Levántate y vete: Tu fe te ha salvado

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Las lecturas de este domingo nos hablan de la Salvación (curación y sanación) que Dios otorga a su Pueblo. Veamos.

«El Señor revela a las naciones su salvación»

El salmista describe la acción misericordiosa de Dios, al salvar al Pueblo de Israel, obrando con amor y justicia. De este modo, Dios se muestra fiel a sus promesas y no deja de cumplirlas. Dios sigue obrando maravillas, de modo especial, al enviar a su Hijo a redimir a la humanidad: «porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo» (Jn 3,17). Por ello, el pueblo de Israel, no el pueblo extranjero, debe «gritar, vitoread y cantad» (Sal 98,4). 

«Si morimos con Él, también viviremos con Él»

San Pablo está convencido, de que los sufrimientos que él padece «alcanzarán la salvación a los elegidos» (2ª Tim 2, 10), por ello, lo aguanta todo por amor. Así mismo, está dispuesto a morir por Cristo, sabiendo que eso le dará la vida. Esta entrega que él hace, no termina en el vacío, en el sinsentido, sino producirá frutos para la vida eterna. Pero esta acción exige dos actitudes: perseverancia y fidelidad, de otro modo, no podremos reinar con Jesucristo (cf. 2ª Tim 2,12-13).

«Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros»

San Lucas, presenta a Jesús misericordioso, quién «pasó toda su vida haciendo el bien, curando a los enfermos y a los oprimidos por el diablo» (Hech 10,38); de manera particular, en este episodio escucha a los leprosos, los envía por el camino de Dios, los cura y, a uno de ellos, lo salva (cf. Lc 17,19). Aunque es necesaria la fe en el camino de la salvación, sin embargo, ésta viene de modo gratuito por parte de Dios, pues Él obra el bien por pura misericordia. Con humildad, postrémonos a sus pies y digámosle: «Maestro, te compasión de mí». 

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