- Primero, consideremos la nobleza de la esposa, es decir, de la Santísima Virgen.
La Santísima Virgen fue la más noble de todas las criaturas que existieron en la naturaleza humana, que pudieron o pudieron haber sido generadas. San Mateo (cap. I), al multiplicar por tres catorce generaciones, desde Abraham hasta Jesucristo inclusive, muestra que desciende de catorce patriarcas, catorce reyes y catorce príncipes. (…)
San Lucas, escribiendo también en el capítulo 3 sobre su nobleza, a partir de Adán y Eva, continúa su genealogía hasta Cristo Dios. (…)
- En segundo lugar, consideremos la nobleza del esposo, es decir, de San José.
Nació de linaje patriarcal, real y principesco, descendiendo directamente, como se ha dicho. Por ello, San Mateo (cap. I) enumera en línea recta a todos estos padres desde Abraham hasta el esposo de la Virgen, demostrando claramente que en él fluía toda la dignidad patriarcal, real y principesca. (…)
- En tercer lugar, consideremos la nobleza de Cristo.
Fue, pues, como se desprende de lo dicho, Patriarca, Rey y Príncipe, por parte de su madre y su padre. (…)
Los evangelistas mencionados describen la nobleza de la Virgen y de José para manifestar la nobleza de Cristo. José era, por lo tanto, de tal nobleza que, en cierto modo, si se nos permite expresarlo así, concedió nobleza temporal a Dios en Nuestro Señor Jesucristo . (**)

- Dios Hijo quiso nacer de linaje real para reunir en su Persona toda clase de grandezas.
De los escritos de San Pedro Julián Eymard (1811-1868) sobre San José:
“Cuando Dios Padre decidió entregar a su Hijo al mundo, quiso hacerlo con honor, ya que él es digno de todo honor y de toda alabanza.
Entonces le preparó una corte y un siervo real digno de Él. Dios quiso que, incluso en la tierra, su Hijo recibiera una acogida digna y gloriosa, si no a los ojos del mundo, al menos a los suyos.
Este misterio de gracia de la Encarnación del Verbo no fue realizado repentinamente por Dios, y quienes fueron elegidos para participar en él fueron preparados por Él con mucha antelación. La corte del Hijo de Dios hecho hombre está compuesta por María y José; Dios mismo no pudo haber encontrado para su Hijo siervos más dignos de estar cerca de Él. Consideremos especialmente a San José.
Encargado de la educación del Príncipe real del Cielo y de la tierra, de dirigirlo y servirlo, era necesario que sus servicios honraran a su divino discípulo: no era justo que un Dios se avergonzara de su padre. Por lo tanto, al ser Rey, del linaje de David, hace que San José nazca de la misma estirpe real: quiere que sea noble, incluso de nobleza terrenal. Por las venas de San José corre, pues, la sangre de David, de Salomón y de todos los nobles reyes de Judá, y si su propia dinastía hubiera continuado reinando, él [San José] habría sido el heredero del trono y habría tenido que ocuparlo.
No te detengas a pensar en su pobreza actual: la injusticia arrebató a su familia del trono al que tenía derecho, pero él no deja de ser Rey, hijo de aquellos reyes de Judá, el más grande, el más noble, el más rico del universo. Incluso en los libros de registro de Belén, San José será inscrito y reconocido por el gobernador romano como heredero de David: este es su pergamino real, fácilmente reconocible y con su firma real.
Pero, ¿ qué importancia tiene la nobleza de José?, dirán ustedes. Jesús solo vino para humillarse. Respondo que el Hijo de Dios, que quiso humillarse por un tiempo, también quiso reunir en su Persona toda clase de grandeza: es Rey por derecho de herencia, pues es de sangre real.
Jesús es noble y, al elegir a sus apóstoles entre los plebeyos, los movilizará: este derecho le pertenece, pues es hijo de Abraham y heredero del trono de David. Ama este honor familiar; la Iglesia no entiende la nobleza en términos de democracia: respetamos, por tanto, todo lo que ella respeta. La nobleza es de Dios.
Pero entonces, ¿es necesario ser noble para servir a Nuestro Señor? Si lo fueras, le darías más gloria; sin embargo, no es necesario ; a Él le basta con la buena voluntad y la nobleza de corazón. Y, sin embargo, los anales de la Iglesia muestran que un gran número de santos, entre los más ilustres, ostentaban un escudo de armas, poseían un nombre, una familia distinguida; algunos incluso eran de sangre real .
Nuestro Señor se deleita en recibir homenaje de todo lo honorífico. San José recibió una esmerada educación en el Templo y así Dios lo preparó para ser un noble siervo de su Hijo, el caballero del más noble Príncipe, el protector de la más augusta Reina del universo. (***)

Por PLINIO CORREA DE OLIVEIRA.
(**) Sancti Bernardini Senensis Sermons eximii, vol. IV, en Aedibus Andreae Poletti, Venetiis, 1745, pág. 232.
(***) Mes de San José, el primero y más perfecto de los adoradores – Extractos de los escritos de P. Eymard, Desclée de Brouwer, París, VII ed., pp. 59-62.