La paz, el Espíritu Santo y la alegría

II DOMINGO DE PASCUA

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Pbro. José Manuel Suazo Reyes

El Evangelio de este segundo domingo de pascua (Jn 20, 19-31) nos narra que la noche del día de la resurrección, Jesús se apareció a los discípulos que estaban en el cenáculo Ellos se habían retirado ahí por miedo a los judíos y estaban enclaustrados. A pesar de tener las puertas cerradas, Jesús entró y se puso en medio de ellos. Él los saludó con la Paz, sopló sobre ellos el Espíritu Santo y ellos se llenaron de alegría.

La experiencia pascual de los discípulos nos permite reflexionar en estos tres elementos que son muy importantes para nuestra vida cristiana: LA PAZ, EL ESPÍRITU SANTO Y LA ALEGRÍA.
EL DON DE LA PAZ. Jesús resucitado es el portador de la Paz, más aún, “él es nuestra paz” (Ef 2, 14) porque él nos ha reconciliado con Dios. Los discípulos estaban en una situación de inquietud, de preocupación y de miedo; luego de saludarlos, Jesús les mostró la fuente de la paz: “él les mostró las manos y el costado”, es decir, sus santas llagas. Esto nos recuerda que la pasión de nuestro Señor Jesucristo es lo que nos ha traído a todos el don la paz. Todos nosotros necesitamos estar en paz y reconocer que la verdadera paz solo nos la ofrece la relación con Jesucristo y por eso debemos fortalecerla.

LA FUERZA DEL ESPÍRITU SANTO. El segundo elemento es la fuerza del Espíritu Santo. Gracias a la Resurrección de Jesús, nosotros también hemos recibido el soplo del Espíritu Santo en el momento de nuestro bautismo. Por medio de su Espíritu, Dios no nos abandona nunca, porque es nuestro Padre providente, él nos acompaña y fortalece por medio de su Espíritu Santo. Esto nos recuerda siempre aquellas palabras de la Sagrada Escritura: “no tengas miedo, yo estaré contigo” (Is 41, 10).EL DON DE LA ALEGRÍA. Gracias al soplo del Espíritu Santo, los discípulos enclaustrados en el cenáculo, experimentaron una hermosa transformación, pues junto con la Paz, Jesús resucitado les hizo experimentar el don de la Alegría” (Jn 20, 20). La alegría cristiana no se reduce a una emoción positiva, es fruto de reencontrarse nuevamente con el Señor resucitado. Este reencuentro se realiza al escuchar su santa Palabra, hacer oración, participar en los sacramentos y vivir la caridad.

La experiencia de la Paz que viene de nuestra relación con Dios, el auxilio del Espíritu Santo y la experiencia de la alegría cristiana, son tres realidades que nos ayudan a mantenernos fortalecidos para hacer frente a cualquier situación adversa. Esto significa que un cristiano necesita echar mano del recurso de su fe, para salir triunfante ante cualquier situación adversa.

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Párroco en San Miguel Arcángel, Perote, Veracruz.