La PALABRA se fue revelando a través de los siglos por medio de los profetas hasta la manifestación plena en JESUCRISTO (Cf. Hb 1,1-2). La luz original se volvió oscuridad por el pecado, pues el conocimiento del bien y del mal trajo irremediablemente la muerte (Cf. Gen 2,16-17). El drama comenzó en el instante en el que hombre comió del árbol prohibido: los ojos se abrieron para ver sombras, tinieblas y para enfrentarse con la oscuridad. La muerte espiritual y moral había llegado y echaría sus raíces mortíferas. Con gran cuidado providente, DIOS puso un Querubín para impedir que el hombre en aquellas circunstancias arrebatara el árbol de la vida, que también se encontraba en el centro del Paraíso (Cf. Gen 2,9;3,3) Todavía en aquellas circunstancias el hombre era redimible: aunque muy dañado en el plano moral y espiritual era posible rescatarlo, y la aventura de la Redención se anuncia sin reservas por parte de DIOS: “la DESCENDENCIA de la MUJER te pisará la cabeza cuando intentes morder su calcañar” (Cf. Gen 3,15). El momento llegó y el evangelista san Juan deja cumplida constancia del hecho que cambia radicalmente la suerte del género humano. La PALABRA velada durante siglos a través de los autores sagrados, se hace visible sin mediaciones en la persona de JESUCRISTO. Las palabras, predicación y enseñanzas de JESÚS de Nazaret desentrañan la intimidad de DIOS para ser propuesta a nuestra consideración en palabras humanas. La hondura del Evangelio es un reto permanente a cualquier filosofía o texto religioso de cualquier otra confesión. El esoterismo o conocimiento oculto de otras espiritualidades representa la perfecta maraña que atrapa la soberbia intelectual para conducirla a la nada. JESÚS de Nazaret manifestó en su predicación y enseñanzas un poder transformador a través de la palabra, pero la sobreabundancia de su Amor no escatimó los signos mesiánicos visibles en sus milagros. La curación del ciego de nacimiento (Jn 9) ratifica que JESÚS es la LUZ del mundo; y el signo o milagro siguiente, en san Juan, de la revivificación de Lázaro evidencia que JESÚS es la RESURRECCIÓN y la VIDA (Jn 11,25). Las palabras del ciego de nacimiento sobre JESÚS representan un argumento difícil de rebatir: ”jamás se a oído de alguien que abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si ÉSTE no viniera de DIOS no podría hacer nada” (Cf. Jn 9,32). Corregir o mejorar el funcionamiento de órgano y recuperar un mejor estado de salud está al alcance de una terapia adecuada, pero modificar una estructura orgánica malformada es de otro rango. La curación del ciego de nacimiento certifica públicamente que JESÚS es el ENVIADO de DIOS, pero habrá margen para la libre decisión personal a la hora de pronunciarse con respecto a la persona de JESÚS, pues lo pretendían prender (Cf. Jn 10,39 ) otros estuvieron dispuestos a apedrearlo (Cf. Jn 8,59); y después de la revivificación de Lázaro las autoridades deciden matar a JESÚS, y Caifás se pronuncia con la autoridad de ostentar el sumo sacerdocio aquel año: “es preferible que muera uno, y no que perezca todo el pueblo” (Cf. Jn 11,50). La vuelta a la vida en este mundo de Lázaro movió a la conversión y seguimiento a muchos judíos, por lo que las autoridades también decretaron la muerte de Lázaro (Cf. Jn 12,10), aunque no sabemos si se llegó a materializar aquella decisión, pues Lázaro era una persona influyente en la región. El deterioro moral y espiritual del hombre es difícil de medir, pero muestra su cara más nefasta cuando el corazón del hombre no soporta el bien, la bondad y la auténtica belleza. Muchos no aceptaron que JESÚS pasara haciendo el bien y liberando de las ataduras de Satanás a los poseídos (Cf. Hch 10,38). Sólo JESÚS de Nazaret puede liberar al hombre de la muerte, porque ÉL la destruyó en su raíz aceptando pasar por ella. Esto último lo volveremos a vivir en las próximas fechas con los episodios de la Pasión en un primer plano. El camino espiritual de la Cuaresma no acabará con la Pascua, de la misma forma que ésta no se encuentra ausente del camino cuaresmal. Continuamos la línea de conversión que define la vida del cristiano.
El perdón de DIOS
JESÚS tuvo como oficio en su vida de Nazaret la de carpintero o artesano, y como SALVADOR su arte principal es el perdón: “tus pecados quedan perdonados” (Cf. Mc 2,5). El salmista reconoce: “si llevas cuenta de los delitos, SEÑOR, quién podrá resistir; pero de TI procede el perdón, y así infundes respeto” (Cf. Slm 129,3-4). JESÚS ofrece el Evangelio del Amor de DIOS a los hombres. El Amor de DIOS nos perdona siempre que se presente un corazón arrepentido, para lo que aún es necesario la gracia de la iluminación de la conciencia. La LUZ que viene a todo hombre en este mundo (Cf. Jn 1,4) debe actualizarse. La LUZ en la conciencia va mostrando los episodios de la propia vida como DIOS los ve. Poco tiene que hacer la iluminación de la conciencia en aquellas personas que afirman con gran suficiencia, que no tienen de qué arrepentirse. Se propone esa actitud para eliminar complejos de inferioridad, dicen. El resultado es la caída en un pozo sin fondo, pues la persona no se puede salvar ni liberar a sí misma. JESÚS de Nazaret es el único SALVADOR. La Vida no se detiene se manifiesta esencialmente dinámica y los estados espirituales y morales pueden variar sensiblemente. Con el salmista rezamos: “desde lo hondo a ti grito, SEÑOR” (Cf. Slm 129,1). Se toca fondo cuando faltan las fuerzas, o queda un último aliento para el grito: “desde lo hondo a ti grito, SEÑOR”, el que siente así, lo hace porque DIOS lo ha tocado sensiblemente, y a pesar de la oscuridad interior hay una gran certeza de la Misericordia Divina que espera ese grito. La parábola “del fariseo y el publicano” (Cf. Lc 18,10-14) muestra al publicano, que mantiene el grito silencioso, sin atreverse a levantar la cabeza: “SEÑOR, ten compasión de mí, pecador”. De forma similar se expresa el hijo menor de la parábola, que malgastó toda su herencia: “volveré a mi padre y la diré, padre he pecado contra el Cielo y contra ti, no merezco llamarme hijo tuyo” (Cf. Lc 15,18-19). La iluminación de la conciencia aporta dos certezas principales: DIOS es AMOR y perdona; y la segunda certeza es la conciencia clara del propio pecado e indignidad, que lleva al sincero arrepentimiento. En las dos parábolas mencionadas existe una auténtica decisión para un cambio de vida, que se probará con el paso del tiempo. Una conciencia lúcida por la acción del ESPÍRITU SANTO va a percibir la distancia entre la propia situación y la santidad de DIOS, pero esa conciencia no debe llevar a la reprobación de uno mismo, sino al abandono incondicional en la Divina Misericordia, que nos acepta siempre en una actitud de arrepentimiento. Una actitud de falsa humildad, por otra parte, pudiera darse cuando alguien no se perdona a sí mismo cuando DIOS sí la ha perdonado.
Una vida en la LUZ
El bautizado ciertamente ha entrado en la LUZ, porque está unido esencialmente a CRISTO. La vida de una persona que mantiene su conciencia iluminada por la Gracia, sabe que en DIOS existe, percibe la imperfección de sus actos y no deja de ver el riesgo espiritual en el que su vida se mueve por razón de la libertad otorgada. El camino cristiano se puede encontrar significado en la vuelta “del hijo menor de la parábola” (Cf. Lc 15,18ss) desde que inicia el retorno hasta el encuentro con el padre. El punto de mayor sufrimiento y desvalimiento personal llevó al hombre aquel a tomar una opción fundamental. Fue un momento de iluminación para una determinación también radical. Aquel hombre había conocido el bienestar de una familia y no lo había valorado; se había rodeado de numerosos bienes y los despilfarró de forma desaprensiva. El sufrimiento en aquella situación lo hizo recordar y apareció delante de él la vida que tenía en la casa paterna. Esto último es una metáfora de la Vida en DIOS que aflora en el corazón de una persona para que reconozca su existencia. No se dice en la parábola nada de las vicisitudes vividas por aquel hijo alejado de la casa familiar. La vuelta a la casa tuvo que ser penosa en muchos momentos, pues el patrimonio se había despilfarrado y quedaba recurrir a la mendicidad. La parábola indica que este hijo se fue lejos a un país muy distante de la casa paterna, por lo que el retorno se prolongaría. Deslizarse por la pendiente del desenfreno sucede con toda celeridad, pero el retorno, la rehabilitación o reintegración, son cosas mucho más lentas, que ofrecen tiempo para la valoración, el examen de conciencia y el arrepentimiento. Este último término, arrepentimiento, no está en uso, produce incluso un cierto rechazo, porque parece que lo bueno es no arrepentirse de nada. Si tal fuera la conclusión del hijo despilfarrador de la parábola, éste jamás hubiera tomado la decisión de volver a la casa familiar, en la que lo esperaba un padre que estaba dispuesto a quererlo por ser su hijo. El arrepentimiento es una gran bofetada al orgullo y la soberbia, y por eso el ego se resiste al arrepentimiento. Por otra parte, el arrepentimiento es profundamente liberador, porque desata las amarras con las que el Maligno mantiene atado al sujeto. El arrepentimiento es la puerta de entrada a la LUZ de DIOS que infunde nueva Vida en la persona perdonada. Quien pide perdón se levanta del sepulcro en el que yacía y sus huesos secos recobran toda la consistencia de un ser vivo por la Gracia de DIOS. El arrepentimiento alcanza el abrazo misericordioso de DIOS mismo, a imagen del hijo que vuelve y es visto por el padre, al que se le mueven todas las entrañas al divisar de lejos a su hijo y a prisa sale, lo abraza y cubre de besos (Cf. Lc 15,20). El arrepentimiento abre de par en par las puertas del Cielo: “hoy estarás CONMIGO en el paraíso” (Cf. Lc 23,43). La cosa es tan extraordinaria, que debemos traerla a la memoria tantas veces como haga falta. Nos jugamos un destino eterno, que se resuelve de forma total mediante el arrepentimiento ante el SEÑOR, nuestro único SALVADOR, JESUCRISTO. No lo olvidemos: el oficio de JESÚS de Nazaret con respecto a la humanidad es la de SALVADOR. Pero tampoco podemos olvidarnos ni por un momento de pedir perdón. Mientras vivamos en este mundo la proximidad a DIOS estará en la misma relación de la conciencia que tengamos de ser salvados por el SALVADOR. Se dice que el santo camina por la vida con una viva conciencia de su condición pecadora como le ocurría a san Pablo: “¿quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte?” (Cf. Rm 7,24). Lejos de ser un modo traumático de vivir, es por otro lado del todo liberador. En el fondo late de modo permanente la Cruz del SEÑOR cuyo perdón incondicional nos alcanzará siempre.
Llamar a JESÚS
El arrepentido pide perdón y llama a JESÚS para que venga como el SALVADOR. A lo anterior hemos de añadir un elemento: a JESÚS hay que llamarlo incesantemente. Es una meta que supera las posibilidades personales, pero nos viene indicada en distintos lugares del Nuevo Testamento. Nos basta una muestra: “JESÚS les exponía una parábola para indicarles, que era necesario orar siempre y sin interrupción” (Cf. Lc 18,1). La oración continua u oración del corazón está para ser realizada con la ayuda imprescindible de la Gracia, o del ESPÍRITU SANTO: “el ESPÍRITU SANTO viene a nuestro espíritu para confirmarnos que somos hijos de DIOS” (Cf. Rm 8,16). Volvemos al hijo despilfarrador en el momento en el que plantea la vuelta: “volveré a mi padre y la diré, padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no merezco llamarme hijo tuyo” (Cf. Lc 15,18-19). Sustancialmente no hay diferencia con lo expresado por el publicano en el Templo, que se golpeaba el pecho diciendo: “SEÑOR, ten compasión de mí, que soy un pecador” (Cf. Lc 18,13). Aquel hombre en su camino de regreso a la casa paterna habría repetido miles de veces aquellas palabras que sentía en lo más íntimo, que podían abrirle las puertas del corazón del padre. Conjugamos las dos fórmulas: “PADRE he pecado contra el Cielo y contra ti, ten compasión de mí, pecador”. Bartimeo, sentado pidiendo limosna a la salida de Jericó en el camino que subía a Jerusalén, es otro modelo a tener en cuenta. Su grito, súplica o declaración es imborrable: “!JESÚS, hijo de David, tan compasión de mí!” (Cf. Mc 10,47). Varias combinaciones de estas jaculatorias reveladas se pueden utilizar para expresar la verdad profunda que nos constituye. El HIJO de DIOS no desciende a este mundo para darse un baño de multitudes y realizar señales extraordinarias, sino que todo ello está al servicio de la misión salvadora. La salvación eterna, que se abre un instante después de abandonar este mundo no la resuelven ni Buda, Krhisna o Mahoma, ni el Gran Arquitecto masónico. El único SALVADOR para el hombre es JESUCRISTO. Su nombre debe ser invocado con toda devoción para ser perdonados. Los católicos contamos además con otra oración extraordinaria, que es el Santo Rosario, que además de reproducir versículos de la Escritura repite la petición. Rezamos: “ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Es sabia esta actitud del creyente, pues se le encarga a la Santísima VIRGEN que en el momento de nuestra muerte, ELLA pida al PADRE por nosotros, pecadores. Claro está, se pide la intercesión de ELLA en ese mismo instante ahora, pero reviste especial importancia pedir su mediación de MADRE para el momento de la muerte. El cristiano no debiera tener la más mínima zozobra por la llegada de la muerte, pero muchos parecen vivir como si fuesen eternos en este mundo, y eso es del todo pueril.
El Nombre del SEÑOR
La primera lectura de este domingo está tomada del capítulo treinta y siete, del profeta Ezequiel, que junto con el anterior, el treinta y seis, declaran la acción restauradora del SEÑOR. La profecía de Ezequiel se desarrolla en los años del destierro del Pueblo elegido en Babilonia, pero el profeta señala la dispersión de los judíos por otras naciones, algo que resulta una constante histórica. El pueblo judío nunca fue muy numeroso, pero vivió siempre muy disperso como ocurre en la actualidad. Un signo de la acción de DIOS, que la Biblia recoge con insistencia es la reunificación de todos los judíos dispersos en el territorio de Palestina, y de forma especial en torno a Jerusalén. Desde un primer momento la interpretación correcta de los textos proféticos supera la lectura literal de los mismos y esto nos dispone de mejor manera a la interpretación desde la mirada del Nuevo Testamento. La dispersión en la Biblia es siempre el efecto Babel (Cf. Gen 11,4-8). Allí el SEÑOR confundió las lenguas y se rompió el entendimiento mutuo que se había concitado para obrar de nuevo el mal. La pauta diabólica se repite una y otra vez: matar a DIOS en el propio corazón para erigirse uno mismo en DIOS. El hombre pierde la cabeza y el corazón y sigue diciendo lo mismo: “DIOS ya no existe, nosotros lo hemos matado” (Nietzsche). Las palabras del profeta Ezequiel tienen hoy unas dimensiones mucho mayores que cuando el profeta las escribió, pues el Nuevo Israel se ha ensanchado a los miles de millones que llevamos el Nombre de JESUCRISTO sellado en nosotros desde el Bautismo. Tristemente este Nombre, como ocurrió al Antiguo Israel, ha quedado para muchos ensombrecido, sepultado y aparentemente extinguido; pero el hombre no tiene la última palabra en todo este drama de la historia. En los dos capítulos mencionados se enfatiza que DIOS va a actuar de forma extraordinaria, y el motivo último para esa actuación, ¿cuál es? Ezequiel lo declara: “di a la Casa de Israel, dice el SEÑOR YAHVEH: no hago esto por consideración a vosotros, Casa de Israel, sino por mi Santo Nombre, que vosotros habéis profanado entre las naciones a donde fuisteis. YO santificaré mi gran Nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros; y las naciones sabrán que YO SOY YAHVEH. Oráculo de YAVHEH” (Cf. Ez 36,22-23). El SEÑOR piensa actuar con extrema Misericordia no por los méritos humanos, sino porque ÉL es fiel; y pondrá de relieve de forma inapelable su Santidad. DIOS concede a los hombres medios humanos para su santificación, pero estos mismos medios se profanan de forma sacrílega cuando son empleados de manera bastarda o falsa. La acción de DIOS tendrá un doble carácter: individual, cambiando los corazones de piedra en corazones de carne (Cf. Ez 36,25), y restableciendo al conjunto del Pueblo que sale del gran valle que contenía innumerables huesos secos (Cf. Ez 37,1ss). DIOS va a intervenir en el Pueblo elegido, y a lo largo de los siglos reconocemos actuaciones suyas, que responden a la máxima o principio recogido en los dos versículos anteriores. DIOS actuó de forma inmerecida a favor de Israel devolviéndolo a su patria después de setenta años de destierro en Babilonia; y de forma extraordinaria por su cuenta, DIOS envía a su HIJO, haciéndolo descendiente de la Casa de David (Cf. Lc 1,32), para reunir a todo los hijos de DIOS dispersos (Cf. Jn 11,52). ¿Se han terminado las intervenciones extraordinarias de DIOS en medio de nuestro mundo? Afirmamos de forma rotunda la Segunda Venida del SEÑOR, que en realidad será el cierre de la historia de los hijos de DIOS en este mundo; pero en este intervalo histórico hasta el punto final se producen venidas intermedias del SEÑOR de diversa magnitud. La Escritura, y de forma especial el evangelio de san Juan, deja la puerta abierta a las acciones del ESPÍRITU SANTO que de distintas maneras e intensidad puede mover a la Iglesia y la historia de los hombres. Dada la celeridad de algunos procesos dentro del mundo y de la Iglesia misma, son previsibles acciones de DIOS proporcionales a lo que se está produciendo con señales de un mayor pronunciamiento a un corto y medio plazo. El hombre en general es el protagonista de la historia, pero el SEÑOR de la misma es JESUCRISTO.
Los huesos secos (Ez 37)
Ezequiel contempla en visión un extenso valle repleto de huesos secos (v.1), que representa a toda la Casa de Israel. Bien se podría extender la imagen a toda la humanidad que camina entre supersticiones que dañan gravemente el corazón y la conducta humana. “Todos los huesos son la entera Casa de Israel. Ellos andan diciendo: se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros” (v.11). Israel muestra dolor y arrepentimiento, y se consideran como Pueblo de manera similar a un gran campo lleno de huesos secos que no poseen vida alguna. Una calavera y unos huesos constituyen el símbolo de la muerte. Produce un cierto vértigo cuando se pueden dar visiones de esqueletos espectrales que parecen animados; entonces se obtiene una percepción aún más aberrante de la muerte. La muerte por definición está carente de vida, y produce una contrariedad total que la muerte se vea animada. Se puede decir que ese es un estado de condenación: subsistir en el reino de la muerte. Pero la visión del profeta Ezequiel no está en ese nivel de condena irremediable, sino en el campo de juego de las posibilidades que el profeta tiene para DIOS en la historia de los hombres. O dicho de otra forma: en medio de una gran decadencia de la condición espiritual del hombre, DIOS todavía encuentra alguna puerta para entrar y salvar a la humanidad.
Una Palabra con poder
“Profetiza, les dirás, así dice el SEÑOR YAHVEH: he aquí que YO abro vuestras tumbas, os haré salir de vuestras tumbas, Pueblo mío, y os llevaré de nuevo a la tierra de Israel” (v.12). El rey Ciro de Persia será el factor humano que establezca las circunstancias favorables para el retorno a la tierra de Palestina. La estancia en Babilonia en un régimen de esclavitud u opresión es la tumba en la que se encuentra el Pueblo elegido. DIOS va al liberar al Pueblo, pues las promesas de YAHVEH tenían como núcleo fundamental la tierra o la patria. Allí en aquel territorio, en su patria podían establecer las leyes acordes con el Código de Santidad dependiente de la misma revelación del Sinaí a Moisés. Los israelitas sentían una cierta desolación al no poder ofrecer sacrificios en el Templo y se sentían espiritualmente huérfanos.
La libertad
”Sabréis que YO SOY YAHVEH cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, Pueblo mío” (v.13). La palabra transmitida por el profeta crea posibilidades en el sentido de la misma, porque es una palabra ungida por el SEÑOR con poder y eficacia. El Pueblo elegido va a salir del lugar en el que vivió oprimido por cincuenta o setenta años, pues las deportaciones tuvieron varias fases. YAHVEH es para Israel su DIOS de la libertad, que pierde en cuanto se aleja de ÉL. La lección es permanente, y sucede también para nosotros. Es una gran desgracia sentirse oprimido y sin libertad, estando bajo la influencia de lo religioso específicamente cristiano, porque no queda campo alguno de libertad real, al que poder acudir, salvo que se reconozca de dónde se ha caído. JESÚS decía: “si fuerais mis discípulos y guardarais mis palabras, seríais verdaderamente libres” (Cf. Jn 8,31-32). Para nosotros la promesa de la Tierra ha quedado sustituida por la del Reino de DIOS en este mundo, que se concreta en la comunidad cristiana; y la vida Eterna futura.
Vivir por el ESPÍRITU
“Infundiré mi ESPÍRITU, y viviréis. Os estableceré en vuestra tierra y sabréis que YO, el SEÑOR, lo digo y lo hago. Oráculo de YAHVEH” (v.14). En la visión cristiana dada por el Nuevo Testamento, no tenemos dificultad para aceptar la intervención del ESPÍRITU SANTO en distintas manifestaciones antes del nacimiento de JESÚS. En el Credo confesamos que “el ESPÍRITU SANTO habló por los profetas” (Catecismo de la Iglesia Católica n.687). Para que exista verdadera vida en DIOS su ESPÍRITU tiene que actuar directamente en la vida de los hombres. San Pablo en la segunda lectura nos ofrecerá una nueva dimensión de la actuación del ESPÍRITU SANTO que eleva la vida de los hombres a la Vida Eterna, porque está implicado en el hecho mismo de la Resurrección.
Lázaro está enfermo (Jn 11)
“Aquel que TÚ quieres está enfermo” (v.3). JESÚS se había retirado a una localidad al otro lado del Jordán (Cf. Jn 10,40), y las hermanas de Lázaro le mandan aviso de la enfermedad de su hermano, que esta grave. Betania es una localidad a tres kilómetros al sureste de Jerusalén, y muy bien situada para retirarse allí después de una jornada de actividad por parte de JESÚS y sus discípulos. Esto se puede concluir reuniendo los datos de los evangelios sinópticos con los del evangelista san Juan. Sobre Marta deducimos que era la que organizaba la marcha de la casa y tenía autoridad sobre las personas del servicio (Cf. Lc 10,38-40). El evangelista san Lucas refiere cómo Marta se permite reprender a JESÚS por no instar a María para que le ayudara con las tareas inmediatas y urgentes. Sobre María, este mismo texto de san Juan adelanta algo de la cena que tendrá lugar en casa de Simón, después de haber revivificado a Lázaro, y en la que María ungirá los pies de JESÚS con perfume noble y caro. Lázaro significa DIOS ayuda y respondió fielmente a su vocación, dando hospitalidad asidua a JESÚS y sus discípulos. Ahora Lázaro va a ser ayudado por el SEÑOR. Dentro del evangelio de san Juan, Lázaro es alguien especial en el entorno de JESÚS: Lázaro es un amigo al que JESÚS quiere entrañablemente (v.3). Pero el evangelista se encarga de subrayar, que “JESÚS amaba a Marta, a su hermana, y a Lázaro” (v.5). El evangelio de san Juan da comienzo con una escena familiar: la boda de unos parientes a la que asisten JESÚS, la MADRE y algunos de los discípulos (Cf. Jn 2,1ss). La Nueva Familia de JESÚS va creciendo a medida que avanza la evangelización. JESÚS no acude inmediatamente que recibe la noticia de la enfermedad de su amigo, y retrasa la ida dos días, pues dice que “esa enfermedad no es de muerte, sino para la Gloria de DIOS” (v. 4) Con el desenlace final, que conocemos, se analizan mejor estas palabras; pues Lázaro llegó a morir cumpliendo todos los requisitos de ese estado. Se tenía que manifestar la Gloria de DIOS a través de la enfermedad y muerte de Lázaro; por tanto la aplicación es para nosotros, los que bebemos de la fuente de la Salvación. La enfermedad de Lázaro como hombre de DIOS es siempre para la Vida; pero en este caso, JESÚS convierte esta enfermedad y muerte en un signo mesiánico de máximo rango. La enfermedad es el proceso de desmoronamiento (Cf. 2Cor 5,1), que todo ser humano sufre, a partir de cierta edad de manera especial. La enfermedad deteriora la vida biológica y marca el límite de la vida en este mundo. Nadie vive sin un corazón que mueva la sangre o un cerebro sin actividad, o unos pulmones que oxigenen la sangre. El colapso del organismo llegará y nos encontraremos existiendo de otra forma en otro mundo de muerte o de Vida Eterna. JESÚS espera que Lázaro transite por ese estado distinto del mundo visible que nuestra conciencia percibe por los sentidos. Lázaro volverá a esta orilla de la existencia después de haberse encontrado con los otros amigos de JESÚS que ya habían dejado este mundo. A Lázaro se le pide un tiempo añadido para poner de manifiesto de forma sobresaliente la Gloria de DIOS. Había que agotar todos los recursos disponibles para manifestar al mundo que JESÚS era el ENVIADO del PADRE. Las autoridades religiosas, de manera especial, tendrían que enfrentarse ante la evidencia de un signo que superaba cualquier capacidad carismática: nadie puede decidir quien viene a este mundo, o quien va a la Vida Eterna, si no es DIOS mismo. Alguien se puede quitar la vida, pero no decide por sí mismo si entra en el Cielo. La vuelta a este lado de la existencia por parte de Lázaro crea enormes problemas a las autoridades religiosas que se endurecen como el pedernal a imagen del Faraón egipcio, que no reconoció al SEÑOR y a su enviado, Moisés.
Muerte de Lázaro
“Lázaro ha muerto, y me alegro de no haber estado allí, para que creáis” (v.14-15) Para los discípulos el signo de la revivificación de Lázaro los reafirmará en la Fe que tienen en JESÚS. Comprobamos que las personas nos situamos a distancias diferentes de JESÚS, sus palabras y signos. El discípulo reconocerá en el signo la Gloria de DIOS, pero el adversario recurrirá a todos los argumentos que descalifiquen incluso lo evidente; de ahí que habrá signos que provocarán auténticas blasfemias contra el ESPÍRITU SANTO, pues se estará negando lo que objetivamente no es discutible. A un ciego de nacimiento, en aquellos tiempos, nadie le podía dar la vista, si el poder de DIOS no actuaba (Cf. Jn 9,32-33). Lo mismo sucederá con la revivificación de Lázaro, que llevaba cuatro días muerto y enterrado. Lázaro había sido amortajado, su cuerpo vendado y cubierto con los lienzos propios de los cadáveres, sudarios y mortajas. ¿Se podía negar que Lázaro había muerto, lo habían amortajado y estaba sepultado? La maldad puede con todo como vamos viendo a lo largo de la historia de los hombres. Algunos de los malos de aquel momento deciden matar a JESÚS y también a Lázaro (Cf. Jn 11,53;12,10) Tenía razón la sentencia que cerraba la parábola “del rico y el pobre Lázaro”: “si tus hermanos no se convierten leyendo a Moisés y los Profetas, tampoco se convertirán aunque resucite un muerto” (Cf. Lc 16,31). Los signos mesiánicos que protagoniza JESÚS expresan de forma sobreabundante la Divina Misericordia y condescendencia de DIOS hacia los hombres.
La Fe de Marta
“SEÑOR, si hubieras estado aquí no hubiera muerto mi hermano; pero aún así sé que todo lo que pidas a DIOS, DIOS te lo concederá” (v.21-22). En esta reclamación que Marta formula a JESÚS entra la posibilidad de considerar a JESÚS como un intercesor excepcional ante DIOS, pero no la RESURRECCIÓN en sí misma; de hecho cuando JESÚS le dice a Marta, que ÉL es la RESURRECCIÓN sale con prisa para avisar a su hermana María, que correspondería ante JESÚS con la adoración. También ante esta presentación crucial de JESÚS la reacción de las hermanas es distinta. La urgencia por avisar a María no debería ser motivo para eludir la adoración ante la revelación que estaba recibiendo, lo mismo que la actividad en general no puede olvidar la enseñanza del MAESTRO (Cf. Lc 10,41-42).
JESÚS es la RESURRECCIÓN
Marta participa de la creencia judía en la resurrección al final de la historia. La vida de ultratumba revestía un misterio, que paulatinamente se iba desvelando, pero quedaban muchas incógnitas por resolver. Marta y María concuerdan con aquella visión, por otra parte, próxima a la revelación que ofrecerá JESÚS; y, por supuesto, muy lejos del negacionismo de los saduceos, que representaba un gran obstáculo para la religión al descalificar cualquier tipo de vida espiritual más allá de este mundo. Practicaban aquellos un verdadero materialismo religioso, si eso pudiera darse en realidad. “JESÚS le dice a Marta: tu hermano resucitará”. Marta le contesta: “sé que resucitará en la Resurrección, el último día. JESÚS le responde: YO SOY la RESURRECCIÓN, el que crea en MÍ aunque muera vivirá, y todo el que vive y cree en MÍ no morirá jamás” (v. 23-25) Lo que esperaban en el fondo los judíos para el Último Día sobre la Resurrección pertenece al dominio propio y específico de JESÚS de Nazaret: no se puede resucitar sin ÉL. Fuera de JESUCRISTO no es viable la Resurrección y todo lo que está relacionado con ella. El hombre cuando mira al más allá sin JESUCRISTO queda perdido y profundamente confundido, pues pierde el horizonte del DIOS personal, y se encuentra a merced de cualquier alternativa fraudulenta como la reencarnación. El Judaísmo de los tiempos de JESÚS se había quedado a las puertas para alcanzar la revelación plena sobre los novísimos; y algunos dieron el paso y otros se echaron atrás, porque negaron al que es la RESURRECCIÓN misma. JESÚS ayuda a Marta a entrar por la PUERTA del conocimiento de la Vida Eterna, y le pregunta: “¿crees tú, esto? Marta le responde: Sí, SEÑOR, yo creo que TÚ eres el CRISTO, el HIJO de DIOS” (v.26-27). Ciertamente esta es una Fe propiamente pascual, y es la Fe que todo cristiano debe ostentar con toda la vitalidad espiritual. En JESÚS de Nazaret confluyen una perfecta humanidad ungida por el ESPÍRITU SANTO, y a JESÚS lo denominamos CRISTO; y por otra parte, creando una perfecta unidad con la humanidad está la condición de VERBO o HIJO de DIOS. Algo de lo que Pedro, Santiago y Juan vivieron en el monte Tabor con la transfiguración de JESÚS, lo experimentaron Marta y María con el acontecimiento de la muerte y revivificación de su hermano Lázaro, porque JESÚS se manifestó. ÉL no es un profeta como los anteriores: su condición rompe todas las previsiones recogidas en las mismas Escrituras.
“Quitad la piedra” (v. 39)
Dentro de pocas fechas la piedra quitada de la entrada al sepulcro será la primera señal de la Resurrección de JESÚS, el que ahora se dispone hacer patente de modo extraordinario la Gloria de DIOS. A la indicación de JESÚS, Marta dice: “ya huele, SEÑOR, es el cuarto día” (v.40). Definitivamente, Lázaro está muerto y lo certifica los cuatro días de su fallecimiento, con lo que no existe posibilidad humana de retorno a este mundo. JESÚS dice a Marta: “¿no te he dicho que si crees verás la Gloria de DIOS? (v.40). Se va a poner de manifiesto que JESÚS posee poder en el Cielo y en la tierra, pero su objetivo principal es dar Gloria al PADRE y que lo reconozcan a ÉL como su ENVIADO: “PADRE, te doy gracias por haberme escuchado. YO sé que TÚ siempre me escuchas, pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que TÚ me has enviado” (v.42) La palabra humana de JESÚS de Nazaret se torna absolutamente poderosa, porque su voz está unida al VERBO eterno: “JESÚS gritó con fuerte voz, Lázaro sal fuera! Y salió el muerto atado de pies y manos” (v.43-44). A partir de ese momento no era posible exigir a JESÚS un signo de rango superior, que pusiera de manifiesto indiscutiblemente su mesianidad. JESÚS manifestó tener poder sobre la Vida y la muerte. Lázaro volvió del más allá a un cuerpo rehabilitado, porque ya se estaba descomponiendo. Sólo DIOS es capaz de dar la Vida a los muertos en este mundo y en el otro. Los guardianes de la ortodoxia judía no reconocerán a JESÚS, su Mensaje y signos; lo rechazarán hasta condenarlo a muerte, pues no contaban realmente con la Resurrección. Este será el signo que nadie ha podido impedir. El RESUCITADO ha vencido sobre todos sus oponentes, manifestando sin límites su Divina Misericordia.
San Pablo, carta a los Romanos 8,8-11
El don del ESPÍRITU SANTO es también para el tiempo de Cuaresma. El primer domingo de este tiempo litúrgico asistimos al episodio en el que JESÚS es llevado al desierto como preparación próxima al ministerio público. Podría pensarse que la vida en el ESPÍRITU SANTO es un estado permanente de consolación espiritual con abundancia de carismas algunos con carácter extraordinario; pero san Pablo en este capítulo ocho de la carta a los Romanos ofrece una visión mucho más ajustada y realista de la acción del ESPÍRITU SANTO en la vida de los cristianos.
Vivir en la carne
“Los que están en la carne no pueden agradar a DIOS” (v.8). San Pablo utiliza el término carne como el compendio de las tendencias personales que apartan de los preceptos y voluntad de DIOS. Con esa expresión, san Pablo no está renegando del cuerpo, pues afirma con claridad que “nuestros cuerpos son templos del ESPÍRITU SANTO” (Cf. 1Cor 6,10); pero sintetiza el Apóstol todas las maldades humanas en las tendencias que nacen de la carne como opuestas al ESPÍRITU SANTO, que está dispuesto a mover el espíritu del hombre hacia el bien, la verdad y la belleza. Dice san Pablo algo muy preocupante: ”la Ley fue reducida a la impotencia por la carne” (v.3). La Ley rigió durante el Antiguo Testamento y frente a la carne sólo ejerció un papel de denuncia, pero la carne fue más poderosa que la misma Ley santa y dada por DIOS a Moisés a favor del Pueblo elegido. “Las tendencias de la carne son muerte, mas las del ESPÍRITU vida y paz” (v.6).
Vida en el ESPÍRITU
“Vosotros no estáis en la carne, sino en el ESPÍRITU, pues el ESPÍRITU de DIOS habita en vosotros. El que no tiene el ESPÍRITU de CRISTO no le pertenece” (v.9). El cristiano pertenece a DIOS, porque el ESPÍRITU de CRISTO mora en nosotros. El ESPÍRITU SANTO procede tanto del PADRE como del HIJO, pues así lo rezamos en el Credo, teniendo en cuenta la revelación de la Escritura como se refleja en estos versículos. La Ley declara dónde está el pecado; sin embargo el ESPÍRITU iluminado ofrece la fuerza para vencer la tendencia negativa del pecado y dirigirnos a DIOS. San Pablo no deja de llamarnos al agradecimiento cuando nos advierte de la fuerza del pecado y de la carne: “las tendencias de la carne llevan al odio a DIOS” (v.7). Es trágico que la criatura odie a su Creador, pero entonces cabe afirmar que un espíritu satánico se mueve por el mundo sembrando miseria y destrucción. ¿Era necesario el REDENTOR? Las fuerzas humanas no eran suficientes para sobreponerse al imperio del Mal; y en ningún caso las fuerzas humanas podrían alcanzar nunca la unión con DIOS. El hombre debe dar pruebas de rechazar el Mal, pero tiene que poder; y también ha de manifestar que desea cumplir la Voluntad de DIOS y acoger la Vida Eterna.
Justificados
“Si CRISTO está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto a causa del pecado, el ESPÍRITU es Vida a causa de la Justicia” (v.10). El cuerpo lleva la marca de la muerte que tarde o temprano acontece por enfermedad o accidente. La justificación que nos viene por la Cruz y Resurrección de JESÚS afecta de modo directo al alma de la persona, que aparece ante DIOS con un carácter distinto, pues el HIJO asume toda la carga del pecado. El hombre está justificado por la sangre de JESUCRISTO. Por Gracia el hombre se ve absuelto y amnistiado, y sus pecados son borrados y olvidados. El resultado de la Justificación nunca habría sido alcanzado por el hombre. Mantenemos una eterna deuda de gratitud hacia DIOS, que nos salvó en su HIJO.
Resucitados
“Si el ESPÍRITU de aquel que resucitó a JESÚS de entre los muertos habita en vosotros, aquel que resucitó a CRISTO de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su ESPÍRITU que habita en vosotros” (v.11). Alma y cuerpo en el hombre están llamados a participar de un mismo destino. El hombre es corpóreo por naturaleza, o lo que es lo mismo, porque DIOS lo ha pensado así. Nuestro destino eterno mantiene esa característica, que nos distingue de la naturaleza angélica incorpórea. San Pablo refiere en la primera carta a los Corintios, que estaremos provistos de un cuerpo glorioso semejante al cuerpo glorioso de JESUCRISTO (Cf. 1Cor 15,44;Flp 3 21). El dramatismo de la Historia de la Salvación no es una ficción, pero DIOS nos anticipó el éxito de su obra con la victoria de JESUCRISTO.