Este domingo la Iglesia en España celebra la Jornada Pro Orantibus, de oración por la vida contemplativa, un signo de identidad en la historia del catolicismo español. A día de hoy y pese a la rápida secularización esta nación todavía alberga un tercio del total de religiosos contemplativos de todo el mundo.
Pese a la crisis vocacional que experimenta la vida contemplativa todavía hay hombres, y sobre todo mujeres, que optan por entregar a Dios su vida en esta vocación concreta. La madre carmelita Dolores Domínguez, madre federal de la Federación Mater et Decor Carmeli de la Orden Carmelita de la Antigua Observancia, ha hablado en COPE sobre la vida contemplativa.
«Yo creo que se entiende un poco equivocadamente lo que es la vida contemplativa. Lo enfocan diciendo que somos una serie de personas, mujeres y hombres, que nos encerramos para rezar, y como la oración ha desaparecido de la vida de la persona… Aunque se está recobrando, porque esta pandemia ha hecho que muchas personas vuelvan al Señor, porque tenemos en el fondo de nuestro ser ese trocito de Cielo que el Señor ha depositado. Somos seres religiosos y necesitamos la trascendencia», explicaba esta religiosa.
«Se nos ha dado un carisma precioso»
De este modo, aseguraba que “la vida contemplativa es un estilo de vida. Asumir un ofrecimiento de la vida al servicio de la Iglesia y en favor del mundo. Es una vida ofrecida, una vida orante. La oración no es sólo en momentos puntuales. El hecho de estar aquí en el claustro y de ofrecerme a través de la profesión de los votos, consagrándome al Señor al servicio de la Iglesia ya es una intercesión por este mundo. Porque el núcleo de la vida contemplativa es el amor, es la respuesta a un amor que hemos recibido. Como dice la santa carmelita Teresa de Lisieux, ‘el amor es la vocación del contemplativo: amarte, Señor, y hacerte amar’. Nosotros prestamos la voz, prestamos el corazón, prestamos nuestras ansias de felicidad… todo lo que el mundo y el ser humano puede desear, nosotros lo tenemos en nuestras entrañas. Somos personas a las que se nos ha dado un carisma precioso, nos sobrepasa humanamente, pero nos hace felices».
Por otro lado, la vida contemplativa no vive ajena al mundo sino que es una ayuda para un mundo herido, como por ejemplo todo lo ocurrido con esta pandemia. «Nosotras estamos insertadas en el mundo, aunque estemos materialmente separadas. Lo primero fue un impacto de algo desconocido, que nos venía encima y que nos llegó de sorpresa. Y eso luego hay que asimilarlo y llevarlo a la oración. Como todo ser humano, hemos sentido dudas, miedo… pero luego, ante el Señor, se va intentando sacar de todo este drama doloroso, lo positivo. Nosotros tenemos que transmitir a esta sociedad una palabra de esperanza. Porque, precisamente, la vida contemplativa, el signo manifiesto que puede dar es que existe la vida eterna, existe el Cielo, hay esperanza. El dolor, la enfermedad, la muerte… no tienen la última palabra».
Por ello, además de con la oración cada comunidad ha ayudado como ha podido: «luego nos hemos puesto al servicio de la diócesis, haciendo mascarillas, ampliando el tiempo de oración a toda la tarde, con exposición del Santísimo, el rezo del Rosario… intercediendo por este mundo, que creo que sufre una pandemia mucho más grave que la del coronavirus, que es la pandemia de la falta de fe. Yo siento, como religiosa, consagrada y contemplativa, el dolor de quien tiene que vivir esto sin fe, sin ver a Dios, es más, rechazando a Dios. Por esos hermanos y hermanas damos nosotras la vida. Porque es muy duro, pero la fe nos da confianza, nos hace descansar en el Señor, recibimos la paz que no tenemos… y nos da esperanza de que el Señor no está ajeno al dolor humano. Pero, sin fe, yo creo que es experimentar el infierno”.
Por último, Dolores Domínguez afirma que «como dice el Papa Francisco, la oración es el motor de la Iglesia y del mundo. Y ahí hemos puesto nosotros nuestra fuerza, porque es nuestra misión. Y yo creo que es, ahora mismo, la misión más imprescindible de la Iglesia. El Papa está haciendo mucho hincapié con las catequesis sobre la oración sobre su importancia. Y la oración nuestra de intercesión es ahora mismo insustituible. El amor que puede recibir una persona en el lecho de muerte… Tanta gente que ha muerto sola. Y nosotras estábamos allí, en la cabecera del enfermo. Con Cristo, con María. Esa certeza ha hecho muy fecunda nuestra oración».
ReL.