La operación secreta del Papa y el cardenal Becciu para liberar a una monja secuestrada

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* La operación amparada por el secreto pontificio, de la que sólo tenían conocimiento el Papa y el entonces diputado a la Secretaría de Estado, el cardenal Angelo Becciu, y que se refería al rescate a pagar por la monja secuestrada en Malí por los yihadistas, fue el foco de la 28ª audiencia del juicio maxi sobre el palacio de Londres.

«Cuando el comandante de la Gendarmería Gianluca Gauzzi Broccoletti y el comisario Stefano De Santis me dijeron que el dinero utilizado por la señora Cecilia Marogna (contratada para gestionar la liberación de la monja, pero ahora acusada del juicio en curso) no había sido utilizado para sus propios fines, dije: ‘Estoy listo para dar lo que tengo y reembolsar a la Secretaría de Estado, porque si se ha malversado el dinero es por mi culpa’. El comandante me paró: ‘tú no tienes la culpa, te han estafado’. Yo procuré el dinero, se lo entregué a la señora porque estaba encargada de hacer una operación de la que el Santo Padre y yo sabíamos». 

La declaración espontánea del cardenal (uno de los diez acusados ​​en el juicio) sobre la gestión de los fondos de la Secretaría de Estado, se refería a lo explicado en la sala por el segundo de los testigos de cargo, el comisario De Santis, que intervino de una reunión secreta que tuvo junto al comandante Gauzzi con Becciu el 3 de octubre de 2020 en su casa, pocos días después de la dramática audiencia en la que el Papa le había privado de los derechos del cardenalato y del cargo de prefecto para las Causas de Santos. 

“Le hicimos entender que Cecilia Marogna había recibido tanto dinero en el que él era el remitente de las transferencias a través de monseñor Perlasca y que el nuevo suplente, monseñor Peña Parra, no sabía nada de esto”, recordó el gendarme De Santis.

“Cuidado cardenal Becciu -le dijimos- porque este pueblo está utilizando el dinero de forma diferente a la prevista en el motivo de las transferencias”, que iban destinadas a supuestas “misiones humanitarias”. El comisario también informó de que, en relación con las aportaciones pagadas a la Cooperativa Spes de Ozieri, dirigida por su hermano Antonino, Becciu «no entendía el lenguaje de los magistrados, sin pensar que había hecho daño». «Y nos pidió que protegiéramos a Cecilia Marogna, que no hiciéramos nada, porque, dijo, ‘me causaría un daño grave a mí y a mi familia’. Nos preguntó cuánto dinero tenía a menudo la señora Marogna y dijo que daría la orden, a través de su cuenta personal al IOR, de devolver ese dinero a la Secretaría de Estado». 

«Ese encuentro fue solicitado por mí – dijo entonces el cardenal Becciu en su declaración espontánea -. Ese día, exasperado por el título del Corriere della Sera que decía que ‘Becciu envió 700.000 euros a Australia para financiar los testigos contra el cardenal Pell’ (que luego fue desmentido por las propias autoridades australianas, ndr) llamé al comandante para expresarle mi amargura y preguntarle por qué se publican cosas falsas». 

«Vinieron, y lo primero que me dijeron fue: ‘Esta reunión debe quedar en secreto, no debes decírselo a nadie, porque sentimos que estamos faltando a nuestro deber profesional. Así que me sorprende que estemos hablando de eso ahora -subrayó-. Cierto, me llevé las manos al pelo cuando me hablaron de la Signora Marogna. Las puse porque había riesgo de que se publicara esta noticia porque era una operación de la que sólo el Santo Padre y yo teníamos conocimiento (la liberación de la monja sudamericana secuestrada en Malí, ndr). No fue por mi familia. Me preocupaba todo lo que decían de mis familiares por dinero dado a Spes, dinero por el que se dice que había cometido malversación, como ya he dicho que no existen tales acusaciones».

Entre los relatos que hizo De Santis en la sala del tribunal, el de que “cuando monseñor Perlasca informó al cardenal Becciu del interés de los magistrados vaticanos en las donaciones de dinero a Marogna exclamó ‘¡Qué cerdos!’”. En el aula también se reconstruyeron todos los gastos en ropa, cosmética, mobiliario, alquiler de la casa en Cagliari, supermercado y perfumería, escuela de la hija y otros artículos realizados por Marogna por un total de 436 mil euros en 20 meses (de los 575 mil recibidos por la Secretaría de Estado del Vaticano a través de su empresa eslovena Logsic). También se mostró cómo el exgerente sardo y autoproclamado experto en mediaciones internacionales, traído al Vaticano por los líderes de los servicios secretos italianos, publicó fotos en Facebook de sus visitas al Vaticano y a la casa de Becciu con comentarios como “Siento en casa. Mi paraíso». O de estancias en Ibiza, en Bormio en las Terme di San Pellegrino, almuerzos en Cerdeña y aperitivos en Milán en días en los que los gastos relativos se encontraban en las cuentas beneficiadas con las contribuciones vaticanas. 

También hoy ha sido depositado en la Corte el Rescripto Papal de 5 de diciembre de 2016, que reafirma que la gestión de las finanzas de la Secretaría de Estado es materia de secreto pontificio. Al respecto, los abogados del cardenal Fabio Viglione y Maria Concetta Marzo subrayaron que «la confidencialidad natural del cardenal sobre este punto no era otra cosa que el respeto leal a la ley. Cualquier otro comportamiento hubiera sido ilegal. En cuanto a la historia de la Sra. Marogna, el Cardenal, respondiendo directamente en la sala del tribunal a la declaración de la Gendarmería, una vez más reiteró el carácter secreto de todo el operativo de seguridad, que trató de preservar en todos los sentidos, en el mejor interés de la Santa Sede y el Santo Padre».

Por Franca Giansoldati.

Il Messaggero.

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