La tentación de vivir sin Dios

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Hoy se nos presenta el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. San Lucas nos habla de las insinuaciones con las que el demonio pretende separar a Cristo del proyecto del Padre y así en lugar del camino de la humillación, del abajamiento, del amor, de la cruz, le propone el tentador el atajo de un triunfo fácil, de la popularidad, de los gestos espectaculares, del poder, de la fuerza, de la liberación parcial del hombre; interesarse sólo por el pan, o sea, limitarse a los problemas económicos en vez de emprender la salvación total.

Las tentaciones se resumen a tres, que abarcan al ser humano completo, como dirá Fiódor M. Dostoievski: “En las tentaciones de Jesús se resumen las grandes aspiraciones del ser humano, esas tentaciones ante las cuales se rinde la persona humana, esas tentaciones que nos centran en nosotros mismos y nos apartan de Dios”. Jesús no es vencido por el tentador, no es apartado de Dios. Aunque el diablo tiene en sus manos el poder, no puede forzar las decisiones humanas; no pudo con Jesús como tampoco pudo con el santo Job. Jesús nos da ejemplo de que al diablo se le puede vencer.
Hablar de Satanás y de sus tentaciones en un mundo como el nuestro, parecería algo pasado de moda y que nadie desea escuchar. Se ha perdido el miedo al diablo y el temor a Dios; se tiene una indiferencia a Satanás, pero también hacia Dios. Ya lo dijo el escritor Lewis en su obra cartas del diablo a su sobrino: “Conviene que el hombre crea que no existo, es la mayor estrategia para seducirlo y hacerlo caer”.
Hemos escuchado en este Evangelio una batalla abierta entre Satanás y Jesús, una batalla donde el tentador pone el mejor cebo para seducir a Jesús, que es presentarle un mesianismo lleno de gloria y de poder; un mesianismo que da pan al que lo pida, milagrero; un mesianismo que tiene el poder de todos los reinos de la tierra y a través de ese dominio puede lograrlo todo, el poder de dominio; un mesianismo espectacular rodeado de ángeles que lo protegen, es decir lo llenan de fama. Jesús rechaza este tipo de mesianismo, nos queda claro que derrota a Satanás en el desierto, pero también es claro, que Satanás no se da por vencido, el Evangelio lo dice: “Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de él, hasta el momento oportuno”. Esto quiere decir que las tentaciones no sólo fueron en el desierto, Jesús fue tentado a lo largo de su vida, incluso en la cruz tiene la última tentación; Jesús vence al diablo en todo momento y nos enseña que podemos vencerlo si nosotros queremos.
Digamos una palabra sencilla sobre cada una de las tentaciones:

1a- Un reformador social. En esta tentación el diablo le propone a Cristo que reduzca su función redentora a una reforma social; que convierta las piedras en pan, primero para sí y después para los demás. Este gran sueño que han tenido los pueblos de contar con el vientre satisfecho, ese pan que hace alusión al dinero, al confort, al placer, al paraíso en la tierra; ese materialismo de distinto color que se presenta como lo más importante y que hoy domina al mundo. Esta tentación la vemos plasmada en tantos discursos de las campañas políticas; discursos que se quedan en algún programa social para algunos cuantos. Recordemos que Jesús trae la Palabra de Dios, que si es aceptada, traerá el pan de la tierra por añadidura; Jesús sabe que con sólo pan no se consigue el amor, pero que con el amor, se puede conseguir el reparto equitativo de los bienes materiales.

2a- El uso de Dios. Satanás propone el mesianismo milagrero y fosforescente. Que se arroje del templo como entrada triunfal, eso haría que todos se pongan de pie tras él. Es la carrera detrás del milagro, como dicen algunos: ‘que se haga el milagro, aunque venga del diablo’. Muchos prefieren una mentira brillante a cien verdades grises. El diablo incita a Jesús a usar a Dios, poniéndolo al servicio de sus intereses o de su misma misión. Este dilema sigue muy presente en los cristianos de hoy: ¿El triunfo o la santidad?. Se trata de saber si hay que eliminar la cruz para hacer un cristianismo más llevadero.

3a- La tentación del poder. En esta tentación es donde el diablo muestra su verdadera naturaleza; no sabemos qué admirar, si la audacia o el descaro con que pide ser adorado. El diablo se muestra como un ídolo, como lo que él quisiera ser, un antidiós. Pretende que Jesús se contente con las riquezas y se olvide de las almas: “Todo esto será tuyo si te arrodillas y me adoras”. El diablo lo tienta para inducir su mesianismo por otros derroteros, pero Jesús le enseña que existe un poder que no es de este mundo, un poder que camina por las sendas del amor, del fracaso aparente y de la cruz. Jesús sabe que el poder de este mundo corrompe; desde la altura de un trono es difícil o casi imposible, amar. El trono aleja, la cruz acerca. Jesús sabe que con el oro lograría una conquista, no una redención. Jesús comienza derrotando al demonio y a las falsificaciones del mesianismo que pretenden con dinero comprarlo todo, hasta las voluntades.

Hermanos, hoy el demonio está poniendo a muchas personas la tentación de hacerles creer que pueden vivir sin Dios. Entremos en el desierto de nuestra existencia, de nuestra propia historia, para descubrir cuáles son nuestras tentaciones. En la medida que sepamos quiénes somos y que permitamos llenar nuestros vacíos con el amor de Dios, seremos capaces de vencer nuestras oscuridades y nuestros miedos. Démonos cuenta de cómo Satanás nos sigue tentando, desenmascaremos al tentador; ya no trae cuernos ni cola, pero sigue haciendo su lucha para apartarnos del camino trazado por Dios. Descubramos: ¿Qué tentación se me presenta con más frecuencia? No nos sorprendamos por ser tentados, sino más bien, sorprendámonos y agradezcamos el estar de pie apoyados en el Señor y en su Palabra.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

Comparte:
Obispo de la Diócesis de Apatzingan