La Iglesia no tiene un candidato ni un partido propio: arzobispo Gustavo Rodríguez Vega (Yucatán, México).

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Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor, en este sexto domingo del Tiempo de Pascua.

Un saludo particular a todas las mamás, ya que mañana celebraremos en México el “Día de las Madres”, pero seguramente desde hoy, en la víspera del festejo, habrá muchos buenos hijos visitando a sus mamás, para demostrar su amor y gratitud a las madrecitas. También seguramente muchos tendrán hoy la oportunidad de acudir a los panteones a visitar la tumba de las mamás difuntas.

En Esta Eucaristía oramos por todas las mamás, para que el Señor les ayude y fortalezca en su misión como madres; además pediremos por el eterno descanso de las mamás fallecidas; y pedimos por toda la sociedad, para que continúe valorando como es debido el papel de la mujer como madre en la sociedad, y al mismo tiempo, defender los derechos de la madre como mujer.

En la primera lectura, tomada del Libro de los Hechos de los Apóstoles, Pedro tiene la experiencia de ser el primero en abrir la puerta a los paganos, a la pertenencia en la Iglesia. Hoy nos parece lo más natural y aceptable que la Iglesia haya salido del ámbito del judaísmo abriéndose a todos los pueblos, pero para quien dio ese primer paso no fue fácil, teniendo luego que rendir cuentas a la Iglesia de porqué lo hizo. Será hasta el Concilio de Jerusalén donde se acepte y regule la pertenencia de los paganos a la Iglesia, sin las exigencias propias del judaísmo.

Este pasaje denota claramente cómo Pedro, quien recibió la misión de ser la piedra donde Cristo quiso construir su Iglesia, fue acompañado por la gracia de Dios en su ministerio, para que con su autoridad vaya guiando el paso seguro de la Iglesia. Jesús les dijo a sus discípulos que tendría aún muchas cosas qué decirles todavía, pero que el Espíritu Santo los iría guiando a la verdad plena (cfr. Jn 16, 12). Así, a través de los siglos, la Iglesia ha ido avanzando bajo la guía de Pedro hacia nuevos escenarios por donde nos acompaña el Espíritu, y sin perder la esencia de nuestra fe, seguir ahondando en los tesoros de la revelación, para comprender cada día un poco más lo necesario para caminar como Iglesia en nuestro tiempo.

Hoy también, el Papa Francisco, heredero del ministerio de Pedro, tiene que ir dando nuevos pasos, y tras de él, toda la Iglesia, la cual camina segura bajo la conducción del Espíritu Santo que va iluminando a Pedro. Así como no fue fácil para los primeros cristianos entender y aceptar que Pedro bautizara a un grupo de paganos convertidos, ahora para muchos católicos les es difícil entender y aceptar los pasos que el Papa Francisco ha dado para que la Iglesia considere como parte de sus deberes la atención a los migrantes, el cuidado integral de la creación, la atención fraterna a los divorciados vueltos a casar y el diálogo fraterno con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, así como otros pasos más. No cabe duda de que el Espíritu está soplando fuerte en nuestros días.

También los obispos, actuando en comunión con el Papa, tenemos la luz del Espíritu Santo para conducir a nuestro pueblo. El pasado jueves, los obispos de México dimos un mensaje para todos los católicos en nuestro país, para todos los hombres y mujeres de buena voluntad que viven en nuestra Patria. El mensaje se titula “Elegir con libertad, para exigir con responsabilidad”, y es una exhortación a la participación en las próximas elecciones del 6 de junio. A muchos les puede parecer extraño que sus pastores incursionen en estos temas, pero nuestra fe debe abarcar todas las áreas de nuestra vida, por lo cual nuestra fe tiene una dimensión política.

Dice el mensaje que: “Es preciso que todos ejerzamos nuestro voto de manera libre, secreta y en conciencia, entendiendo que cada voto cuenta”. Luego añade que “la fe en Jesucristo puede dar lugar a compromisos políticos diversos”, es decir, que ahora, como en cada proceso electoral, la Iglesia no tiene un candidato ni un partido propio, por lo cual cada cristiano tiene el deber y la libertad de elegir a aquellas personas que, conforme a su conciencia, son las más idóneas para ejercer el servicio público.

Cada quien debe decidir en su conciencia quién es el candidato apto para ocuparse de cuidar de “la dignidad de la persona humana, la defensa de la vida (de todas las vidas) desde la concepción y hasta la muerte natural, el matrimonio y la familia como núcleos fundamentales del bienestar social, la atención a las múltiples regiones que se ven amenazadas por el yugo del crimen organizado, la plena vigencia del derecho humano a la libertad religiosa, la auténtica democracia, la opción preferencial por los más pobres y el compromiso activo por el cuidado del medio ambiente” (Mensaje de los obispos mexicanos con motivo del proceso electoral 2021).

Pidamos desde hoy al Espíritu Santo que nos ilumine a cada uno para hacer la elección correcta entre los candidatos, y desde ahora también encomendamos a quienes serán elegidos para los diversos cargos. Pueden encontrar el mensaje completo en las redes sociales de la Arquidiócesis de Yucatán.

En la segunda lectura de hoy encontramos lo que nos dice el apóstol san Juan en su Primera Carta, en la que hay una frase contundente: “El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4, 8). Alguien pudiera leer y conocer de memoria la Sagrada Escritura, así como leer muchos libros de teología y, sin embargo, desconocer totalmente a Dios; mientras que alguien que ni siquiera sepa leer puede ser un profesional en el amor y así conocer plenamente a Dios. Un ejemplo de este conocimiento lo tenemos en las mujeres llamadas “patronas”, quienes a diario reciben y atienden con amor a los migrantes que pasan, dándoles de comer y hospedando a los migrantes que necesitan quedarse al menos una noche.

Podríamos encontrar miles de ejemplos de personas que aman sinceramente a su prójimo, pero si queremos conocer en el fondo en qué consiste el amor, tenemos que mirar el amor de Dios. Muchos descubren el amor de Dios en la contemplación de la naturaleza y del universo, pero por encima del amor de Dios probado en la creación, está el amor de Dios probado en la redención, porque: “El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y nos envió a su Hijo, como víctima de expiación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10).

En el evangelio de hoy, también según san Juan, encontramos cómo debe ser nuestra correspondencia al amor de Dios en lo que Jesús dice a sus discípulos: “Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor” (Jn 15, 10). Así que el amor nuestro no ha de ser de palabra ni de puro sentimiento, sino de cumplimiento. No se puede separar el amor a Dios del cumplimiento a sus mandatos; nadie vaya a decir como afirmaba una persona, que había faltado a todos los mandamientos, menos al mandamiento del amor a Dios, porque eso es contradictorio.

Jesús va más adelante en la propuesta de su mandamiento al decir: “Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 15, 12). Con cumplir sólo este mandamiento, cumpliremos todos los demás. Pero ¿quién puede asegurar que ama como Jesús nos ha amado? Mientras tengamos un poco de vida no hemos hecho aún suficiente, pues Jesús nos amó hasta derramar la última gota de su sangre.

Jesús se desborda en su amor declarando que ya no llama “siervos” a sus discípulos, sino que los llama “amigos”, afirmando también que ha sido él quien los eligió y no ellos a él. Con esto descubrimos la oportunidad que todos tenemos de ser en verdad amigos de Jesús. Creamos de verdad que él nos eligió para venir a este mundo, para venir a esta Iglesia, para venir a la familia a la que cada uno pertenece, para ejercer el trabajo que cada uno realiza, como una verdadera vocación de servicio.

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

 

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán.

 

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