La nación mexicana es una realidad plural constituida por una multitud de etnias, lenguas, tradiciones y costumbres; pero esta variedad nacional es sostenida por un sustrato que la cohesiona mediante su historia, sus valores y sus aspiraciones comunes. A partir de la fe en Jesucristo encontramos elementos valiosos de esta unidad e identidad nacional. Nuestra patria mexicana tiene una fuerte raíz de fe que se debe aprovechar para caminar en la búsqueda del bien común, que genere un desarrollo integral de todos y para todos. Ahora es más urgente que nunca buscar la unidad nacional, para vivir nuestra vocación como nación mexicana.
A lo largo de la historia de nuestra patria, nuestro pueblo mexicano, de modo sincero y profundo, ha deseado un cambio que lo beneficie integralmente, sin embargo, las condiciones y oportunidades para que suceda y se consolide han resultado limitadas y escasas. La ausencia de un cambio profundo en nuestra patria ha venido a influir de modo negativo en nuestra cultura dando lugar a la apatía y al conformismo.
Nada puede mejorar en nuestra patria mexicana, si no se supera el mal en todas sus manifestaciones. Y el mal solamente puede superarse con el perdón. Ciertamente, debe ser un perdón eficaz. Pero este perdón únicamente nos lo puede ofrecer el Señor. Este perdón no solo aleja el mal con palabras, sino que realmente lo destruye. Esto sólo puede suceder con el sufrimiento, y sucedió realmente con el amor sufriente de Cristo, del que recibimos el poder del perdón. Es tiempo de la reconciliación nacional para lograr todos juntos un cambio profundo que beneficie a todos sin exclusión de nadie.
Pbro. Juan Beristain de los Santos