La puerta angosta

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Pbro. José Manuel Suazo Reyes

El evangelio de este domingo (Lc 13, 22-30) nos presenta a Jesús de camino hacia la ciudad Santa. Durante su viaje, una persona cuyo nombre no se dice, lo cuestiona sobre el número de los que se salvarán.

Jesús va de camino hacia la ciudad santa, no como un lugar turístico sino como un lugar teológico, es decir la ciudad santa es su destino final donde él llevará a plenitud el plan salvífico de Dios. En efecto, en Jerusalén Jesús encontrará el rechazo, la condena y la muerte, a través de su obediencia al Padre, Jesús ofrendará su vida para salvar a la humanidad; pero también en Jerusalén él resucitará y desde ahí partirán los discípulos que creyeron en él para llevar al mundo su mensaje de salvación.

Este tipo de cuestionamientos, como el que aparece hoy en el evangelio aparecían de ordinario en las escuelas rabínicas. La mayoría de los rabinos se mostraba muy optimistas diciendo que “todos los israelitas” alcanzarían la salvación; algunos otros eran más discretos y pensaban lo contrario, señalando que serían pocos los que alcanzarían la salvación.
En general, los judíos restringían la salvación únicamente a los miembros del pueblo elegido. Poco a poco y con el tiempo, se fue abriendo una reflexión de que la Salvación sería universal. En el pasaje bíblico que estamos hoy meditando, Jesús se refiere a esta universalidad salvífica cuando dice: “Vendrán muchos de del oriente y del poniente… y participarán en el banquete del Reino de Dios”

Jesús no responde sobre el número de cuantos se salvarán, como no responde en otras ocasiones sobre el fin del mundo. Él más bien nos invita a abandonarnos a la sabiduría y a la misericordia de Dios y desde luego a mantener una fe viva y operante. A la pregunta que Jesús recibe, él responde con una imagen: la imagen de la puerta que conduce a la salvación.
Lo primero que Jesús señala es que la puerta está abierta a todos. Esto significa que en términos generales, el número de los que se salvan, depende de la libertad y de la buena voluntad de las personas, pues en lo que respecta a Dios él desea que todos se salven (1 Tim 2, 4).
Ciertamente la puerta que conduce a la salvación es una puerta estrecha. No se entra masivamente sino por una elección individual y decisión personal. Se entra por la puerta que conduce a la salvación mediante un compromiso y esfuerzo personal. Por ello Jesús dice” esfuércense por entrar por la puerta”.

Esto comprende básicamente dos cosas: La batalla que debemos hacer dentro de nosotros para vencer toda forma de orgullo y egoísmo así como contra todas la formas de inclinación al mal, todo eso requiere de un esfuerzo personal. Por otra parte se hace referencia a lo que significa el seguimento de Jesús: procurar que en nuestra vida todo lo que hacemos sea conforme a la voluntad de Dios.

Entrar por la puerta estrecha no es fácil, porque se trata de vivir con honestidad en un mundo donde abunda la iniquidad, practicar la justicia donde prevalecen muchas injusticias, vivir la dimensión del amor generoso en un mundo en un mundo lleno de odio y con espíritu de venganza, practicar la pureza del corazón en un mundo donde abunda la corrupción de costumbres. Entrar por la puerta estrecha significa vivir con libertad frente a las cosas materiales en un mundo que idolatra las cosas.

Otra idea que Jesús presenta en su respuesta es que la puerta no siempre permanece abierta, llega un momento en que se cierra. Todos somos conscientes de que el tiempo de nuestra vida no es eterno y que un día tendremos que morir. Las posibilidades para entrar por la puerta terminan ahí.

Por lo tanto, recordemos que el camino para llegar a Dios es Jesús, de hecho él se presenta como la puerta de la salvación. Sus palabras y su mensaje son el camino que debemos seguir para alcanzar la salvación.

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Vocero de la Arquidiócesis de Xalapa

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Párroco en San Miguel Arcángel, Perote, Veracruz.