Llama la CEM a obispos, sacerdotes, fieles y laicos, salgan de zona de confort y retomen el anhelo e inquietud para tener hambre de Dios

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El secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Mons. Alfonso Miranda Guardiola, reconoció debilidades en la Iglesia en estos tiempos de pandemia que han desarrollado tanto sacerdotes, como feligreses, y que se percibe como “cierto comodismo”, al no necesitar el vivir la eucaristía y los sacramentos, por lo que se deben de reactivar las rutinas y la mentalidad para reencender el corazón y volver a las misas.

En una charla que sostuvo con el P. David Jasso, sacerdote de la Arquidiócesis de Monterrey, durante la transmisión del Canal Digital Arquidiocesano (CDA), ambos plantearon varios cuestionamientos sobre el tema: “La Iglesia que emerge del Covid, Fortalezas y debilidades de la Iglesia”, y en el cual se hicieron señalamientos como el que en muchos templos católicos de México que se abren al 10 por ciento de aforo, por el distanciamiento social, solo llegan 5 o, si acaso el 6 por ciento de fieles.

De ahí que Mons. Miranda Guardiola, reconoció como una primera debilidad el hecho de que los fieles han dejado de ir a misa, acción que definió como “cierto comodismo, como si se tratara de no necesitar al sacerdote o los sacramentos”.

“Ese sentimiento de comodidad”, refirió, “orilla (al fiel o laico) a ver la misa desde casa, en el sillón, con su agüita y, bajo esas circunstancias, le costará más el deseo de volver a la Iglesia, con lo que implica: ‘tomar camión, o conducir, además de los riesgos y peligros’”; tras ejemplificarlo, concluyó que “hay una cierta inercia que gana, que es impedir que vuelva a los templos”.

Así, reflexionó: ¿Qué pasó con la gente? Nosotros pensamos que iba a haber un hambre de la misa; sin embargo no se ha visto este regreso multitudinario.

Por lo anterior, sostuvo que hay un reto para los obispos y sacerdotes:

¿Cómo volveremos a atraer y encantar a los fieles a la Iglesia ¿Cómo tendremos que presentar el Evangelio, la Eucaristía, los coros, entre otras celebraciones eclesiásticas, para lograr que la gente quiera volver a misa y reencender el corazón?

Para ello, respondió con una metáfora: “dejar siempre prendida la lámpara, que significa estar siempre despiertos con anhelo, deseo, gusto e inquietud y estar siempre con hambre de Dios”.

“Hoy, las Iglesias que tienen la lámpara apagada son las que han descuidado la oración, la eucaristía, espiritualidad, el fervor y el amor a Dios”,

evaluó.

Consideró que estar siempre despiertos, significa que “a la primera oportunidad de que el Señor nos llame: ¡Hay que acudir de inmediato!”

Explicó que priva en el sacerdote un sentimiento de tristeza al no ver a su gente y su templo vacío,  tener que cerrar las puertas de la Iglesia y no tener a los grupos que animabas, conducías, cuando  le hablabas a la gente en la Iglesia, eso originó el confinamiento, que el clérigo ya no es tan referente o tan necesitado o tomado en cuenta; pero eso”, aseveró, “nos está haciendo a obispos y sacerdotes necesariamente a ser más humildes”.

Llama a quitarse del ego sacerdotal y estar con una mayor disposición a ayudar

“No esperar que toquen la puerta de la oficina: ‘Padre se me murió un familiar ¿Celebra una misa?; Padre, tengo un enfermo ¿Hace oración?’. “Al primer momento que escuchamos una necesidad o por un hermano fallecido es: ‘voy contigo ¿Qué necesitas? ¿Una oración? ¿Una misa virtual? ¿Una llamada teléfonica?’ Acércate (clérigo) lo más rápido que puedas con las personas”,

sugirió.

Ve como reto pendiente el cubrir municipios con capacidad digital para transmitir misas  

“Una debilidad grande es que hay muchas Diócesis donde hay zonas sin Internet o la gente no puede pagar el servicio, no cuenta con computadoras, ni teléfonos inteligentes; incluso sin señal de teléfono. ¿Cómo vamos a hacer llegar la palabra de Dios? Ese es todo un desafío”,

puntualizó.

Exhortó a que se hagan un lado las diferencias ideológicas y religiosas y mirar al hermano y a la hermana que sufre, que tiene hambre o que necesita trabajo, “para ello es necesario unir fuerzas”.

“Hay que mitigar el hambre. Aquí no vale si es azul, amarillo, o de algún otros color. Aquí el hambre no tiene partido”,

estableció.

“La Iglesia que emerge del Covid, debe ser con factor humano, el cual no es egoísmo, donde había intereses personales, indiferencia y falta de compasión, sino que tiene que brotar una nueva Iglesia de solidaridad, compasión, fraternidad y servicio a los demás y valor a las personas”,

indicó.

Sobre el trabajo de protección de menores en la Iglesia en México, dijo que por la pandemia se suspendieron temporalmente esos proyectos, y que va a tomar tiempo recuperar el paso; sin embargo, urgió retomarlo. “Tenemos que hacerlo, no es negociable. Si la Iglesia no pone todo su esfuerzo en el cuidado de los niños, en el respeto y en que no se cometa ningún abuso ni falta contra ellos, la Iglesia está perdida”.

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