* Los intentos fallidos del Vaticano de mediar por la paz subrayan una retirada de un enfoque europeo más amplio
En su camino de regreso a Roma después de una visita de tres días a Hungría a fines de abril, el Papa Francisco reveló que el Vaticano estaba involucrado en una operación secreta para poner fin a la guerra en Ucrania. “Hay una misión en curso, pero aún no es pública”, dijo el Papa a los periodistas en el avión. Ucrania y Rusia afirmaron que no tenían conocimiento de tal iniciativa, lo que llevó al secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, a confirmar que existía un plan pero que aún no se había puesto en práctica.
El desordenado episodio destacó la menguante influencia de la Iglesia Católica en la guerra en Ucrania.
Desde febrero de 2022, el Vaticano se ha abstenido de condenar a Rusia y al presidente ruso Vladimir Putin, una postura similar a las posiciones de Brasil y China . Después de una reunión con el Papa en mayo, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy dijo que “cualquier propuesta de paz debe originarse en Kiev, no en el Vaticano, China o cualquier otro lugar”.
El papel limitado del Vaticano como mediador en el conflicto refleja las prioridades geográficas del Papa. El Papa Francisco nombró a 21 nuevos cardenales la semana pasada de Argentina, Colombia, Sudáfrica, Sudán del Sur, Tanzania y Malasia. El Papa también promovió a Monseñor Claudio Gugerotti, quien se desempeñó como embajador papal en Ucrania y Bielorrusia, lo que podría verse como un guiño a los desafíos de la guerra. Las promociones principales, sin embargo, fueron obispos con sede en Hong Kong e Israel, donde la comunidad católica es pequeña.
Mientras que los pontífices anteriores, como Juan Pablo II, dieron su apoyo a las potencias occidentales en tiempos de crisis, John L. Allen Jr., un periodista del sitio web de noticias católicas Crux, ha escrito que la demografía cambiante de la Iglesia Católica significa que la las preocupaciones de los europeos y norteamericanos son cada vez menos urgentes en la agenda del Vaticano. La mayoría de los 1.200 millones de católicos del mundo viven en América Latina, y el continente africano registra el mayor aumento de congregaciones católicas. Y el Papa “da gran importancia a las relaciones con otros continentes como Asia”, dijo Massimiliano Valente, profesor asociado de historia contemporánea en la Universidad Europea de Roma.
El Vaticano enfureció al gobierno ucraniano el verano pasado al sugerir que las acciones de Rusia podrían haber sido impulsadas por “la OTAN ladrando a la puerta de Rusia”. En otra entrevista, poco después, el Papa dijo que la guerra en Ucrania fue “quizás provocada de alguna manera”.
Según Nona Mikhelidze, del Instituto de Asuntos Internacionales de Italia, los comentarios presentan a Ucrania “como un mero peón”. El gobierno ucraniano también ha cuestionado las suposiciones de la Iglesia sobre Ucrania. Mykhailo Podolyak, asesor de Zelenskyy, dijo en junio que el Vaticano necesita tener una “comprensión sólida de esta guerra”.
En toda la región, la influencia del Vaticano está siendo cuestionada. En Polonia, donde el 91% de las personas se identifican como católicas, la Iglesia católica polaca, una de las instituciones más poderosas del país, ha estado en desacuerdo con el Papa Francisco sobre reformas liberales como la descentralización del poder. Al lado, en Lituania, los católicos han pedido una «investigación sobre abuso sexual en la iglesia», ya que los sobrevivientes continúan apareciendo en la nación báltica.
También se ha criticado la posición del Vaticano en Bielorrusia, una nación que actuó como escenario para el ataque de Rusia a Ucrania. En un país donde los sacerdotes católicos están siendo encarcelados o exiliados por hablar en contra del presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko, el Vaticano ha adoptado un tono conciliador. El embajador papal, Ante Jozic, celebró al gobierno bielorruso y repitió una línea favorecida por Lukashenko de que Minsk podría celebrar conversaciones de paz entre Rusia y Ucrania.
POR AMANDA COAKLEY.
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