Te contaba que hasta personas que no han recibido el bautismo me han dicho conmovidas: «es verdad, yo comprendo que las almas santas tienen que ser felices, porque miran los sucesos con una visión que está por encima de las cosas de la tierra, porque ven las cosas con ojos de eternidad«. ¡Ojalá no te falte esta visión! –añadí después–, para que seas consecuente con el trato de predilección que de la Trinidad has recibido. (Forja, 1017)
Te aseguro que, si los hijos de Dios queremos, contribuiremos poderosamente a iluminar el trabajo y la vida de los hombres, con el resplandor divino –¡eterno!– que el Señor ha querido depositar en nuestras almas.
–Pero «quien dice que mora en Jesús, debe seguir el camino que Él siguió«, como enseña San Juan: camino que conduce siempre a la gloria, pasando –siempre también– a través del sacrificio. (Forja, 1018)
En la tierra hay millones de hombres que se encaran con la sombra de Jesucristo.
Señor mío Jesús: haz que sienta, que secunde de tal modo tu gracia, que vacíe mi corazón…, para que lo llenes Tú, mi Amigo, mi Hermano, mi Rey, mi Dios, ¡mi Amor! (Forja, 913)
Por SAN JOSEMARÍA.