El evangelio que escucharemos este domingo (Mt 5, 13-16) en la liturgia católica, forma parte del discurso de Jesús en la montaña, sigue al pasaje de las bienaventuranzas y utiliza dos imágenes, la SAL y la LUZ que expresan la identidad y la misión de los discípulos de Jesús en el mundo.
Es importante tomar en serio esta enseñanza de Jesús pues nos recuerda que la vocación del cristiano es ser SAL DE LA TIERRA y LUZ DEL MUNDO. Esa es la tarea que tenemos todos los que hemos tenido la fortuna de conocer a Dios y seguir sus enseñanzas. Es la tarea de quienes nos confesamos cristianos.
Gracias a su propiedad de conservar y dar sabor a los alimentos, LA SAL viene considerada como una fuerza vital que mantiene y preserva las cosas, las hace duraderas e imperecederas. Un Cristiano con la luz que ofrece la Palabra de Dios y la fuerza de la gracia que recibe de él es capaz de mantenerse fiel a las enseñanzas de Jesús.
Con esa misma ayuda divina es capaz también de dar un sentido a su existencia y a la de los demás.
Cada uno de nosotros debe procurar que el ambiente donde se desarrolla su vida no se corrompa ni se llene de tinieblas, la luz de la Palabra de Dios y la fuerza de la gracia le ayudan dar sabor cristiano a todo lo que hace.
Es muy lamentable que muchas veces algunas personas consideren el cristianismo como una especie de traje que hay que ponerse de vez en cuando, en eventos sociales o en determinadas épocas del año. Al contrario, la vida cristiana abarca toda la vida de la persona y debe aparecer en todas sus decisiones. La vida cristiana no es para un rato o un momento social, la vida cristiana es un estilo de vida.
A esto se refiere Jesús cuando habla de SER SAL DE LA TIERRA; el cristiano, con los valores del evangelio está llamado a impregnar el mundo donde vive o donde se desarrolla su vida. En este sentido lamentamos que algunas personas se declaren cristianos en lo privado pero hagan lo contrario en la vida pública. Que se confiesen católicos pero en su actuar sean promotores de estilos de vida completamente contradictorios. Un cristiano no puede dejar que su conciencia o su vida se corrompa por una chamba o por una relación del tipo que sea.
El cristiano también debe ser luz donde quiera que se encuentre. La vida ejemplar de un discípulo de Cristo se convierte en luz para todos los demás, es una luz que no puede ni debe estar escondida. Un cristiano es una luz cuando cumple en forma responsable y fiel todos sus deberes, es luz cuando tiene un trato bueno con los demás, y cuando desarrolla sus actividades.
El cristiano está llamado a ser como una lámpara que con su ejemplo guía a otros por el buen sendero para que puedan transitar seguros y firmes, proyectando la imagen de una persona renovada por la fuerza de Dios.