La oración de intercesión

XX DOMINGO ORDINARIO

Pbro. José Manuel Suazo Reyes
Pbro. José Manuel Suazo Reyes

El evangelio de este domingo (Mt 15, 21-28) nos presenta el caso de una mujer pagana cuya fe viene reconocida y alabada por Jesús como un modelo a seguir. Se trata del pasaje de la mujer cananea que suplica a Jesús que cure a su hija. Esta narración subraya la dimensión universal de la salvación que ya algunos profetas, como Isaías habían anunciado. La actitud de Jesús hacia esta mujer se funda en el siguiente principio: “Dios quiere que todos se salven”. En la narración, además de la oración suplicante, se destaca también el valor de la perseverancia de aquella cananea para alcanzar un bien espiritual.

San Mateo ubica la escena en una zona fuera de Palestina, en la región de Tiro y de Sidón, dos ciudades paganas situadas al norte de la tierra santa y a orillas del mar mediterráneo. Es aquí donde aparece una mujer cananea que sorprendentemente empieza a gritar “Señor hijo de David, ten compasión de mí, mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”.

Los cananeos fueron un pueblo que habitaba buena parte de la tierra prometida antes de que el pueblo de Dios se estableciera ahí. Era un pueblo más desarrollado y con una cultura superior al pueblo de Israel, sus costumbres y estilo de vida contrarias a lo que enseñaba la Biblia, fueron siempre muy atractivas para los descendientes de Abraham. Para el tiempo de Jesús los cananeos ya no existían como pueblo, sin embargo sus costumbres se quedaron muy arraigadas. La mención de una cananea en tiempos del Nuevo Testamento es un anacronismo.

Sorprendentemente aquella mujer cananea, llama Señor a Jesús. Se trata de un título con el que se reconoce su divinidad y con ello también su autoridad mesiánica. Con este reconocimiento de la identidad de Jesús, aquella mujer revela una apertura del mundo pagano hacia la salvación que Dios por medio de su hijo estaba ofreciendo. Nos encontramos ante un signo que expresa la salvación universal. Seguramente aquella mujer habría oído hablar de Jesús, de su bondad con los enfermos y de sus intervenciones milagrosas. Ella no ve simplemente a un terapeuta o a un taumaturgo, sino a un enviado de Dios, por ello lo llama Señor. El resto de la historia es desarrollo de este convencimiento y profesión de fe.

Observamos en primer lugar el ejemplo de una oración de intercesión. Se trata de una súplica insistente que brota de una necesidad de una madre: su hija está siendo atormentada. En la intercesión aparecen también los discípulos que piden a Jesús que atienda a aquella mujer. La oración de intercesión pone la atención en los demás, es una oración muy frecuentada. Siempre nos encomendamos a las oraciones de los demás, pues nos alcanzan muchos bienes de parte de Dios.

Otro aspecto a destacar es la tenacidad de aquella cananea, pues nada la detiene para lograr su objetivo; pareciera por otra parte que Jesús con su negativa inicial busca hacer brillar la fe de aquella mujer. En efecto ella va como saltando todos los obstáculos que encuentra hasta escuchar aquellas hermosas palabras de Jesús: “¡Mujer qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas”.

Un detalle más que debemos observar es lo que motiva la oración de aquella mujer, ella vive un momento de aflicción porque su hija está siendo afectada. La oración de aquella mujer se origina porque vive una situación que le provoca sufrimiento. Hoy también nos encontramos con muchas personas que han sido lastimadas por la violencia, por la pobreza extrema o por situaciones que las hacen sufrir continuamente, su oración es como la de aquella mujer cananea: Señor Jesús, ten compasión de mí.

La imagen de esta mujer es una clara invitación para cultivar una oración perseverante en nuestras vidas. Que ninguna situación nos robe la perseverancia ni nos lleve a desconfiar de Dios. La oración de súplica es la debilidad de Dios.

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Párroco en San Miguel Arcángel, Perote, Veracruz.