En este día, 20 de Junio de 2021, celebramos el Domingo 12 del Tiempo Ordinario, Ciclo B, en la liturgia de nuestra Iglesia Católica. El pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (4, 35-41): “Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: -Vamos a la otra orilla del lago-. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas”. Tras el discurso de las parábolas, Jesús decidió pasar a la otra orilla del lago de Galilea que era una región extranjera y pagana.
La tempestad calmada. El relato evangélico prosigue: “De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: -Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?-. Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: -¡Cállate, enmudece!-. Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: -¿Por qué tenían tanto miedo”? ¿Aún no tienen fe?-. Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: -¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?- Los discípulos, llenos de temor, se extrañan al ver que Jesús duerme tranquilamente y lo increpan en un tono de reproche. El mar, para los israelitas, era símbolo del mal y morada de seres maléficos enemigos de Dios y su creación. Los hijos de Israel no eran navegantes experimentados y veían al mar con muchos temores. El mal, que obra a través de estas potencias demoniacas, tiene un poder destructivo. Pero Jesús ha venido para vencer la fuerza del mal y de la muerte y trata a estos seres como demonios. Por eso el mandato de Jesús: ¡Cállate, enmudece!, es semejante al exorcismo de los endemoniados (Mc 1, 25) y la reacción de obediencia y silencio es la misma. En el libro de Job (38, 8-11), Dios hace esta afirmación: “Yo le impuse límites al mar con puertas y cerrojos y le dije: -Hasta aquí llegarás, no más allá. Aquí se romperá la arrogancia de tus olas”- El Salmo (106, 25-28) dice: “Habló el Señor y un viento huracanado las olas encrespó; al cielo y al abismo eran lanzados, sobrecogidos de terror. Clamaron al Señor en tal apuro y él los libró de sus congojas. Cambió la tempestad en suave brisa y apaciguó las olas”.
La fe supera el miedo. Los discípulos son reprendidos porque no han creído con fe firme en la presencia y poder del Señor Jesús. Necesitan todavía recorrer un largo camino que culminará en la Pascua de Jesucristo. Pero de la falta de fe pasan al temor sagrado ante la presencia del Santo, del Hijo de Dios hecho hombre. Entonces Marcos plantea una pregunta: ¿Quién es éste? Esta cuestión quedará resuelta hasta que escuchen la respuesta sobre la identidad mesiánica de Jesús (Mc 8, 27-29): “¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos le dijeron: Unos, que Juan el Bautista; otros que Elías, otros, que uno de los profetas. Y él les preguntaba: Y ustedes: ¿Quién dicen que soy? Pedro le contestó: Tú eres el Mesías”. En muchas ocasiones, nosotros también somos débiles en la fe y ante las pruebas y tentaciones quisiéramos sentir más cercana la presencia de Jesús. La fe implica el sentimiento pero se fundamenta primordialmente en una convicción profunda de la mente y la voluntad de que siempre estamos en las manos de Dios. La cobardía y el miedo son el resultado de la falta de fe. Por eso, una fe fuerte es fuente de valentía y condición indispensable para que Dios realice los milagros que le pedimos en diversas circunstancias.
El día del padre. Hoy celebramos en México el día del padre y recordamos en primer lugar a nuestro Padre Dios que nos adoptó en el bautismo. A nuestros queridos papás que nos engendraron en esta tierra, ya estén vivos o difuntos, les manifestamos nuestro amor y gratitud. El Señor bendiga con abundancia a todos los papás, les aumente la fe, la esperanza, la caridad y los reciba en su gloria.
+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa