¿De qué sirve la vida si debe estar marcada por el sufrimiento? Esta es una pregunta a la que cada vez más gente no encuentra respuesta. Prueba de ello es la legislación liberal, que en muchos países permite el asesinato por miedo a la enfermedad o la perspectiva de pobreza.
Marcada por el hedonismo, la modernidad quiere hacernos creer que la vida significa algo sólo si está asociada a un «equilibrio de experiencias» positivo…
Es como si el hombre fuera un ser sin voluntad, completamente dependiente de las condiciones de vida cambiantes. Contrariamente a esta perspectiva, Cristo – el hombre más importante de la historia del mundo – eligió para sí un lugar de nacimiento tan pobre…
Hoy en día, las instituciones internacionales ciertamente lo considerarían «inhumano» y ofensivo para los «derechos del niño». Sin embargo, Cristo convirtió circunstancias que muchos de nuestros contemporáneos asocian con la justificación «socioeconómica» del aborto…en una fuente de vida plena para millones de personas.
La vida concebida se ve interrumpida porque hay padres – por motivos más o menos creíbles -, que declaran que sus hijos no podrán contar con condiciones de vida adecuadas…
El miedo al sufrimiento que tendrían que afrontar los hijos, bajo esa lógica debería «justificar» su asesinato…
Esta mentalidad está profundamente arraigada en el mundo moderno.
En el otro extremo: la eutanasia…para «no sufrir»
Después de todo, en el otro extremo de nuestra etapa temporal de existencia, la vejez, también se encuentra la encarnación de esta mentalidad en forma de «suicidio asistido».
Esta vez ya no es otro, sino el propio hombre que sufre quien tiene que decidir que no habrá nada en su biografía que haga que valga la pena afrontar el dolor, la soledad o el vacío de los últimos días de su existencia terrena.
En esta visión trágicamente reducida del hombre, el Hijo de Dios debe parecer una figura completamente incomprensible, casi un loco.
Cristo, como único con poder sobre dónde y cómo nacería, eligió condiciones que hoy indignarían a las organizaciones internacionales por considerarlas ofensivas para los «derechos del niño». Nació en una familia pobre, alejada de los salones y las élites. Entre animales…
Y sin embargo… Dios, nacido en un establo, enfatizó y mostró de la manera más perfecta la diferencia entre el hombre y el animal.
De hecho, son aquellos que piensan que la vida humana hedonísticamente negativa puede ser interrumpida o considerada vacía, quienes realmente se vuelven como brutos. Porque descuidan la racionalidad del hombre; la racionalidad que lo distingue de toda la naturaleza…
Según Jordan Peterson, esta actitud es responsable de la creciente fragilidad mental del hombre moderno.
En numerosos libros y conferencias, este famoso psicólogo sostiene que el rasgo depresivo del siglo XXI es el resultado de la falta de un significado superior y comprensible en la vida de las generaciones recientes.
Nuestra existencia ha perdido la perspectiva del objetivo al que debería apuntar.
Según el cotizado orador y escritor, esta actitud hedonista resulta en impotencia ante las dificultades y tragedias de la vida cotidiana.
Por otra parte, se ha intentado incluso incorporar en las «ciencias sociales» la creencia de que la condición básica para una vida valiosa es la satisfacción de las necesidades «inferiores». Esto incluye: la suposición de la percepción popular de la pirámide de Maslow.
La propuesta del creador de la llamada psicología humanista asumió que las actividades básicas de una persona deben tener como objetivo satisfacer sus necesidades fisiológicas y luego construir una posición social estable. Al final, cuando ya se tienen esos «conceptos básicos», aparecería la necesidad de autorrealización o trascendencia dirigida hacia motivaciones superiores.
Este enfoque, aunque generalizado, enfrenta críticas justificadas. ¿Qué pasa con los muchos ejemplos de personas que arriesgaron todo por su fe? ¿Qué pasa con aquellos que están dispuestos a arriesgar sus vidas o sufrir persecución por sus ideales o el bien común?
De hecho, son estas biografías las que ilustran la verdad universal sobre el hombre: su naturaleza racional.
A diferencia de los animales, estamos destinados a conocer el bien y luego esforzarnos constantemente por lograrlo.
Este comportamiento es ordenado y distingue al hombre de los seres dotados de una naturaleza sensual y, por tanto, generalmente subordinados a la naturaleza, sus condiciones y variabilidad. Podemos trascender la fisiología y la sensualidad y servir a lo correcto mediante la libre elección…
Esta es la imagen y semejanza de Dios en la que estamos hechos.
Y si es así, nuestra estructura interna debe ser más plenamente visible en Cristo. Así es. Por que finalmente, nuestro Señor permaneció imperturbablemente fiel a su santa misión. Nunca actuó irreflexivamente: nunca hizo nada que pudiera distraerlo del mensaje de la Revelación de la Verdad y de la Salvación de la humanidad.
Y sin embargo, ninguna de estas experiencias y circunstancias de la vida capturó nada de la plenitud de su divinidad y majestad…
Al contrario:
Después del triunfo de Cristo en la Cruz…
- Pocos dirían que el sufrimiento que enfrentó fue vergonzoso.
- Pocas personas llegarán tan lejos como para creer que la venida del Salvador al mundo en un «pesebre pobre» es un insulto a Su dignidad.
La Pasión del Señor y su infancia pobre, que no pudieron quebrantar la obediencia de Cristo al Padre y su amor por los hombres, no hacen más que aumentar su esplendor.
Por lo tanto, en la vida del Salvador encontramos una lección clave…
Son las acciones de un hombre y la misión a la que se dedica, las que son la medida de cuánto vale la pena vivir la vida.
No es el equilibrio de las experiencias positivas y negativas, sino la vocación y el significado más elevados los que determinan cuánto significa nuestra existencia.
Cuando la subordinación a una buena meta va de la mano, no del éxito y la satisfacción del bienestar, sino a pesar de ellos, se escriben biografías deliciosas y admirables.
Son historias de héroes o del Evangelio sobre Dios que, a pesar de la ira y la ingratitud que le mostró la creación, sufrió para salvarnos.
A cada uno de nosotros nos está asignada la tarea de conocer y amar a Dios y de servir a los demás.
Recordemos que es para Dios que nacimos; y que las generaciones siguientes también vengan al mundo para servirle y no para buscar placeres vacíos.
Sin embargo, el Salvador muestra que tanto el contenido como el color no residen en el entretenimiento, sino en una gran obra, que puede ser una vida dedicada a la gloria de Dios.
Este potencial, como ningún otro, estimula a los cristianos a reaccionar contra el invierno demográfico y enseña cuán valiosa es cada existencia.
Por FILIP ADAMUS.
SÁBADO 28 DE DICIEMBRE DE 2024.
PCH24.