Mons. Fernando Ocáriz ha visitado la Basílica de la Mercè en su paso por Barcelona. También ha mantenido dos encuentros con fieles de la prelatura del Opus Dei.
Mons. Fernando Ocáriz aprovecha el verano para realizar varios viajes pastorales. La primera parada ha sido en Barcelona. El lunes 26 visitó la Basílica de la Merced por la mañana -como hizo san Josemaría en tantas ocasiones- y por la tarde tuvo dos encuentros con fieles de la prelatura del Opus Dei, con todas las medidas sanitarias necesarias.
En la basílica, el rector, el P. Fermín Delgado, saludó al prelado. Luego, acudieron juntos a rezar ante la Virgen y ante el bajorrelieve que se encuentra detrás el camarín, en el que se ve a san Josemaría rezando a los pies de la Merced.
Mons. Ocáriz dejó escritas estas palabras en el libro de firmas: “Con mucha alegría, he venido a rezar a nuestra Señora de la Merced, uniéndome a la oración y las intenciones con que rezó aquí san Josemaría”.
La formación no se acaba nunca
Por la tarde del lunes 26 de julio, mantuvo dos encuentros con fieles de la prelatura, muchos de ellos supernumerarias y supernumerarios. El tema principal del que habló fue la formación, recalcando que “todos estamos siempre en tiempo de formación” y explicó el porqué de su importancia: “La formación va dirigida a que cada vez en nuestra vida se haga realidad lo que decía san Josemaría, que lleguemos a ser Ipse Christus, el mismo Cristo. Pero Cristo, para nosotros, no sólo es un modelo exterior, sino que estando dentro de nosotros el Padre y el Espíritu Santo, llegará el momento en que seremos el mismo Cristo, tendremos los mismos sentimientos de Jesús, la misma manera de reaccionar ante las circunstancias diversas”.
Isabel, de Lleida, le contó que su marido había fallecido por el Covid al inicio de la pandemia. Fue muy rápido y en una etapa en que todo el mundo estaba confinado, pero se sintió muy acompañada por las oraciones de los fieles de la Prelatura. Mons Ocáriz comentó que estamos llamados a “ser niños ante Dios y fuertes ante las dificultades. Esto se consigue siendo almas de Eucaristía y almas de oración, y pidiendo luz en la dirección espiritual para tomar las decisiones sobre el propio camino cristiano”.
Hacer amistad verdadera con la gente
Elena, madre de seis niños, pidió consejo sobre la educación de los hijos en un entorno adverso. El prelado le sugirió “fortalecer la propia vida espiritual y evitar aislarlos. La solución es más bien formarlos más y mejor. Esto se logra con la amistad con los hijos: madres y padres, sed amigos de vuestros hijos. Educar no es solo dar pautas, sino transmitir el afecto y la propia experiencia. En eso consiste la amistad”.
«SER PACIENTES ES UNA FORMA DE AMAR A LAS PERSONAS»
Paco quiso saber cómo mantener el buen humor. “La fuente de nuestra alegría está en el Señor -recordó Mons. Ocáriz-. Hay algo que puede parecer pequeño y sin importancia, pero que es muy importante: la sonrisa. La sonrisa en el rostro lleva la alegría al alma”.
Inma quiso saber cómo animar a más personas a colaborar en iniciativas de impacto social. Mons. Ocáriz subrayó la importancia de la amistad para ayudar a la gente a soñar, “sobre todo con personas que no han tenido la ocasión de recibir formación cristiana. Hay que proponerles una amistad auténtica, verdadera, sin prisas. Como las plantas, las almas tienen su tiempo para madurar, para crecer. No se puede coger una planta recién salida de la tierra y tirar de ella hacia arriba para que crezca más rápidamente, porque entonces no se la hace crecer, sino que se la mata. La paciencia auténtica surge del afecto. Ser pacientes es una forma de amar a las personas”.
“Ver siempre el lado positivo de las cosas”
Rocío, madre de tres hijos adolescentes, preguntó cómo compaginar todas las ocupaciones de la jornada. “Nuestra vida no está hecha de compartimentos estancos: la vida espiritual, profesional, familiar, deportiva… No. Todo es lo mismo: cada momento es la vida de Cristo en nosotros”.
Un padre preguntó qué actitud tomar cuando los hijos se preguntan sobre la propia vocación cristiana: “En primer lugar hay que transmitir la experiencia propia y compartir la alegría de la vocación. A veces, cuando la vocación comporta el celibato puede surgir el miedo, pero el celibato no es renuncia, es don de Dios. También es don de Dios la vocación matrimonial, pero el don mejor para cada persona es lo que Dios le pide a cada uno y a cada una. Por eso, hay que estar abiertos y propiciar un discernimiento sincero y generoso”.
Al concluir su visita pastoral a Barcelona, el prelado viajó a Suiza, donde compartirá otros encuentros de catequesis con personas que participan en los medios de formación que ofrece el Opus Dei.
Opus Dei.