Las oscuras componendas de un pusilánime gobierno paulino

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

Es una reunión urgente. Están los más importantes del gobierno provincial de la Sociedad de San Pablo. En sus rostros se percibe tensión y preocupación. Es necesario terminar con la situación lo más antes posible antes de que surja el escándalo. Lo que se expondrá no es menor. Ahí están tres reunidos, la cúpula del gobierno de la Sociedad de San Pablo.  Discutirán sobre una de sus estrellas, influencer y youtubero, a quien pondremos el nombre de Stephen. El veredicto parece anteceder a la deliberación. Su brillo pronto debe terminar.

 Los tres discuten acerca “calumnias a medias” y verdades consentidas. Hay que llegar al fondo de los supuestos contactos sexuales y convivencias homosexuales entre el youtubero Stephen quien ya es un paulino de votos temporales y un aspirante a la vida religiosa en la Sociedad de San Pablo.

Aunque algunas cosas, afirman, son mentira, los de la reunión reconocen lo innegable. Entre Stephen y el aspirante se confirman contactos íntimos y masturbaciones mutuas, pero sin llegar, supuestamente, a las relaciones coitales.

Los de la reunión callan como tratando de comprender la gravedad de los hechos. Las pruebas están en los mismos dispositivos del youtubero y del aspirante, en estos tiempos de la virtualidad todo deja huella, lo saben. Es necesario hacer algo de inmediato. Stephen crece y crece en fama con sus payasadas pastorales que le dan numerosos seguidores llegando lejos. Pronto podría ser ordenado.

Ellos saben de las copiosas evidencias que el aspirante conservó en su moderno celular, sus actividades homosexuales, un récord de promiscuidad y más promiscuidad. Triángulos amorosos y pleitos entre homosexuales. Y Stephen lo sabía, por eso le habían recomendado discreción con esta clase de amistades.

En la reunión, uno toma la palabra. Tiene autoridad y sabe de lo que habla, es un sacerdote especialista, desmenuza el caso y dilucida responsabilidades. Pone especial acento en lo de las masturbaciones mutuas. Eso es suficiente para configurar una conducta grave y lesiva de la vida religiosa, dice el perito. Hay que tomar medidas al respecto, radicales, antes de que esto vaya más lejos. Su conclusión es determinante: Lo que Stephen y el aspirante han hecho impedirá que sea ordenado en la Sociedad de San Pablo y, al aspirante, simplemente es impensable acogerlo.

Quienes escuchan están de acuerdo con el peso de las conclusiones. Entre ellos intercambian miradas. En la Sociedad de San Pablo México hay casos que los han sumido en crisis. Están en la mira de los obispos y de las autoridades judiciales nacionales y extranjeras. Saben que actuaron bajo la consigna de “A grandes males, encubrimientos”. No es para menos, en esa junta está el máximo responsable de los paulinos. Y parece que el especialista recalca más las palabras remarcándolas en el superior provincial: El gobierno de la Sociedad debe “invitar” -deshacerse- de los dos homosexuales.

Pero el especialista quiere poner bálsamo a la llaga abierta. Tal vez un mínimo de alivio al dolor que provoca, otra vez, una herida en la Sociedad de San Pablo. Y eso es que los implicados son mayores de edad, es decir, ya están grandecitos para saber lo que se hacen, se meten y comparten. No hay consecuencias jurídicas ni penales, sólo la vergüenza moral de que en la Sociedad fundada por un santo y beato varón hay conductas como las que Dios condenó cuando hizo bajar fuego sobre Sodoma y Gomorra.

Pero los de la reunión no pueden dar pasos en falso. Les han dado duros palazos y han aprendido. El dolor y la experiencia les obliga a pensar en armarse y hacerse de cualquier prueba, de allegarse de los medios a su alcance, de construir una relación de hechos exhaustiva que los proteja. No es para bien de las almas, es para encapsularse a sí mismos.

Interviene el especialista, su pericia les da la clave lógica, armar un archivo para que si, en cualquier momento, los implicados deciden ir en contra de los miembros del gobierno provincial paulino que se ha ido turnando en los cargos como un cartel mafioso, pueda defenderse y descargarse de cualquier culpa.

Nada está de más. Los expedientes deben consignar todo lo posible para hacerlos inmunes. Será secreto, nada es público. Los trapos sucios se lavan en casa. Los de la reunión asienten, el especialista está de acuerdo. Parece que las cosas pueden salvarse sin mayores consecuencias. El gobierno provincial actuará de forma cauta y contundente. Los votos de Stephen serán disueltos por la gravedad de los hechos cuando sea “invitado” a firmar su carta de renuncia, será suficiente para que el nexo con la Sociedad de San Pablo se acabe para siempre.

La renuncia debe guardar ciertos requisitos, no es cualquier documento. A través de testigos, firmado y sellado, tal sentencia determinará la separación de Stephen de la Sociedad de San Pablo. El especialista recomienda a las autoridades cubrirse con todo y de todo. Copias exhaustivas de los archivos para resguardarse en diversos lugares a manera de fatídico testamento con el epitafio del religioso quien sucumbió por un grave pecado en contra del decálogo de la Ley de Dios.

Sin embargo, los de la reunión agachan la mirada, hay muecas de duda, arquean las cejas, cierran los ojos, se los restriegan. Stephen no es consagrado aunque tenga votos temporales, pero no es suficiente. Alguien del gobierno paulino exhibe su preocupación sobre el religioso. Sea como sea, usó el hábito y es profeso temporal.

El especialista se arma de paciencia y remarca lo ya explicado, lo hace de nuevo a la manera de parvulitos o para neófitos urgidos de lecciones básicas de derecho. Y aunque los argumentos parecen ser demasiado lógicos, la limitada capacidad del provincial parece no entender la diferencia de otros casos con el presente. Pero su mente parece eclipsada por temores justificados. En el pasado ha sido llamado por los obispos para responder de sospechosas actitudes encubridoras. Insiste sobre la notificación a las autoridades. El especialista lo ilustra caritativamente acerca de la diferencia de casos y las consecuencias.

 Para el gobierno provincial es necesario atar todo y no dejar cabos sueltos. ¿Hasta dónde debería llegar la responsabilidad de la Sociedad? Y el especialista les recomienda, quizá como cauta medida pragmática, dar a Stephen y al aspirante algunas sesiones y terapias psicológicas, tres meses en Casa Alberione serán suficiente. Lo que deban reparar en sus vidas, lo harán por su cuenta. Ya son mayorcitos.

En la reunión se respira cierto alivio, pero las dudas persisten. La conducta de Stephen, la del aspirante y otros implicados pudo haber llegado lejos. En el pasado, se advirtió de sus aberraciones y algunos superiores lo dejaron escalar, pero ya no más. Se debe ir.

 Ahora, es necesario armar el teatro de la despedida. Decir a los seguidores que deja la Sociedad de San Pablo porque su vocación y elección divinas son tan grandes que se debe dar un tiempo de prueba en la mundanidad que conoce muy bien. Lo hará como lo sabe hacer, en las volubles redes de la apariencia, donde la sinceridad y la honestidad es lo que menos se ve y aprecia.

 Una salida, una mentira. Este gobierno provincial tiene el cálculo medido. Otro escándalo más los pondría en la picota. Para el menguante provincial y algunos de sus incondicionales es salvar el pellejo a como dé lugar, las componendas oscuras como último recurso de los pusilánimes.

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