López Obrador responde a El Semanario de Arquidiócesis de Guadalajara: “No hay nada que temer, estamos bien”

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

El domingo 27 de agosto, a través de El Semanario y Arquimedios, la arquidiócesis de Guadalajara publicó un duro editorial criticando la gestión del presidente López Obrador  en especial sobre los miles de desaparecidos en el país y de los malos chistes sobre los jóvenes desaparecidos de Lagos de Moreno: “Si analizamos sus “mañaneras” (y no hace falta hacerlo de una manera científica), ordinariamente está con una risita burlona en la boca, sátira, despreciativa, considerando a su público como cosa menor que él. ¿Así le piden que actúe? Por lo menos así lo ha asumido el mandatario”, se lee en el editorial.

En conferencia matutina del 28 de agosto, el presidente de México, a pregunta expresa, respondió como lo ha hecho en otras ocasiones, colgándose de la sotana del Papa Francisco asegurando respetar la “injerencia” del clero en asuntos públicos: “Los respeto mucho, los respeto mucho y tienen derecho a expresarse, a manifestarse, hay libertades” aseguró López Obrador mientras desviaba la atención hacia su pretendida admiración por el Pontífice.

“Ya saben ustedes que yo me guío por lo que opina el papa Francisco y soy simpatizante de la manera de pensar y de ser del papa, porque siempre está a favor de la justicia, a favor de los humildes, a favor de los humillados; no está a favor de la oligarquía, no está a favor de los potentados. Es un auténtico pastor cristiano y lo respeto”, dijo a reporteros mientras justificaba su administración con la aparente reducción de la pobreza.

“¿Qué puede opinar en contra el papa Francisco, si en México estamos atendiendo a los pobres como nunca? Aquí se está demostrando que en México se redujo la pobreza y se redujo la desigualdad, como no sucede en otros países del mundo. Entonces, por eso no hay nada que temer, estamos bien”.

Para el presidente, México es un país democrático en donde se respetan las libertades, especialmente la libertad religiosa del estado laico afirmando que los representantes de todas las religiones tienen derecho de manifestar sus ideas, “pueden expresarse con libertad todas las religiones, la religión católica, las religiones evangélicas, de todas las denominaciones, otras religiones, y desde luego garantizar la libertad a agnósticos, ateos, libres pensadores. Eso es el Estado laico y es lo que hemos hecho”, como si en la actual administración hubiera empezado la laicidad de la República.

En su acostumbrada perorata de división y atizar la lucha entre conservadores y liberales, López Obrador señaló tener en claro quiénes son sus adversarios y que, esos mismos, son los adversarios del pueblo de México. “Jamás hemos reprimido a nadie”, aunque apuntó que los opositores son los que “se dedican a robar, a saquear, los clasistas, racistas, los que discriminan…”

Y citó como ejemplo de libertad el repudio que se hecho de los libros de texto gratuito, el dolor de cabeza que ha significado para esta administración: “Ayer se manifestaron en contra de los libros de texto en distintas partes del país en completa libertad, en completa libertad, y se puede seguir haciendo, se pueden seguir manifestando. Le tenemos mucha confianza a la mayoría de la gente, ya no es fácil la manipulación”.

Luego, en su oportunista juego de demagogia histórica y manipulación, volvió al pasado en su capítulo favorito del siglo XIX de pugna entre liberales y conservadores, recordando villanos, como Antonio López de Santa Anna y de cómo los conservadores le buscan después de la perdida del territorio nacional y la guerra con Estados Unidos, así como del imperio de Maximiliano cuando un grupo de ese mismo partido pide un príncipe de Europa para México.

Finalmente, la respuesta a la pregunta sobre el editorial de los medios de la arquidiócesis de Guadalajara se diluyó en la presidencia de Carlos Salinas y de Ernesto Zedillo, el período del neoliberalismo económico más repudiado por el tabasqueño para concluir que, en la alternancia del 2000, Vicente Fox le dio entrada a su antecesor, Carlos Salinas, a pesar de que había asegurado que  “si llegaba, (a la presidencia) iba a investigar a la familia Salinas por corrupción, narcotráfico, por todo, por el fraude del 88, ahí está el discurso, aquí en el Zócalo”.

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