La tarjeta de identidad de los santos es revolucionaria, dice Francisco. Contraria a una «imagen sagrada», «estereotipada» y «engañosa» que hemos tenido, añade

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El Papa cargó contra lo que según expuso ha sido una «impresión engañosa», la «visión estereotipada», una «imagen sagrada» que «hemos tenido» en la celebración de Todos los Santos.

Francisco, en efecto, dijo que «la tarjeta de identidad de los santos» basada en el evangelio de hoy, por el contrario, «: ¡habla de una vida contraria a la corriente y revolucionaria! «

Esto fue lo que expuso Francisco:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz fiesta, buenos días!


Hoy, celebrando a todos los Santos, hemos tenido una impresión engañosa: hemos pensado en celebrar a aquellas hermanas y hermanos que en vida fueron perfectos, siempre lineales, precisos, «almidonados». A cambio, el Evangelio de hoy refuta esta visión estereotipada, esta “imagen sagrada”. 

De hecho, las Bienaventuranzas de Jesús (cf. Mt 5, 1-12), que son la tarjeta de identidad de los santos, muestran exactamente lo contrario: ¡hablan de una vida contraria a la corriente y revolucionaria! (…) Tomemos por ejemplo una bienaventuranza muy actual: «Bienaventurados los pacificadores» (v. 9), y vemos cómo la paz de Jesús es muy diferente de lo que imaginamos.Todos queremos la paz, pero muchas veces lo que queremos es estar en paz, que nos dejen solos, no tener problemas hasta tranquilidad.


Jesús, en cambio, no llama bienaventurados a los que están en paz, hasta los que hacen la paz, (…) los constructores, los pacificadores. En efecto, la paz hay que construirla y, como toda construcción, requiere compromiso, colaboración, paciencia. Nos gustaría que la paz lloviera de lo alto, a cambio la Biblia habla de la «semilla de paz» (Zc 8,12), porque brota de la tierra de la vida, de la semilla de nuestro corazón; crece en el silencio, día tras día, por las obras de justicia y de misericordia, como nos muestran los luminosos testimonios que hoy celebramos. 

Una vez más, somos llevados a creer que la paz viene con la fuerza y ​​el poder: para Jesús es todo lo contrario.Su vida y la de los santos nos dicen que la semilla de la paz, para crecer y dar fruto, primero debe morir. La paz no se logra conquistando o derrotando a alguien, nunca es violenta, nunca se arma. (…)


Entonces, ¿cómo os convertís en pacificadores? En primer lugar, el corazón debe estar desarmado. Sí, porque todos estamos dotados de pensamientos agresivos, unos contra otros, y palabras cortantes, y pensamos defendernos con las alambradas de la denuncia y los muros de hormigón de la indiferencia. La semilla de la paz pide desmilitarizar el campo del corazón. (…) ¿Cómo? abrirnos a Jesús, que es «nuestra paz» (Ef 2,14); de pie ante su cruz, que es la silla de la paz;recibiendo de él, en la Confesión, «el perdón y la paz». De aquí empezamos, porque ser pacificadores, ser santos, no es nuestra capacidad, es su don, es gracia.

Hermanos y hermanas, mirémonos hacia adentro y preguntamos: ¿somos constructores de paz? Wherece vivimos, estudiamos y trabajamos, ¿traemos tensión, palabras que hieren, habla que envenena, controversias que dividen? O abrimos el camino a la paz: perdonamos a los que nos han ofendido, cuidamos a los marginados, curamos alguna injusticia ayudando a los que menos tienen? Esto se llama construir la paz.


Sin embargo, puede surgir una última pregunta, que se aplica a toda bienaventuranza: ¿es conveniente vivir así? ¿No es un perdido?Es Jesús quien nos da la respuesta: los pacificadores «serán llamados hijos de Dios» (Mt 5, 9): en el mundo parecen fuera de lugar, porque no ceden a la lógica del poder y prevalecen, en el Cielo serán los más cercanos en Dios, los más parecidos en Él. Pero, en realidad, también aquí el que acosa se queda con las manos vacías, mientras que el que ama a todos y no hace daño a nadie gana: como dice el Salmo, «el hombre de la paz tendrá descendencia» (cf. Sal 37, 37).


Que la Virgen María, Reina de todos los santos, nos ayude a ser constructores de paz en la vida cotidiana.

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