La generosidad es auténtica cuando se traduce en actos, entre los cuales se destaca el apoyo material según la necesidad. Ese deseo por hacer el bien a otros trae consigo una participación activa en pro del bienestar y de la realización humana.
Es una imitación de los gestos que, en muchas ocasiones, hemos aprendido de nuestros padres, quienes han sido los primeros en dar muestras de bondad con sus hijos. Esta tendencia a procurar el bien de las personas de forma desinteresada, incluso a costas del interés propio, no debe olvidarse en la praxis de la vida porque, entre más das, más recibes. No se trata solamente de aspectos materiales, sino de la atención, el tiempo, la comprensión y todo aquello que exprese la ayuda desinteresada.
La filantropía tiene gran relación con la vida social, al grado de realizar voluntariado o donaciones sin fines de lucro; lamento mucho que esta acción haya tomado intereses políticos y, peor aún, con fines electoreros, hecho que denigra a las personas generosas que dan sin medida.
La generosidad en favor de los más necesitados debe formar parte esencial de cada ciudadano, ¡bien aventurado quien piensa en el pobre y el débil! Todo cuanto te sobre, dalo. Es admirable aquella persona que comparte de lo que tiene aun en la limitación.
Ciertamente, la virtud de la generosidad regula el uso de las riquezas o bienes materiales. ¿Cuál debe ser la actitud frente a los asuntos materiales? creo que la generosidad está estrechamente ligada con la justicia, pues ambas coinciden en un acto propio: el dar un bien al otro. Sin embargo, nadie da sin tener consciencia de que primero se ha recibido eso que se da; esto exige de uno mismo estar en deuda con la vida y con quienes en ella se comparte.
Creo, en efecto, que este acto de reflexión recae en la forma en la cual fuimos educados y formados, sin embargo, siempre existe la posibilidad de reinventarse o cambiar el chip y, con ello, asumir una nueva mentalidad para ser generosos. La consciencia de una mentalidad egocéntrica engaña a aquellos que tienen un conocimiento parcial de su deber ser y hacer, específicamente hacia los demás. Hay que ampliar el abanico y tomar en cuenta a los necesitados. De hecho, todos estamos necesitados de algo, nadie podrá decir “lo tengo todo, no necesito de algo o de alguien”, porque eso sería soberbia. Ello es característico de la mentalidad del hombre moderno; su pensamiento se inclina fácilmente sobre sí mismo, lo cual me dice que ciertas corrientes de gran renombre han engrandecido esta forma de ver la vida, mas aún creo que es necesario ir desarrollando la virtud de la generosidad en la vida cotidiana con pequeños detalles de ayuda.
No debo omitir una rápida alusión sobre ello en los niños para que, a temprana edad, aprendan con el ejemplo de sus padres la gran virtud de la generosidad. Como dije anteriormente, ésta se encuentra ligada a la justicia, bien sabemos que se trata de una gran labor. Es importante dar y volver a dar, incluso hasta que duela, porque es más feliz el que da con alegría que aquel que da con remilgo. La pedagogía de la generosidad alude a lo más íntimo de tu corazón, tal vez primero darás por condición, después por obligación, hasta que des por generosidad.
No me debe parecer mucho lo que doy, más bien, me debe parecer mucho lo que he recibido.