¿Le está permitido «todo» al Papa? «El papa es el Papa», dicen algunos.

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Y a ti te daré las llaves del reino de los Cielos; y todo lo que atares en la tierra quedará atado en el Cielo, y todo lo que desatares en la tierra quedará desatado en el Cielo.

Son las palabras, ciertas y fuertes pero atinadísimas, de Cristo hablando a Pedro, al primer Papa de la Historia de la Iglesia, por la que nos viene la Salvación obrada por Él mismo en favor nuestro. Son palabras “roqueñas” para la primera “Roca” o “Piedra»: para Pedro. Y para todos sus Sucesores.

Para muchos -a día de hoy, y con la que está cayendo en la Iglesia-, incomprensiblemente, les parece que son palabras que significan que al Papa, le está permitido TODO. Lo acuñan de esta manera: “el Papa es el Papa”. Y punto. Ya no hay nada más que decir o hacer al respecto. Cuando hay mucho que decir, hacer y aclarar al respecto.

De este modo, pretenden taparte la boca y señalarte como “antipapa” y, por tanto, “anticatólico», si pretendes que se equivocan: “¿Ha tosido el Papa?, luego eso es magisterio, y todos a toser… o no se está con el Papa ni, por consiguiente, con Cristo en su Iglesia».

Son los intérpretes “ad literam” de la Escritura Santa: TODO hay que entenderlo LITERALMENTE. Y esto es un error, condenado por la Iglesia Santa. Es la “lectura” que hace el fundamentalismo bíblico, muy en consonancia con el fideísmo. Y no lo digo yo como sacerdote: lo dice hasta Wikipedia. Incluso Francisco ha dicho que ‘hay mucho “talibán” en la Iglesia’. “El que pueda [y quiera] entender…“, que lo haga; pero que no incordie, por favor.

A la hora de INTERPRETAR la Palabra de Dios, hay otras formas de hacerlo, y no solo la literal; y son y están plenamente vigentes por autorizadas. Formas que vienen exigidas por el tema, y por la propia “forma». Por supuesto que hay Palabras que, si no son tomadas en su literalidad, no solo es que no se entienden, es que se deforman y dejan de significar lo que señalan. Por ejemplo: Esto es mi Cuerpo… Esta es mi Sangre… O bien: El que crea se salvará, el que no crea se condenará. Todo esto es ad literam, o tal cual.

Pero otras muchas, no. Hay que ver el texto y el contexto, por ejemplo. Y para ilustrarlo, nada mejor que las palabras con las que hemos comenzado este artículo: Todo lo que atares en la tierra…

Es imposible que esto solo se pueda interpretar y, en consecuencia, asumir -por el Papa en primer lugar, y por los fieles a continuación-, de modo LITERAL. Es decir: de modo ABSOLUTO. [Término que se ha puesto en primera línea después de unas palabras del Santo Padre referidas, ni más ni menos que a los Mandamientos de la Ley de Dios].

Porque el Señor Jesús, con sus Palabras, no le está dando a Pedro “un cheque en blanco”, ni lo está colocando como Soberano “Absoluto», sino como “Soberano Ponntífice», que no es lo mismo. En la Santa Iglesia no hay más “absoluto” que DIOS -en Jesucristo; y, desde Él, el Padre y el Espíritu Santo-, y lo que de Él deriva: su Vida y sus Palabras y las verdades de Fe contenidas ahí. Y punto.

Todo lo demás, tiene su texto y su contexto, como he señalado: también la “Infalibilidad Papal”, acuñada, determinada y concretada en el Concilio Vaticano I, que se quedó exactamente en esto: había que dejar meridianamente claro qué era Magisterio y qué no; y, por consiguiente, cómo había que tratar, acoger y asumir las cosas que nos venían del Papa, porque no todo está al mismo nivel, porque no todo es lo mismo.

Y buena falta hacía, porque la que le iba a caer a la Iglesia y a sus hijos, entonces y ahora, era y es gorda. fue un auténtico “soplo del Espíritu Santo».

Esa Definición Dogmática -verdad de Fe Católica-, abordó la consiguiente responsabilidad, por parte de todos en la Iglesia, de acatar esa Infalibilidad, por encima de criterios o gustos personales, en su Magisterio Extraordinario. A la hora del Magisterio Ordinario, la presunción cae también a favor del Papa… “porque es el Papa”: aquí cabe perfectamente.

Fuera de esto, la cosa cambia. Y puede hacerlo profundamente.

Porque el atar y desatar hay que entenderlo -y es su contexto preciso y necesario-, en orden a la Salvación de las almas, siguiendo el mandato expreso de Cristo. De modo que, cuando el Papa dice una cosa que no está en este “contexto», todos tenemos que aplicarnos aquello de Jesucristo de “ver, oír y entender“. Obligada y necesariamente. Otra cosa muy distinta es que haya gentes que pretendan que nos comportemos como marionetas. Pero, desde luego, no es eso la Voluntad de Dios.

Precisamente por esto, escribí reiteradamente en su momento que: “en la Iglesia Católica NADIE tiene el poder de cerrar los templos e impedir la administración de los Sacramentos a sus hijos”. Como nadie tiene poder para cambiar los Sacramentos, o para decir que los Mandamientos no tienen una validez absoluta sino “relativa«, que es lo que les queda.

Y NADIE es NADIE. Porque en Ella no hay un Poder Absoluto; sino, repito, un Poder -de Gobernar, Enseñar y Santificar- en orden a la Salvación de las almas. Y solo en este orden. Y, en este orden, el CERROJAZO, o esos “cambios” no son de recibo, porque NO VIENEN de DIOS.

¡Que la Iglesia NO es una SECTA: es la Iglesia Fundada por Cristo! Y la Iglesia es el único sitio donde debería haber un cuidado exquisito respecto a la libertad y la responsabilidad personales: qua Christus nos liberavit!: con la libertad que Cristo nos ganó.

Porque en ningún otro sitio existe, porque en ningún otro sitio “se nos gana” esa libertad; por eso tampoco “se nos puede conceder», porque nadie la posee por uno mismo: Dios sí, y por eso nos la puede dar, y nos la da.

Así lo ha entendido siempre la Iglesia; y por eso acuñó: ab interius nemo iudicatnadie puede juzgar respecto a la Conciencia personal. Aquí, hasta el Poder de la Iglesia se detiene; también el del Papa. Precisamente para RESPETAR, por VALORAR al máximo, la LIBERTAD personal; que RESIDE, muy en particular y muy en especial, en la propia CONCIENCIA.

NADIE en la Iglesia -y mucho menos fuera de Ella-, puede FORZAR la Conciencia de otro. Justo lo contrario que se ve en el mundo político y social, donde continuamente -por situarse contra Dios-, se arrasa con ese INTANGIBLE MORAL que es la propia Conciencia.

Y añade, acotándolo: nisi Deussolo Dios puede entrar ahí. Y nadie más. Porque la Conciencia es el “lugar»,  o sea, el “Santuario” del encuentro personal entre Dios y uno mismo. Por esto tenemos ENTENDIMIENTO o INTELIGENCIA: para juzgarlo TODO con, desde y hacia Dios. Es nuestra primera OBLIGACIÓN MORAL.

Pero, además, sabemos que la Fe no puede oponerse a la Razón. Y esto significa que lo que va contra la racionalidad -contra la Razón-, no puede ser de Fe o exigido por la Fe, porque ES INMORAL. Ni puede ser imperado por tanto, por Autoridad alguna, ni civil ni eclesiástica. Y, si lo hacen, abusan de su Autoridad, y se apean de ella, lo quieran o no; es decir: nos liberan de la obligación de OBEDECER “en conciencia”.

Por supuesto: hay que tener en cuenta que, como nos enseña la Iglesia Católica, y nos lo enseña también la experiencia personal -y ajena-, en la DUDA o en la CONFRONTACIÓN respecto a la VERDAD, la PRESUNCIÓN está a favor de Dios; y, en consecuencia, de la Fe. Y de la Iglesia Fiel.

Porque la Fe, al venir de Dios directamente, es la que SANA, ELEVA y PROTEGE a la Razón de los desvaríos que bien pueden darse -se dan, de hecho- en y desde aquí. La FE, infundida por Dios, ni desvaría ni puede desvariar.

Para mayor confianza y seguridad, estamos al cabo de la calle de los HORRORES que las mentes sin Dios no es que sean capaces de promover, sino que los promueven a diario: ¡nada se les opone! Porque sin la Fe, la Razón “se transforma” en un MONSTRUODentro y fuera de la Iglesia: por lo civil y por lo eclesiástico. Y sobran ejemplos.

Precisamente esa CARGA de “atar y desatar”, unida inexorablemente al CARGO -Romano Pontífice; los obispos, en el ámbito que les es propio-, hace que el Papa sea el primer interesado en actuar conforme al MANDATO de Cristo; luego, los obispos. Lo expresó magistral y magisterialmente Benedicto XVI en estos mismos términos, denunciando que el Romano Pontífice no es un Soberano Absoluto ni Absolutista.

De hecho, y en el fondo, el que menos “libertad” tiene en la Iglesia para hacer y deshacer “a su antojo” es… el Papa. Porque es Cristo en la tierra. Es más: acaba de afirmar, hace pocos días, que “con la verdad del Evangelio no se puede negociar”. Y debe saberlo muy bien. Él, más que nadie; se supone.

Cristo NUNCA JAMÁS obró de ese modo, sino para SERVIR -y no para ser servido-; vino para SALVAR, y no ser salvado: para AMAR, ENTREGÁNDOSE por todos nosotros hasta el extremo: este es el acicate para nuestra personal CORRESPONDENCIA.

Por esto, cuando el Papa habla de cosas fuera de este horizonte del Mandato Recibido -la Salvación de las almas todas-, al margen de la Sagrada Escritura y de la Tradición de la Iglesia, NO las dice “como Papa», aunque lo sea; y, en sí mismo, lo que dice y hace tiene un peso que no posee lo que diga cualquier persona.

Las dice como persona que es, con derecho a hablar de lo que quiera, como todos. Y con la posibilidad de equivocarse, como todos. Y con el riesgo de que no se le haga caso, como con cualquier opinión. O se apunten opiniones contrarias. Y punto. Y ese hablar suyo NO es Magisterio: ni Ordinario ni Extraordinario.

Es, será, “lo que ha dicho”, en un momento dado, sobre un tema concreto… y nada más. Si quiere decirlo con más carga, que lo expecifique: pero no que suelte cosas, que no las explique, que cada uno se lo monte como quiera, que se cargue la mano contra los que se niegan a asumirlo -porque en conciencia no pueden hacerlo-, y que se alabe y aplauda a todo aquel que se instale en el “sí, buana”.

Esto, cuesta entenderlo a cierto tipo de personas, buenas y piadosas, debido fundamentalmente a la “formación” que han recibido: ¡las han educado así y les cuesta admitir otra cosa, incluso contra la misma y tozuda EVIDENCIA! ¡Y contra la propia Palabra de Dios!

¡Que en la Iglesia no existe al culto a la Personalidad! En la Iglesia Católica no hay más culto que a Dios, en la Persona de Jesucristo, el Hijo que se nos ha dado. Es decir: ¡no hay más culto que el Culto Eucarístico!

No vaya a ser que pretendamos absolutizar lo que no debemos, y relativicemos lo que no tenemos derecho a relativizar. Por ejemplo, respecto a los Mandamientos de la Ley de Dios NADIE tiene potestad en la Iglesia para cambiarlos o relativizarlos.

Por supuesto: de todos estos enredos -caso de haberse metido en semejantes berenjenales- se puede salir, superándonos a nosotros mismos: porque la Gracia, que nos viene de Dios y de nadie más, NUNCA nos falta, ni nos puede faltar: Dios no sería Dios; aparte de que el Señor y su Madre siempre están ahí, y a nuestro favor.

Eso sí: hay que rezar con total sinceridad y sin prejuicios ante Dios, exponiéndole las cosas con humildad, con ganas de aprender de Él, primeramente. Luego, FORMARSE con profundidad, sin “apriorismos deformantes”, sin “ideologías alocadas” y «sin soltar lo primero que a uno se le ocurre”, circunstancias todas que arrasan con todo, hasta con lo más Sagrado.

Hemos de estar en la Iglesia, junto al Señor, bebiéndonos sus Palabras, comiéndonos sus Gestos, llenándonos de sus Sentimientos y saciándonos con su Gracia. Y siempre con ganas verdaderas de “mojarnos” personalmente, de esforzarnos en/por ENTENDER. Especialmente dos cosas: qué es el hombre -que es uno mismo y de dónde viene-; y más especialmente aún: qué es -y qué le supone- como hijo de Dios.

Y la Luz se hace, porque Él nos la da. Y la Paz se posee, porque se está con Él.

Ciertamente, la tentación es real y próxima -y bien a la mano: sobran los ejemplos-, en la que podemos caer todos en la Iglesia; especialmente expuestos -y en ellos es especialmente grave- los miembros de la Jerarquía, de arriba a abajo, que son los más proclives a caer en ella; y es donde más daño hace. De ahí que el demonio tiene especial interés en que caigamos en ella: es el pan de cada día en la Iglesia de hoy.

De este modo, solo siendo muy de Dios, solo aprendiendo de lo que HACE y DICE, sin “inventos” que solo tienen de audaces la forma, pero que no pasan de traiciones a Cristo, no hay líos, sino VERDAD y LIBERTAD: se está con Dios en SU Iglesia. Y uno, CREE, AMA y ESPERA, que es lo que, de nuestra parte, nos SALVA.

De la parte de Dios ya sabemos lo que nos salva: Él, con su Pasión, Muerte y Resurrección, trayéndonos a “su” Iglesia.

 

P. José Luis Aberasturi,

InfoCatólica.

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