vertientes sociales de su vida a DIOS. El Evangelio expresa con claridad cuál es el objetivo que DIOS tiene para los hombres: instaurar el Reino de DIOS (Cf. Mc 1,14). En medio de los hombres y para los hombres, DIOS envía a su HIJO al mundo manifestándonos su AMOR (Cf. Jn 3,16) con objeto de conseguir una correspondencia en ese mismo sentido. La llamada a formar parte del Reino de DIOS y participar de su construcción es para todos los hombres, pero la realidad es que no todos aceptan la llamada a esta tarea. JESÚS eligió a Doce para que estuvieran con ÉL durante un tiempo y después poderlos enviar (Cf. Mc 3,13-14) y añade un matiz importante: “eligió a los que quiso”. La elección realizada por JESÚS no estuvo en las élites judías de su tiempo como bien sabemos, sino que el MAESTRO se dirigió a un tipo de personas con una cierta capacidad de transformación, pues la “cosa que iba comenzar en Galilea” (Cf. Hch 10,37) se extendería con dimensiones universales. Los consagrados, por tanto, participan de una llamada específica y personal, para ser constituidos en la vanguardia de formas de vida que se rigen dentro de las pautas establecidas por JESÚS para implantar el Reino de DIOS en este mundo.
Los bautizados
Toda persona bautizada está marcada por el sello de DIOS. También decimos que el bautizado recibe la LUZ, que es CRISTO, y por tanto se convierte en luz para el mundo: “vosotros sois la luz del mundo” (Cf. Mt 5,14). El bautizado es revestido de una nueva condición y se simboliza ese momento con una vestidura blanca, que representa el anticipo de la vida bienaventurada: “toda esa multitud viene de la gran tribulación y han blanqueado sus túnicas en la sangre del CORDERO” (Cf. Ap 7,14). El Sacramento del Bautismo entraña una verdadera consagración por la que el hombre decide hacerse todo de DIOS. La consagración bautismal ha sido suficiente para muchas personas en su entrega a DIOS y su causa; pero también encontramos las consagraciones realizadas en la edad adulta mediante la recepción de las órdenes sagradas o los votos en la vida religiosa. El cuarto domingo de Pascua va destinado a la consideración de la vocación especial recibida por estas personas. A partir del Concilio Vaticano II el papel de los laicos en la vida social, laboral y política, ha recibido un tratamiento más detenido que hasta entonces. Existen ámbitos de la actividad humana a los que no llegará la presencia de un religioso o de un ministro ordenado. Las estructuras que sostienen la vida social, laboral y política deben ser cristianizadas por la actividad y el trabajo de los fieles que en ellas participan. Los miembros integrantes de una comunidad religiosa no están llamados a tener un papel protagonista en la política activa, o a destacar al frente de un sindicato, pero pueden realizar otras funciones de carácter social cercanas a los más desfavorecidos de la sociedad, a los que no llega la acción política y social. Muchas órdenes religiosas tuvieron un papel determinante en la alfabetización y formación de las clases más deprimidas, y a medida que los gobiernos ocuparon este campo los institutos religiosos se fueron retirando. Cuando el SIDA era una enfermedad que excluía a los afectados del ámbito familiar estuvieron presentes las religiosas de vida consagrada.
Testigos de DIOS
El fiel laico o seglar comprometido con JESUCRISTO y su evangelio es tan necesario para la transformación de este mundo como lo es el religioso y los ministros ordenados para sustentar la institución de la iglesia. Es el mismo ESPÍRITU SANTO el constituye en testigos de JESUCRISTO a los seglares, los religiosos y los ministros ordenados. Unos y otros por sus diferentes caminos personales se ven llamados a seguir vías de santificación que no privilegia ninguno de los estados en concreto. Las responsabilidades están siempre en relación a los dones y gracias recibidos. Durante mucho tiempo, antes del Concilio Vaticano II se descartaba en líneas generales el estado del seglar bautizado como una vía específica y válida a la santidad, quedando la vida religiosa como el llamado estado de perfección. El propio clero diocesano era mirado con cierta displicencia con respecto al estado de vida religiosa. Los tres estados dentro de la iglesia están llamados a complementarse, compartiendo los dones recibidos.
Llamadas diferentes
El Evangelio nos muestra los distintos tipos de encuentro con JESÚS, que tienen como favor común el seguimiento; pero no todos acompañan a JESÚS de la misma forma. Cada uno de los sanados por JESÚS recibe un mandato particular dentro de la vinculación profunda establecida entre el MAESTRO y el que recibe el don de la salud física, moral o espiritual. El endemoniado de Gerasa después de ser curado es enviado por JESÚS a los de su casa y familia, para que en ese ámbito evangelice (Cf. Mc 5,19-20).El ciego Bartimeo sentado a la vera del camino, a la salida de Jericó, después de ser curado sigue a JESÚS en medio de expresiones de agradecimiento y alabanza como anticipo de la entrada profética de JESÚS en Jerusalén (Cf. Mc 10,52). Lázaro, Marta y María sirven al Evangelio con la hospitalidad prestado a JESÚS y sus discípulos en sus desplazamientos por aquella región. La samaritana actúa como evangelizadora de la aldea donde vive, pero no consta que siguiera a JESÚS en su itinerancia. Observamos todavía dos grupos: el de los setenta y dos y el de los Doce. Los sinópticos coinciden en señalar que los Doce son los más próximos al MAESTRO y lo acompañan permanentemente. Después tenemos el dato aportado por san Lucas de los setenta y dos discípulos, que así agrupados aparecen en una sola ocasión (Cf. Lc 10,1ss), sin que ello sea obstáculo para que hubieran seguido al SEÑOR y fuesen enviados a otras misiones. El grupo de los más próximos todavía puede incrementarse un poco más, hasta los ciento veinte, según el libro de los Hechos de los Apóstoles; pues es el número de discípulos registrado que permanece en oración con MARÍA y las santas mujeres después de la Resurrección (Cf. Hch 1,14). Todavía cabe considerar otro grupo de personas anónimas, que después de haber formado parte de aquellas grandes multitudes de cinco mil (Cf. Jn 6,10) se fueron a sus casas con el vínculo indeleble de pertenencia al MAESTRO, que les habló al corazón y los sanó de profundas heridas morales y espirituales. Estos oyeron por una vez al MESTRO y nunca más pudieron olvidar su voz, y los que cruzaron con ÉL su mirada la siguieron manteniendo en lo más vivo de sus conciencias. Aquellos seguidores anónimos permanecieron como brasas incandescentes del fuego que el MAESTRO trajo a la tierra y realmente estaba ardiendo (Cf. Lc 12,49). Muchos más de los que podría parecer a primera vista fueron tocados en su alma por la llamada del SEÑOR, y eso mismo sigue aconteciendo. Cualquier llamada de JESÚS es para construir el Reino de DIOS en medio del mundo.
Jerarquía de valores
El Reino de DIOS se construye con JESÚS que es el ENVIADO del PADRE; por lo que ante ÉL se rescriben todas las categorías religiosas y personales. “Quien no deje padre, madre, hijos, tierras por MÍ y por el Evangelio no es digno de MÍ. Quién no se niegue a sí mismo, no es digno de MÍ. Quien no cargue con su Cruz no puede ser mi discípulo” (Cf. Lc14,26-27) La nueva escala de valores tiene un vértice que es JESUCRISTO, y todas las otras responsabilidades quedan relativizadas con respecto a ÉL. El modo de vivir estas palabras evangélicas determina el estado de vida personal, en el que tiene un lugar muy importante la vida religiosa consagrada comprendida en una gran diversidad de carismas. Son potencialmente ilimitadas las formas posibles de vivir la Caridad dentro de la vida religiosa: institutos religiosos de clausura, órdenes religiosas de vida activa dedicadas a labores asistenciales, educativas o sanitarias, de modo especial en lugar de misión. En cada época el ESPÍRITU SANTO promueve grupos de vida religiosa acordes para dar respuestas a las necesidades de la Iglesia y la sociedad en esos momentos, por lo que la diversidad de formas de vida religiosa comunitaria no ha terminado.
Pobreza, castidad y obediencia
Un matrimonio está llamado a vivir la virtud de la castidad como reguladora de las relaciones íntimas que son propias del estado matrimonial; pero el religioso debe aplicar esta virtud a la continencia que pide su estado de vida. Por tanto en el religioso se dan la continencia y la virtud de la castidad para hacerla posible. Toda virtud es un don recibido, que exige colaboración por parte de la persona. El religioso está dispuesto a vivir con decoro, pero alejado de lo superfluo. La pobreza en el religioso no sólo debe estar reflejada en la sobriedad de sus escasas posesiones, sino en el desprendimiento personal. También se puede estar apegado a cosas mínimas, que traicionan la virtud misma de la pobreza. La comunidad garantiza el mínimo vital, que al religioso le permite vivir con gran libertad de espíritu. El cristiano que forma una familia está llamado a vivir la pobreza no como un voto establecido, sino como una virtud a ejercitar dentro de la comunidad familiar, haciendo de la familia una verdadera escuela de valores evangélicos. Para una mayoría de religiosos, el voto más difícil de vivir es el de la obediencia. Existía en otros tiempos una regla de oro para el cumplimiento del voto de obediencia, que se formulaba así: obedece en todo al superior, salvo que lo ordenado sea materia de pecado. La cosa parece fácil, pero no debe ser así. La obediencia va directamente a combatir el ego personal que se resiste a morir. Normalmente al lado de un gran santo se dan una o dos personas, que de forma especial le hacen la vida imposible. La incomprensión de un superior es causa de importante sufrimientos para el religioso. La obediencia dentro de la vida de comunidad es un gran crisol que va consumiendo los pecados y las imperfecciones. La vida religiosa consagrada que sale con éxito hacia adelante es un bien inmenso para la iglesia y la sociedad, pues el ESPÍRITU SANTO no dejará de manifestarse para bien de todos. Incluso las comunidades de clausura serán verdaderos focos espirituales y no pasarán inadvertidos a los que estén a su alrededor. El SEÑOR vive y se manifiesta en la comunidad religiosa, haciéndola verdaderamente profética.
Hechos 13,14.43-52
Se inicia el primer viaje apostólico de san Pablo acompañado de Bernabé y Juan Marcos. El envío se realiza desde la Iglesia de Antioquia de Siria una de las comunidades cristianas principales. El envío inicia el capítulo trece y es conveniente tenerlo en cuenta, pues ofrece una muestra del buen hacer de la Iglesia en sus comienzos. Reunidos en celebración litúrgica y preparados con ayunos y oraciones el ESPÍRITU SANTO dirige la iglesia y señala la misión: “mientras estaban celebrando el culto del SEÑOR y ayunando, dijo el ESPÍRITU del SEÑOR: separadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado. Después de haber ayunado y orado les impusieron las manos y los enviaron” (v.2-3). Recordamos la doctrina que san Pablo elaborará y nos dejará como pauta segura: “¿cómo van a invocar el Nombre del SEÑOR, si no creen; cómo van a creer, si no han oído hablar del SEÑOR; cómo van a oír, si nadie les predica; cómo van a predicar, si no son enviados? (Cf. Rm 10,14-15). La extensión del Evangelio se realiza por medio de la predicación en primer lugar. La predicación autorizada lleva el sello del ESPÍRITU SANTO, que actúa a través de la Iglesia. Varios nombres ofrecen una referencia concreta a la Iglesia de Antioquia de Siria: “había en la iglesia de Antioquia profetas y maestros: Bernabé, Simeón, llamado Níger; Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes; Lucio el cirenense y Saulo” (v.1) El ESPÍRITU SANTO dinamiza a la Iglesia, pero lo hace contando con las personas que tienen nombres propios. No es un aspecto menor dentro del Plan Divino por el que DIOS cuenta con la colaboración de los hombres. En esta comunidad los misioneros estaban dotados del carisma profético y de magisterio para enseñar. La predicación parte esencialmente del anuncio proclamado con poder: “JESUCRISTO muerto en la Cruz por nuestros pecados ha resucitado, y ÉL es el MESÍAS del que han hablado las Escrituras; y de todo ello el predicador es testigo”. Este anuncio es el punto de partida para la conversión personal. La primera fase del anuncio prepara la segunda que consiste en la enseñanza detenida de las grandes verdades a tener en cuenta, dando continuidad al camino cristiano. Las cosas no han variado, y de forma recurrente es preciso revisar los ámbitos en los que se propone el Anuncio, y los procesos posteriores catequéticos destinados a guiar la vida del cristiano. La sociedad española puede dar una buena muestra de los grandes fallos en el acompañamiento catequético y de formación. Durante el tiempo que duró la dictadura del general Franco, los españoles nos mantuvimos en una práctica elevada de la religiosidad católica. En todo ese tiempo las parroquias mantuvieron la acción litúrgica de forma casi exclusiva, en unos tiempos que las misas se celebraban en latín y para colmo tampoco se ofrecían homilías con un mínimo contenido catequético. La religiosidad se iba sosteniendo por una base devocional. Los tiempos cambiaron drásticamente con el paso al régimen democrático, en el que ser católico perdió el fuerte componente sociológico que tenía en las décadas anteriores. Era frecuente el caso de las personas que tras haber participado en un Cursillo de Cristiandad no encontraron en su parroquia el proceso de maduración cristiana que la gracia de conversión dada en el Cursillo de Cristiandad había producido. Actualmente vemos la ausencia de muchas personas de aquellas generaciones, que no hallaron apoyo y continuidad para vivir y madurar en su Fe. No basta la existencia de catecismos y programas de formación que se diseñan en los despachos, pues tales medios son como las partituras de una gran obra musical encerradas en un cajón. A la letra es preciso ponerle una voz que tenga vida, pues tampoco transmite cualquier voz.
En la actual Turquía
Los misioneros cristianos de la primera generación evangelizaron la actual Turquía en primer lugar. De los cinco patriarcados de los primeros siglos del Cristianismo, cuatro estaban en esa área geográfica: Bizancio o Constantinopla, Alejandría, Jerusalén y Antioquia de Siria. La pregunta ingenua e inmediata surge: ¿qué ha pasado, qué tsunami devastó el Cristianismo en toda esa zona con raíces apostólicas? Las respuestas están en la historia, que se muestra compleja y hermética en determinados momentos. Nosotros tenemos la llave con la que abrimos o cerramos la puerta a la Luz del Evangelio. Cuando esa Luz se apaga podemos esperar males sin cuento. ¿Estamos todavía a tiempo en España y en los países de la Iberosfera de parar y remontar la deriva de ingeniería social anticristiana? ¿Vamos a aceptar pasivamente que las nuevas generaciones crezcan sin raíces históricas y cristianas?.
Antioquia de Pisidia
La prosperidad de Antioquia de Siria estaba al nivel de las grandes ciudades, sin embargo Antioquia de Pisidia se encontraba en la zona central, montañosa y escarpada de Turquía con escasa actividad comercial. Aquí llega Pablo acompañado de Bernabé solamente, pues Juan Marcos los había dejado y vuelto a Jerusalén desde Perge. El sábado, dice el texto, fueron a la sinagoga como era habitual en la estrategia evangelizadora. La separación definitiva del Cristianismo con respecto a la sinagoga o al Judaísmo tardará unos años, y el libro de los Hechos de los Apóstoles constata el rechazo sistemático de la sinagoga al mensaje cristiano. La gracia recibida personalmente por san Pablo camino de Damasco estaba llamada a extenderse por las filas del Judaísmo, pero la cosa no siempre prosperó ni mucho menos. Pablo de Tarso por una gracia muy especial dio el salto de una perfecta observancia dentro de la religión judía, a la posición cristiana más diáfana: “la justificación no se consigue por las obras de la Ley, si no por la Fe en JESUCRISTO”. Esta gran verdad es el eje doctrinal que sustenta todo el edificio misionero y doctrinal de san Pablo. Este cambio de ciento ochenta grados no se iba a producir en la generalidad de sus correligionarios, y lo que encontró en muchas ocasiones fue un rechazo muy violento. Los responsables de la sinagoga cedieron la palabra a Pablo y Bernabé como señal de bienvenida, y ellos no desaprovecharon la ocasión. Pablo se levantó, reclamó la atención de los reunidos y les dijo: “israelitas y cuantos teméis a DIOS, escuchad” (v.16) Al estilo del “Shemá” –Escucha, Israel-, Pablo reclama la atención de los presentes, pues lo que va a exponerles está a un nivel similar a lo que un día recibieron como revelación máxima. El AMOR de DIOS se ha manifestado en toda su plenitud en JESUCRISTO el SEÑOR y para ellos es este Evangelio. Después de proceder a la exposición del Anuncio, Pablo y Bernabé fueron emplazados para continuar al sábado siguiente.
Salmos
El Salmo dos y el quince sirven con mucha frecuencia para apoyar el argumento de Escritura a favor de la Resurrección de JESÚS: “Hijo mío eres TÚ, hoy te he engendrado; pídeme, y YO te daré en herencia las naciones” (Cf. Slm 2,7-8). Nos encontramos ante uno de esos textos que sobrepasan las intenciones del autor inspirado, que un día compuso el Salmo. Ocurre así con textos como la promesa del Emmanuel, del capítulo siete de Isaías (Cf. Is 7,14). Los mismos cánticos del Siervo de YAHVEH, el Salmo veintiuno o algunos textos del libro de la Sabiduría. La revelación supera drásticamente las intenciones iniciales del autor sagrado, y pone de relieve que el verdadero autor de la Escritura es el ESPÍRITU SANTO. San Pablo aprovecha el Salmo quince para trasladar la incorruptibilidad del sepulcro al caso exclusivo de JESÚS, pues todos los demás, incluido el rey David, sufrieron la corrupción de su cuerpo en el sepulcro. El Salmo segundo en su expresión “Hijo mío, hoy te he engendrado” aporta una manera de decir la especial y única relación que existe entre el PADRE y el HIJO desde toda la eternidad. JESÚS superaba cualquier previsión mesiánica, pero al mismo tiempo las Escrituras hablaban de ÉL, por lo que era lícito bucear en las Escrituras y desvelar su contenido a la luz del CRISTO manifestado.
La justificación para San Pablo
“Tened pues entendido hermanos, que por medio de ÉSTE os es anunciado el perdón de los pecados y la total justificación, que no pudisteis obtener por la Ley de Moisés, y la obtiene todo el que cree” (v.38-39) Este discurso de Hechos está en sintonía total con la doctrina de san Pablo. La Justificación es más extensa que la absolución jurídica de los pecados cometidos. La Justificación obtiene para el creyente la transformación del fiel. La Ley no tiene esta capacidad regeneradora del hombre. La Ley pone delante de forma acentuada la conciencia de pecado, sin proveer la fuerza necesaria para superarlo. La Ley no rehabilita la debilidad ocasionada por el pecado. Esta doctrina era nueva para los oyentes de Pablo y Bernabé.
El sábado siguiente
El eco de la predicación de Pablo y Bernabé entusiasmó a unos y enardeció los ánimos de otros, pero al sábado siguiente la mayor parte de la ciudad se había reunido para escucharlos. “Los judíos al ver la situación se llenaron de envidia y contradecían con blasfemias cuanto Pablo decía” (v.45). Como ocurrirá en lo sucesivo con episodios similares, los Apóstoles harán frente con valentía a los que intentan frenar la expansión del Evangelio. Por encima de los respetos humanos y de las coacciones de alrededor está el imperativo de evangelizar cuando existen personas dispuestas a recibir el Mensaje.
El Mensaje para la Vida Eterna
“Vosotros mismos no os consideráis dignos de la vida Eterna, pues mirad que nos volvemos a los gentiles, pues así nos lo ordenó el SEÑOR” (v.46). Las barreras al Mensaje de JESÚS constituyen los impedimentos que se ponen a la Salvación, pues “no se ha dado otro Nombre bajo el Cielo, por el que podamos ser salvados” (Cf. Hch 4,12). “Al oír a Pablo, los gentiles se alegraron y se pusieron a glorificar la palabra del SEÑOR, y creyeron los que estaban destinados a heredar la Vida Eterna” (v.48). Estos versículos muestran el contraste entre las blasfemias de los judíos por las palabras de Pablo y Bernabé, y las alabanzas y aprobación de los gentiles que se sienten agradecidos por la Divina Providencia que los acoge como hijos suyos.
Expulsados del lugar
En viajes sucesivos, Pablo volverá por esa región a visitar a los grupos cristianos que a pesar de todo se fueron formando. Existe además una de las principales cartas, a los Gálatas, que incluye a Antioquia de Pisidia, Listra e Iconio, a la que ahora se dirigen Pablo y Bernabé. Los obstáculos graves que encontraron no impidieron el interés de los evangelizadores por las gentes que abrazaron la Fe. El verdadero fracaso del evangelizador está en no difundir el Evangelio, pues como dice el profeta Isaías, “la Palabra que sale de mi boca es como el rocío que empapa la tierra y la hace germinar, que no volverá a MÍ vacía” (Cf. Is 55,11). Alguien percibe la eficacia de la Palabra transmitida verdaderamente en el Nombre de JESÚS.
El BUEN PASTOR, Juan 10,27-30
En el VERBO según san Juan está fundamentalmente la Vida (Cf. Jn 1,4). La función del BUEN PASTOR es dar Vida y darla en abundancia: “YO he venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia” (v.10). La PALABRA de la VIDA viene a poner remedio a lo que una ciencia afectada por el Maligno provocó en el corazón del hombre. En JESÚS la VIDA de DIOS llega a los hombres como PAN de VIDA, o fuente inagotable de AMOR. El evangelio de san Juan responde a la pregunta esencial del cristiano: “¿quién eres TÚ, JESÚS? En el evangelio de san Juan la Luz de JESÚS transfigurado atraviesa todos los pasajes, sin perder un solo rasgo de su condición humana. La Divinidad de JESÚS resalta lo suficiente como para ver en ÉL al HIJO de DIOS, sin que se pierda la tierra, la historia y el encuentro a cada paso con el hombre débil que necesita salvación.
La Voz del PASTOR
“Mis ovejas escuchan mi voz, YO las conozco y ellas me siguen” (v.27) De muchas formas tiene previsto hacernos oír su voz el BUEN PASTOR. Estamos hechos para entendernos con DIOS en una relación de encuentro personal. Se realiza el encuentro cuando queda establecida una comunicación personal entre el “yo“ y el “TÚ” de DIOS. DIOS no es la prolongación de mi mismo o una proyección personal, sino que es el TÚ siempre distinto que puede manifestarse cuando se atraviesa el umbral de la pobreza. La voz del BUEN PASTOR no requiere éxtasis especiales para ser escuchada, sino la certeza de su Presencia en la red de nuestra existencia. La pregunta, ¿dónde encontrar al BUEN PASTOR? Debiera ser cambiada por otra un tanto diferente: ¿dónde deja de estar el BUEN PASTOR? Sigue diciendo JESÚS: “YO las conozco y ellas me siguen”. Y nosotros estamos destinados a conocer a nuestro BUEN PASTOR en el mismo sentido del seguimiento, por lo que seguimos la Voz que nos conoce amorosamente y sabe de nuestra historia mucho más que nosotros mismos, pues hemos sido llamados a la existencia para reflejar algo de su condición de DIOS. ÉL nos conoce porque es nuestro VERBO creador, haciendo de nuestro seguimiento su verdadera guía: es ÉL quien nos conduce, si de verdad lo aceptamos como BUEN PASTOR.
La Vida Eterna
“YO les doy Vida Eterna, y no perecerán jamás; y nadie las arrebatará de mi mano” (v.28). El BUEN PASTOR tiene un objetivo fundamental: llevarnos a la Vida Eterna. En otro momento JESÚS dirá: “en la Casa de mi PADRE hay muchas estancias. Me voy a prepararos sitio; y cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré CONMIGO, para que donde YO estoy estéis también vosotros” (Cf. Jn 14,2-3 ). Esta vida es muy importante, porque en ella se decide la dirección que cada cual va a tomar cuando se abra la eternidad ante nuestras pobres conciencias. Ahora es el tiempo de las elecciones, de las búsquedas. Ahora es el tiempo de la Fe y la confianza, en que se pone a prueba la fidelidad y la Caridad. Pero a JESÚS, el BUEN PASTOR, le importa lo que decidamos en función de la Vida Eterna. Como en la doctrina de san Pablo, la Vida Eterna en san Juan es también “estar con JESÚS para siempre” (Cf. Flp 1,23). En realidad no puede ser de otra forma, porque todas las cosas y de forma especial los hombres hemos sido pensados y creados para reproducir en nosotros la imagen de JESÚS el HIJO eterno del PADRE. Nosotros somos hijos de DIOS en el HIJO único que es JESUCRISTO. Desde esta perspectiva de la Vida Eterna nos percatamos que no existe para el hombre ningún otro SALVADOR que JESUCRISTO, pues en ÉL cobra realidad nuestra existencia presente y futura.
La Voluntad del PADRE
“El PADRE que me las ha dado es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del PADRE” (v.29). En ese momento lo que pudiera hacer el ladrón o salteador de las almas queda sin efecto. Las insidias de Satanás no alcanzan en absoluto al que está en la esfera espiritual del PADRE y del HIJO. Todo lo que hace o posee el PADRE pertenece al HIJO (Cf. Jn 5,19-20), porque todo lo tienen y comparten en un único AMOR. Estas son algunas de las profundas verdades que se desprenden del evangelio de san Juan, y nos hacen partícipes del misterio de DIOS. No se tiene revelación más alta sobre DIOS mismo que la recogida en este Evangelio. Al mostrarnos la condición amorosa y providente de DIOS, este Evangelio nos revela también nuestra condición de hijos y el destino que nos espera querido por DIOS. Somos absoluta propiedad de DIOS y la herencia prometida jamás nos será arrebatada: “buscad los bienes de allá arriba donde mora CRISTO, porque vuestra vida está con CRISTO escondida en DIOS. Y cuando se manifieste CRISTO, también vosotros os manifestaréis en su Gloria” (Cf. Col 3,2-4).
El gran misterio de la unidad
“El PADRE y YO somos uno” (v.30). Algunas traducciones añaden, “somos una sola cosa”. La unidad y la diferenciación de Personas es lo que ofrece singularidad a la revelación evangélica y al misterio de CRISTO. “Tanto tiempo con vosotros Felipe, ¿y no me conoces? ¿No sabes que el PADRE está en MÍ, y YO estoy en el PADRE?” (Cf. Jn 14,8-10). Pero todavía nos espera la “Oración Sacerdotal”, del capítulo diecisiete, en la que todo lo que el HIJO pide está en razón de su unidad esencial con el PADRE, e intercede, como Sumo Sacerdote, para que nos haga partícipes de esa misma unidad, gloria y amor. Llegados a este punto una y otra vez debemos volver atrás para releer y reencontrarnos con las palabras de JESÚS, sin ánimo de entrar en un movimiento circular sin sentido, sino para acotar el campo de la Fe que ayude a escuchar de nuevo las palabras transmisoras de la única Voz recreadora de todo nuestro ser. La infinita profundidad del MISTERIO se pone accesible por la contemplación del VERBO a través de la Palabra escrita.
Apocalipsis 7,9.14b-17
Estamos en los últimos tiempos y nuestra generación, al igual que las anteriores ha de realizar la lectura correspondiente de este libro sagrado. Cuando se rompe el quinto sello aparecen debajo del altar los testigos martirizados por causa del CORDERO y reclaman Justicia. Se les dio, entonces una vestidura blanca y se les dijo que esperaran un poco todavía (Cf. Ap 6,10-11). En ese lapso de tiempo estamos nosotros: un poco de tiempo nos separa de los comienzos de la persecución hasta el final, que en realidad no sabemos cuándo sucederá; pero sea cual sea el tiempo transcurrido siempre será muy poco con respecto a la eternidad. Los versículos del capítulo siete contenidos en la segunda lectura nos refieren una multitud de bienaventurados, vestidos con vestiduras blancas, que las han blanqueado en la sangre del CORDERO (v.9). El número es incontable: miríadas de miríadas. Una miríada son miles de miles, a la que se multiplican otras miríadas; por lo que la multitud se hace incontable. Para formar esta inmensa asamblea de bienaventurados, los Ángeles se encargaron de marcar en la frente a los iban a ser salvados: doce mil por cada tribu, que suman ciento cuarenta y cuatro mil (v.4). Por cada una de las puertas de la Nueva Jerusalén pasan los redimidos que han sido glorificados, simbolizado en el número doce, y cruzan la puerta realmente una multitud incontable, simbolizada a su vez en el número mil. Los Ángeles van realizando una labor en este mundo de agrupamiento de los redimidos indicada por la acción de señalar en la frente. El hombre nuevo es el que tiene la mente de CRISTO. Nadie puede entrar en la liturgia celestial sin la vestidura adecuada y les es dada la vestidura blanca y palmas de la victoria en las manos. Participan de una liturgia celestial y proclaman con fuerte voz “la salvación es de nuestro DIOS, que está sentado en el TRONO y del CORDERO” (v.10) El autor del Apocalipsis prescinde de toda descripción del que está sentado en el TRONO, y a lo sumo recurre a los símbolos de las piedras preciosas para significar la Luz inefable, la Belleza, la Santidad o la Trascendencia. El CORDERO siempre ocupa la diestra con respecto al TRONO. El CORDERO degollado es al mismo tiempo la fuente de la Vida para todos los redimidos. El sacrificio del CORDERO se actualiza en la liturgia celeste. Pero todos los Ángeles, los Ancianos y los Cuatro Vivientes se postran rostro en tierra para adorar, diciendo: “Amén. Alabanza, Gloria, Sabiduría, Acción de Gracias, Honor, Poder y Fuerza a nuestro DIOS, por los siglos de los siglos. Amén” (v.12). No sólo los mártires propiamente dichos, sino también todos los redimidos blanquean, transforman, transfiguran sus vidas en la Sangre del CORDERO: “si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis Vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y YO lo resucitaré en el último día” (Cf. Jn 6,53-54). Los redimidos que llegan hasta el TRONO de DIOS vienen de la gran tribulación, y han blanqueado sus túnicas en la Sangre del CORDERO (v.14). Todos los hombres, incluidos los cristianos de manera especial, estamos sometidos a la tribulación, sufrimiento y dolor, de una vida que no controlamos y nos es dada, por otra parte. Los que han aceptado la marca del CORDERO están delante del TRONO de DIOS día y noche dándole culto, y el que está sentado en el TRONO extenderá su tienda sobre ellos (v.15). La morada de DIOS con los hombres es la comunión de AMOR establecida entre DIOS y sus hijos. “Ya no habrá hambre ni sed; tampoco les molestará el sol o el bochorno, porque el CORDERO que está en medio del TRONO los apacentará y los llevará a los manantiales de la Vida; y DIOS enjugará toda lágrima de sus ojos” (v.18).