La historia secreta del viaje de Juan Pablo II a la Argentina durante la guerra de Malvinas

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“¡Queremos la paz! ¡Queremos la paz!”. Era el 12 de junio de 1982 y una multitud estimada en dos millones de personas apiñada en derredor del Monumento a los Españoles, en los bosques de Palermo, clamaba el fin de la guerra. En un imponente altar, Juan Pablo II estaba terminando una visita relámpago al país de poco menos de dos días para acompañar a los argentinos en el doloroso trance. Y aunque los medios dominados por la dictadura decían “vamos ganando”, la derrota era inminente. ¿Cuál fue, en verdad, el papel del Papa polaco? ¿Por qué vino? ¿Fue para presionar una rendición de la Argentina como algunos llegaron a interpretar?

La historia de este viaje papal -que constituyó un hecho inédito en la diplomacia vaticana- comienza en 1980 con la decisión de Juan Pablo II de visitar Gran Bretaña. Con el paso de los meses, la Santa Sede anunció que el viaje sería entre el 28 de mayo y el 2 de junio de 1982, pero dos meses antes se produjo el desembarco argentino en las islas. La circunstancia puso en aprietos al Vaticano. ¿Debía el Papa ir igual a Gran Bretaña y correr el riesgo de que ello se interpretara como un favoritismo hacia los ingleses en desmedro de la Argentina, la décima nación católica y parte en una mediación papal con Chile por un conflicto limítrofe?

 

La suspensión del viaje a Gran Bretaña conllevaba no solo un incidente con el gobierno británico, sino también con la Iglesia anglicana, separada de Roma hace casi 500 años, y con la cual Juan Pablo II estaba intentando un acercamiento. Más aún: las autoridades eclesiásticas católicas y anglicanas del Reino Unido le pidieron al Vaticano que no se suspendiera la visita, alertados de que había sectores antibelicistas que estaban presionando para que no fuera. Paralelamente, los obispos argentinos habían comenzado a enviar mensajes a Roma en el sentido de que si iba a Gran Bretaña debía también visitar la Argentina.

 

Finalmente, el Papa decidió ir a los dos países. En esa determinación fue clave el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Agostino Casaroli -un diplomático sobresaliente-, que lo convenció de viajar también a la Argentina, según le dijo días pasados el periodista Luis Badilla, del sitio El Sismógrafo, y quien acompañó a Juan Pablo II al país, al periodista Hernán Reyes Alcaide, de Télam. “Fue clave su astucia”, señaló. La decisión implicó organizar un viaje en pocos días cuando lo habitual es que la Santa Sede se tome un año. Pero la idea era mostrar que el pontífice estaba cerca de los dos pueblos.

 

Ya en vísperas de su partida a Londres, el Papa tuvo un gesto hacia la Argentina que reveló el cuidado que estaba poniendo en el vínculo la diplomacia vaticana. El 25 de mayo, les envió una carta a “los fieles argentinos”. Allí les explicaba que “la cancelación del viaje (a Gran Bretaña) sería una desilusión no solo para los católicos, sino también para muchísimos no católicos que lo consideran importante también por su significado ecuménico. Tras destacar que la visita era “estrictamente pastoral y en ningún modo política”, se manifestaba “hondamente preocupado por la causa de la paz”.

E presidente de facto Leopoldo Galtieri, durante su breve encuentro con Juan Pablo II (Foto: EFE).
El presidente de facto Leopoldo Galtieri, durante su breve encuentro con Juan Pablo II (Foto: EFE).

Al día siguiente, se anunciaba su visita a la Argentina, que incluiría una misa en el santuario de la Virgen de Luján, más otra en el marco del citado encuentro junto al Monumento de los Españoles. También tendría una breve reunión con el presidente de facto, Leopoldo Galtieri. En una entrevista que el periodista y escritor Juan Bautista Yofre le realizó dos meses después, Galtieri dijo que el Papa no le habló de Malvinas, pero sí de acelerar una respuesta a la propuesta papal para una solución al diferendo limítrofe con Chile que recién se resolvería con la vuelta a la democracia.

 

Sin fundamentarlo, Galtieri también afirmó en esa entrevista que el viaje papal perjudicó a la Argentina en su conflagración con el Reino Unido. “Es evidente que su presencia, en los momentos trascendentales nos perjudicó”, señaló. Y consideró que el pontífice debió suspender su viaje a Londres. Pero reconoció que el presidente del Episcopado, el cardenal Raúl Primatesta, llevó la inquietud de la Iglesia argentina en el sentido de que el Papa no podía aparecer avalando con su presencia en Gran Bretaña la posición británica y que entonces el Papa decidió venir.

 

La visita relámpago del Papa a Buenos Aires es un viaje de paz”, escribió por aquellos días el diario vaticano L’Osservatore Romano, tratando de despejar cualquier especulación política. Mientras que Juan Pablo II dijo a poco de dejar el país: “No se dude en buscar soluciones que salven la honorabilidad de ambas partes y restablezcan la paz”. Badilla concluyó que “si el Papa no hubiera ido a Gran Bretaña quince días antes, el viaje a la Argentina no se hubiera hecho”. Pero así se escribe la historia.

 

Por Sergio Rubin.
BUENOS AIRES, Argentina.
TN.
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