La oración contemplativa

Deuteronomio 4,32-34.39-40 | Salmo 32 | Romanos 8,14-17 | Mateos 28,16-20

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

En el camino de la oración tiene su lugar propio la contemplación o la adoración. Hoy la Iglesia celebra a la Santísima TRINIDAD, con lo que se busca significar lo esencial o básico de nuestra Fe. Como indican los santos, al misterio de la Santísima TRINIDAD nos acercamos mediante la adoración, que requiere silencio interior y sencillez de corazón. Se denomina a este domingo como pro orantibus, pensando de forma especial en las comunidades religiosas contemplativas. Estos consagrados-as viven en comunidad con lazos de verdadera fraternidad cristiana, pero al mismo tiempo mantiene un estilo de vida en silencio y con un grado importante de soledad destinado al encuentro con DIOS en la adoración contemplativa. Lo anterior resulta una redundancia, pues la contemplación real prescinde del discurso y se queda delante del Misterio, que no se puede realizar, si no es en adoración. De forma inmediata, la adoración del contemplativo-va, se convierte en intercesión dentro de la Iglesia por todos los otros hombres y mujeres de este mundo presente, y de las almas que están en el Purgatorio. La jornada pro orantibus recuerda a todas la personas de vida consagrada, que viven entregadas a la oración por la Iglesia y el mundo en su conjunto. De la mayoría de estas comunidades religiosas no se sabe nada, hasta que llega el tiempo de Navidad y nos venden los productos navideños que elaboran; pero la labor impagable está en la oración que realizan por la Iglesia y el mundo. Estas personas de vida consagrada en clausura total, hacen de su vida un verdadero y lento holocausto, por el que se van consumiendo poco a poco, dejando morir todos los lazos que pudieran conectarlas con el mundo exterior. La persona consagrada en vida de clausura hace una entrega martirial de su vida de forma lenta y gradual. Estas personas saben lo que es la Paz del SEÑOR en sus corazones, pero también conocen los áridos y largos desiertos interiores, noches oscuras y fuertes turbulencias espirituales, porque no sólo adoran al SEÑOR, sino que han entrado en las filas de la expiación de la Cruz. Su vida no está dispuesta en una comodidad calculada, pues son verdaderos vigilantes que permanecen en vela mientras el mundo narcotiza sus noches. Algo grande tiene que estar sucediendo en el silencio discreto de las clausuras, para que el equilibrio de las fuerzas espirituales no se haya inclinado hace tiempo hacia el campo destructivo de lo demoníaco. Los papas vienen indicando a las comunidades de clausura e institutos religiosos que se ofrezcan como modelos y lugares de encuentro y oración para las personas que busquen iniciación en esa línea. El mejor camino para hacerse afecto a la oración es vivirla en algún grupo. Los efectos de la verdadera oración se manifiestan de forma inmediata. Otros pueden pedir o interceder por alguien, y eso está muy bien; pero el propio interesado tiene que abrir su boca, forzar un poco su voluntad, doblegar la duda de su entendimiento, y decir: “PADRE nuestro, que estás en el Cielo…” (Cf. Mt 6,9-13). Todos tenemos muchas cosas para enmendar en nuestro caótico interior, que encuentran arreglo cuando serenamos nuestra alma mediante la oración. Démonos algo de tiempo diario o semanal. No se puede vivir en una tensión de diez permanentemente. DIOS es el oasis o el área de descanso que estamos necesitando. Este lugar propicio se encuentra allí donde nos paremos y decidamos dedicarle un tiempo prudencial y suficiente a reconocer su Presencia: el tiempo de un Rosario rezado sin prisa. Puede que alguien diga que no tiene tiempo para tal cosa. Llegados a ese punto, muchos se encuentran dispuestos a emplear tiempo para acudir al psicólogo o terapeuta, que entre sus efectos positivos está el de cobrarles puntualmente su tiempo y dedicación. Es posible que uno de los grandes fallos de la oración sea que sus beneficios el SEÑOR los de gratis.

Buscando a DIOS

La Revelación se facilita cuando el hombre busca a DIOS, y la inquietud o motivación para la búsqueda anida en el hálito espiritual insuflado por DIOS como aliento de la verdadera vida. Las piezas del puzzle encajaban perfectamente antes del pecado de origen, pero todo se trastocó cuando la desobediencia inicial dio rienda suelta a un conjunto de tendencias mortales como la violencia, la frivolidad, la envidia, el resentimiento o la lujuria desmedida en todas sus formas. Aún en ese estado DIOS empieza una obra de reconstrucción espiritual y moral a partir de un pueblo diseminado o esclavizado en medio de una nación más numerosa y poderosa, porque DIOS guardaba memoria de la promesa patriarcal dada a Abraham. DIOS viene a buscar a su Pueblo, que creció y se multiplicó en medio de la esclavitud. A Moisés le dice: “he escuchado el clamor de mi Pueblo y he venido a liberarlo” (Cf. Ex 3,7-8). Se van a dar pasos en orden a la liberación del régimen de esclavitud, YAHVEH se manifestará como un DIOS más poderoso que los dioses egipcios; y llegados al desierto todo contribuirá a resaltar la presencia de YAHVEH como el DIOS vivo, dando a conocer las pautas debidas a su Presencia en medio del Pueblo. Los preceptos o normas dadas por el SEÑOR son sencillas, aunque los rituales sacrificiales en la Tienda del Encuentro por el desierto, o en el futuro Templo mantengan alguna complejidad, que se establece básicamente por motivos pedagógicos. A través del rito sacrificial, el hombre religioso debe caer en la cuenta del valor de la vida que DIOS le da, del honor y adoración debidos a DIOS, de los dones recibidos y la relación de pertenencia a DIOS, de su cercanía, providencia y santidad. De forma progresiva el culto se irá transformando, aunque en ocasiones sean las circunstancias traumáticas las causantes del cambio. Pensamos en lo sucedido con el exilio del siglo sexto (a.C.), o la destrucción de Jerusalén y el Templo para los judíos (70d.C.). Sin patria y Templo, forzado por las circunstancias, el hombre religioso alcanza un nuevo sentido de la ofrenda y el sacrificio debido a DIOS, “los sacrificios no te han satisfecho y aquí estoy oh DIOS para hacer tu voluntad” (Cf. Slm 39,7-9). Como el salmista del Salmo cincuenta, también el autor del Salmo treinta y nueve entiende que DIOS quiere por encima de todo la ofrenda de uno mismo, que se materializa en el cumplimiento de la Divina Voluntad expuesta con sencillez y claridad en las Diez Palabras o Decálogo. La adhesión a la Divina Voluntad es la vía magistral para encontrar la felicidad personal en este mundo, según el libro sagrado, y permanecer en la Presencia de DIOS, que todo lo sostiene, porque es YAHVEH el DIOS de la existencia. Quien se revela a Moisés en el Sinaí no es una entidad espiritual de orden menor como otras muchas que pudieran existir. Moisés se encuentra en el Monte Santo con la EXISTENCIA misma que lo sostiene todo, pero no es identificable con criatura alguna. Este extremo no se puede olvidar de ninguna manera, pues será letal para el hombre piadoso como lo fue en su día acceder impunemente al árbol de la ciencia del bien y del mal, que trajo consigo la muerte moral y espiritual (Cf. Gen 3,16-17).

YAHVEH se fijó en Israel

“Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido desde el día en el que DIOS creó al hombre sobre la tierra, ¿hubo jamás desde un extremo a otro del cielo Palabra tan grande como ésta, se oyó Palabra semejante? (Cf. Dt 4,32). La dispersión motivada por la confusión de lenguas descrita en el episodio de la torre de Babel (Cf. Gn 11,7-8) tiene el trasfondo de la fragmentación de las creencias. La palabra humana dejó de ser un vehículo adecuado para encauzar la Revelación, porque la división de los ídolos en el corazón de los hombres hacía tal cosa imposible. De nuevo el hombre dejó de entenderse con sus semejantes, consigo mismo y con DIOS. La historia de la Revelación encontraría un nuevo punto de partida en la persona de Abraham, al que todas sus imperfecciones le fueron perdonadas por su Fe inquebrantable en el SEÑOR de quien se había fiado hasta el heroísmo. Alrededor de Abraham miramos o preguntamos y por todas partes cunde el politeísmo, el culto a los dioses más extravagantes y deshumanizadores. Lo mágico se confunde con lo sagrado; lo preternatural con lo sobrenatural, y el mundo espiritual del hombre es un gran agujero negro del que no es capaz de salir por él mismo. San Pablo dirá que el hombre disponía de una inteligencia suficiente de las cosas para distinguir al CREADOR de las criaturas y recae sobre él la culpa de no haber obedecido al criterio cabal de su conciencia (Cf. Rm 1,19-21). La cercanía de los pensadores griegos pudo influir en san Pablo para adoptar esta posición, pero la desviación generalizada inclina la balanza hacia la consideración que hace el SEÑOR al profeta Jonás cuando éste es enviado a Nínive: “no iba a tener compasión de unas gentes que no distinguen su mano derecha de la izquierda” (Cf. Jon 4,11). El hecho es que en los tiempos que la Revelación es dada al Pueblo de Israel todos los pueblos de alrededor mantienen cultos idolátricos relacionados con la agricultura y las fuerzas naturales. El hombre cananeo entiende que debe rendir culto al sol, la luna y otras fuerzas naturales con sacrificios realizados con representaciones de dioses intermedios. Señores de las montañas (baales) o diosas de la fertilidad (Astarté, Asera o Anac) demandan prostitución sagrada o sacrificios humanos en otros momentos. El conjunto de dioses está implicado en la supervivencia de los hombres, que dependen de la caza o de la fertilidad de la tierra. La Revelación bíblica ofrece otra visión diametralmente distinta de las cosas. La multiplicidad de dioses es una falsedad que ha pervertido los corazones. Hay que abandonar el culto a los ídolos para librarse de esa esclavitud y todo tipo de muerte, moral, espiritual y física. El único DIOS, el verdadero DIOS no puede cuidar y proteger a quien no confía en ÉL. El israelita debe preguntarse y considerar lo que pasa en los pueblos de su alrededor, en lo que respecta a la religión y sus dioses. Los resultados de la Fe en YAHVEH y las prácticas idolátricas son perceptibles y los resultados están a la vista, para el que lo quiere ver. La abundancia de información de mejor o peor calidad exige un esfuerzo añadido en la actualidad para realizar el ejercicio comparativo entre religiones, que propone el autor sagrado; pero de alguna forma el hombre de hoy hábilmente desinformado y abrumado, tiene que realizar un esfuerzo personal por esclarecer su mundo espiritual, que tiene relación inmediata con esta vida y la que se abre después de la muerte. Aquí podemos vivir un modo de relacionarnos con DIOS; pero las cosas cambiarán con radicalidad cuando dejemos este periodo de prueba y búsqueda.

Acontecimiento fundacional

“¿Hay algún pueblo que haya oído como tú has oído la Palabra del DIOS vivo, hablando en medio del fuego y haya sobrevivido? (Cf. Dt 4,33). Los capítulos diecinueve y veinte del libro del Éxodo dan contenido a este versículo. El mensaje que en su momento YAHVEH encomienda a Moisés para llevar al Faraón se refiere a la adoración o culto, que el Pueblo hebreo ha de realizar en el desierto, después de tres días de camino (Cf. Ex 5,3). Los tres días de camino es más simbólico que una medida exacta de los días empleados, que en realidad fueron treinta. El Monte Sinaí es el gran púlpito natural desde el cual YAHVEH va a hablar al Pueblo, haciendo oír su voz mediante el relámpago y la tormenta. El Pueblo pidió a Moisés que se entendiese él con el SEÑOR, pues les daba la sensación de desaparecer en cualquier momento ante aquella manifestación. DIOS quería mostrar que ÉL no era un ídolo inerte de los que proliferaban en Egipto y rendían culto sin resultado positivo alguno, pues aquellos dioses falsos también estaban detrás de su esclavitud como fuerzas espirituales que tenían a los egipcios como instrumentos de su acción. Para este encuentro con el DIOS vivo fue de todo punto necesario la liberación de las ataduras físicas de los trabajos forzados, de las dependencias espirituales de unas entidades con fondo satánico. Las diez Palabras dadas por el SEÑOR debían rescribirse en los corazones de todos para ofrecerse a sí mismos como sacrificio de oblación agradable al SEÑOR. YAHVEH tiene Poder, en realidad a ÉL pertenece todo el Poder. Esta lección quedó grabada en la memoria religiosa del Pueblo elegido. Esta voz del Sinaí se oirá de nuevo en los profetas: “YO SOY DIOS y no hay otro” (Cf. Is 45,5). De forma incipiente, el Deuteronomio refiere algún atributo sobre DIOS, que en la revelación del Nuevo Testamento sobrepasa el carácter de cualidad o atributo. Se trata de la Palabra y el fuego. La PALABRA en el Nuevo Testamento es la Segunda Persona de la TRINIDAD; y el Fuego es el ESPÍRITU SANTO mismo que es AMOR y se manifiesta no ya en la imponente tormenta, sino en un Fuego como lenguas que reposan sobre los Apóstoles y los reunidos (Cf. Hch 2,3). El hombre está llamado a familiarizarse con el Fuego de DIOS para vivir en su Presencia. El Fuego de DIOS es vida, fortaleza y amor. Lo que se vive en el Sinaí es un preámbulo de lo que protagonizan los Apóstoles en Pentecostés; y a su vez esta experiencia fundacional de la Iglesia está en tránsito hacia el establecimiento definitivo de nuestras vidas en la contemplación misma de la TRINIDAD, que es un desbordamiento de AMOR entre el PADRE y el HIJO. En esta sobreabundancia DIOS piensa incluir a todos los Ángeles y Bienaventurados para toda la Eternidad.

DIOS viene

“¿Algún dios intentó jamás buscar una nación entre las otras por medio de pruebas, señales, prodigios, mano fuerte y brazo extendido, por grandes terrores, como todo lo que vuestro DIOS, YAHVEH, hizo con vosotros ante vuestros ojos en Egipto?” (Cf. Dt 4,34). Aparece como una constante la indicación de la salida o el éxodo por parte de DIOS tanto a las personas particulares como a los grupos y comunidades. DIOS le dijo a Abraham que saliera de su tierra, y se dejara guiar a una tierra nueva para él, que sería dada en propiedad a su descendencia (Cf. Gen 12,1ss). La salida del Pueblo elegido de Egipto es una salida o éxodo que hemos de leer los creyentes en cada generación. Moisés y Elías hablan con JESÚS en el Tabor de su próximo éxodo particular (Cf. Lc 9,30-31); y san Juan pone en boca de JESÚS: “ha llegado la Hora de pasar de este mundo al PADRE” (Cf. Jn 13,1). La Iglesia está en su estado propio cuando se ve impulsada a la misión, en un movimiento que mantiene el pulso evangelizador. La imagen dada por el profeta Ezequiel en el capítulo treinta y siete del valle lleno de huesos secos puede tomarse para releer lo que el SEÑOR hizo con los hebreos esclavizados en Egipto. Ahora el libro del Deuteronomio lo recuerda y quiere que sus lectores lo tengan en cuenta e interioricen, pues uno de los grandes males que nos aquejan es la desmemoria. La falta de memoria acarrea falta de identidad y pérdida de la propia razón de ser. El individuo está llamado a superar a sus antepasados, pero no a costa de ignorarlos. No se es ciudadano del mundo como algunos quieren hacer creer. Un planteamiento así aboca al vacío, porque no hay señas de identidad. Nuestra Fe tiene raíces judeocristianas. La cultura y la mentalidad en la que hemos crecido hasta ahora posee estas mismas raíces y es suicida negarlas o rechazarlas. El Yavismo se impone en el Pueblo elegido porque DIOS interviene de forma providencial y los hebreos entienden las señales del Poder manifestado por YAHVEH como signos de elección. No se ocultan las resistencias e infidelidades de este Pueblo con el que DIOS mantiene sus compromisos a pesar de las rebeldías y obstáculos a sus planes de Salvación. El Pueblo entero de la Casa de Israel, que llevaba en Egipto unos cuatrocientos treinta años era como un “valle lleno de huesos secos”, les faltaba vida y tenían que ser rehabilitados por la Palabra y un nuevo aliento de Vida. De nuevo en este versículo se acentúa la singularidad de la elección de DIOS y su acción providencial. Los israelitas tendrán oportunidad de comprobar que el DIOS amable que dispensa el maná al Pueblo todos los días es el mismo que puede acabar con todo el ejército del Faraón en un solo acto de Poder. Todos los intentos que pudieron organizar para zafarse del yugo egipcio no dieron resultado. La liberación se produjo cuando DIOS interviene por medio de su profeta Moisés, que es enviado para  poner en conocimiento del Faraón lo que el DIOS de los hebreos ordena.

La memoria religiosa

“Reconoce hoy y medita en tu corazón, que YAHVEH es el único DIOS. Allá arriba en el Cielo y aquí abajo en la tierra no hay otro” (Cf. Dt 4,39). La memoria tiene una gran parte de don innato, pero no es menos cierto que se puede mejorar mediante el ejercicio. Se recuerda sin esfuerzo lo que se valora como importante. Un recuerdo doloroso puede estar presente con mucha viveza por el trauma causado. No hay que hacer un gran esfuerzo para recordar algo especialmente desagradable. Pero este versículo no lleva la cosa por esos derroteros. DIOS nunca nos va a traumatizar, en todo caso lo pueden hacer las personas vinculadas a la institución religiosa u otras que deberían jugar el papel de amables compañeros de viaje, o caminantes hacia DIOS. Nos devuelve este versículo al tiempo de la oración y la meditación. Los acontecimientos, sucesos o historias narradas o descritas en los libros de la Biblia tienen la función de construir el entramado básico de unas pautas religiosas. La mirada, consideración o meditación de los escritos antiguos tenemos que realizarlo los cristianos teniendo en cuenta las verdades sobre JESUCRISTO y su Evangelio. No hacemos solos la meditación, no estamos solos ante el recuerdo, pues la presencia de DIOS se actualiza cuando lo invocamos o identificamos algunas de sus intervenciones a lo largo de la Historia de la Salvación, que nos han quedado como Revelación. No estamos solos cuando traemos a la memoria las escenas y las palabras dedicadas al patriarca Abraham, o a cualquier otro patriarca. No estamos solos cuando meditamos los relatos de la Creación. No estamos solos cuando tratamos de extraer las lecciones que ofrecen los áridos capítulos del libro del Levítico, que para otros representa un texto muy atrayente. Así recorreríamos todos los libros de la Biblia que recogen la Revelación; por tanto, el ESPÍRITU SANTO que en su día los inspiró, ahora nos ha de dar la comprensión interior de su contenido. Nuestra memoria de las cosas de DIOS necesita de la Gracia para hacernos con su mensaje y valorarlo en alguna medida. La meditación capital que propone este versículo versa sobre el monoteísmo: “sólo hay un DIOS allá arriba en el Cielo, y aquí abajo en la tierra”. Albergar una concepción politeísta mata el alma al crear una esquizofrenia espiritual. En lo más hondo del ser, el alma sabe que sólo hay un DIOS y se le puede forzar a aceptar la mentira politeísta. La meditación para el alma de los últimos tiempos es buena cuando se medita sobre la TRINIDAD, que mantiene su unidad en cuanto a la naturaleza divina, pero se nos ha manifestado como PADRE, HIJO y ESPÍRITU SANTO. Las Personas no son modalidades de DIOS para mostrarse a los hombres, sino que pertenecen a la misma esencia de DIOS, sin alterar la condición trinitaria. Este es el Misterio fundamental, que alimenta todas las verdades de Fe. El empeño por afirmar este hecho nace de modo especial de la revelación del Nuevo Testamento, la experiencia de los santos y el Magisterio de la Iglesia. La razonabilidad de la Fe que encierra el Cristianismo hace perfectamente aceptable este gran misterio que se refleja en la Creación, la Historia de la Salvación y de forma especial e inequívoca, en la persona misma de JESÚS de Nazaret. La meditación sobre DIOS mismo alcanzará momentos de verdadera contemplación y adoración. La meditación es un cauce por el que surge con facilidad una admiración que nos postra -adoración- ante la Majestad de DIOS en su grandeza o en cualquiera de sus atributos. La meditación sobre DIOS mismo conduce a un conocimiento contemplativo, que sólo puede surgir porque el mismo DIOS está tocando esa conciencia. La meditación sobre DIOS es un verdadero acto de Amor.

La infancia

“Guarda los preceptos y los mandamientos que YO te prescribo hoy, para que sea feliz tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que YAHVEH tu DIOS te da para siempre” (Cf. Dt 4,40). Decía JESÚS, “si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos” (Cf. Mt 18,3). La paternidad y la maternidad tienen la vertiente de guía con autoridad para los hijos, que esperan certezas y seguridad. La voluntad amorosa del padre o de la madre encauzan la conducta del hijo, que aproxima su voluntad a la voluntad de sus padres. De igual modo la voluntad del hombre adulto tiene que adherirse a la Divina voluntad, si quiere protección y seguridad en el difícil camino de la vida. La Escritura encierra el compendio de normas y preceptos dados por el SEÑOR, que tienen una síntesis básica en las Diez Palabras del Decálogo. Girando alrededor de estos principios básicos se establecen como derivadas o ampliaciones otras recomendaciones de alto valor moral y espiritual, que ayudan notablemente a tener a DIOS en cuenta con el expreso deseo de agradarlo. Este último aspecto es un paso que da aquel que deja atrás la concepción legalista de los preceptos santos, y camina por la vía de la relación filial marcada por la piedad. El hijo camina fiándose de DIOS y comprueba que DIOS es bueno. Las normas y preceptos no son un capricho para aguar la fiesta, sino que vienen a encender un faro de luz en la oscuridad e incertidumbre de un camino jalonado de riesgos. Es muy importante caer en la cuenta que DIOS es bueno y nos ama. Dice este versículo que ejercitándonos en lo que DIOS quiere seremos felices en esta tierra, permaneciendo en su posesión nosotros y los herederos. Es preceptivo transmitir a los hijos los Divinos Mandamientos recibidos, pues la indicación incluida en el “Shema” abarca a todas las palabras del Decálogo: “las transmitirás a tus hijos” (Cf. Dt 6,7). El padre tiene que hablar con el ejemplo y la palabra, de lo contrario no se logrará la trasmisión de la herencia espiritual. La tierra maldecida por la conducta negligente del hombre (Cf. Gen 3,17), se recupera para DIOS por el comportamiento conveniente que tiene en cuenta la Divina voluntad, y de esta forma la tierra es santificada y rehabilitada para ofrecer los mejores frutos: “una tierra que mana leche y miel” (Cf. Ex 3,17). Nosotros sabemos, de acuerdo con la Revelación del Nuevo Testamento, que la Nueva Bendición de la tierra es el preámbulo de la Vida Eterna con DIOS que es TRINIDAD. Definitivamente, allí la Vida se prolongará para siempre.

Hacia Galilea

Cada acontecimiento dentro de la vida de JESÚS aparece como un motivo para recordar todo lo que JESÚS había enseñado y realizado. Con frecuencia los evangelios nos dicen que no entendían el significado de las palabras o señales: “¿quién es éste, que hasta el viento y el oleaje le obedecen?” (Cf. Mc 4,37-41). Faltaba la última secuencia en la vida de JESÚS para completar su conocimiento y el debido aprendizaje de los discípulos. La Cruz concluyó la fase expiatoria del SEÑOR: “todo está cumplido” (Cf. Jn 19,30). Pero aún faltaba una palabra definitiva abierta a la Vida eterna: “subo a mi PADRE y vuestro PADRE; a mi DIOS y vuestro DIOS” (Cf. Jn 20,17). Sabemos quién es JESÚS porque se va al PADRE, y sentado a su derecha, enviará al ESPÍRITU SANTO sobre los Apóstoles, la Iglesia y el mundo entero se beneficiarán de esta efusión. JESÚS en la Resurrección declara sin ambigüedad su condición de HIJO de DIOS, y por tanto que nuestro DIOS es TRINIDAD. En la versión de san Mateo, JESÚS se aparece a María Magdalena y a la otra María para hacerlas portavoces de la noticia de la Resurrección: “id, y decid a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán” (Cf. Mt 20,10). La vuelta a Galilea no es un retorno al comienzo para empezar de nuevo, sino una relectura de lo acontecido con los ojos de los que han comprobado la verdadera identidad del SEÑOR. El que ahora se les aparece y manifiesta es el mismo que convivió con ellos, escucharon sus enseñanzas y fueron testigos de sus señales. La Galilea fue el taller donde se realizaron los primeros trabajos de la evangelización, y permanecen resultados efectivos de aquella primera implantación del Reino de DIOS. La Nueva Galilea desbordará sus límites espirituales y será para todos como insignificante grano de mostaza, la levadura que fermenta tres medidas de harina o el sembrador que esparce la semilla para que germine en los lugares más inverosímiles (Cf. Mt 13,1ss).

Los Once en la Galilea

“Los Once se marcharon a Galilea, al monte que JESÚS les había indicado” (v.16). Es razonable suponer que los Once se ocultaran por un tiempo a los ojos de las autoridades religiosas, que podían buscarlos para incriminarlos y terminar con ellos como lo habían hecho con el MAESTRO. Resulta una medida prudente evitar el caer en manos de unas autoridades religiosas que estaban maquinando la inculpación de los discípulos ante la desaparición del cuerpo de JESÚS, que había sido puesto en el sepulcro. A los soldados lo sobornaron, pero sobre aquellos soldados podía recaer graves penas, si no se encontraban otros culpables para atribuir la desaparición de aquel difunto ¿Dónde estaba el cadáver? ¿Habían engañado al gobernador romano? Los discípulos empezaban a correr un riesgo verdaderamente grave, de quedarse en Jerusalén. Había que poner tierra y tiempo de por medio, esperando que se diluyeran los rumores y los ánimos enfriasen. Cuenta santa María Valtorta en su visiones, que la aparición del SEÑOR a los quinientos hermanos referidos por san Pablo (Cf. 1Cor 15,6), tuvo lugar en el Monte Tabor. Podría haber sido el monte indicado por JESÚS para manifestarse como el RESUCITADO a los Once.

La Fe  no se impone

“Al verlo lo adoraron, sin embargo algunos dudaron” (v.17) Lejos de debilitar el testimonio de la Resurrección, las dudas de algunos afianza el hecho de la autenticidad de la Fe, pues no estaban bajo “una sugestión colectiva”, si tal cosa  pudiera darse. La Fe, nos dice la carta a los Hebreos, es certeza de lo que no se ve y seguridad de lo que se espera (Cf. Hb 11,1). La certeza no es un estado emocional promovido por sensaciones. La certeza nace del discernimiento, que es siempre análisis sereno y equilibrado. La Fe inicia el camino de la Esperanza, que dispone la voluntad para conquistar objetivos previstos con un alto grado de seguridad. En este encuentro con JESÚS la seguridad y certezas inmediatas las habrían tenido los discípulos con más afinidad hacia JESÚS. El calado en su momento de las palabras, enseñanzas y señales del MAESTRO reviven ahora para reconocerlas cumplidas. Sin embargo es posible que aquellos que en su día mantuvieron un margen de duda notorio hacia lo que decía y hacía JESÚS, en ese momento tales dudas persistiesen. No todos los discípulos debían tener el mismo ritmo de aprendizaje, cosa que JESÚS aceptó desde el minuto uno de aquella escuela itinerante en la que convirtió su misión en compañía del grupo de discípulos.

Todo el Poder

“JESÚS se acercó a ellos y les habló así: se me ha dado todo el Poder en el Cielo y en la tierra” (v.18). Con esta afirmación el evangelista da a entender que JESÚS había ascendido a la derecha del PADRE, como testimonia san Juan, de quien recibe todo el Poder. El PADRE reconoce totalmente satisfactoria la misión realizada por el HIJO y le da el señorío sobre todo lo que existe en los Cielos y en la tierra. Como dice san Pablo JESÚS tiene el Nombre sobre todo Nombre (Cf. Flp 2,9). JESÚS es el Vencedor de todas las potencias del Mal con carácter de ángeles caídos; pero también las jerarquías fieles que permanecieron al servicio del Plan Divino de Salvación, quedan bajo el señorío de CRISTO. JESÚS es el SEÑOR de todo, porque lo puede redimir todo. Nadie vivió el alejamiento o ausencia de DIOS como ÉL: “DIOS mío, DIOS mío, ¿por qué me has abandonado? (Cf. Mc 15,34). Todo se mueve en función de la Redención, que completa o lleva a su plenitud toda la Creación, y de forma especial al hombre que está en el centro del universo material. La Voluntad del PADRE, que pedimos se cumpla en el Padrenuestro está en función de la aceptación dada al señorío de JESÚS sobre nuestras vidas y el mundo en su conjunto. Pareciera ahora, que el Cristianismo no tiene futuro, que fuerzas poderosas lo están minando socialmente y en breve acabarán con él. También satanás pensaba acabar con toda aquella novedosa doctrina espiritual clavando a JESÚS en la Cruz, pero tal cosa no sucedió. Nadie conoce el arsenal de Gracia y Bendición que el SEÑOR tiene dispuesto para librar las batallas espirituales de nuestro tiempo. No echemos en saco roto estas palabras del SEÑOR: “tengo todo el Poder en los Cielos y en la tierra”. A JESÚS se le ha dado todo el Poder, lo tiene y lo va a administrar a favor de todos los hombres.

El Bautismo

“Id, pues y haced discípulos de todas las gentes, bautizando en el nombre del PADRE, y del HIJO, y del ESPÍRITU SANTO” (v.19). El Sacramento del Bautismo es el Sacramento raíz, por el que nos unimos a la Vida misma de JESÚS, desde ese momento la Vida de la Gracia empieza a circular por nuestras venas espirituales. Inmersos en la TRINIDAD, sólo nos queda dejar hacer al SEÑOR para que la vida de la Gracia no se interrumpa. El Cielo ha bajado al corazón del hombre y transformarlo, pero el aguijón de la carne, la concupiscencia o del pecado original sigue latente para recordarnos que somos débiles, o pobres hombres necesitados de la renovación de la Vida Divina. El ESPÍRITU SANTO tiene tendencias en contra de la carne y la carne en contra del ESPÍRITU (Cf. Gal 5,16-17). Y por un ejercicio de libertad cotidiano vamos ganando la batalla con ayuda del SANTO ESPÍRITU, que permanece en nosotros desde el Bautismo (Cf. Rm 8,11). Por el Sacramento del Bautismo, la TRINIDAD pone su morada entre nosotros, y cada bautizado es portador de la TRINIDAD en su corazón. El Cielo baja a la tierra, y se trata ahora que afloren los frutos de esta Presencia que deja su huella indeleble en las almas. Tras el Sacramento del Bautismo oramos y nos dirigirnos al PADRE con una piedad filial creciente. Tras el Sacramento del Bautismo la renovación integral del ESPÍRITU SANTO debiera ser una acción diaria. Tras el Sacramento del Bautismo la vinculación con JESÚS lleva al creyente al modelo del hombre acabado o perfeccionado en CRISTO.

La enseñanza

“Enseñando a guardar todo lo que YO os he mandado” (v.19). Somos discípulos con carácter permanente, sujetos de aprendizaje porque carecemos de horizonte limitado pues DIOS será un Misterio por toda la eternidad. Sin embargo hay una enseñanza urgente para resolver con acierto: urge saber lo que hemos de ajustar de nuestra conducta a la Divina Voluntad. De nuevo nos paramos en el término “guardar” porque se trata de hacernos expertos en las cosas del Reino de los Cielos, que son las que le interesan a JESÚS; y ÉL nos dice: “un letrado versado en el Reino de los Cielos es como un padre de familia que saca de su arcón lo nuevo y lo antiguo” (Cf. Mt 13,52). Ninguno de los presentes en este mundo somos Adán -el primero de los hombres-, nadie debe pretender empezar de cero, creerse autodidacta  y ajeno a cualquier otra aportación. Hay que guardar buenas cosas en el corazón. Nadie pondría en su despensa un alimento podrido; pues así debiéramos mirar los contenidos que albergamos en nuestro espíritu. Somos discípulos que nos hemos de relacionar con nuestro MAESTRO con los recursos espirituales, pues no nos encontramos con JESÚS como podían hacerlo cuado predicaba en la Galilea o las distintas zonas de Israel. Tenemos el Nuevo Testamento para meditar y profundizar. Es posible elevar una oración en sus distintas formas de acción de gracias, alabanza, intercesión o adoración. De forma especial nos encontramos con JESÚS en la EUCARISTÍA. Cada efusión del ESPÍRITU SANTO nos hace más receptivos a las gracias que necesitamos para el ejercicio diario de nuestras obligaciones. Disponemos de todos los recursos de la Gracia  para caminar como discípulos.

El fin o el comienzo de todo

“Sabed que YO estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (v.20). Este mundo y los que en él estamos tenemos distintas fechas de un punto final. Particularmente cada uno de nosotros sabemos que la vida aquí se alarga unas décadas, pero es una insignificancia con respecto al cómputo total del tiempo y no digamos si damos este periodo como paso a la Vida Eterna. En proporción distinta se puede pensar para el conjunto de la historia del género humano en este mundo y del cosmos en su conjunto. Desconocemos los efectos geológicos y climáticos de las próximas centurias o miles de años, que podrían dar por terminada la presencia del hombre en el planeta. Con esto caemos en la cuenta que las propias condiciones naturales ponen fin a la presencia del hombre, si antes no damos rienda suelta a una guerra nuclear de autodestrucción total. Pero los creyentes afirmamos que la historia de los hombres está en manos de DIOS, porque ÉL mismo ha entrado en ella para hacerla suya de forma especial y redimirla. Por tanto el fin de la historia no está a merced del desencadenamiento de catástrofes naturales, aunque los elementos de la naturaleza tengan carácter de señales en un momento dado. El fin de la historia le pertenece en toda su extensión al SEÑOR, que “con su sangre compró para DIOS hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación” (Cf. Ap 5,9). Del SEÑOR es la historia y le pondrá fin cuando considere que es su momento, hasta entonces la máxima es: ¡velad!, porque no sabemos el día ni la hora (Cf. Mt 24,42). Mientras tanto, la Fe se alimenta de la certeza, “YO estoy con vosotros todos los días”, y nos encontramos con ÉL en su Palabra, de forma especial en la EUCARISTÍA, en la oración personal y comunitaria. En la acción de su ESPÍRITU SANTO que establece la fraternidad cristiana entre los hombres. La persecución cuando se promueve nunca logra sus objetivos, porque un resto cada vez más purificado permanece. JESUCRISTO ha vencido y no existe poder humano o satánico que pueda erradicar la Presencia del SEÑOR de la faz de la tierra.

San Pablo, carta a los Romanos 8,14-17

Para san Pablo el cristiano es el que vive movido por el ESPÍRITU SANTO (Cf. Rm 8,5b) Las tendencias de la carne son de muerte, pero las del ESPÍRITU SANTO son Vida y Paz (v.6) Con el Sacramento del Bautismo pusimos los cimientos de la TRINIDAD en nuestra vida, y dimos cauce adecuado para que el ESPÍRITU SANTO siga las etapas del crecimiento personal modelando la personalidad según el ejemplo de CRISTO. Somos los ungidos del SEÑOR, en los que el ESPÍRITU SANTO infunde de la verdadera Vida y Paz que el mundo no puede dar, sencillamente porque no las posee. El ESPÍRITU SANTO capacita para seguir el Evangelio, que dará los frutos mencionados por san Pablo en la carta a los Gálatas: “Amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí” (Cf. Gal 5,22-23ª) Estos son los frutos o resultados del esfuerzo por perfeccionar la oración, la limosna o la misericordia efectiva, y el ayuno o la renuncia a lo que perjudica la vida moral o espiritual. Como en el caso de JESÚS, el ESPÍRITU SANTO nos va curtir en múltiples batallas y puede que algunas las perdamos y quedemos heridos, pues todo es posible, pero el ESPÍRITU SANTO estará siempre dispuesto a reanudar la lucha con nosotros. Se equivocan quienes piensan que la vida del cristiano movida por el ESPÍRITU SANTO es para la evasión de las cosas de este mundo. El ESPÍRITU SANTO nos protege frente al mundo, plantando cara. Santiago en su carta lo dice así: “enfrentaos al diablo, que huirá de vosotros” (Cf. St 4,7). En el Nombre de JESÚS y la fuerza del ESPÍRITU SANTO el diablo está vencido. Si la fuerza del diablo que mueve la mundanidad es neutralizado, lo que hay en el mundo pierde su atractivo y seducción. De vuelta a la carta a los Romanos, san Pablo declara sin paliativos: “las tendencias de la carne llevan al odio a DIOS” (v.6). Este es el sentir del diablo y el de los que permanecen bajo su influencia. No se llega a este extremo de un día para otro, pero la pendiente una vez iniciada no augura un buen desenlace. Conviene no perder el gusto por las cosas que vienen de DIOS.

Sencilla definición

“Todos los que son guiados por el ESPÍRITU de DIOS son hijos de DIOS” (v.14). Todo hombre es poseedor de un alma creada por DIOS para realizar un camino de hijo en el entorno de una comunidad o sociedad. Aquí nos topamos con un tramo de la existencia en la que muchos no están directamente bajo la acción transformadora del ESPÍRITU SANTO, porque no han recibido el Sacramento del Bautismo, ni han oído hablar siquiera de JESUCRISTO, requisitos estos para entrar de pleno derecho en la categoría de hijos de DIOS. No entenderíamos que en DIOS se diese la acepción de personas (Cf. Hch 10,34); por lo que es necesario abrir un capítulo amplio de medios desconocidos para nosotros, por los que DIOS podrá actuar a favor de aquellos, que un día salieron de sus manos y vinieron a este mundo a realizar su existencia como personas con relaciones de toda índole. La más que constatada existencia de almas errantes de personas fallecidas es un motivo para pensar en planos espirituales distintos del Cielo, el Purgatorio y el infierno. De la misma forma que nadie va al Cielo si no acepta a JESUCRISTO como su Salvador; tampoco se condena nadie si no rechaza a JESUCRISTO. Muchas almas que en este mundo no han conocido a JESUCRISTO y su Evangelio no lo pueden rechazar; por tanto es preciso pensar que DIOS cuenta con medios para nosotros ignorados, que lleven a estas almas al conocimiento de la Verdad, y después estarán en condiciones de tomar una decisión, bien hacia la Salvación ofrecida por JESUCRISTO o en contra.

Del temor al Amor

“No recibisteis un ESPÍRITU de esclavos para recaer en el temor, antes bien recibisteis un ESPÍRITU de hijos adoptivos, que nos hace exclamar, ¡ABBA! -PADRE-“ (v.15). El que está ungido por el ESPÍRITU SANTO se mantiene en una actitud de anonadamiento consciente, en el que aprecia intuitivamente la diferencia total entre la Majestad de DIOS y la propia insignificancia, cuando menos; porque no se escapa la percepción personal de la propia condición pecadora. La unción del ESPÍRITU SANTO ofrece de forma tangible la proximidad de DIOS, al que de otra forma no nos sería posible acercarnos, pues reaccionaríamos como los israelitas ante la teofanía del Monte Sinaí (Cf. Ex 20,19), que pidieron a Moisés se entendiese él con YAHVEH, ante la magnitud del acontecimiento. Con arreglo a la propia capacidad, DIOS se acerca a cada uno de sus hijos, que no se aparta del camino ordinario de la Escritura. En la Revelación de los distintos libros sagrados se insiste en la cercanía de DIOS y la confianza filial que debe despertar en nuestros corazones. San Pablo en este texto nos dice una verdad que la mayoría de los cristianos vivimos continuamente o en algún momento de nuestro camino: dirigirnos con naturalidad a DIOS como PADRE. La palabra utilizada por el Apóstol confiere a la invocación un acentuado matiz de afecto filial: ¡ABBA! San Marcos recoge la expresión ¡ABBA! en la oración de JESÚS en Getsemaní (Cf. Mc 14,36). Si JESÚS utiliza esta expresión previa a la Cruz, se puede pensar que era la forma habitual de dirigirse entrañablemente al PADRE en sus largas vigilias de oración. Algún versículo atrás, san Pablo recoge que nos es dado el mismo ESPÍRITU SANTO que movía a JESÚS; por tanto es factible que nos inspire una oración semejante, confirmándonos la condición de hijos adoptivos de DIOS. El ESPÍRITU SANTO no evita el ejercicio de nuestra decisión para dirigirnos a DIOS. “Acercaos a DIOS y DIOS se acercará a vosotros” (Cf. St 4,8), dice Santiago en su carta.

Destinados a ser  hijos en JESUCRISTO

“El ESPÍRITU SANTO se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de DIOS” (v.16). El ESPÍRITU SANTO, como Tercera Persona de la Santísima TRINIDAD, es el gran TESTIGO de JESUCRISTO, y el encargado principal de concretar las obras diseñadas por la TRINIDAD. El Plan de DIOS para cada uno de nosotros está bien definido en los escritos del Nuevo Testamento: ”ÉL -DIOS- nos ha destinado en la persona de CRISTO, por pura iniciativa  suya a ser sus hijos; para que seamos santos e irreprochables ante ÉL por el Amor” (Cf. Ef 1,4-5) El ESPÍRITU SANTO se convierte en el ejecutor de este proyecto de DIOS que nos concierne a todos. De nuevo hay que recalcar la propia disponibilidad, pues el ESPÍRITU SANTO ejerce esta acción de modelado a lo largo de nuestra vida contando con nuestra colaboración efectiva. Seremos santos, porque somos santificados. El Amor nos transformará en la medida que nos ejercitemos en el Amor desinteresado -ágape-. Este Amor practica las Obras de Misericordia, perdona a los enemigos y resueltamente entrega a DIOS la propia voluntad -niégate a ti mismo-. Como podemos observar no estamos ante una sensiblería pasajera, sino que el compromiso establecido en el Bautismo adquiere el tono de opción fundamental.

Nuestra herencia

“Si hijos, también herederos: herederos de DIOS y coherederos de CRISTO” (v.17). Nuestra mentalidad mundana entiende mal que la herencia que DIOS da a los padres sean los hijos (Cf. Slm 127,3); o que la verdadera herencia del hombre sea DIOS mismo. Resulta que la verdadera herencia la recibimos cuando dejamos este mundo. La herencia normalmente se recibe cuando muere el testador, que deja testamento a favor de sus hijos normalmente. San Pablo tiene una expresión que coincide con este versículo: “ganar a CRISTO” (Cf. Flp 3,8). Al considerar todo lo terrenal como medio de adquirir un tesoro en el Cielo, entonces se lo ponemos fácil al ESPÍRITU SANTO para que ese estilo de vida se vaya concretando. Nos sobrecogemos cuando en cosa de unos instantes un fenómeno natural -terremoto o lluvia torrencial- acaba con nuestras pertenencias o queda devastado un pueblo con sus fábricas y centros públicos. Nada nos garantiza que el esfuerzo de toda una vida nos sea borrado en pocos minutos. ¿Qué es lo realista? Con todo el cristiano tiene la misma o mayor obligación que cualquier persona en trabajar por las cosas nobles de este mundo, sabiendo que “la figura de este mundo pasa” (Cf. 1Cor 7,31). Busquemos los bienes de allá arriba, porque nuestra verdadera vida está con CRISTO escondida en DIOS (Cf. Col 3,3).

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