Se acaban de cumplir cincuenta años del asesinato de don Eugenio Garza Sada, prominente empresario mexicano, a manos de terroristas de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Su homicidio es presentado en los libros de texto del gobierno de López Obrador como un “intento por retenerlo” y el burócrata morenista Pedro Salmerón se refirió a sus asesinos como “jóvenes valientes”.
Don Eugenio fue un empresario innovador, creativo y con un gran sentido de la justicia social. Sus empresas eran un modelo de derechos laborales y un espacio en donde se buscaba hacer realidad las enseñanzas de la doctrina social cristiana sobre la dignidad del trabajador.
Sus empleados gozaban de buenos sueldos y una amplia protección social.
Además, don Eugenio fue un filántropo y el principal impulsor de diversas instituciones, entre las que destaca el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey.
Garza Sada fue asesinado en medio de un clima de enorme de tensión política en México.
El entonces presidente Luis Echeverría le había declarado la guerra al sector privado, a cuyos miembros se refería despectivamente como “los riquillos”.
Su retórica socialistoide y tercermundista, así como la ampliación de la participación estatal en la economía, el aumento irresponsable del gasto público y el déficit gubernamental desembocarían en la primera gran crisis económica de la etapa posrevolucionaria.
Los archivos desclasificados de la entonces Dirección Federal de Seguridad muestran que los servicios de inteligencia del Estado mexicano tenían información de que la Liga Comunista 23 de Septiembre planeaba secuestrar a don Eugenio; a pesar de ello, el gobierno no hizo nada para evitarlo.
Cincuenta años después, el recuerdo de don Eugenio nos permite hacer al menos dos reflexiones.
La primera es que cuando el gobierno se asume al servicio de una facción y promueve la división, las cosas terminan mal. Ningún país gana con la polarización.
Ni Echeverría ni López Portillo generaron más prosperidad y progreso con su retórica populista, y eso es algo que López Obrador debería tener claro.
Por otro lado, el legado de don Eugenio necesariamente tiene una implicación para los empresarios de todos los tamaños. El sector privado debe comprometerse con el desarrollo humano y social y garantizar mejores condiciones para sus trabajadores.
Además, es fundamental que se involucre en la política del bien común, como hicieron aquellos empresarios que, inspirados por Garza Sada, incursionaron en la política para impulsar el cambio político en México. A cincuenta años de su cobarde asesinato, el testimonio de vida de don Eugenio Garza Sada trae consigo lecciones valiosas para el futuro de México. Sería irresponsable no aprender de ellas.
Por: Fernando Rodríguez Doval | El Heraldo de México