Mirando la Sábana Santa, me sorprende el rechazo y el rechazo de lo que está cerca de Él.
Nuestro Señor se contempla, mira al Padre Eterno y sabe que a sus pies yace María Santísima – cor unum et anima una.
Sin embargo, no veo el más mínimo signo de compasión en esos párpados cerrados. Tengo la impresión de que esos párpados se han cerrado en rechazo y horror ante el pecado cometido por los hombres.
En la Sagrada Faz se pueden observar las señales de los golpes recibidos. Su cabello está sucio y desordenado. Fue maltratado de todas las formas posibles. En esos párpados, sin embargo, percibimos claramente su protesta silenciosa, llena de dignidad, ante todo esto.
Había dicho que ni siquiera Salomón, con toda su gloria, brillaba como un lirio del campo (Mt. 6, 29). Bueno, quisiera decir: “¿Quién fue Salomón con toda su gloria comparado con la majestad de este Rey? ¡Oh qué pobres y pequeños son los lirios del campo! ¡Qué pobre y pequeño es el propio Salomón!
Además del rechazo, veo en esos párpados cerrados una total incompatibilidad con la muerte, fruto del pecado, junto con la firme decisión de abrir de par en par las puertas de la muerte y cruzarlas victoriosamente.
Veo aquí la matriz de la incompatibilidad y del odio total contra el mal. Es una incompatibilidad lúcida, firme y serena con sus verdugos; un rechazo total a la más mínima condescendencia hacia sus enemigos; una posición de total horror al pecado y a quienes lo practican.
Éste es el estado de ánimo que debemos tener hacia la Revolución.
Por PLINIO CORREA DE OLIVEIRA.
MIL.
