La Iglesia, auto doblegada: entonces…la parroquia de Biden anuncia que no negará la comunión a nadie.

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Después de que los obispos americanos anunciaran que no piensan aconsejar que se niegue la comunión a ningún gobernante, así apruebe de nuevo la esclavitud, no extrañará saber que la parroquia que frecuenta el presidente, Santísima Trinidad de Washington, se ha precipitado a anunciar que ellos seguirán ofreciendo el Santísimo Sacramento al fanático abortista.

Lo firma el Consejo Parroquial pero, al aparecer en el sitio online de la parroquia, presumimos que tiene el placet del párroco. Y dice así:

“Como Consejo de la Parroquia de la Santísima Trinidad, estamos con nuestro arzobispo, cardenal Wilton Gregory, en lo que respecta a la cuestión de ofrecer la Eucaristía a políticos americanos. Como parroquia con una larga historia de acogida a todos, coincidimos con, y compartimos la actitud pastoral de nuestro Arzobispo. La Iglesia Católica de la Santísima Trinidad no negará la Eucaristía a las personas que se presenten a recibirla”.

Termina la nota refiriéndose al Santo Padre: “Como confirmó recientemente el Papa Francisco, la comunión debe verse “no como un premio para los perfectos sino como una poderosa medicina y alimento para los débiles”. Ninguno de nosotros, ya estemos en los bancos o en el altar, merece recibirla. El gran don de la Sagrada Eucaristía es demasiado sagrado para hacer de él una cuestión política”.

¿Por dónde empezar? Las palabras del Papa no pueden querer decir que sea lícito comulgar en pecado mortal, y apenas puede quedar duda de que colaborar en la aplicación del aborto provocado es un pecado mortal, por no mencionar otras medidas gravemente lesivas de la doctrina de la Iglesia que Biden apoya con entusiasmo. Insinuar lo contrario es sembrar la confusión en un asunto vital o mostrar una absoluta indiferencia por las realidades eclesiales.

Por otra parte, la nota contradice el Canon 915 (15) del Código de Derecho Canónico, que afirma que “no deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave”.

Pero dado que siguen las instrucciones de su ordinario, elevado por el Papa reinante a la primera sede del país y al cardenalato, no es probable que este desprecio de las normas y la doctrina vaya a tener consecuencias desagradables. Simplemente, son gente que no quiere “aferrarse a las normas”, especialmente cuando hacerlo les pondría en un compromiso.

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