Lecturas propias de la solemnidad del Apóstol Santiago

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

El apóstol Santiago

Los evangelios de Mateo y Marcos menciona a Santiago entre los discípulos llamados por JESÚS al comienzo de la misión. Santiago es hermano de Juan e hijo de Zebedeo (Cf. Mt 4,21). Estará con JESÚS en ocasiones especiales como la revivificación de la “hija de Jairo, (Cf. Mc 5,41-42); la Transfiguración en el Tabor (Cf. Mt 17,1-2); o la oración en Getsemaní antes de padecer (Cf. Mt 26,37) Siendo hijo de Zebedeo fue calificado por JESÚS, junto con su hermano Juan, de “hijos del trueno” (Cf. Mc 3,17), en aquella ocasión que atravesaban tierras de Samaria y sus habitantes no les dieron hospitalidad, por lo que se dirigieron a JESÚS para pedir fuego del cielo, que acabase con ellos. Se considera que Santiago murió decapitado por orden de Herodes Agripa en el año cuarenta y cuatro (Cf. Hch 12,2). Es el primer apóstol que muere martirizado confesando a JESUCRISTO, su SEÑOR. Dada la proximidad de su martirio se encuentran dificultades de tiempo para considerar la presencia de Santiago en España.  Como sabemos no se puede navegar todos los meses del año, por lo que el viaje de ida tenía que esperar seis meses como mínimo para la vuelta a Jerusalén. La ruta romana para España tenía su llegada a Tarragona. La antigua vía fenicia llegaba hasta las Columnas de Hércules, en Cádiz; pero en el siglo primero la aventura marítima podía continuar bordeando la fachada atlántica de la península hispánica, según los romanos, y entrar por tierras gallegas en la Hispania romana. Ajustando los tiempos, cualquiera de las tres opciones anteriores es posible.  La tarea evangelizadora en España pudo transcurrir entre los primeros años treinta hasta el cuarenta y tres, emprendiendo la vuelta a Jerusalén.

Cada apóstol estaba acompañado de algunos otros discípulos evangelizadores; y así en la tumba encontrada, a mediados del siglo nueve, en la actual Compostela, se hallan las tumbas de dos discípulos: Teodoro y Anastasio. Bien pudieron ser estos los discípulos que recogieron los restos del apóstol Santiago para ser enterrados en el “Campo de las Estrellas” –Iria Flavia-, en tierras gallegas, después de la muerte del apóstol.

La conquista de España para los romanos no fue una empresa fácil: la romanización tuvo que vencer algunos obstáculos. Lo mismo ocurre con el Cristianismo. La versión tradicional y religiosa de la aparición de la VIRGEN al apóstol Santiago en Zaragoza, concuerda con las dificultades que pudo encontrarse Santiago en estas tierras. Nadie más apta para la bilocación que la santísima VERGEN MARÍA. No debería representar inconveniente alguno la presencia milagrosa de la VIRGEN en Zaragoza para infundir ánimo a Santiago, pues los fenómenos de bilocación están atestiguados en nuestra historia del Cristianismo. Un buen número de personas han sido testigos de la presencia de san Pío de Pietrelcina(1887-1968), santo perteneciente al siglo pasado; o la acción evangelizadora de la beata María Jesús de Ágreda, que sin moverse de su convento en esta localidad soriana dio las primeras nociones cristianas a los indios americanos que iban a ser evangelizados por los franciscanos de tierras californianas. Muchos indios habían oído hablar del bautismo y de las primeras nociones cristianas, porque una mujer vestida de azul se lo había enseñado. María Jesús de Ágreda se presentaba por su nombre a los indios, a los que visitó en más de quinientas ocasiones, y podía dar descripciones precisas a los superiores franciscanos que la visitaron, sin moverse de su convento. El fenómeno de la bilocación pone de relieve una de las posibilidades que el ESPÍRITU SANTO muestra en momentos excepcionales. El apóstol Santiago, y la santísima VIRGEN MARÍA están íntimamente asociados a las raíces del Cristianismo en España y en toda Hispanoamérica.

La persona del apóstol Santiago está vinculada en España a los principios del Cristianismo, que un día fueron el motor que movió a los españoles de las distintas regiones a expulsar al musulmán de nuestros territorios. Tan solo permanecieron los que adoptaron el Cristianismo como religión propia. Este impulso de reconquista del territorio español y de la Fe católica se movió al grito de Santiago y cierra España. Los cristianos fueron reconquistando palmo a palmo, no sin retrocesos, el suelo peninsular. Desde la batalla de Clavijo (844) hasta las capitulaciones del Reino Nazarí, en Granada por los Reyes Católicos (1492) la defensa de la Fe estuvo como objetivo principal de los españoles. Los ánimos estaban dispuestos en este sentido para afrontar los descubrimientos de las nuevas tierras, tras el primer viaje de Cristóbal Colón. De forma inmediata, los Reyes Católicos dieron prioridad a la evangelización y resulta sorprendente la expansión de las órdenes mendicantes en el Nuevo Mundo, franciscanos, dominicos y agustinos, que en pocas décadas impregnaron de Cristianismo los territorios recién descubiertos. En toda esta empresa no dejó de estar presente la invocación al apóstol Santiago, al que recuerdan como patrón numerosas ciudades en toda la América hispánica. Lo mismo que en territorio peninsular, la presencia mariana de la VIRGEN fue decisiva para la asimilación de la nueva religión, que sustituyó los cultos presididos por los sacrificios humanos con los que se pretendía contentar a las divinidades de entonces. El catolicismo de forma especial estuvo dispuesto siempre a favorecer el mestizaje, que resultó esencial para la difusión de la religión.

 

Santiago, patrón de España.

Vamos cediendo a la corriente secularista, que trata por todos los medios de reducir las expresiones religiosas católicas. En otros tiempos, entre nosotros, la solemnidad de Santiago Apóstol era fiesta de precepto y fiesta laboral. La operación de rompimiento de la unidad de España se viene realizando desde frentes diversos, y entre ellos, no el menos importante, está el factor vertebrador de la religión, al que se está dispuesto a neutralizar por todos los medios. La mala comprensión de la propia religión y la leyenda negra sobre la  misma pesan de forma especial en los ánimos de muchas personas, incluso bautizadas. Es necesaria una nueva corriente de evangelización, que reactive los fundamentos de la Fe, y en esto seguimos necesitando la protección  y ayuda del apóstol Santiago.

 

Profecía eucarística

En la actividad profética de Eliseo se cuentan numerosos milagros y prodigios. Eliseo fue discípulo principal del profeta Elías, del que recibió los dos tercios de la fuerza profética. Esa fue la promesa del maestro, si cuando fuera arrebatado al cielo sus ojos eran capaz de presenciar el hecho (Cf. 2Re 2,9-12). Las cosas sucedieron según los deseos de Eliseo, y siguieron produciéndose a través de su actividad profética numerosas manifestaciones, que atestiguaban la presencia en medio del Pueblo de un profeta según la voluntad de YAHVEH. Eliseo continúa la vinculación de su maestro con el Monte Carmelo, sin que ello fuera  impedimento de moverse con libertad por los distintos lugares del Reino del Norte donde el profeta desarrolló su misión entre mediados del siglo noveno (a.C.), y los diez primeros años  del siglo octavo. La obra de Elías y Eliseo se recogen en los dos libros de Reyes. El milagro de Eliseo más comentado en la liturgia corresponde a la curación de Naamán el sirio afectado de lepra, que es mencionado por JESÚS en la sinagoga de su pueblo cuando es rechazado por  los suyos (Cf. Lc 4,27). No quedan registros de las predicaciones de Elías y Eliseo, pero sus intervenciones quedan bien expuestas en los dos libros de Reyes. El episodio de los panes de cebada es un anticipo de las multiplicaciones de los panes relatadas en los evangelios.

El profeta Elías realizaría un prodigio similar en casa de la mujer viuda de la región fenicia, cuando el hambre asoló la tierra durante tres años. En aquel caso, ni la harina ni el aceite se   terminaron y tuvieron alimento mientras duró la hambruna (Cf. 1Re 17,13-16). El pan de cebada, veinte panes, dará de comer a cien personas y sobrará (Cf. 2Re 4,42-44). De nuevo se repite el mensaje bíblico: DIOS nunca deja de su mano a los suyos. Pero tanto Elías como Eliseo están en la contienda entre los dioses dedicados a los baales y el culto  a YAHVEH. Los males sin cuento suceden porque los ídolos entran de lleno en la vida de los que habían prometido fidelidad a YAHVEH. El ídolo no tiene capacidad providencial, todo ídolo es sinónimo de muerte espiritual y física. Esta constante sigue vigente, como podemos observar. El ídolo está vacío y como un poderoso agujero negro engulle a todo el que entra dentro de su campo de influencia. El ídolo hace gravitar hacia el vacío y la oscuridad, aunque los primeros compases de este ritmo infernal sean agradables, pero el resultado final es lamentable.

 

Más de cinco mil

El evangelio de san Marcos consta de dieciséis capítulos y por tanto es el más breve de los evangelios sinópticos. Para ajustar la distribución de su recorrido a lo largo del “Ciclo B” de la liturgia dominical, se complementa con la proclamación del evangelio de san Juan. Habíamos dejado el domingo anterior a JESÚS y sus discípulos, recién llegados de la misión evangelizadora, rodeados de una multitud que dio con ellos en el lugar retirado al que pensaban llegar. La multitud intuyó el paradero de JESÚS con los suyos, que iban en barca por el Lago, y los otros por tierra los adelantaron. JESÚS los observó “como ovejas sin pastor y se compadeció de ellos” (Cf. Mc 6,34). JESÚS los instruía con toda la calma y paciencia del MAESTRO que sabe con certeza el ritmo de aprendizaje espiritual de cada uno . Pero la enseñanza basada en la Palabra va acompañada en este caso del signo de la multiplicación de los panes y los peces. El evangelio de san Juan dedica el capítulo seis de su relato evangélico a desentrañar la trascendencia de este signo o milagro, que adelanta lo que va a ser el Sacramento de la Eucaristía. Durante cinco domingos la liturgia hará lectura continua en la proclamación del evangelio del capítulo seis de san Juan, con lo que tendremos ocasión de realizar una nueva contemplación del gran milagro y misterio eucarístico. San Juan antes de entrar en las honduras del misterio eucarístico relata el signo o milagro de la multiplicación de los panes y los peces, en el que participan cinco mil (v.11).

 

Muchos siguen a JESÚS

“Se fue JESÚS a la otra ribera del Mar de Galilea, el de Tiberiades. “Mucha gente lo seguía porque veía las señales que realizaba con los enfermos” (v.1-2). La designación del Mar de Galilea como de Tiberiades era una señal añadida de vasallaje al poder romano, que en aquellos momentos estaba presidido por el emperador Tiberio. Alrededor del Lago también  estaba la ciudad de Tiberiades, que reconociendo su existencia no se relata intervención alguna de JESÚS en ella. El evangelio de san Juan como los sinópticos emplea como fórmula de transición entre una y otra secuencia “el paso a la otra orilla” de aquel Lago que servía de medio evangelizador para los propios discípulos, y en determinados casos también para las multitudes. En el evangelio de san Juan sigue permaneciendo ignoto el paradero de la travesía, tan solo nos permite conjeturar como ocurría con el texto de san Marcos del domingo anterior.   Este movimiento de JESÚS con sus discípulos tiene su sentido, pero aparecerá en algún momento relacionado con otros datos del propio relato, pues nada queda abandonado al azar dentro de la Escritura. No parece que el dato tenga una importancia capital, pero tampoco es despreciable, aunque a primera vista resulte aleatorio. El evangelio de san Juan en estos versículos da a entender que JESÚS con sus discípulos fue en barca a la otra orilla del Mar de Galilea, seguido de mucha gente, pero el evangelista no aclara si todos fueron por tierra o lo hicieron también en otras barcas en la misma dirección que JESÚS y sus discípulos. Señala el evangelista, por otra parte, el interés por la curación de los enfermos. Todo signo es interpretable, pues aparece como resultado visible de una realidad profunda que permanece oculta. El milagro es un signo y debe ser interpretado de forma adecuada. El signo precisa de otras señales que aporten criterio y conocimiento para una correcta valoración. La curación de los enfermos en una sociedad asistida por una medicina elemental era algo de gran trascendencia. Un leproso, un ciego o un paralítico curado tenía una repercusión extraordinaria. Las noticias en las localidades eran los sucesos de los vecinos. En otros tiempos de los vecinos se sabía casi todo; en nuestro tiempo, el vecino de al lado puede ser un perfecto desconocido como así ocurre en la mayoría de los casos. Para bien o para mal, las cosas han cambiado drásticamente en este sentido. Resulta comprensible que la divulgación de un prodigio o milagro se propagase con tanta rapidez como la velocidad de luz. En aquellos tiempos la noticia que tardaba en conocerse varios días era perfectamente actual. En nuestro tiempo una noticia puede quedar ignorada minutos después de producirse.

 

JESÚS el MAESTRO

“Subió JESÚS al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos” (v.3). Con alguna frecuencia debemos subrayar la condición de MAESTRO por parte de JESÚS.  Este versículo ofrece la imagen sedente que adopta el MAESTRO de Sabiduría enseñando con los discípulos alrededor. Para cualquiera de nosotros, los cristianos, las cosas no han cambiado: estamos  necesitados con urgencia de la enseñanza del MAESTRO. La imagen aportada en este texto es una conquista: no se accede a la compañía cercana con el MAESTRO, si no se establece por medio un periodo de búsqueda. Es cierto que la Gracia inicial para distinguir la LUZ de la oscuridad llega de forma gratuita, pero lo que viene después es preciso trabajarlo: el MAESTRO va a comprobar si el discípulo mantiene un verdadero interés o por el contrario archivó el momento de conversión como una experiencia más entre otras muchas, sin mayor  relevancia. No sería una gran montaña en la que se sentó JESÚS con sus discípulos, pero podría ser cualquier elevación, que diese oportunidad a una congregación de personas en un número que está señalado en cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños, como señalan  otros evangelistas. Por otra parte la imagen de JESÚS con los Doce es una buena representación de la Iglesia, a la que estamos convocados todos para recibir el alimento de la Palabra, y el gran milagro de la EUCARISTÍA. Las palabras de JESÚS pueden conjugarse en los siguientes términos para todas las personas y tiempos: “Venid a MÍ, porque YO SOY” (Cf. Mt 11,28; Jn 8,24 )Venid a MÍ, los que buscáis sabiduría, porque YO SOY la fuente de la misma”. “Venid a MÍ, los que tenéis dificultades grandes o pequeñas; porque YO SOY el BUEN PASTOR que doy protección y alimento”. “Venid a MÍ los enfermos, porque YO SOY la fuente de la salud”. Y de forma especial, “venid a MÍ los que buscáis el correcto conocimiento de DIOS, porque YO SOY el HIJO, que lo revela a quien encuentra bien dispuesto.

 

Segunda fiesta de Pascua

Tenemos en el evangelio de san Juan señaladas tres celebraciones de Pascua: la primera en el capítulo dos (Jn 2,13); la segunda en el presente capítulo (v.4); y la tercera coincidirá con el momento de su muerte, que se producirá en el momento en el que los corderos eran sacrificados en el Templo  para la Cena de Pascua de ese día (Jn 13,1; Mc 14,12). Este signo de la multiplicación se realiza en la proximidad de las fiestas de la Pascua, sin que necesariamente coincidiera con ella como ocurrió con la crucifixión. También sucede, que el evangelio de san Juan no ajusta la institución de la Eucaristía a la Cena de Pascua, sino en las proximidades de la misma, lo que no impide la institución de la Nueva Pascua que señala el Paso del HIJO de este mundo al PADRE (Cf. Jn 13,1). Porque el fondo de la Pascua significa el Paso de la esclavitud a la libertad; y quien realiza ese paso definitivo con toda la humanidad es JESUCRISTO, que dispone de un nuevo tiempo y una nueva liturgia.

 

JESÚS mira a la multitud

San Juan omite en principio la enseñanza a las gentes, que san Marcos refiere (Cf. Mc 6,   ); y se destaca la importancia del signo que JESÚS va a realizar. “Al levantar JESÚS los ojos y ver que venía hacia ÉL mucha gente, le dice a Felipe, ¿dónde vamos a comprar panes para que coman estos? El MAESTRO pregunta sin intención de examinar, sino la de crear las actitudes convenientes en el discípulo, pues la verdadera enseñanza depende de la inspiración o revelación recibida del propio MAESTRO. Felipe y el resto de los Apóstoles deben abrir su comprensión al poder de JESÚS. Por otra parte, está apunto de realizarse una representación  actualizada del paso del Pueblo por el desierto en tiempos de Moisés. El escenario es muy distinto, pues en aquel lugar había mucha hierba verde (v.10). Pero los ecos del maná recibido como alimento en el desierto iban a estar resonando durante todo aquel milagro de la multiplicación de los panes.

 

Doscientos jornales

JESÚS sabía lo que iba a hacer, pero era necesario preguntar e incentivar la colaboración de los discípulos ante el signo extraordinario que tendría lugar seguidamente. El grupo apostólico recibía donativos, que contribuían a sus sustento; y Felipe dice a JESÚS: “doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le corresponda un pedacito” (v.7). Algunas traducciones con buen criterio hacen la equivalencia del denario que pagaba a una jornada de trabajo, como se refleja en alguna de las parábolas de los sinópticos. Más de medio año de trabajo no sería suficiente para alimentar a la multitud. La lección se va impartiendo gradualmente: el trabajo humano no es suficiente para sustentar al hombre.

 

La colaboración solidaria

Andrés presenta a un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, “¿pero esto que es para tantas personas?” (v.9) El pan de cebada era el que consumía la gente pobre. En este punto del relato algunos opinan que hubo un despertar de la solidaridad en todos los presentes que empezaron a compartir, y en eso consistió el milagro de la multiplicación; sin embargo tal interpretación resulta un tanto forzada para mantener una ausencia de causa extraordinaria con explicación suficiente desde el punto de vista humano. El milagro de la multiplicación de los panes puede resultar espectacular, pero queda muy lejos de la presencia real de JESÚS en la EUCARISTÍA, de la que este signo es un anuncio. Si no despojamos a JESÚS de su condición de VERBO de DIOS, el signo de la multiplicación de los panes y los peces resulta del todo factible y coherente.

 

En actitud de hombres libres

Según el texto evangélico, el milagro se produce en tiempo de primavera, pues había mucha hierba verde, en la que los reunidos podían recostarse (v.10). Es la otra cara de la marcha por el desierto del Pueblo elegido, que dependía en su organización de jefes de cien y de cincuenta, en la administración del orden y la justicia (Cf. Ex 18,21-25). Los que estaban allí reunidos participaban de la libertad de los redimidos por JESÚS, el BUEN PASTOR, que en verdes praderas hace recostar a los suyos (Cf. Jn 10,9; Slm 23,1-2). Es una imagen del Israel redimido, que es convocado por DIOS en el Monte Santo para participar del banquete de platos suculentos (Cf. Is 25,6 ). Se recostaron los hombres en número de unos cinco mil (v.10). Puede haber en este número una alusión velada a las cinco llagas del CRUCIFICADO que redimen a una multitud inmensa, pues el número mil simboliza el número incontable de los que son salvados.

 

Como el padre de familia en la Cena de Pascua

“JESÚS tomó los panes, y después de dar gracias los repartió entre los que estaban recostados, todo lo que quisieron, y lo mismo de los peces” (v.11). Nosotros, en cada celebración de la Santa Misa, asistimos en la presentación de ofrendas a la repetición de una oración similar a la del padre de familia en la Cena de la Pascua judía: “Bendito seas SEÑOR, DIOS del Universo, por este pan fruto de la tierra y del trabajo de los hombres”. JESÚS da gracias y bendice en distintas ocasiones y de forma especial por el alimento recibido, del que depende esta vida que es un don de DIOS en todas sus vertientes positivas. No dejamos de alimentarnos, de recibir elementos que revitalizan o mantienen nuestra condición biológica, psicológica y espiritual. Nuestro alimento espiritual es DIOS mismo, y JESÚS pretende significar este aspecto partiendo de un signo que está impregnado de un ambiente espiritual por la acción de gracias de JESÚS y su misma presencia.

 

Que nada se pierda

Aquel alimento es un signo valioso de la Gracia, que no debe perderse bajo ningún concepto, pero el desenvolvimiento de los acontecimientos dirán otra cosa en muchas ocasiones. JESÚS les dice: “cuando se saciaron dijo a sus discípulos, recoged los trozos sobrantes, para que nada se pierda. Los recogieron y llenaron doce canastos con los restos de los cinco panes de cebada a los que habían comido” (v.12-13). En otra parte el evangelio de Juan nos dice que JESÚS, el BUEN PASTOR, ha venido para que “tengamos vida y vida en abundancia” (Cf. Jn 10,10), pero esta abundancia no es motivo para el despilfarro, sino para demostrar el infinito  Amor de DIOS a todos los hombres. Existe una enseñanza amplia en estos breves versículos, que atañen de modo directo a los Apóstoles como dispensadores de las raciones –de la Gracia- a las horas convenientes a los que les son encomendados (Cf. Mt 24,45). Hemos observado, que en este relato de la multiplicación de los panes y los peces no son los discípulos los que realizan la distribución, sino el propio JESÚS; sin embargo son ellos los que deben procurar que nada se  pierda de la Gracia dispensada.

 

Reacción de la gente

El verdadero signo de la multiplicación de los panes y los peces no es visto por la multitud, que aprecia simplemente el haber comido y reaccionan en este sentido: “al ver la señal, decían, éste es verdaderamente el Profeta que había de venir al mundo. Dándose cuenta, JESÚS, que iban a llevarlo por la fuerza para proclamarlo rey, se marchó al monte ÉL solo” (v.14-15).En las tentaciones del desierto, JESÚS había previsto situaciones como esta. El malentendido de su mesianismo por parte de las gentes y la directa tergiversación de las Escrituras por parte de las autoridades religiosas, llevaron a JESÚS a la Cruz. En la siguiente Pascua, JESÚS ya no se marcharía, y acabará su misión con la manifestación en el centro mismo de la religión judía. Pero todavía no ha llegado su Hora, y el vano entusiasmo de la multitud debe bajar varios grados, y por eso JESÚS se oculta a la vista de los presentes, retirándose ÉL solo. Dentro de  un año aproximadamente, también estará solo, pues de lo contrario los discípulos correrían la misma suerte que ÉL; y en san Juan JESÚS declara: “si me buscáis a MÍ, dejad marchar a estos” (Cf. Jn 18,8).

 

San Pablo, carta a los Efesios 4,1-6

Uno de los grandes temas que preocupa al apóstol y lo refleja de forma expresa es el de la unidad de Fe dentro de sus comunidades. La unidad de un grupo no es uniformidad o fusión de los componentes, sino una relación personal basada en la Caridad de CRISTO, al estilo de lo dado en san Juan: “amaos los unos a los otros como YO os he amado” (Cf. Jn 13,34). La religión sin fraternidad está hueca, no hay nada en ella; y el mismo san Juan en su primera carta nos lo dirá: “nadie puede decir  que ama a DIOS a quien no ve, si no ama a su hermano a quien ve” (Cf. 1Jn 4,20) La unidad de doctrina de los Apóstoles obedece a principios básicos, que presentan una adaptación suficiente a las distintas mentalidades, grupos y culturas. La moral cristiana en los primeros tiempos fue una drástica alternativa a los modos de vida dados por aquellas regiones afectadas de un buen número de excesos; sin embargo los evangelizadores no se arredraron en presentar un poderoso Mensaje con efectos sanadores para sus oyentes y destinatarios. El apóstol, en este caso podía mostrar un tono exigente en sus requerimientos. El modo imperativo de las expresiones de esta carta no anulan la Caridad que las anima, por eso son recibidas con agradecimiento. El Apóstol no está despreocupado de la suerte que corren sus comunidades, y desde la cárcel escribe una carta a la que sólo era necesario cambiar el encabezamiento y poco más para enviarla a distintos destinatarios. Estamos ante  un primer modelo de una carta encíclica.

 

Exhortación en CRISTO

“Os exhorto, preso por el SEÑOR, a que viváis de una manera digna de la vocación a la que habéis sido llamados” (v.1). En esta carta queda patente, que todos hemos accedido a la salvación por pura Gracia, pues tal cosa en absoluto se debe a las obras, para que nadie se gloríe en sí mismo o en lo que hace; pues “la Gloria es sólo del SEÑOR” (Cf. Ef 2,8-9; 2Cor 10,17). Teniendo muy claro esto último, sin embargo la gratuidad no puede dar rienda suelta al libertinaje: las obras, en adelante, después de haber sido llamados y revelado el misterio eterno de DIOS para cada uno, tienen que corresponder con una conducta digna del SEÑOR. Se abre para nosotros un destino de eternidad en el que DIOS piensa colmarnos de bendiciones muy superiores a las presentes, y la correspondencia a tal generosidad es una vida cristiana, que responda a la vocación a la que se nos ha llamado por pura Gracia.

 

Columnas de la ética cristiana

El modelo de conducta del cristiano está en el mismo CRISTO, “el cual siendo de condición divina, no permaneció con avidez en su condición de DIOS, sino que se despojó de su rango, adoptando el lugar del esclavo” (Cf. Flp 2,6-7). Este texto de Efesios señala de forma esquemática: “habéis de vivir con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros con amor” (v.2) Cualquier virtud que mencionemos será auténtica, si existe  humildad y mansedumbre. Humildad para reconocer el lugar personal dentro del Plan de DIOS y la propia precariedad humana, que por otra parte está llamada por DIOS a heredar una perfección santa. A imagen de JESÚS somos imitadores suyos en compartir las cargas de los hermanos en una solidaridad presidida por la Caridad. Gran paciencia mostró JESÚS en el trato con los suyos bastante torpes y lentos en comprender las cosas esenciales (Cf. Lc 24,25). La intransigencia está reñida con la paciencia que se indica como una de las obras de misericordia: llevar con paciencia los defectos de nuestro prójimo. Como podemos observar, san Pablo propone una correspondencia adecuada al don de la Gracia y de la Salvación.

 

El don de la unidad

La unidad de los cristianos es un objetivo a conseguir después del minuto dos de la venida del ESPÍRITU SANTO en Pentecostés. El primer minuto se lo otorgamos a la realización de la perfecta unidad por parte del ESPÍRITU SANTO de los allí reunidos, pero desde entonces la unidad de los cristianos es una conquista como nos muestra tanto el libro de los Hechos de los Apóstoles como las propias cartas de san Pablo. Pero no debemos desistir del empeño. Los muros infranqueables se levantan cuando aparecen los grupos de perfectos incontaminados, únicos valedores de las esencias. En los tiempos que corren todos los que nos consideramos católicos debemos tener como denominador común la Escritura y las conclusiones del Concilio Vaticano II, del que un buen número de católicos reniegan con gran perjuicio para la unidad  querida por el SEÑOR. No puede ser que el mayor concilio de la Iglesia Católica sea descalificado como si el ESPÍRITU SANTO no hubiera intervenido, incluso en medio de las carencias y pecados de los hombres. No se puede descalificar el ecumenismo, el documento sobre la libertad de conciencia o la libertad religiosa; tampoco se puede anular el documento sobre las Sagradas Escrituras, que propone entre otras cosas el estudio concienzudo y científico de los textos sagrados, sin menoscabo del pronunciamiento magisterial, que al mismo tiempo debe estar abierto a los descubrimientos contrastados. El Concilio Vaticano II es un gran potencial espiritual y doctrinal que debe estar abierto a las distintas mociones que el ESPÍRITU SANTO vaya realizando. En la Iglesia Católica caben los distintos ritos litúrgicos  con el debido respeto hacia los que no se identifican con el propio. Es necesario “tener empeño en mantener la unidad del ESPÍRITU con el vínculo de la paz” (v.3)

 

También nuestras fórmulas litúrgicas, pasan.

“Un solo Cuerpo y un solo ESPÍRITU, como una sola es la Esperanza a la que habéis sido llamados” (v.4). Ninguno de los grupos cristianos puede tener un horizonte de eternidad distinto, por lo que se deben armonizar todas las realizaciones de este mundo, incluidas las religiosas, a esa visión de lo permanente que nunca se terminará. Esta es en último término la Esperanza a la que hemos sido convocados. La soberbia religiosa puede llegar cotas muy altas cuando las personas nos encastillamos en la superioridad del rito litúrgico que practicamos, y resulta que la Caridad está en cero grados. Si la autoridad de la Iglesia, desde los obispos hasta llegar a la curia papal, han aprobado unos textos, ¿qué objeción razonable se va a proponer?  ¿Es mejor el latín en la liturgia o la lengua vernácula de cada pueblo o región en la que la celebración pueda ser comprendida? Quien posea los conocimientos de la lengua latina y sepa interpretar los ritos de la liturgia de san Pío V, que solicite por los cauces debidos su realización, pero que no desprecie como inferiores a los que nos podamos contentar con una sencilla celebración, en la que el sacerdote mira a sus fieles, al que consideramos actuando “in persona CHRISTI”. Que no se equivoquen los perfeccionistas, también aquella liturgia de hace cinco siglos tiene serias deficiencias, que deberían conocer y subsanar sus convencidos partidarios; pero sobre todo dejar a un lado las amenazas de escisión, ruptura o cisma, porque para nada podrían ser considerados ni como héroes ni santos.

 

Un solo SEÑOR

“Un solo SEÑOR, una sola Fe, un solo  Bautismo. El fundamento del Bautismo es el SEÑOR que nos ha hecho posible; y una vez recibido el bautismo se convierte en la puerta y la senda que conduce a la vida eterna, pues la vida que no termina se inicia con las arras del ESPÍRITU SANTO recibidas el día de nuestro Bautismo. Desde entonces aunque nuestra tienda exterior se va deteriorando, nos vamos renovando interiormente (Cf. 2Cor 4,16).

 

Nada está fuera de la acción de DIOS

“Un solo DIOS y PADRE de todos, que está sobre todos por todos y en todos” (v.6). JESÚS les dijo a los discípulos: “YO SOY el CAMINO” (Cf. Jn 14,6), y les aclara que es el CAMINO porque  sólo por ÉL se va y llega al PADRE. El punto final del ascenso del HIJO con todos los redimidos es el PADRE, que está sobre todos. Pero esta trascendencia no representa el desentendimiento de los que estamos llamados a ser sus hijos adoptivos, sino que por nosotros envió a su HIJO para que sus dones y bendiciones estén presentes en el estado  actual de existencia; siendo la bendición más grande, la inhabitación en aquellos que  respondan a la vocación para la que hemos sido llamados. San Juan lo expresa así: “el que me ama, el PADRE lo amará y vendremos a él, y haremos morada en él” (Cf. Jn 14,23). Así san Pablo nos ofrece el gran misterio de la presencia totalizante de DIOS con brevedad y síntesis: “un solo PADRE de todos, que está en todos” (v.6). San Agustín afirmará, que DIOS es más íntimo a uno mismo que la propia identidad espiritual, pues es su presencia quien puede sostener lo que un día creó por Amor. Este misterio tan radical e importante nos muestra lo imperfecta que resulta nuestra percepción de DIOS

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