La vida consagrada

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

El cuarto domingo de Pascua lo dedica la Iglesia a considerar la vida consagrada. En un sentido amplio, toda la vida del bautizado se entiende como vida consagrada por razón del sacramento recibido. El Bautismo entraña un vínculo con JESUCRISTO que es para siempre, indeleble, y decimos que este sacramento deja su marca o carácter imborrable. Por el Bautismo el bautizado se vuelve todo de DIOS o todo para DIOS. En el propio rito del Bautismo la unción con el crisma especifica que el bautizado entra a formar parte de un Pueblo de reyes, sacerdotes y profetas. El crisma es el aceite perfumado consagrado por el Obispo en la Misa Crismal, acompañado de una parte representativa de los sacerdotes de la Diócesis. Cuando se practica por circunstancias especiales un Bautismo de urgencia, una vez superada la dificultad, se completará el ritual por parte del sacerdote o diácono para recibir la unción con el crisma, la vestidura blanca y la luz del Cirio Pascual. El bautizado es iluminado y regenerado en el baño espiritual del Bautismo y queda elevado a una condición, que lo hace partícipe de la vida de los bienaventurados, que han llegado a la plenitud de la vida en el Cielo, porque “han blanqueado sus túnicas en la sangre del CORDERO” (Cf. Ap 7,14).

La base de la vida consagrada está en el Bautismo recibido, y lo que puede venir después son formas de vida para los que son llamados. Los institutos de vida consagrada ofrecen modos de vida comunitaria conforme a los distintos carismas dados por el ESPÍRITU SANTO con el fin de perfeccionar la vocación recibida en el Bautismo. Los distintos carismas de la vida consagrada mantiene en común los votos de pobreza, castidad y obediencia, con los que se busca un mayor grado de desprendimiento de las cosas temporales para vivir con entrega a las cosas que trascienden este mundo. La persona religiosa consagrada no se desentiende de las personas, sino que se ocupa de ellas en un plano diferente al utilitario. El religioso tiende a la gratuidad en su estilo de vida. El objetivo principal del consagrado es prolongar la acción de JESÚS en medio del mundo, en el momento presente. La persona consagrada ora en la clausura de un convento, enseña distintas materias en un centro educativo, cuida de enfermos  en el centro sanitario, o contribuye de forma especial en la vida de la comunidad parroquial. Cualquiera de las formas señaladas y otras muchas que se puedan dar, el religioso o la religiosa, por su alto grado de participación de una vida en CRISTO, son sal y luz en medio del mundo. Cuando aumentan las necesidades espirituales, tanto más necesarias son las personas consagradas que hagan visible la presencia de JESÚS  resucitado.

 

Mártires e invierno vocacional

Tendemos a creer que los momentos presentes son especialmente malos en lo religioso. Será muy difícil encontrar la etapa histórica ideal. Puede ser que un lugar un tanto aislado en un plazo relativamente corto pueda mostrar un estado de cosas que juzguemos como el idóneo, pero habrá que buscarlo con mucha paciencia. En nuestra guerra civil (1936-1939) en un clima  social y religioso enrarecido dieron testimonio de JESUCRISTO con su propia vida más de siete mil religiosos y sacerdotes, y un buen número de laicos. El clima religioso en la Segunda Republica no era favorable a la Iglesia ni a la práctica religiosa. Las órdenes religiosas estaban seriamente amenazadas especialmente “La Compañía de JESÚS”, y las vocaciones contra lo que se pudiera creer no eran abundantes. Otra cosa distinta fue el tiempo de la postguerra, en el que se llenaron los seminarios y abundaron las vocaciones a los distintos carismas religiosos.  Pero en el corto tiempo que duró la Segunda República en España ya sufrió la lacra de los nacionalismos, que introdujeron elementos ajenos absolutamente a lo religioso. Actualmente distintos carismas se ven sin vocaciones jóvenes, que hagan posible el relevo generacional, y se ven destinadas a la extinción en un corto plazo, pero van surgiendo otros nuevos con formulaciones idénticas en lo fundamental a los carismas anteriores, pero con matices diferentes y fuerzas espirituales renovadas. Nosotros, en España, seguimos padeciendo la gran lacra de los nacionalismos vasco y catalán, que están lastrando a la Iglesia mucho más de lo que pudiera parecer a algunos. Es un antitestimonio flagrante una Iglesia polarizada en una parcela reducida servil a intereses que nada tienen que ver con el Reino de DIOS. Se atribuye la falta de vocaciones a la vida religiosa y al sacerdocio por causas de la degradación moral de la sociedad, pero nunca se pone el foco en estos factores, que tienen antecedentes en el pasado y resultan escandalosos en el presente. Pensemos en el tratamiento a las víctimas del terrorismo por parte de sacerdotes, obispos y órdenes religiosas en las vascongadas; y por otro lado un solo ejemplo: los pronunciamientos de la Abadía Benedictina de Montserrat en torno al nacionalismo catalán. Si alguien considera que las posiciones tomadas en estos asuntos no tiene repercusión en la vida cristiana de España se equivoca absolutamente. Mucho se podría seguir abundando en este tema, pero vamos a dejarlo ahí, y cada cual saque sus conclusiones. Decimos: el mundo está muy mal, pero nunca estuvo bien; y siguen produciéndose mártires cristianos, no sólo católicos, lo que pone de relieve que el Cristianismo mantiene una gran vitalidad; y mientras se confiese que JESUCRISTO es el SEÑOR los poderes del infierno no podrán contra  la Iglesia (Cf.  Mt 16,18).

 

Primera comunidad, Hechos 4,8-12

El libro de los Hechos de los Apóstoles describe el nacimiento de la primera comunidad cristiana o Iglesia de Jerusalén. El núcleo de los que orman parte de la Iglesia cristiana naciente viene de Galilea. Santiago, el pariente del SEÑOR, es la cabeza visible de la Iglesia de Jerusalén (Cf. Hch 15,13-29); y el primado de Pedro está destinado a realizar una función más amplia, que las responsabilidades propias de aquella comunidad. Los distintos capítulos del libro de los Hechos, hasta llegar al quince, nos va mostrando el modelo general que aparecerá en cualquier iglesia local a lo largo de los siglos. En primer lugar la comunidad cristiana nace de la efusión del ESPÍRITU SANTO, y de este inicio será el punto de partida para una renovación permanente: la comunidad sentirá con frecuencia que las fuerzas hostiles son muy poderosas, por lo que cada uno de sus componentes debe ser renovados en la acción del ESPÍRITU SANTO que un día les hizo posible nacer y manifestarse (Cf. Hch 4,23-31). La oración está presente en la comunidad y junto con la Fracción del Pan, la Enseñanza de los Apóstoles y la Comunión o el ejercicio de la comunión fraterna de bienes (Cf. Hch 2,42), tienen que mantener esos cuatro pilares para sostener y dinamizar la vida de la comunidad. La comunidad cristiana nació evangelizando y no puede dejar de hacerlo, pues esa es su razón de ser: “tenga en cuenta toda la casa de Israel, que DIOS ha constituido SEÑOR y CRISTO a este JESÚS, que vosotros habéis crucificado” (Cf. Hch 2,36). Esta predicación en su núcleo fundamental la estaremos escuchando en todo el discurrir del libro de los Hechos. Si esto es así, ¡cuánta atención habría que poner en toda predicación¡ La vitalidad de la Iglesia depende de este anuncio. Se podría objetar: pero, ¿no está la vitalidad de la Iglesia en la acción del ESPÍRITU SANTO? Sin duda alguna. Nuestra Iglesia es cristiana, porque está ungida para anunciar a JESUCRISTO, pero la unción se debilita y pierde cuando JESÚS no aparece en la predicación.  La predicación no es una clase de terapia o autoayuda; tampoco puede derivar en una reflexión que gire de modo exclusivo y permanente alrededor de la pobreza. La predicación incluye la moral y la ética, pero buscará en todo momento al que hace posible al hombre realizar el bien y evitar el mal, que es la base de cualquier código ético. Son dolorosas las guerras, y en tiempos de los Apóstoles ese estado belicoso era permanente, pero los Apóstoles no centraron la predicación en lo malos que eran los romanos con sus legiones invasoras. Otro rasgo de la Iglesia naciente es la comunión de bienes. Los versículos dedicados al respecto precisan un comentario breve, y baste decir por ahora, que los bienes compartidos nunca son excusa para la indolencia y la irresponsabilidad: “el que no trabaje, que no coma” (Cf. 2Tes 3,10).

 

Repercusiones de la curación del tullido

El domingo pasado la lectura fijó la mirada en los judíos que estaban por el Templo y conocían  al hombre que había sido curado. Esas noticias vuelan, y rápidamente los sacerdotes y colaboradores cercanos fueron a comprobar lo que estaba sucediendo. Los judíos del siglo –seglares-, o los ciudadanos judíos –laicos- acogieron con interés la predicación de Pedro y Juan, aunque tuvo sus puntos de fuerte reprensión, pero aquellos reconocieron su culpa, al haber sido  parte necesaria para crear un estado de opinión y presión frente al poder romano. Ahora los interlocutores son otros. Los sacerdotes y principales del Templo y del Sanedrín. Allí volvían a aparecer los garantes de las esencias religiosas judías, según ellos. Claro está, aquellos sumos sacerdotes estaban investidos de una autoridad, que tenía una procedencia superior a la de los hombres. Si Pilato ostentaba una autoridad, que en último término provenía de DIOS (Cf. Jn 19,11); aquellos otros máximos representantes de la religión judía podían atribuirse una autoridad y legitimidad de rango similar. Por tanto, vamos a entrar en la tensión entre los dos máximos poderes religiosos establecidos sobre la tierra en aquellos momentos: el de los sumos sacerdotes por el Judaísmo, y el de Pedro como cabeza de la Iglesia de JESUCRISTO. En los siguientes versículos tendremos el primer asalto de una contienda que se extenderá hasta la destrucción del Templo y Jerusalén, en el año setenta.

 

“Puestos en medio les preguntaban” (v.7)

El libro de los Hechos da algunos nombres de los que interrogaban a Pedro y Juan: Anás, Caifás, Alejandro, Jonatán y los que pertenecían a la estirpe de los sumos sacerdotes (v.6) Allí estaban representados los poderes religiosos máximos del Judaísmo, y en la intención del libro de los Hechos está el destacar que aquella acción no se redujo a un momento, sino que la religión judía prolongó su interrogatorio en el tiempo a los cristianos, y eso se verificó mediante la sinagoga. No se trata de la pregunta que busca la verdad de las cosas, sino la que se formula a modo de acusación: se trata del interrogatorio de aquellos que son considerados culpables de un delito. Los representantes de la religión del Pueblo elegido tenían la obligación moral de leer de forma correcta los signos de los tiempos, pues las Escrituras llegarían a su cumplimiento con la aparición del MESÍAS, y en ellos recaía la responsabilidad primera de discernir la venida del MESÍAS y su manifestación en medio de los hombres. Estos discípulos galileos que habían seguido a JESÚS aparecían como una nueva oportunidad para las autoridades religiosas.

Sin pretenderlo, los dirigentes saduceos volvían a ventilar la cuestión central de su religión: “les pusieron en medio y las preguntaban con qué poder o en nombre de quién habéis hecho vosotros eso” (v.7). La pregunta estaba bien formulada, pero la intención era perversa. Estaban reconociendo que se había producido una acción milagrosa en el que el poder de DIOS se había puesto de manifiesto: un tullido de nacimiento por un poder extraordinario había recobrado una normalidad física que nunca había tenido. Aquello no era sugestión o truco de ilusionistas, pues el hombre saltaba y gritaba en alabanza al DIOS que lo había curado: su cuerpo había recobrado la movilidad de sus miembros con toda energía. Aquellos saduceos  tenían delante a los apóstoles, pero el texto nos refirió el encuentro de estos con un amplio grupo de personas admiradas por el milagro, al que las autoridades debían tener en cuenta. Se estaba produciendo un proceso a la inversa del ocurrido en la condena a JESÚS: la multitud apoya a los Apóstoles en el milagro producido, y las autoridades son conscientes de ello.

 

Frente a los saduceos

“Pedro lleno del ESPÍRITU SANTO les dijo” (v.8). Frente a las autoridades judías la máxima autoridad cristiana: Pedro lleno del ESPÍRITU SANTO. La asistencia prometida por JESÚS se estaba haciendo realidad: “cuando os lleven ante los tribunales, no preparéis vuestra defensa, pues el ESPÍRITU SANTO pondrá palabras en vuestros labios, que ningún hombre podrá rebatir” (Cf. Mt 10,17-20). Sabemos que el episodio no termina ahí, pues la contumacia de los sacerdotes llevará a los apóstoles a la cárcel.

 

La autoridad del ESPÍRITU SANTO

La presencia del GALILEO vuelve al Templo y sus autoridades no pueden hacer nada contra ella. La máxma autoridad entre los Apóstoles, Pedro, da muestras de estar ungido por el poder del ESPÍRITU SANTO a imagen y semejanza del GALILEO al que aquel pescador de Galilea va a referirse inmediatamente. Pedro les dice: “jefes del pueblo y ancianos, puesto que con motivo de la obra realizada en un enfermo somos hoy interrogados por quién ha sido éste curado, sabed todos vosotros y todo el Pueblo de Israel, que ha sido por el Nombre de JESUCRISTO el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis” (v.9-10). Los acontecimientos  vividos pocas semanas antes todavía estaban presentes en la memoria de todos aquellos, a los que ahora Pedro se estaba dirigiendo en un modo nada exculpatorio. Ellos debían reconocer la gravedad de su acción, enviando a la crucifixión al INOCENTE. Todavía una oportunidad más para retractarse del juicio ignominioso al que sometieron a JESÚS con todo tipo de falsedades. Muchas cosas habían transcurrido después de la muerte del GALILEO y por si fuera poco, ahora, un tullido de nacimiento nace a un estado de salud física y espiritual que nunca tuvo, y se produce el milagro en el Nombre del que se habían propuesto fuese un proscrito ante el Pueblo y ante DIOS. La soberbia religiosa puede hacer que los hombres sean capaces de decirle a  DIOS lo que debe hacer, porque ellos son sus legítimos intérpretes, y han alcanzado una sabiduría que supera los arcanos eternos. Los sacerdotes y sanedritas estaban en esa línea de superioridad religiosa y espiritual, y los acontecimientos vividos no los habían conmovido en lo más mínimo. La mano tendida del RESUCITADO hacia ellos, por medio de Pedro y Juan, va a ser despreciada.

 

El Nombre que abre los Cielos

Entre DIOS y los hombres sólo hay un MEDIADOR. Entre el mundo de los hombres y el Cielo de DIOS sólo existe una PUERTA, JESUCRISTO. Entre el tiempo de vida en este mundo y la eternidad de DIOS, sólo hay un PUENTE de tránsito, JESUCRISTO. Entre la nada de los hombres y la Vida de DIOS, sólo existe alguien que nos puede resucitar, JESUCRISTO. Y, así, podríamos continuar enumerando las distintas facetas de nuestra precariedad y resaltar la contrapartida alcanzada por la Redención de JESUCRISTO. A los oídos de aquellos jefes sonaron tormentosas las palabras de Pedro: “por el Nombre de JESUCRISTO se presenta éste –el tullido- curado ante vosotros” (v.10). El signo milagroso confirma la predicación o la exposición de los hechos. Cuando este binomio no es suficiente, a DIOS no le quedan otros recursos para despertar a la Fe. O, quizás, todavía quede el duro camino del dolor y el sufrimiento en las formas más duras. No sabemos el desenlace particular ocurrido a cada uno de aquellos que participaron en el juicio condenatorio a JESÚS, pero “es terrible caer en manos del DIOS vivo” (Cf. Hb 10,31).

 

Un salmo profético

“JESUCRISTO, a quien vosotros crucificasteis, es la piedra angular rechazada por los arquitectos” (v.11) Esa piedra vale para edificar sobre ella, porque es la roca para echar sólidos cimientos; pero también puede convertirse en piedra de choque contra la que se estrella todo el que la rechaza y combate, como propuso JESÚS en su día y recogió Mateo en su evangelio (Cf. 1Pe 2,6-8). De nuevo los sacerdotes y miembros del Senado judío tienen que tomar una decisión, que les acarreará sus consecuencias.

 

YO SOY el BUEN PASTOR (Jn 10,11-18)

Los cristianos participamos de una revelación, que debemos tratar con todo cuidado. Se trata de la revelación del “YO SOY”. Pronto en la Biblia, en el libro del Éxodo, aparece nítida esta revelación a Moisés. DIOS le encarga a Moisés una misión revelando su Nombre: “YO SOY el que SOY“ (Cf. Ex 3,14). DIOS quiere que el hombre se reconozca existiendo gracias a que ÉL es la EXISTENCIA. Nada existiría si ÉL no lo hubiera creado, mantenido en la vida con un principio interno de finalidad, es decir, de impulso hacia un objetivo de perfección y trascendencia. El que ES, se muestra como el origen de toda existencia, le ofrece una plenitud que trasciende la figura de este mundo. JESÚS de Nazaret es el Hombre-DIOS, en el que habita la plenitud de la DIVINIDAD (Cf. Col 1,15-20), y en su autoconciencia se reconoce como el YO SOY. Esta condición divina establece una nueva presencia de DIOS en toda la Creación a partir de un solo hombre: JESÚS de Nazaret. El VERBO, que desde el principio es DIOS, es el Creador junto con el PADRE, que por ÉL y en ÉL hace surgir todas las cosas (Cf. Jn 1,1ss). Esta piedra angular del YO SOY que se identifica plenamente con JESÚS de Nazaret no se puede relegar lo más mínimo en nuestras consideraciones. Esta autoconciencia de JESÚS de Nazaret es única en toda la Biblia: ningún profeta se atribuyó, ni de lejos, una prerrogativa similar. Sin embargo JESÚS tenía conciencia clara y plena de que ÉL podía perdonar pecados (Cf. Mc 2,1ss; Lc 5,17-25); que nadie podía conocer al PADRE si ÉL, JESÚS, no se lo concedía (Cf. Mt 11,27), o que el Reinado de DIOS comenzaba con su predicación y actividad (Cf. Mc 1,14). Si volvemos al evangelio de san Juan, una sola consideración: todas las afirmaciones de JESÚS basadas en el “YO SOY” mantienen la base histórica que procede del propio JESÚS, pues la comunidad cristiana no se pudo atribuir tales concesiones por encima de las palabras mismas del SEÑOR. Otra cosa bien distinta es el momento en el que los discípulos se dan cuenta de la importancia y trascendencia de las palabras del MAESTRO.

La devaluación del YO SOY de JESÚS de Nazaret y despojarlo en la condición espiritual profunda de cualquier hombre viene circulando en paralelo con la revelación desde los primeros siglos. Uno de los objetivos de la corriente gnóstica esotérica es eliminar la singularidad de la autoconciencia divina de JESÚS y convencer de las posibilidades de cualquier persona para acceder a la conciencia crística de JESÚS. Dos grandes mentiras por el precio de una. Por esta vía se asimila la persona de JESUCRISTO al nivel de Buda, por ejemplo; y  las diferencias son estratosféricas en todos los sentidos. Desde el punto de vista doctrinal el objetivo principal de Buda fue la eliminación del dolor mediante la entrada en el estado de nirvana a través de técnicas psicofísicas. Aunque parezca sorprendente, a Buda no le interesó la relación con DIOS, en la que pudieron entrar distintas ramas del Budismo. Y, por supuesto, la figura real o legendaria de Buda nunca llega a la conciencia de JESÚS de Nazaret. Se abren, pues, con Buda y otros fundadores de religiones distintos modos de espera espiritual para ser llevados a plenitud por la revelación de JESUCRISTO. Otros espiritualistas se disponen a concebir el estadio crístico como una gran fusión en el retorno de todas las chispas que un día hemos emanado del gran todo, o el gran uno. En fin, no dejan de ser especulaciones que si no progresan en la vía espiritual desembocan en mundos espirituales muy problemáticos, pues se quedarían en una espera eterna sin DIOS, al carecer del puente, que es JESUCRISTO, a la verdadera trascendencia. Toda la complejidad de la que se quiere adornar la ocultista sabiduría gnóstica tiene una sencilla vía en la revelación de JESÚS de Nazaret con carácter universal para todos los hombres.

 

El BUEN PASTOR y la profecía de Isaías 40,10-17

“Mirad el SEÑOR, DIOS, llega con poder y su recompensa lo precede. Como un pastor reúne su rebaño, toma en brazos sus corderos, y hace reposar a las madres” (v.10-11) Esta es la imagen que recoge Isaías para exponer a renglón seguido la estampa de la omnipotencia de DIOS. El SEÑOR Creador y SEÑOR de todo es en extremo detallista con su Pueblo, y se comporta como un pastor que tiene entrañas maternas. Sabe medir las fuerzas de cada una de sus ovejas y les da lo que necesitan: “lo acompaña el salario, y la recompensa lo precede”. El “Buen Pastor” de Isaías da por adelantado los beneficios inmerecidos de cada uno de los suyos. Sólo DIOS puede obrar así, y conoce la condición y destino de cada uno de sus hijos. YAHVEH es el Buen Pastor de la Casa de Israel y no hay otro fuera de ÉL. YAHVEH está colmado de ciencia, poder y sabiduría, y nadie se le puede igualar: ”¿Quién ha medido a puñados el mar o mensurado a palmos el cielo, o a cuartillos el polvo de la tierra? ¿Quién ha pesado en la balanza los montes o en la báscula las colinas? ¿Quién a medido el Ruah-Espiritu- del SEÑOR, o con quién ha consultado su proyecto? Mirad, las naciones valen lo que el polvillo de balanza, en su presencia las naciones todas valen para ÉL nada y vacío” (v.12-17). Cuando JESÚS recurre a la metáfora del “Buen Pastor” tiene detrás la serie de testimonios de la Escritura que ilustran lo que EL quiere decir. Este texto de Isaías como otros del profeta Ezequiel, vienen a subrayar la conciencia mesiánica de JESÚS y su intención manifiesta de transmitirla a sus interlocutores. El “Buen Pastor” de Isaías es el Creador y SEÑOR de todo, omnipotente y poseedor de toda la Sabiduría para diseñar los cielos y la tierra, y todo el conjunto es ante ÉL “nada y vacío”. El YO SOY de JESÚS se dispone a dar cumplimiento  sobrado y de forma inaudita a las palabras del profeta. El DIOS de todos los mundos se manifiesta en la persona de un hombre en debilidad, y gracias a este abajamiento es GUÍA para todos sus hermanos (Cf. Hb 2,11-13).

 

La señal inequívoca del BUEN PASTOR

“El Buen Pastor da su vida por las ovejas” El asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa” (v.11-12). La metáfora conjuga la actuación del BUEN PASTOR con la vida entregada y protección de las ovejas, cuya vida e integridad está en peligro inminente. La analogía pone al lobo como enemigo mortal de las ovejas, a las que el BUEN PASTOR está decidido a proteger, incluso a costa de su propia vida; porque le importan las ovejas, pues son suyas. Pero existen personajes que revestidos de afectación dicen que quieren el bien de las ovejas, pero no es así. A lo largo de los siglos surgirán muchos que sirviéndose de mentiras dispondrán de las personas para su beneficio personal, sin importarles para nada el bien de las mismas. El asalariado juega con la vida de los demás hasta arruinarlos. Cuando el asalariado ya no puede exprimir más los recursos personales de alguien tira a la persona al barranco del desprecio y la indiferencia; o al estercolero de la degradación, sin importarle para nada su integridad. Muchos son los señuelos que el salteador del rebaño utiliza para crear falsas ilusiones y paraísos. Pensemos por un momento el recurso al dinero fácil en cantidad tentadora, para un joven que se le induce a colaborar en una red de tráfico de drogas. El primer paso en esa dirección no tiene marcha atrás, y al que ha probado del árbol prohibido no le permiten retroceder. En caso de hacerlo su destino con seguridad es catastrófico; y de continuar es probable que termine siendo candidato estratégico que termina en la cárcel para encubrir a los agentes más altos de la pirámide criminal. Esta mecánica de extorsión funciona en otros ámbitos con otras mañas, pero con resultados parecidos. El BUEN PASTOR quiere lo mejor para sus ovejas, pero el asalariado, que con frecuencia es un sicario del lobo depredador, no le importan las ovejas ni su destino, por lo que las usará para su encumbramiento personal, y no le importará la ruina de las mismas. El proceder de los lobbys en cualquier estructura de carácter piramidal ejerce esa misma dinámica: si quieres ascender vende tu alma al diablo, y tendrás casi todo lo que pidas mientras seas sumiso servidor.

 

El BUEN PASTOR está en otro orden de cosas

“YO SOY el BUEN PASTOR, y YO conozco a mis ovejas y las mías me conocen a MÍ. Como YO conozco a mi PADRE, y mi PADRE me conoce a MÍ, y doy mi vida por las ovejas” (v.14-15). Nos sumergen estos versículos en la misma vida y conocimiento de DIOS, que resulta de la comunión con JESUCRISTO. Nadie puede infundir una vida que brota de las mismas fuentes trinitarias, si no es JESÚS en el conocimiento y unión que ÉL tiene con el PADRE. ÉL otorga una experiencia espiritual que es perfectamente identificable por las almas que gustan de la acción de DIOS, y en el momento que el lobo, o Satanás, pretende disfrazarse de ángel de luz, queda de manifiesto su infernal intención.

 

Las otras ovejas

“También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a esas las tengo que conducir, y habrá un solo rebaño y un solo PASTOR” (v.16). En las últimas décadas, en la Iglesia Católica, se vio en este versículo un verdadero objetivo ecuménico, que podría ampliarse a una conveniente relación interreligiosa. Sabemos la diferencia: hablamos de ecumenismo cuando  los interlocutores son cristianos de distintas iglesias que tratan de acercar posturas y ver los elementos que permanecen en común; y el diálogo interreligioso es el que se establece entre  religiones diferentes. Los temores globalistas reales o infundados están ensombreciendo tanto el ecumenismo como el diálogo interreligioso, y esto constituye una pérdida. Estas dos cuestiones, junto con la libertad de conciencia fueron asuntos muy espinosos y debatidos en el Concilio Vaticano II, que se creían perfectamente asumidos, encauzados y formando parte de la vida normal de la Iglesia Católica. Pero en estos últimos años están rebrotando con cierta intensidad los grupos que reprueban aquellas cuestiones que en el Concilio se consideraron un gran avance evangélico, pues formaban parte del ideal cristiano. Precisamente estos grupos revisionistas del Concilio proponen una enmienda a la totalidad del Concilio Vaticano II tomando como argumentos principales la confusión herética que para ellos supone el diálogo ecuménico e interreligioso. La propuesta evangélica hecha por JESÚS se encauza por la vía de la colaboración, el entendimiento y el acuerdo en las verdades fundamentales. Cualquiera de los dos caminos, el ecuménico e interreligioso, son proyectos a largo plazo, en los que la Providencia de DIOS tiene todo el protagonismo. La ruptura del Cristianismo no se puede atribuir en totalidad a una de las partes, y constatarlo llevará años de estudio y oración. Salvo una acción planetaria de carácter pentecostal, el camino interreligioso es más largo sin garantía alguna de confluencia religiosa, pues las religiones vienen marcando culturas y civilizaciones, que dan a las propias formas religiosas una raigambre mucho mayor. Y por encima de todas las consideraciones humanas que podamos formular  está la acción directa y libre del SEÑOR que nos asombra con conversiones, sin más intermediación que su acción directa en el corazón de las personas como sucede en los casos verificados de conversiones al Cristianismo por parte de personas islámicas. La cuestión queda del modo siguiente, ¿dejamos que sea el SEÑOR de forma directa el que llame a los que ÉL quiera a sus filas, o debe la Iglesia Católica poner medios para el acercamiento a las personas de buena voluntad devotos ahora en otras confesiones religiosas? El retraimiento ante el reto evangélico que propone JESÚS podría ser interpretado como un acto de soberbia institucional o un gran pecado de omisión, al no responder a un objetivo propuesto por JESÚS. Podría ser interpretado también en el sentido que la propia Iglesia Católica considera que las demás religiones ofrecen también la cima de la revelación de DIOS a los hombres. Es probable que el SEÑOR quiera que su Iglesia aporte motivos razonables de la primacia de CRISTO como la cumbre de la revelación, dejando a un lado la propuesta forzada de esa gran verdad.

 

Poder sobre la Vida y  la muerte

Sólo DIOS dispone de la Vida y de la muerte, porque sólo ÉL la crea. La muerte es un cambio abrupto del plano biológico al cese del mismo. En realidad lo que nosotros llamamos muerte es el término de este modo de existir. Pero DIOS quiere que la decisión a la hora de dejar este mundo dependa de ÉL, de la misma foma que el inicio de nuestro peregrinar por este mundo fue algo en lo que individualmente no tomamos decisión alguna. No es este el caso del VERBO  de DIOS cuando entra en este mundo. Su voluntad es una con la del PADRE, pero su entrada en las entrañas de la VIRGEN MARÍA es un acto de suprema libertad divina. Lo mismo sucede con su decisión de ofrecerse en el ara de la expiación por los pecados del mundo y conseguir para los hombres la apertura de las fuentes de la Misericordia Divina. JESÚS, el Hombre-DIOS, tiene poder para entregar la Vida y el mismo poder para recobrarla de nuevo en la Resurrección, pues la vida del hombre es plena cuando el cuerpo participa de la unión con el alma y el espíritu. Nos asomamos en este punto a otra de las facetas del Misterio de DIOS y del misterio del hombre. Naturalmente, de nosotros mismos sabemos algo, pero no tenemos clara visión de las dimensiones que nos configuran. Sólo DIOS sabe cómo somos, porque ÉL nos ha creado y tiene el diseño del destino de cada uno en particular. Podemos preguntar a las múltiples ciencias conocidas sobre la identidad y naturaleza del hombre, y las respuestas serán muy variadas, y siempre insuficientes, porque aportarán aspectos parciales. Sólo DIOS tiene una respuesta sencilla, que abarca los aspectos conocidos y los que podamos desconocer o imaginar: “tú eres mi hijo”.

 

Somos hijos de DIOS (1Juan 3,1-2) 

No es lo mismo decir que DIOS es PADRE, o afirmar que DIOS existe. En el primer caso aceptamos que DIOS es ALGUIEN que mantiene una relación personal con otras criaturas distintas de ÉL. En el segundo caso nos encontraríamos con una situación difícil de resolver, pues nosotros al ser espirituales podríamos estar en una condición de aislamiento eterno con respecto a DIOS, que habiendo procedido a llevar adelante una creación se dispusiese a abandonarla a su suerte. Es cierto que distintas espiritualidades no pasan de un DIOS totalmente inaccesible que no presenta más interés por el hombre, que la dispensada a cualquier otra criatura que es regida por las leyes naturales impresas en el conjunto de la Creación. A un DIOS así no es preciso adorarlo o darle gracias, alabarlo o pedir perdón de los pecados pues estos no existen, al quedar el comportamiento reducido regido por leyes ecológicas, biológicas y físicas. La nueva versión de Gaya representa la totalidad del Universo como un gran conjunto viviente con sus leyes ya mencionadas. Dentro de la totalidad el hombre es una pieza más del gran puzzle, que puede ser tratado, según algunos, como un viviente cualquiera de la serie de los existentes; apareciendo para muchos como el gran enemigo del planeta y consecuentemente de todo el Universo. Lo que algunos damos en señalar como dignidad humana, queda difuminada ante unas teosofías que anulan la existencia del DIOS de JESUCRISTO.

“Mirad qué Amor nos ha tenido el PADRE para llamarnos hijos de DIOS, pues lo somos. El mundo no nos conoce, porque no le conoció a ÉL” (v.1). Con brevedad y síntesis el texto de la carta de san Juan nos revela cosas esenciales. Somos hijos de DIOS porque DIOS nos ha llamado por Amor a una existencia en relación con ÉL. Nos viene bien recordar otra máxima aportada por  san Pablo en este sentido: “a los que DIOS predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; y a los que justificó, los glorificó” (Cf. Rm 8,30). El hombre no es fruto de la casualidad o de un prolongado proceso en el que el azar estuviera jugando a los dados y sorpresivamente resultase una combinación de la que surgió el hombre en el planeta. La predestinación, de la que habla san Pablo, pertenece al pensamiento o proyecto de DIOS que describe el primer relato de la Creación en el libro del Génesis (Cf. Gen 1,1ss). Pero el hombre no viene de las manos de DIOS a este mundo para representar el último eslabón en el orden gradual de los vivientes, sino que DIOS piensa en un perfeccionamiento moral y espiritual del hombre mediante el ejercicio de la libertad por parte de éste en relación con la Gracia dispensada por DIOS. Así las cosas, la acción redentora de JESÚS el HIJO UNIGÉNITO, se constituye en el campo de juego, en el que se verifica este intercambio de Gracia y libertad, que hace posible la aplicación de la Justificación. El hombre justificado por JESUCRISTO tiene como último destino la plenitud de la comunión con DIOS, que san Pablo denomina aquí, glorificación. Nosotros somos glorificados en la  participación directa y personal con la Gloria de DIOS. Este es el punto inicial para toda la eternidad, que ninguna otra religión es capaz de ofrecer, porque en ninguna otra religión existe el horizonte marcado por la TRINIDAD.

 

“Queridos, ahora somos hijos de DIOS, y aún no se ha manifestado lo que seremos, sabemos que cuando se manifieste seremos semejantes a ÉL, porque lo veremos tal cual es” (v.8). San Juan descubre en este versículo dos condiciones para el estado de hijos de DIOS con un pleno reconocimiento: DIOS se tiene que revelar y nosotros tenemos que verlo. El punto de encuentro entre la revelación de DIOS y nuestra visión es JESUCRISTO. Nadie podía estar en el Cielo antes de la Resurrección de JESÚS, porque ni se había dado la revelación de DIOS a las criaturas, ni había posibilidad de contemplar su rostro. En la etapa anterior a la manifestación del HIJO estaban los estadios espirituales marcados por una espera confiada y amorosa, pero aquellos justos no gozaban de la visión, porque sólo podemos llegar a ver el rostro de DIOS a través del rostro de JESUCRISTO. En la contemplación y visión del mismo, nosotros recibiremos la plena imagen y semejanza, porque contemplaremos al SEÑOR como ÉL es, y entonces se revelará lo que cada uno es en verdad. Mientras tanto, “todo el que tiene esta esperanza se purifica a sí mismo” (v.3). Este “mientras tanto” refiere el periodo de ascenso y purificación en el que debemos convertir nuestro paso por este mundo. Aquí y ahora podemos experimentar la extraordinaria riqueza de los méritos de JESUCRISTO que nos vienen por vía de Fe. Este es el campo de juego donde se verifican los intercambios entre la Gracia y nuestras decisiones. Nos estamos jugando el modo de estar en la eternidad.

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