La opción fundamental y la Gracia

Isaías 55,6-9 | Salmo 144 | Filipenses 1,20c-24.27a | Mateo 20,1-16

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

La opción fundamental la realiza la persona libre y consciente y en esa decisión emplea de forma subordinada todos los recursos disponibles. La opción fundamental orientada hacia JESUCRISTO comprende las mismas cualidades contenidas en el “Shema”: “Amarás al SEÑOR, tu DIOS con todo tu corazón, con toda tu mente, con todas tus fuerzas, con todo tu ser. Guardarás este precepto en tu memoria -corazón-, y hablarás de él a tus hijos; acostado y levantado; lo escribirás en tu frente y en la palma de la mano; lo escribirás en el dintel y en las jambas de tu puerta” (Cf. Dt 6,5-9). Este primer mandamiento, Palabra o principio de vida, tiene un preámbulo en el que hemos de fijarnos: “Escucha Israel, el SEÑOR tu DIOS es el único SEÑOR” (Cf. Dt 6,4). La escucha es el primer paso que el hombre ha de dar hacia DIOS. La escucha de la predicación del Evangelio, o de JESUCRISTO muerto y resucitado, es el contenido a guardar en el corazón. Para que alguien pueda recibir el Mensaje, otro lo tiene que predicar; y para predicar con propiedad se ha de  haber recibido el envío (Cf. Rm 10,14-15). El primer ENVIADO es JESÚS y es el objeto mismo de la opción fundamental, que dice de SÍ mismo en la revelación del Evangelio. El Nuevo Testamento se convierte en la fuente principal de revelación donde el corazón del buscador religioso va a encontrar todas las respuestas. Por supuesto, nadie debe esperar abarcar el contenido revelado en la Escritura en un instante o tiempo determinado. Caminaremos con provecho, si acompasamos la interiorización de la Revelación y los distintos tiempos en el curso del paso por este mundo. Un predicador enviado es el sacerdote en la parroquia o el catequista; y con rango oficial y canónico el obispo en la diócesis, y el Catecismo de la Iglesia Católica. La disposición para la escucha es ya una acción de la Gracia de DIOS, que mueve el corazón a interesarse por lo que DIOS mediante la Palabra tiene que DECIR. La Gracia de DIOS para los hombres sólo puede venir por JESUCRISTO: “la Ley fue dada por Moisés, la Gracia y la Verdad nos vienen por JESUCRISTO” (Cf. Jn 1,17). Esto es así y ha quedado como principio inamovible. Cualquier acción que venga a desvirtuar la persona de JESUCRISTO es letal para el hombre, porque se cierra la fuente de los bienes espirituales y celestiales que vienen de DIOS. DIOS sólo ha enviado a JESUCRISTO a este mundo como el SALVADOR de los hombres. La Segunda Persona de la TRINIDAD sólo se ha encarnado en JESÚS de Nazaret; y no lo ha hecho en otro líder religioso, por lo que no todas las religiones son iguales, ni pueden llegar a ser. Equiparar a JESUCRISTO con cualquier otro líder religioso es deshacer el Cristianismo en su cimiento o raíz. Si JESUCRISTO no es DIOS, por ser la Segunda persona de la TRINIDAD, la Iglesia tal y como se ha entendido hasta ahora no tiene razón de ser. Sin JESUCRISTO como el único SALVADOR e HIJO de DOS, la Iglesia no pasa de ser una organización estrictamente humana carente de los medios necesarios para la Salvación. Tal y como ofrecen los escritos del Nuevo Testamento. JESÚS mismo lo anunció: mientras la Iglesia de Pedro predique y enseñe que ÉL es el HIJO de DIOS, “las fuerzas infernales no podrán destruirla” (Cf. Mt 16,18). Muchos disparates pueden producirse en el mundo y en la Iglesia, pero lo más grave que sucede cuando se niega la divinidad de JESÚS de Nazaret. “En el Nombre de JESUCRISTO se dobla toda rodilla en el Cielo, en la tierra y en el abismo; y toda lengua proclama que JESUCRISTO es SEÑOR para Gloria de DIOS PADRE” (Cf. Flp 2,10-11). La negación de este hecho fundamental es el gran pecado de apostasía, que son capaces de articular algunos para inducir a un buen número de personas bautizadas.

La Fe de los sencillos

Nos toca vivir momentos críticos, y los que estamos en este siglo veintiuno no somos más fuertes espiritualmente, que nuestros antepasados en la Fe. Con gran facilidad encontramos personas con una mente coctelera, en la que tiene cabida las consideraciones más diversas, opuestas y pintorescas. Lo trágico, aunque parezca cómico, es que la persona aprecia su baratijas de mala bisutería como adquisiciones valiosas que se ha labrado con ingenio propio. Alguien puede ser devoto de la VIRGEN de su pueblo, creer en la reencarnación y pensar su destino final a base de buenas vibraciones. Un caso así resulta inocente y conmovedor frente a los que se adentran a manejar fuerzas espirituales a través de recursos traídos de la magia o el espiritismo, el reiki, el control mental o los ritos de la santeria. Lo difícil y complejo del momento presente merece la intervención del SEÑOR como en los primeros tiempos del Cristianismo cuando reinaba la superstición de forma masiva. La Gracia de DIOS fue abriendo camino extraordinario. A lo largo de dos mil años se aprovecharon muchas gracias e inutilizaron un buen número de ellas, pero en la manera de obrar de DIOS siempre es posible volver a empezar, aunque las circunstancias hayan cambiado. La apostasía es un gran mal y repercute alrededor, pero el corazón de las personas siguen necesitando del Amor de DIOS. No debemos dar por inexistente el Sacramento del Bautismo que un día recibieron nuestros familiares y amigos, o las prácticas ocasionales de otros dentro de una religiosidad popular. La acción de la Gracia se hace fuerte y poderosa cuando confiamos en ella. Esta fue la Fe del centurión romano, que en la versión de san Lucas (Cf. Lc 7,2-10) se sirve de dos tandas de intercesores para llevar a JESÚS. El criado está enfermo y aquel centurión concibe poderosa la Palabra de JESÚS. Bastaría que JESÚS pronunciase una sola palabra y el criado quedaría sanado. No se equivocaba aquel hombre, en principio pagano, del poder del SEÑOR. Tendríamos que pensar en grandes transformaciones operándose a partir del poder de la Palabra de JESÚS que se irradia por la oración de los intercesores. Al bautizado que ha madurado en la Fe se le pide una opción fundamental mantenida en el tiempo, pues también ha de ser renovada. Todo el corazón y todas las fuerzas van disponiéndose para mover el Corazón del SEÑOR a favor de los hombres de nuestro tiempo que padecen los efectos de una gran desorientación. A veces se anuncian castigos y catástrofes por los grandes pecados de una humanidad que nunca fue tan numerosa en cantidad de habitantes, pero caben aquí las palabras dirigidas por el SEÑOR a Jonás: “¿no debería tener YO compasión de todos estos que no saben distinguir la mano derecha de la izquierda?” (Cf. Jon 4,11). Es cierto que la soberbia, la autosuficiencia y la vanidad tienen grandes pedestales, pero también es seguro que cuanto más altos son más torpes y necios se vuelven, porque la soberbia ciega las mentes. Aquellos habitantes de Nínive se convirtieron a la predicación de Jonás, y esperemos que ahora no falten distintos Jonás que favorezcan el despertar de las conciencias.

La Gracia nos cambia

La Gracia incluye todo lo que el SEÑOR JESUCRISTO ha conseguido para nuestra Salvación. La gracia es el mismo JESUCRISTO y todo lo que por medio de ÉL nos llega a nosotros. La Gracia es la Inhabitación de la TRINIDAD en nuestros corazones. La Gracia es la fuente del ESPÍRITU SANTO que desde nuestro interior salta hasta la Vida Eterna (Cf. Jn 4,14). La Gracia es la Revelación contenida en la Escritura. La Gracia es cada Sacramento destinado a la santificación del fiel cristiano. La Gracia es la multiforme variedad de dones, funciones y carismas con los que se construye el Cuerpo de CRISTO o el Pueblo de DIOS en marcha, que es la Iglesia. La Gracia es notoria en el corazón del creyente cuando ora sabiendo lo que se pide, o cuando el fiel ora con gemidos inefables (Cf. Rm 8,26). La Gracia es la Presencia de DIOS que va conformando la propia condición humana cuando el cristiano se mantiene fiel (Cf. Lc 2,52) La Gracia es el don de la Vida Eterna que se abre para el fiel después de cerrar los ojos a este mundo. La Gracia viene dada por todos los bienes espirituales y celestiales (Cf. Ef 1,3). La Gracia es el perdón incondicional dado por  DIOS. La Gracia es la presencia de JESÚS en la EUCARISTÍA con toda su humanidad glorificada y Divinidad. En cualquier listado de bienes dados por la Gracia de DIOS habrá una gran sección de ellos desconocidos, que estando presentes y activos no percibimos, y otros que se nos revelarán en su momento. Tanto unos y otros todos están en función de JESUCRISTO; es decir, si el HIJO de DIOS no se hubiera hecho hombre careceríamos de todo lo anteriormente mencionado. Si podemos aspirar a una vida Eterna en comunión con la TRINIDAD es debido a la Encarnación, vida, muerte y Resurrección del SEÑOR. La opción fundamental por JESUCRISTO es la decisión por la orientación de la propia existencia. Para arruinar al hombre hay que separarlo de JESUCRISTO degradando su figura y el Mensaje que nos ha transmitido. JESUCRISTO y su Evangelio es la cumbre de la Revelación de DIOS a los hombres, y esto hay que decirlo de forma unilateral, en voz activa, pasiva y perifrástica; hay que decirlo a tiempo y a destiempo, porque si esta verdad se calla en la Iglesia “hablarán las piedras” (Cf. Lc 19,40). JESUCRISTO ha venido a este mundo y derramó hasta la última gota de su sangre por nosotros: la fuerza de esta sangre no la va a parar poder alguno de este mundo, porque JESUCRISTO hace resurgir a su Iglesia de las situaciones más extremas. Los anticristos aparecieron en la Iglesia desde los primeros momentos en los que CRISTO y su Iglesia comenzaron su andadura, (Cf. 1Jn 2,18), y siguen en la perenne lucha contra el ENVIADO del PADRE, al que en su orgullo se niegan a adorar (Cf. Hb 1,6).

Alianza Eterna

A partir del capítulo cincuenta y cinco el profeta Isaías dirige al Pueblo de Israel, que ha vuelto del exilio, una profecía llenas de Esperanza  Mesiánica: DIOS va a llevar a plenitud todas sus promesas con el rostro más amable de su Amor Providente. La severidad de algunos textos del libro de Isaías y de otros profetas de su tiempo ceden ante el Amor restaurador del SEÑOR, que por encima de las infidelidades del Pueblo busca su Salvación. Los versículos de la primera lectura de este domingo pertenecen a este tercer Isaías, que dirige sus palabras a los que van llegando a la tierra de sus padres, pero que no están actuando con la diligencia debida. El profeta prescinde de la amenaza, o de la Justicia del Día de YAHVEH para señalar la acción providencial del SEÑOR, que establecerá una nueva Alianza Eterna. El tiempo del exilio supuso por un lado un crisol purificador en el que se fraguaron un buen número de libros de la Biblia judía; y por lo tanto también de nuestras Escrituras; pero el comportamiento de los exiliados vueltos a Palestina no estuvo a la altura de lo que se esperaba después del tiempo de purificación vivido en el exilio. El SEÑOR a través del profeta se muestra extremadamente paciente y anuncia su intervención con los rasgos propios de una renovación mesiánica, en la que establecerá una Alianza Eterna, que no va a depender de la respuesta dada directamente por el Pueblo. Después de dos mil años sabemos que esa Alianza Eterna ha sido posible porque la Segunda Persona de la TRINIDAD se hizo hombre y en ÉL DIOS ha podido reconciliar el mundo consigo (Cf. 2Cor 5,19).

Buscar a DIOS

“Buscad a YAHVEH mientras se deja encontrar; llamadle mientras está cercano” (Cf. Is 55,7). Quien busca y llama al SEÑOR manifiesta que el Amor de DIOS se mueve en su corazón y se deja conducir por esa moción, o movimiento interior. DIOS quiere ser buscado y el hombre venza sus reticencias y temores. Pasó el tiempo, en cierta media, en el que el hombre recibía la visita de DIOS al atardecer de la jornada, terminado el día, para establecer un coloquio espiritual (Cf. Gen 3,8). Desde entonces también la búsqueda de DIOS se hizo penosa, aunque nada puede apagar la sed de DIOS en el corazón humano; pero el hombre con facilidad confunde la naturaleza de esa necesidad vital y trata de alimentarse de lo que no procede de DIOS estragando su salud espiritual. En el mismo capítulo dice Isaías: “Todos los sedientos venid por agua y los que no tenéis plata, venid comprad y comed sin plata y sin pagar vino y leche” (Cf. Is 55,1). La única moneda que el hombre dispone para adquirir los dones de DIOS es su misma pobreza. Sabemos que estamos en la Presencia de DIOS cuando el alma se llena de todo lo que la libra del vacío y del sinsentido. Las bendiciones de DIOS tienen características diferentes y abarcan todas las áreas de la vida, porque en nuestra condición material y corpórea nos tenemos que santificar, entrando en el ámbito de la santidad de DIOS. Llamamos a DIOS porque lo intuimos cerca y su presencia es consoladora e infunde fortaleza. La naturaleza nos supera y los acontecimientos también; nos percatamos que las propias fuerzas no son suficientes para controlar lo que nos rodea. El CREADOR no ha dejado al hombre abandonado a su suerte, y el SEÑOR se convierte en refugio del creyente frente a la adversidad. El fiel busca al SEÑOR mientras lo adora, alaba y agradece sus dones incesantes.

DIOS busca al pecador

“Deje el hombre malo su camino, y el inicuo sus pensamientos y vuélvase a YAHVEH que tendrá compasión de él, a nuestro DIOS que será grande en perdonar” (v.7). DIOS quiere y propicia la conversión del hombre pecador, pues conoce la precariedad de la naturaleza humana. En cierta medida, toda la Historia de la Salvación es un ejercicio permanente por parte de DIOS de impartir perdón y reconciliación hacia los hombres transgresores de la Alianza. La Biblia atestigua como DIOS que es tres veces SANTO corrige en lo posible y perdona a todos los que con sinceridad piden perdón. Dice el salmista: “si llevas cuenta de los delitos, SEÑOR, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto. Mi alma espera en el SEÑOR, porque del SEÑOR viene la Misericordia, la redención copiosa” (Cf. Slm 129,3-7). Los textos fuertes del profeta Isaías son los dedicados al Siervo de YAHVEH, que va a cargar con los pecados de los hombres en una acción sin precedentes. El INOCENTE llevará en su momento los pecados de todos y sobre ÉL recaerá la Justicia que merecen nuestras culpas y pecados (Cf. Is 53,1ss). Los tiempos mesiánicos, en los que DIOS establecerá una Alianza Nueva se harán realidad gracias al rescate pagado por el Siervo de YAHVEH, que no será otro que el HIJO de DIOS. La conversión es posible, porque el perdón de DIOS alcanza a todos los hombres de un extremo a otro de la historia.

DIOS es más grande

“No son vuestros pensamientos mis pensamientos; ni vuestros caminos son mis caminos. Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de los vuestros, y mis pensamientos a los vuestros” (v.8-9). Los cielos aventajan a la tierra, y los pensamientos de DIOS trascienden a los pensamientos de los hombres. El Plan de DIOS trata de armonizar las realizaciones llevadas a término por el hombre con las previsiones hechas por DIOS. Una Fe como la de Abraham es la apropiada para descubrir los planes de DIOS. El patriarca se pone en camino, siempre abandonado en la Providencia de DIOS. Abraham recibe la Palabra y la entiende como convicción profunda: “sal de tu tierra, y de la casa de tu padre; y vete a la tierra que YO te mostraré” (Cf. Gen 12,1). Abraham descubre el Plan de DIOS cuando comienza a dar los primeros pasos. La anticipación por parte de DIOS se ajusta al ritmo que Abraham imprime a su propio caminar. Sin embargo es DIOS quien marca el itinerario al patriarca. Los caminos del SEÑOR no eran los de Abraham; y la mente del SEÑOR no cabía en la cabeza del patriarca. Así es DIOS también con nosotros. La desconfianza en DIOS es un gran mal añadido a nuestra situación. DIOS actúa cuando nosotros no sabemos, y confiamos verdaderamente que ÉL sí sabe cuáles son las mejores decisiones. Como al Pueblo de Israel en el desierto, podemos hacer nuestras esas palabras que señalan la acción del Ángel del SEÑOR que va delante. (Cf. Ex 23,20). Pocos pasos para seguir avanzando son suficientes para caminar con seguridad. No es necesario conocer los detalles de lo que sucederá a un medio plazo y a uno más largo. No entra en la pedagogía del SEÑOR anticipar acontecimientos, que exigen el concurso del libre albedrío de cada uno. DIOS nos guía, y sin embargo tenemos que tomar decisiones y dar los pasos necesarios. Las equivocaciones son permitidas e incluso necesarias para crecer en humildad, pues las equivocaciones notorias humillan y contrarrestan la soberbia, que es el más grande estorbo en el camino. DIOS se revela a los humildes. Lo más grande acontecido en la historia de los hombres hasta aquel momento fue la Encarnación, y esa extraordinaria acción de DIOS sucedió en unos pocos metros cuadrados de un pueblo que no es mencionado ni una sola vez en el Antiguo Testamento. La jovencísima VIRGEN MARÍA recibe la revelación de los planes mas altos previstos por DIOS para los hombres. La Encarnación por obra del ESPÍRITU SANTO no era algo esperado por ninguna escuela rabínica. No existe magnitud humana para expresar la grandeza del Plan de DIOS revelado a la VIRGEN MARÍA a favor de todos los hombres.

Una parábola

“El Reino de los Cielos es semejante a un propietario, que salió a contratar jornaleros para su viña” (Cf. Mt 20,1). La parábola es un género literario empleado con mucha frecuencia en la predicación de JESÚS. Se narra una escena de la vida corriente conocida por el auditorio con la intención de favorecer su recuerdo, meditación y aplicación de la misma. La parábola, en un principio transmite una lección o moraleja que se extrae del conjunto de la narración, pero las parábolas de JESÚS con frecuencia son detalladas estableciendo analogías de sus elementos parciales. Esta última forma de proceder con las parábolas evangélicas amplía en gran medida su mensaje. Como los evangelios fueron escritos varias décadas después de haber sido proclamadas o expuestas, cabe pensar que su autenticidad está fuera de toda duda y mantienen un núcleo fuerte de autenticidad histórica. La verdad de las parábolas se acrecienta con el tiempo pues se va comprobando su verdad interna, que es poderosamente dinámica. Esta parábola del propietario que busca jornaleros, sólo la cuenta san Mateo, como la de “El buen  samaritano” y la de “El hijo pródigo” las cuenta san Lucas (Cf. Lc 10,30-37; 15,11-32). El Reino de los Cielos es una acción personal del Amor de DIOS en medio del mundo, que afecta a cada persona que acoge dicha acción. El Reino de los Cielos depende de JESUCRISTO ejemplificado en un sembrador, un propietario o el dueño de una viña. El Reino de los Cielos crece en medio del mundo como una semilla que lucha por la supervivencia rodeada de  enemigos  -plantas adversas-  (Cf. Mt 13,24-30). El Reino de los Cielos muestra un dinamismo como el grano de mostaza o la semilla que crece silenciosamente (Cf. Mc 4,26-32). El Reino de los Cielos es una gran red (Cf. Lc 5,1-11; Mt 13,47; Jn 21,5-6). El Reino de los Cielos es como un gran terreno en el que se cultivan cereales -mies- (Cf. Lc 10,2), y en este caso el Reino de los Cielos es una gran viña, que dará empleo a todos los trabajadores disponibles, a cualquier hora del día. El propietario de la viña va a la plaza del pueblo donde se concentraban los que ofrecían su fuerza de trabajo. El propietario inicia la contratación a primera hora de la mañana, que podía ser las seis, recién salido el sol.

Un denario

“Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña” (v.2). El contrato se formaliza de palabra, y no se busca la presencia de escriba para tal menester, que diese más firmeza al contrato. En un principio la relación laboral se establece en un clima de confianza y responsabilidad: el obrero confía en la palabra del dueño de la viña, y éste hace lo mismo en cuanto a la dedicación de los contratados. Un denario al día parece que era el jornal habitual en aquellos tiempos. El denario era la moneda del Imperio Romano y aparecerá en distintas escenas de los evangelios. En esta parábola el denario va a adquirir un carácter nuevo. El jornalero es contratado por un día y su salario es un denario y es enviado a la viña. Estos cuatro elementos cobran más simbolismo cuando se los considera relacionados. De nuevo DIOS busca la colaboración del hombre y en este caso para trabajar en las tareas de su Reino, que se acentúa con el envío. El jornalero del Reino no va por su cuenta, sino que es un enviado. DIOS tiene un salario único simbolizado en el denario, y  esto suscitará el malestar de algunos. El día o la jornada nos sugiere la etapa o el tiempo que va a durar la propia vida dedicada a las cosas del Reino de los Cielos.

Otras horas del día

“Salió a la hora tercia, y al ver a otros que estaban en la plaza parados les dijo: id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo, ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la hora nona, e hizo lo mismo. Salió a la hora undécima y al encontrar a otros que estaban allí, les dice: ¿por qué estáis aquí todo el día parados? Le dicen: es que nadie nos ha contratado. Él les dice: id también vosotros a mi viña (v.3-7). Al comienzo de la misión, JESÚS da instrucciones para que desde los primeros momentos el evangelizador ore al PADRE pidiendo operarios para la evangelización, pues la mies es muy superior a la capacidad de trabajo de los empleados de ese momento. En esta viña hay trabajo para todos a cualquier hora del día, y el que busca y envía a los trabajadores es el dueño de la viña: DIOS mismo.

La paga a los jornaleros

“Al atardecer dice el dueño de la viña al administrador: llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros. Vinieron los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros creyeron que ellos iban a cobrar más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Al cobrarlo murmuraban contra el propietario, diciendo: estos últimos no han trabajado más que una hora y les pagas como a nosotros que hemos aguantado el peso del día, y el calor. Pero él contestó a uno de ellos: amigo, no te hago ninguna injusticia, ¿no te ajustaste conmigo en un denario?, pues toma lo tuyo y vete, quiero darle a éste lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero?¿o va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?. Así los primeros serán últimos, y los últimos primeros” (v.8-16). Yendo al fondo de la parábola se establecen dos categorías de jornaleros: los que trabajan según un contrato establecido, y aquellos otros que se fían tan sólo de la generosidad del propietario. Los que no formalizaron contrato alguno, aunque fuese de palabra, quedaban a merced de la magnanimidad del propietario. La cuestión laboral es una fórmula para establecer la diferencia entre la Ley y la Gracia. La Ley regulaba con gran minuciosidad las relaciones religiosas del creyente con DIOS, hasta el punto de hacer creer a los perfectos observantes religiosos, que tenían derechos adquiridos ante DIOS, y en un momento dado establecer comparaciones, como refleja JESÚS en la parábola del fariseo y el publicano que van al Templo a orar (Cf. Lc 18,10-14). El fariseo afirma convencido tenerlo todo en orden y sobrado de méritos; en cambio el publicano se presenta ante DIOS con un gran déficit y necesitado de sanación y salvación. Este segundo sabe que sólo puede ser tratado por la Gracia de DIOS. El dueño de la viña, en este caso, sólo tiene una moneda con la que pagar a sus trabajadores: el denario. Esta moneda representa en este caso al mismo JESUCRISTO. Es la Redención de JESÚS la que retribuye el salario adecuado al creyente, o trabajador en la viña del SEÑOR. Aquellos que protestan debían mostrar agradecimiento por haber tenido la oportunidad de ganar un salario justo y salir de la ociosidad. También ellos, los de la primera hora, tenían motivos para el agradecimiento. Por otra parte, una vez más, la Palabra nos muestra que las cuentas de DIOS no son como las nuestras. Si miramos a los santos, vemos que DIOS los llama a edades muy distintas. Santa Teresa de Lissieux o santa Gema Galgani no llegan al cuarto de siglo. San Macario de Alejandría vivió ciento dos años (306-408); y san Pedro de Alcántara vivió sesenta y tres años (1499-1562). Unos santos dedicaron toda su vida al trabajo por el Reino de DIOS y otros una fracción de su vida. No podemos olvidar que el primer santo canonizado, lo fue por el mismo JESÚS al reconocer que era el INOCENTE que moría por los pecados de los hombres, al tiempo que pedía Misericordia (Cf. Lc 23,41-42). Puede ser que san Dimas en la última hora de su vida, literalmente, fuese consciente de ser salvado sólo por la Gracia, sin mérito alguno por su parte.

DIOS es bueno

En el fondo de la parábola late la finalidad de mostrar el verdadero rostro de DIOS, que confiere el carácter auténtico al Reinado de DIOS en medio de los hombres: DIOS es bueno y quiere en todo momento beneficiar al hombre. DIOS es libre para hacer al hombre libre con capacidad de tomar sus decisiones, hasta el punto de criticar y oponerse a las decisiones divinas. El hombre puede mirar con mal ojo, con envidia, recelo o desconfianza hacia sus decisiones. Al atardecer de nuestra vida -jornada- DIOS quiere pagarnos a todos con la bienaventuranza Eterna, y una vez en ella nos va a importar poco el lugar que ocupemos, pues estaremos allí donde vivamos el mayor bien y bienaventuranza, sin las envidias que en este mundo que se generan en el plano del tener. La concupiscencia en la posesión nos hace envidiar lo del prójimo porque se confunden los planos, y si el otro tiene más es que está por encima de mí y no lo puedo tolerar en mi ánimo envidioso. En la bienaventuranza eterna DIOS lo es todo en todos, y esa es la moneda que nos recompensa y la profunda condición que nos hace ser. Nada nos va a inquietar por la grandeza de otros hermanos, que nos mostrará de muchas maneras la gran diversidad de los dones de DIOS. Si no queremos prescindir del –mal ojo-envidia- necesitaremos un tiempo de purgatorio para desprendernos de esos residuos de miseria acumulados tristemente en este mundo. El dueño de la viña no admite en su compañía al que se siente ofendido por su bondad, y le dice: “toma lo tuyo y vete”. No quedaron en buenas relaciones aquellos jornaleros, con lo que podrían haber desperdiciado un nuevo contrato.

San Pablo, carta  a los Filipenses 1,20c-24.27a

La predicación y doctrina de san Pablo es eminentemente cristocéntrica; es decir, tiene como eje central de todo lo que dice a JESUCRISTO. La carta a los Filipenses de forma especial gira en torno a JESUCRISTO, al que hace referencia más de veinte veces en el primer capitulo, de un total de treinta versículos. Esta misma carta en el segundo capítulo ofrece una de las piezas doctrinales más importantes sobre JESUCRISTO, conocido como el “Himno de Filipenses”. San Pablo hace por pura Gracia una opción fundamental por JESUCRISTO en su conversión camino hacia Damasco, pues quien lo derriba por tierra y se presenta es el mismo JESUCRISTO a quien está persiguiendo (Cf. Hch 9,3-5). La revelación recibida en el Antiguo Testamento, que san Pablo conocía bien, tenía que completarse y de hecho los judíos esperaban al MESÍAS anunciado. San Pablo se formó en el Judaísmo en la escuela de Gamaliel, pero la concepción del MESÍAS de dichas enseñanzas no permitieron identificar a JESÚS de Nazaret como el verdadero MESÍAS, pues estaban cerrados a la revelación misma que JESUCRISTO traía de parte del PADRE. San Pablo es el ejemplo de cristiano que tuvo su base religiosa en el Judaísmo y rehizo todo su edificio religioso cuando por Gracia se encuentra con JESUCRISTO. El monoteísmo del Antiguo Testamento se muestra insuficiente para dar razón de la TRINIDAD, por la que la Segunda Persona entra en la historia y da razón de ser al MESÍAS, que aparece con unas dimensiones superiores a las de cualquier líder religioso o social. Ahora san Pablo transmite un conocimiento de DIOS basado en JESUCRISTO; habla de la Vida Eterna como la incorporación a JESUCRISTO, que nos atrae e integra en ÉL con un Poder singular (Cf. Flp 3,20). Nuestra conducta supera cualquier hábito moral, pues tenemos que revestirnos de CRISTO y adoptar sus mismos pensamientos y sentimientos (Cf. Flp 2,4). Esta identificación con CRISTO no es una imitación, sino una verdadera vida de CRISTO en el Apóstol: “estoy crucificado con CRISTO, y ya no vivo yo, sino que es CRISTO quien vive en mí” (Cf. Gal 2,20). La carta a los Filipenses es uno de sus últimos escritos y considera que puede dejar este mundo en cualquier momento, aunque todavía va a permanecer aquí por el bien espiritual de los que aún necesitan fortalecer su Fe.

La Gloria de CRISTO

”Ahora como siempre, CRISTO será glorificado en mi cuerpo por mi vida o por mi muerte” (v.20c). San Pablo está en la cárcel y puede sucederle cualquier cosa: salir de ella o acabar sus días en este mundo. De la misma forma que el HIJO de DIOS nos redime tomando cuerpo o humanidad de la VIRGEN MARÍA, también el cristiano se santifica o une al REDENTOR en la corporeidad que nos personaliza e identifica. Nuestros cuerpos son templos del ESPÍRITU SANTO (Cf. 1Cor 6,19); y las persecuciones, los malos tratos, el hambre o cualquier otro inconveniente no nos va a apartar del Amor de DIOS manifestado en CRISTO (Cf. Rm 8,38-39). San Pablo lleva en su cuerpo las señales de la Pasión de CRISTO (Cf. Gal 6,17), que hacen visible sin fingimiento su opción fundamental por ÉL. JESÚS había dicho: “la gloria de mi PADRE está en que deis mucho fruto, y vuestro fruto permanezca” (Cf. Jn 15,8); y en otro lugar: “el que permanezca en MÍ dará fruto abundante” (Cf. Jn 15,5). San Pablo está unido a JESUCRISTO como los sarmientos están unidos a la vid, y su misma vida ya no le pertenece, porque se la ha entregado.

La Vida es CRISTO

“Para mí la Vida es CRISTO y la muerte una ganancia” (v.21). Esta afirmación da por sí sola la talla espiritual del Apóstol. La Gracia había hecho su trabajo y san Pablo colaboró  (Cf. 1Tm 1,13). El Apóstol era conocedor de las realidades existentes, que se abren cuando el cristiano cierra los ojos definitivamente a este mundo; entonces la muerte aparece como una ganancia, porque lo que existe al otro lado no es una ficción, un metaverso o cualquier residuo espiritual. Lo que se abre para el discípulo de JESUCRISTO es el encuentro definitivo con el SALVADOR, que prometió preparar una morada en la Casa del PADRE, para que todos los suyos estén con ÉL por toda la eternidad (Cf. Jn 14,1ss). San Pablo espera la muerte con la serenidad del que mantiene una relación familiar con su SALVADOR.

Una decisión singular

”Vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, y no sé que escoger. Me siento apremiado por las dos partes: por una parte deseo partir y estar con CRISTO, lo cual es con mucho lo mejor; mas por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros. Persuadido de esto, sé que me quedaré” (v.23-25). San Pablo plantea un dilema que sólo lo pueden evidenciar muy escasas almas. “No podéis añadir un codo a la estatura de vuestra vida”; ni volver blanco o negro un solo cabello de vuestra cabeza”; dice el SEÑOR (Cf. Mt 6,27;5,36). San Pablo resume la vida del cristiano en esta vida y en la otra como “estar con CRISTO”. En esta vida no se puede evitar la incertidumbre y la tribulación. Los que llegan ante el trono de DIOS cubiertos con vestiduras blancas son los que han pasado por la gran tribulación de este mundo (Cf.  Ap 7,14). El Apóstol muestra también un acto heroico de caridad hacia los suyos, pues se siente apremiado por unirse a JESUCRISTO para siempre; por otro lado la Providencia le permite dilatar su estancia en este mundo a favor de los hermanos, que necesitan de su enseñanza y testimonio. San Pablo en su carta a los Romanos nos dice: “los sufrimientos de esta vida no son nada para la gloria que nos está reservada” (Cf. Rm 8,18).

Prioridad del Apóstol

“Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de CRISTO, para que tanto si voy a veros como si estoy ausente oiga de vosotros que os mantenéis en un mismo ESPÍRITU, y luchéis acordes por la Fe del Evangelio” (v.27). Tres factores principales recogidos con brevedad: la coherencia de la conducta personal, vivir bajo la acción del ESPÍRITU SANTO y defender el contenido de la Fe dado en el Evangelio. La unión con JESUCRISTO no es un espiritualismo desencarnado compatible con los gnosticismos de aquel tiempo. La espiritualidad cristiana establece compromisos concretos en el campo familiar, social, comunitario y político. La acción del ESPÍRITU SANTO tiene que renovar la Vida en gracia de las comunidades. Tampoco puede faltar en el cristiano el carácter apologético de la Fe, “sin dejaros intimidar en nada por los adversarios” (v.28). La Fe del Evangelio hay que argumentarla y defenderla con toda mansedumbre, pero con toda firmeza. No todas las propuestas están  a la misma distancia de la Verdad.

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