Cristo Rey ofrece vivir una fe comprometida con los problemas del territorio nacional e iluminada para encontrar soluciones reales en favor de los demás. Con la fiesta de Cristo Rey, Dios ofrece un tiempo de salvación para hablar al corazón de la persona; Dios nos dirige su palabra para manifestar su amor y su ternura como fuerza para renovar la sociedad. Él quiere que se le conozca más y mejor para que todos sean felices y plenos cada día de la vida. Los problemas, miedos y enfermedades muchas veces nos alejan de la fuente divina, que es Cristo. Nuestro Padre celestial es el primero en buscarnos en medio de la vida porque él sabe que necesitamos la sanación interior y ser felices. Este nuevo año litúrgico inicia con el tiempo de adviento. La palabra de Dios necesita, para ser fecunda en nuestro interior, que nos preparemos con un grado serio de gran responsabilidad. Dios se manifiesta en su Hijo amado para que lo recibamos con un corazón preparado y puro.
Con la celebración de Cristo Rey nace una fuerza interior para buscar que la justicia y la paz social sean realidad en México tan lleno de violencia y muerte. Nuestro Padre Celestial se manifiesta para estar en medio de su pueblo y para liberarlo de todo tipo de esclavitud y estructura injusta que impiden a la persona vivir en paz y justicia. El amor de Dios se revela plenamente a su comunidad para que el hombre se pueda comprometer en la transformación de una sociedad que se ha vuelto indiferente y poco solidaria con los demás. La manifestación de Dios la debemos esperar con todo el corazón y con todo nuestro ser. Dietrich Bonhoeffer, pensador cristiano alemán, nos presenta una sugerente imagen del adviento: «Debemos esperar ver la gloria de Dios con un corazón confiado en su amor y poder».
La práctica de la oración y la vivencia de la alegría son las dos condiciones más cristianas para esperar la manifestación del amor de Dios en la vida de cada persona. En medio de todas las ofertas que la sociedad nos ofrece, el cristiano debe y puede ejercer su libertad para elegir entre lo bueno y lo mejor, es decir, escoger la oración y la austeridad sobre el consumismo galopante. Como dijo Karl Rahner, gran teólogo católico: “Cada año celebramos el santo tiempo de adviento, oh Dios. Cada año pronunciamos las bellas oraciones de añoranza y espera y cantamos las encantadoras canciones de esperanza y promesa”. Esperemos la manifestación de Dios en nuestra vida personal y comunitaria para que seamos hermanos en los tiempos difíciles que vive México.
Pbro. Juan Beristain de los Santos