Los medios de comunicación han recogido la visita de los seminaristas de Barcelona al Santo Padre del pasado sábado, glosando unas palabras que, en realidad, no se corresponden con las pronunciadas por Francisco. El discurso que destaca la prensa atiende al que aparece publicado en la web del Vaticano, pero ese no fue el discurso que dirigió el Papa a los seminaristas, a su rector y formadores que viajaron a Roma junto con el obispo Vilanova.
La verdad fue otra muy distinta. Al dirigirse Francisco a sus visitantes cogió un papel y dijo que eso sería un aburrimiento y que mejor sería que le hicieran preguntas directamente y él las contestaría. El discurso preparado y publicado en la web vaticana no tenía nada de aburrido. Al revés, era una preciosidad. Les hablaba de rezar con perseverancia y les proponía el rosario sacerdotal del obispo San Manuel González, desplegando los momentos de gozo, dolor y gloria que experimentarían en su vida sacerdotal. En cuanto al gozo, les indicaba que debían perderse en el sagrario; en los de dolor les hablaba de “la cama dura, la habitación estrecha, las noches a la cabecera de los agonizantes, los días muy temprano abriendo la iglesia antes que los bares” y en los gloriosos de “no apagar nunca el fuego que derrama el Espíritu Santo”. Pues no, ni cama dura, ni habitación estrecha, ni oración perseverante. Eso era muy aburrido, según el Romano Pontífice.
No es la primera vez que el Papa manifiesta que el discurso que había preparado (o le habían preparado) es muy aburrido y endilga a la concurrencia un mensaje diferente. Si se lo han preparado y desecha el texto, deja en muy mal lugar al minutante. Si es de su puño y letra, todavía sería peor la conclusión: aparte de escribir discursos aburridos, se arrepiente fácilmente de lo que pone por escrito y no prepara bien las visitas, descuidando lo que va a decir. En todo caso, existe una dicotomía entre lo escrito y lo hablado. En el episodio de este sábado una dicotomía abismal. Lo grave de la visita de este fin de semana es que los medios han recogido unas palabras que no pronunció Francisco y la Santa Sede facilitó a los medios unas palabras que no había pronunciado Francisco.
¿Pero qué dijo el Papa? Según me han contado varios seminaristas les hizo especial hincapié en que hay que perdonar todo, que, aunque se vea que no hay propósito de enmienda, siempre se ha de perdonar y que en ningún caso se puede negar la absolución, pues entonces el sacerdote se convertiría en vehículo de un juicio maligno, injusto y moralista. Les habló también de que existen sacerdotes que han caído en graves pecados, pero que están con el pueblo, y les puso ejemplos de aquellos que se acercan a homosexuales y transexuales. Volvió a insistir en que no debían ser rígidos ni clericales, que no por vestir de sacerdotes serían buenos curas y que su vida no debía consistir en trepar, porque se convertirían en unos carteristas que malograrían la vida de los demás. Todo ello en un lenguaje muy llano, salpicado de frases coloquiales (algún seminarista me dijo que vulgares), que sorprendieron a los visitantes.
No soy el más indicado en criticar las palabras del Papa. ¡Maestros tiene la Iglesia! Solo denuncio que han publicado un discurso que NO efectuó y que esa dualidad de palabras, tan distinta, cuando no incoherente, ha devuelto a los seminaristas a Barcelona con una gran perplejidad. Imagínense la ilusión de unos futuros sacerdotes que acuden a Roma, a los que el Santo Padre recibe personalmente en audiencia y que luego leen en los medios un discurso que el Papa no pronunció ante ellos. Es más, que les manifestó que no se lo leía porque era muy aburrido. No pudo salir peor el viaje. Un viaje que ya había empezado mal, por cuanto los seminaristas no comparecían ante el Papa con su arzobispo, todo un cardenal de la Santa Iglesia Romana, sino que fueron acompañados por el obispo auxiliar Javier Vilanova. Parece que en Omella prevalece el cargo de presidente de la Conferencia Episcopal antes que el de arzobispo barcelonés, pues se hizo presente el sábado a la toma de posesión de Mons. Enrique Benavent como arzobispo de Valencia, antes que unirse a la visita de sus seminaristas al Santo Padre. Allí mandó a Vilanova, que, a lo mejor, como sacerdote ordenado en Tortosa le era más propio acompañar a quien era hasta ahora el obispo de su diócesis de origen. Como todo despropósito, acabó mal.
Por Oriolt.
12 diciembre de 2022.
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