La Fe es don y virtud

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

La religión en sentido estricto trata de abrir los cauces para que el hombre establezca una relación de confianza con DIOS. Lo anterior sucede de forma especial en el Cristianismo. La semana pasada, la segunda lectura del apóstol Santiago declaraba: “muéstrame tu Fe sin obras, y yo por las obras te mostraré mi Fe” (Cf. St 2,18). Estas líneas iniciales continúan el comentario de lo dicho el domingo pasado, dado que el tema tiene un carácter principal y está en el fondo de todo nuestro recorrido religioso. La Fe es una de las virtudes teologales, que junto con la Esperanza y la Caridad constituyen el don primero que se nos ofrece para desenvolver la vida cristiana. Al mismo tiempo estos dones se establecen como virtudes infusas que deben ser desarrolladas a lo largo del tiempo. Hemos recibido el don, pero nos queda pendiente la revalidación del don, y vendrán innumerables ocasiones de comportarnos según la Fe, que consideramos y miramos hacia un proyecto de vida a medio y largo plazo con objetivos y fines similares a los señalados en el Evangelio, por lo que nos dejamos inspirar en nuestras acciones por el don de la Caridad, que proviene de la acción del ESPÍRITU SANTO. El cristiano normal sabe que debe desterrar de su corazón cualquier sombra de resentimiento, envidia o vanidad, sin que por ello le vaya a dar ocasión de pensar que se está convirtiendo en un ser angélico. Las faltas, debilidades y pecados, nos acompañan sin dejar una tregua a relajación alguna. Por tanto el ejercicio de la virtud infusa –Fe, Esperanza, Caridad- se torna  un ejercicio de hábito consciente; con lo que la repetición de acciones positivas debe producirse en orden a construir una personalidad espiritual. El cristiano poco a poco verá cómo se desvanecen en gran medida las fronteras de convivencia e irá adoptando un tono de fraternidad extensivo a cualquiera de los ámbitos donde se mueva, pues se comporta según la condición personal que se va generando en él. De esta forma nos viene muy bien recordar las recomendaciones para la convivencia que hace el apóstol, en la carta a los colosenses. Los dones y carismas recibidos están al servicio de la comunidad o mundo de relaciones personales: “buscad los bienes de allá arriba donde mora CRISTO (Cf. Col 3,1). Mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, malos deseos y la codicia que es una idolatría (v.5).No os mintáis unos a otros despojaos del hombre viejo con sus obras” (v.9). Revestíos del hombre nuevo, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, perdonándoos mutuamente (v.9-12) La Palabra de CRISTO habite entre vosotros en toda su riqueza; cantad agradecidos himnos y cánticos inspirados; y todo cuando hagáis, hacedlo en el Nombre de nuestro SEÑOR JESUCRISTO, dando gracias por su medio a DIOS PADRE (v.16-17). Este texto es una breve muestra de lo que san Pablo propone como necesario para vivir una vida cristiana, y por tanto en orden a vivir el camino de Fe iniciado en el Bautismo. No se puede entender la vida del hombre sin la acción, que estará siempre dentro de una valoración ética o moral. Las acciones construyen o destruyen; forjan una personalidad cristiana o la arruinan, pero ninguna de las acciones buenas por sí misma nos salva, porque tal acción pertenece en exclusiva a DIOS. Nosotros somos capaces de establecer unas valoraciones morales sobre las propias acciones y las de los demás, pero sólo DIOS tiene la visión justa de todas ellas, pues a cualquier persona se le oculta la complejidad de los condicionantes internos y externos de una persona, con lo que cualquier juicio moral resulta insuficiente o propiamente defectuoso. Sólo DIOS puede juzgar y salvar y la confianza en ÉL por parte del hombre es un acto de supremo valor a los ojos de DIOS.

 

El don del ESPÍRITU SANTO

La salvación futura tiene un anticipo en el presente con la inhabitación del ESPÍRITU SANTO. San Pablo plantea a los de Galacia una cuestión crucial en el tema que nos ocupa: “Respondedme a una sola cuestión –dice el Apóstol-: ¿recibisteis el ESPÍRITU SANTO por la Fe en JESUCRISTO o por las obras de la Ley?” (Cf. Gal 3,2). El razonamiento del apóstol viene a decir: si hay alguna obra que dé por sí misma el don del ESPÍRITU SANTO, no habría sido necesaria la muerte y Resurrección de JESUCRISTO. El don del ESPÍRITU SANTO, que hace al hombre justo ante DIOS es un revestimiento del todo gratuito; y gracias a esto se producen las conversiones como las del propio apóstol san Pablo.

 

La justificación por la Fe

“El hombre no se justifica por las obras de la ley, sino sólo por la Fe en JESUCRISTO” (Cf. Gal 2,16). Toda la sentencia condenatoria que todos nosotros merecemos por nuestros pecados ha sido cambiada por Misericordia gracias a la muerte redentora de JESÚS. La Fe en esta verdad opera de forma absolutoria en la vida de los hombres que se acogen a ella. “Estoy crucificado con CRISTO, y no vivo yo, sino que es CRISTO el que vive en mí. La vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la Fe del HIJO de DIOS que me amó y se entregó por mí” (Cf. Gal 2,19-20). ¿Puede cualquiera de nuestras acciones personales comparase con la acción de abajamiento del HIJO de DIOS desde su estado de VERBO en la gloria del PADRE? Pero no sólo desciende hasta la Encarnación, sino que se humilla hasta la Cruz para obtenernos la justificación, entrando en los abismos de la muerte totalmente antagónica a su naturaleza divina. San Pablo vivió este misterio con extraordinaria lucidez y lo transmite en su predicación y doctrina. La Fe en JESUCRISTO crucificado afecta al apóstol en su vida concreta y lo hace partícipe de la misma condición de CRISTO crucificado. Sabemos poco sobre las razones  últimos del mal, aunque repercutan en primera persona algunos de sus efectos; y DIOS mismo  no eludió encontrarse con las densas tinieblas del mal y de la muerte, que “entró por envidia de sataná en este mundo” (Cf. Sb 2,8). Las grandes regiones de dolor y sufrimiento no son ajenas a DIOS, que vino a este mundo. ÉL no vino como en una visita de cortesía, sino que entró en la urdimbre de nuestro entramado histórico y compartió lo que duele y hace daño a la condición humana y a cada hombre; de tal manera que cada cruz particular tiene su acomodo en la única Cruz de JESUCRISTO. Las palabras del apóstol no son retóricas y obedecen a la realidad más honda de su vida: “estoy crucificado con CRISTO”. A los hijos de Zebedeo les dijo JESÚS: “mi cáliz lo beberéis” (Cf. Mt 20,23). Con todo rigor la sangre de JESÚS circula por las venas de los hombres cuando le Fe se hace fuerte. En este caso la Fe no es la aceptación de un conjunto de verdades esenciales, sino la unión con JESUCRISTO en nuestro peregrinar.

 

Testimonio de la Sabiduría

El libro de la Sabiduría se considera el último libro sagrado, escrito en griego cincuenta años  antes de CRISTO con enfoques que se aproximan a lo que constituirá la doctrina del Nuevo Testamento. En los primeros versículos del libro, la Sabiduría es identificada con el Espíritu de DIOS, o con DIOS mismo. De hecho a JESUCRISTO en los siglos posteriores se le asignarán algunos textos de este libro, y se lo identificará con la Sabiduría encarnada, como es el caso de Luis María Grignon de Montfort. El encabezamiento de este libro sagrado dice quiénes son sus destinatarios principales y la rectitud con la que deben proceder: “amad la Justicia los que regís la tierra; pensad rectamente del SEÑOR y buscadle con sencillez de corazón” (Cf. Sb 1,1) Aquellos que ejercen la justicia, la autoridad y el poder deben prestar atención a las palabras del libro que se descubre ante ellos. En el vértice de todos los que tienen la función de regir están los reyes, pero todos los hombres poseemos una parcela en la vida sobre la que tomamos  decisiones y emitimos juicios; por tanto, también a nosotros en general va dirigida esta palabra que nos dispone a la relación con DIOS y a un proceder más justo con respecto a los semejantes. “DIOS se manifiesta a los que no lo tientan y no desconfían de ÉL “ (v.2). Cuando nos ponemos en el camino para buscar a DIOS sale a nuestro paso la Divina Sabiduría: DIOS mismo se hará el encontradizo de muchas formas y bajo diferentes manifestaciones.

 

Elección de la Divina Sabiduría

“En el alma fraudulenta no entra la Sabiduría; no entra en cuerpo sometido al pecado” (v.4). Nos encontramos con las personas que están sin DIOS y en la inspiración de sus acciones, que provienen de vivir instalados en la mentira. De nuevo aparece en las sagradas escrituras subyaciendo los dos caminos, que marcan tendencia en el propio corazón humano; y san Pablo determinará cómo las dos grandes fuerzas operantes en la raíz del hombre: la presencia de la Gracia, y la ley del pecado que nos hace cargadores de un cuerpo que nos lleva a la muerte (Cf. Rm 7,15-24). El hombre impío, que abandona el camino de la piedad para con DIOS y los hombres queda a merced de sus tendencias destructoras, que lo afectan personalmente con consecuencias a su alrededor.

 

Próximo al Nuevo Testamento

“El Espíritu Santo que nos saca del engaño, se aleja de los de los pensamientos necios, y se ve rechazo al venir la iniquidad” (v.5). Todavía falta revelación para llegar a concebir la condición trinitaria de DIOS, pero la Escritura se va acercando con una creciente aproximación al MISTERIO. Es muy fácil que el autor se refiera al hecho de DIOS en su condición de espíritu por excelencia, sin llegar a la conciencia clara de la diferenciación trinitaria en tres Personas. Nosotros alcanzamos esa certeza por la revelación del VERBO en JESÚS de Nazaret. A partir de este hecho aparecen claras y diferenciadas las relaciones entre el PADRE y el HIJO y la actuación del ESPÍRITU SANTO en diversas funciones esenciales que realiza como Persona diferente del PADRE y del HIJO. “El Espíritu de DIOS llena la tierra y todo lo mantiene unido” (v.7). El autor del libro de la Sabiduría establece desde el principio el ámbito competencial de DIOS y se asemeja en sus afirmaciones al salmo ciento treinta y ocho cuando afirma que DIOS reconoce al instante los pensamientos, sentimientos, palabras y acciones del hombre, y nada se le escapa (Cf. Slm 138,1ss).

 

Pensamiento moderno, pensamiento viejo.

El impío, el hombre que vive sin DIOS acaba en el vacío o en los estrechos límites de su caducidad: “por azar llegamos a la existencia y luego seremos como si nunca hubiéramos sido, porque humo es el aliento de nuestra nariz y el pensamiento una chispa del latido de nuestro corazón” (Cf Sb 2,2). Como podemos observar el pensamiento nihilista actual, que se siente moderno, desmitificado, avanzado y libre de cualquier superstición resulta, en realidad, muy viejo. Este argumento lo hemos oído muchas veces a opinadores o intelectuales de la náusea y el pesimismo, dándose importancia en el desprecio de cualquier consideración creyente, que ofrezca un apoyo firme a la tendencia natural de pervivir para siempre. El instinto de supervivencia y la lucha por la vida pueden ser una prueba de la sed de eternidad que el hombre encierra por obra de su Creador. La negación de este punto rebaja las condiciones de vida de los hombres que cierran su mirada a la eternidad. Los siguientes versículos de este capítulo pareciera un breve repertorio de frases hechas al uso de los escépticos actuales. Una vez más la Palabra de DIOS habla un lenguaje universal que cubre todas las épocas de la historia.

 

El reproche del justo

“Tendamos lazos al justo que nos fastidia, y se enfrenta a nuestro modo de obrar. Nos echa en cara la Ley y nos echa en cara faltas contra nuestra educación” (v.12). Y sigue diciendo el texto: “su sola presencia nos es insufrible” (v.14). El reproche que realiza el justo es testimonial, y no necesita pregonarse mediante las prédicas. Habló de ÉL el primer cántico del Siervo de YAHVEH: “no voceará, no gritará por las calles. La caña cascada no la quebrará, ni apagará el pábilo vacilante” (Cf. Is 42,3). Un organismo intoxicado puede reaccionar con algún tipo de convulsión cuando se toma algún medicamento para desintoxicar. Lo mismo sucede con la presencia de alguien que mantiene un estilo coherente de vida: los radicalizados en el mal no lo soportan a su lado. Distintos mecanismos se utilizan de forma artera para procurar la aniquilación del justo. Con frecuencia se recurre a la descalificación para rebajar de nivel el comportamiento ético de la persona en cuestión. Una vez rebajada puede ser despreciada con la palabra, el insulto y la difamación. Relegada a la condición de objeto y la pérdida de su dignidad como sujeto; entonces ya puede ser aniquilada, pues no era merecedora de vivir. Con distintos matices es la mecánica para justificar el holocausto de la Segunda Guerra Mundial o el aborto y la eutanasia en la actualidad. El mecanismo lógico o mejor ilógico es concluir que esa vida no merece la pena ser vivida. Alguien ha decidido que una persona con síndrome de Down no merece vivir, y cuando se detectan en el seno de la madre los bebes con esta alteración se procede a su eliminación, para conseguir así una sociedad perfecta y feliz. La iniquidad se erige en última instancia directamente de quién puede vivir o debe morir.

 

Ochenta años antes

Podría decirse que se cumplen aquí las palabras dadas al profeta: “no hace DIOS nada que no  comunique a sus profetas” (Cf. Am 3,7). Se venía diciendo en las Escrituras, pero a las puertas de la aparición del MESÍAS, el autor sagrado del libro de la Sabiduría insiste en la misma línea  del Designio Divino: ”veamos si sus palabras son verdaderas”. Examinemos lo que pasará en su tránsito. Pues si el Justo es Hijo de DIOS, ÉL le asistirá y lo librará de las manos de sus enemigos” (Cf Sb 2,17-18). El JUSTO se presentó en la creciente manifestación de ser el HIJO de DIOS, pues mantenía con el PADRE una singular relación. El evangelio de JESÚS de Nazaret puede decirse que es el evangelio del PADRE, pues en todos sus mensajes está implícita o manifiesta esta verdad. Por tanto, los que se atribuían la administración de la justicia de parte de DIOS, en la religión judía, se sentían con la exigencia de borrar la pretensión de JESÚS. En la Cruz, JESÚS escuchó estas palabras en tono de burla y desafío: “si eres el HIJO de DIOS, baja de la Cruz y creeremos” (Cf. Mc15,32). Aquel reto JESÚS ya lo conocía: “si eres HIJO de DIOS, haz que estas piedras se conviertan en panes” (Cf. Lc 4,3). Los tenidos por justos, que administraban justicia al Pueblo con esa fórmula encontraban un subterfugio para inculpar a DIOS de sus propios actos. Si DIOS rescataba al JUSTO entonces el JUSTO tenía razón y ellos habrían cumplido con su deber al velar por el cumplimiento de las esencias de su religión. Si DIOS no rescataba al  que se decía JUSTO, entonces la razón estaba de su parte, y los administradores de la justicia se podían quedar muy tranquilos. Pero el proceder de DIOS estaba fuera de los cálculos de los perspicaces jueces de la religión judía. En su momento, DIOS daría la razón al JUSTO y se la quitaría radicalmente a ellos, pero no se lo diría directamente, sino por el tozudo desencadenamiento de los hechos: JESÚS resucitó y la religión judía se quedó sin el valor supremo del Templo, con lo que aquellos jueces tuvieron que reinventarse.

 

Estaba escrito

“Sometámosle al ultraje y al tormento para conocer su temple y comprobar su entereza. Condenémosle a una muerte afrentosa, pues según ÉL, DIOS lo visitará” (v19-20). Las autoridades religiosas podían llevar a cabo la muerte de JESÚS por lapidación como en el caso de Esteban, el primer mártir del Cristianismo; pero los administradores de la justicia en el Pueblo de Israel habían decidido, que la muerte de JESÚS debía ser en el patíbulo de la Cruz, de la misma forma que morían los traidores a Roma. Las cosas de las tinieblas, que buscan la mayor ostentación de su poder maléfico. Había que procurar y encontrar para JESÚS una muerte ignominiosa, y se vertieran acusaciones que desprestigiaran toda su obra y reputación personal. Los cargos contra JESÚS no fueron de orden menor: se le acusó de blasfemo, impostor, poseído de Satanás, traidor a Roma pues pretendía proclamarse Rey; embaucador  de las multitudes y transgresor del sábado y la ley. Antes de la sentencia condenatorio por la instancia religiosa y la civil, JESÚS fue vejado y afrentado sin miramiento alguno. Del resultado  de ultrajes similares a los narrados por los evangelios habla el testimonio de la “Sábana Santa de Turín”, cuyas investigaciones ofrecen cada vez más detalles del hombre que sufrió las afrentas y el martirio junto con la crucifixión. Al hombre de la “Sábana Santa de Turín”, muchos le ponemos el nombre de JESÚS de Nazaret, porque ofrece una correspondencia con lo transmitido por los textos evangélicos.

 

Tres enseñanzas sobre la Pasión

Estos anuncios tienen que ver con el “secreto mesiánico” resaltado en el evangelio de san Marcos. El primer anuncio de la Pasión fue dado en torno a la confesión de Cesarea” (Cf. Mc 8,27-30). El segundo anuncio lo recoge el Evangelio de este domingo (Cf. Mc 9,30-31); y el tercer anuncio aparece en el capítulo diez, versículo treinta y tres, cuando JESÚS toma la decisión de subir a Jerusalén, y los Apóstoles lo siguen. Los anuncios de la Pasión contienen la clave del “secreto mesiánico”, que los discípulos van a desvelar en parte a partir de la experiencia particular. Ellos están vinculados al MAESTRO y esta unión no la van a perder a pesar de la desbandada producida cuando JESÚS fue apresado para ser ajusticiado, martirizado y crucificado. Sólo uno de los Apóstoles dejó de confiar en la Misericordia sin  límites ofrecida por JESÚS, por lo que se excluyó en principio de la manifestación mesiánica que vendría con la RESURRECCIÓN. En el primer anuncio de la Pasión, JESÚS ofrece “la regla de oro” del discipulado para seguirlo y disponerse en una vía de conocimiento vital. De la misma forma que el dolor y el sufrimiento abren líneas de especulación y debate interminables, JESÚS prescinde de ese camino para mostrar el designio eterno de DIOS, y orienta a sus discípulos por la vía de la experiencia personal. No se trata de una experiencia humana cualquiera, sino del mismo camino de la vida en unión con JESÚS que hace llevaderas las cruces de todos los que aceptan su ayuda (Cf. Mt 11,28-30). Cualquier ciencia humanista muestra la vertiente sufriente y dolorosa de la condición humana, en la faceta de su estudio.  La medicina viene directamente a paliar el dolor y remediar la enfermedad en lo que es posible; la historia muestra el devenir humano, de las sociedades y las civilizaciones con un reguero de guerras, destrucción y muerte; la psicología o la psiquiatría entrarán en la psique del hombre hasta donde les permitan los procedimientos disponibles con el fin de devolver la paz interior alterada por los distintos niveles de angustia. El dolor y el sufrimiento existen y nadie los puede negar si mantiene un mínimo de cordura, pero la explicación del porqué del dolor y el sufrimiento no parece estar al alcance del conocimiento humano. Para la razón humana, el problema del sufrimiento queda pendiente, y de cierta manera a JESÚS no le interesa demasiado insistir en sus causas y efectos, pues estos últimos son conocidos y padecidos. Sobre las causas o el origen se distancia de los prejuicios de su tiempo: “MAESTRO, ¿quién pecó éste o sus padres?” (Cf. Jn 9,2); preguntan a JESÚS sus discípulos a cerca del ciego de nacimiento. Sabemos la respuesta: “ni pecó éste ni sus padres. Está así para que se manifieste en él la gloria de DIOS” (Cf. Jn 9,3). La respuesta última de la Escritura sobre el mal en el mundo no les gusta a la mayoría de las personas, pues la consideran simplista. Decir que todos los males en el mundo tiene su origen en Satanás, que por envidia del hombre introdujo la muerte y el pecado en el mundo (Cf. Sb 2,24), resulta, para muchos, demasiado escueto  para la gran complejidad que muestra el problema, pero son las fuerzas satánicas con las que JESÚS tendrá que batirse en los últimos momentos de su vida para arrebatar al Maligno padre de la muerte y la mentira, las vidas de los que por designio eterno somos hijos de DIOS. El “secreto mesiánico” todavía mantiene sus velos para muchos que aceptan de modo muy parcial el mensaje.

 

El poder de la Cruz

La evidencia de la renovación de todas las cosas por la fuerza de la Cruz no se verá hasta el momento de la Resurrección. La propia derrota de la Cruz se convierte en victoria de DIOS gracias al perdón universal declarado por JESÚS cuando estaba a punto de morir: “perdónalos SEÑOR porque no saben lo que hacen” (Cf. Lc 23,34). La ignorancia es uno de los impedimentos para que el pecado adquiera todo el peso propio. La aparente impotencia del CRUCIFICADO estaba transformándose en la mayor fuerza renovadora del mundo. Así lo dirá  san Pablo: “Lo débil de DIOS es más fuerte que los hombres; y lo necio de DIOS es más sabio que los hombres. Pues los judíos piden signos y manifestaciones de poder, y los griegos exigen sabiduría; pero la Cruz de JESUCRISTO es poder de DIOS y sabiduría de DIOS” (Cf. 1Cor 1,22-22). El mundo tiene su fuerza en los medios que oprimen y esclavizan: el dinero, las armas, las leyes homicidas y denigrantes, o los mecanismos extorsionadores que reducen a naciones enteras a la miseria. Pero DIOS no cuenta con nada de eso, ni lo acepta como procedimiento de evangelización. La fuerza expansiva del Reino de DIOS viene por la presencia del Amor de DIOS en medio de los hombres, que en no pocos casos tiene una vertiente de entrega de la vida. Esta lógica divina sigue pendiente de ser entendida por la generalidad de personas y cristianos en particular. No se entiende muy bien que DIOS tenga a sus vanguardias actuando en el anonimato o en las catacumbas sociales. Nos desconcierta  que las fuerzas opresoras del hombre y destructoras de los valores evangélicos tengan una gran impunidad y DIOS parezca del todo ausente. Así supusieron las autoridades que condenaron y mataron a JESÚS: pensaron que habían resuelto el problema y todo se dio por concluido. Pero pronto descubrieron que en realidad todo estaba reiniciándose. El Cristianismo es experto en resurrecciones; por tanto, atendamos a los sectores más débiles y desconsiderados para encontrar en ellos las fuerzas más dinámicas con las que DIOS puede producir un giro en la sociedad para desconcierto de los sabios y los poderosos.

 

La evangelización en Galilea

«Iban caminando por Galilea, y no quería que se supiera, porque iba enseñando a sus discípulos” (v.30).La Galilea evangelizada se constituyó en el punto de un nuevo comienzo para seguir evangelizando al mundo entero( Cf Mt 28,19) cuando JESÚS resucitó: “diles a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán” (Cf. Mt 28,10). Las dos fases esenciales del discípulo en su formación y misión se corresponden con la Misión inicial del HIJO en la Galilea  que protagoniza la primera; y la dada al ESPÍRITU SANTO, que dispone en toda su manifestación lo aprendido al lado del MAESTRO: “el ESPÍRITU vendrá, os recordará  todo lo que YO os he enseñado y os conducirá a la verdad completa” (Cf. Jn 14,26;16,13). La Galilea es el lugar de Israel que primero escuchó la Palabra del VERBO hecho hombre. Al volver a Galilea se retorna a las fuentes. La enseñanza por la Galilea fue dada en la sinagoga, en las casas, en los descampados, por los caminos y en el lago mismo o Mar de Galilea. Cualquier oportunidad era propicia para descubrir los misterios del Reino de DIOS según la recepción de los discípulos. No cesaron en momento alguno las lecciones magistrales, que posteriormente debían ser recordadas y predicadas.

 

La discusión por el camino

“No entendían nada y les daba miedo preguntarle” (v.32) En el primer anuncio de la Pasión, Pedro recibe una contundente reprimenda de una dureza máxima por parte de JESÚS. Pedro  sin entender todo aquello, quería disuadir a JESÚS de aquel destino fatal, que parecía pronosticar. Juan el Bautista había terminado decapitado por Herodes, por lo que también el MAESTRO corría el riesgo de ser apresado y padecer la misma suerte. La reacción de Pedro en aquel momento mantenía su coherencia. Ahora nadie se atreve a intervenir, ni siquiera a preguntar, pues están desbordados por aquellas enseñanzas y distraen la atención con otras cuestiones más frívolas: “¿quién tenía opciones para ser el más importante en el futuro reino o imperio, que el MAESTRO estaba a punto de establecer ? Había que estar preparados para esos momentos, pues lo habían dejado todo por seguir a JESÚS y merecido tenían un puesto de confianza y de máxima responsabilidad. La predicación de JESÚS iba en un sentido, y la comprensión del mismo por los discípulos se orientaba en otra dirección. JESÚS en ningún momento habló de constituirse en rey a lo humano, y menos en emperador, sino que todas sus palabras tenían una finalidad de carácter trascendente. La huida de los discípulos de cualquier escenario problemático para refugiarse en paisajes más amables, es una reacción que surge en la mayoría de los seres humanos, aunque en estos pasajes lo interpretemos como una gran debilidad humana o un defecto grave en el camino de seguimiento a JESÚS. Instintivamente rechazamos lo que nos resulta problemático, pues aspiramos a la paz y los momentos más o menos placenteros. Los discípulos de JESÚS no estaban siguiendo a un maestro cualquiera, sino pertenecían al muy reducido grupo de personas que cambiarían el rumbo de la humanidad por vías totalmente desconocidas para ellos en esos momentos. Eran pescadores, artesanos o agricultores, que lo dejaron todo y se arriesgaron a una aventura de la que en muchos momentos no podrían dar una respuesta exacta del porqué procedieron de aquella forma, y se veían inmersos en un proyecto que no acababan de comprender.

 

Los niños puestos de modelos

Habían llegado a la casa y JESÚS pregunta a los Doce, de qué habían discutido por el camino. La cuestión del más importante ocupó los comentarios en todo aquel trayecto. Salieron a relucir las cualidades y los defectos de cada uno en una discusión vacía de contenido, pues sólo JESÚS era capaz de valorar de forma conveniente. Es muy probable que el amor propio de unos y otros quedase herido en aquella discusión, en la que nadie quería quedarse atrás y relegado a la irrelevancia. Parecía que el momento de aflorar la restauración del reino de Israel  estaba próxima y había que tomar posiciones llegado el momento. JESÚS les recuerda, que el primero en su Reino debe ser el servidor de todos y ocupar el último puesto (v.35).De nuevo las palabras de JESÚS resultaban ininteligibles, pues en todos los reinos había gobernantes, mandatarios, ministros y personas de relevancia. Delante de los Doce, “JESÚS coge a un niño lo puso en medio de ellos, lo estrechó entre sus brazos, y les dijo: el que recibe a un niño como éste a MÍ me recibe, y el que me recibe a MÍ, recibe al que me ha enviado” (v.36-37). El niño que sigue sin grandes perturbaciones el curso normal de los años de infancia representa un modelo de confianza, dependencia y sencillez a la hora de comprender y preguntar. El niño se abandona en el adulto, que considera capaz y dotado para procurarle la protección suficiente por la que él se siente seguro y amparado. El niño es un modelo vivo de las bienaventuranzas que están en el centro de la doctrina que pone los fundamentos del Reino de DIOS. Eran las últimas lecciones dadas en territorio de la Galilea y la enseñanza de las bienaventuranzas estaba impartida, pero todavía faltaba descubrir el dinamismo interno de aquellas palabras, que encerraban el secreto o tesoro del Reino de DIOS en medio del mundo. Los Doce no pueden perder de vista la imagen central del niño, al que JESÚS abraza, porque representa la pobreza de espíritu, la limpieza de corazón o la actitud misericordiosa que empieza de nuevo ante la ofensa del semejante. Bien enseñado el niño es compasivo y llora sus travesuras con un corazón arrepentido ante el juicio del mayor. El niño se reconcilia con facilidad después de la pelea con un compañero de juego. JESÚS abraza al niño, porque todavía en el niño la humanidad encuentra un rescoldo de la obra bien hecha por DIOS. Por eso las durísimas palabras de JESÚS para los que adulteran la infancia: “el que escandalice a uno de estos mis pequeños, más le valdría que le encajaran al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar” (Cf. Mt 18,6). Un objetivo prioritario de Satanás es corromper la infancia y los pasos que se dan por parte de los legisladores lo están consiguiendo con la pasividad de los mayores y las familias en particular. Nuestra sociedad entra en terrenos de lo criminal a través del aborto de los no nacidos, y de la muerte espiritual de los niños con leyes de un despertar infantil que no corresponde con el desarrollo psíquico del mismo. Un niño no puede decir a los seis años que teniendo testículos es una niña, porque eso en realidad se lo han inculcado y no pertenece a su desarrollo personal. Es un crimen provocar el transgénero en un niño de seis o diez años cuando a lo sumo ese niño pudiera manifestar algún tipo de homofilia.

 

Carta de Santiago 3,16-4,3

Estos versículos reflejan grandes tensiones en la convivencia de las comunidades conocidas por Santiago. La cercanía del Mensaje dado por JESÚS no evitó que algunos grupos cristianos, ya en los comienzos actuasen de modo contrario a las enseñanzas recibidas. Por otro lado la espera en la Segunda Venida del SEÑOR debía contribuir a que afloraran las mejores actitudes personales, pero tampoco esto supuso un motivo suficiente para muchos cristianos. El paso de los siglos pudiera sugerir que los fundamentos de los orígenes se van perdiendo, pero afortunadamente no es así. Sigue habiendo personas que confiesan a JESUCRISTO y entregan su vida. Nuevas formas de vida consagrada van apereciendo con un nuevo ímpetu evangelizador. Vemos que nada queda fuera de la mirada providente de DIOS, aunque pudiera parecer que el SEÑOR duerme en la popa de la barca que corre el riesgo de zozobrar en medio de un mar encrespado que estuviera dispuesto a hundir la barca con todos los ocupantes. Basta una sola palabra del MAESTRO aparentemente dormido para que todo aparezca en calma. No es magia, sino el poder de DIOS, que tiene su tiempo y forma de proceder. El SEÑOR guarda su derecho para actuar en el momento que considere adecuado. El lago encrespado es suyo, la barca le pertenece y los discípulos fueron pensados por ÉL desde la eternidad; por tanto sólo queda confiar en el SEÑOR que dispone de recursos desconocidos para nosotros, incluso cuando creamos que todo está perdido. Esta impresión abordó a muchas personas a lo largo de los siglos, y aquí estamos con las intranquilidades de los tiempos que a nosotros nos corresponde.

 

La serpiente no se fue

“Donde existen envidias y espíritu de contienda allí hay desconcierto y toda clase de maldad” (v.3,16) La envidia es especialmente satánica, porque lo que emana es homicida en todos sus extremos. La envidia mata con la intención y el deseo, pues no soporta que nadie sobresalga y, como consecuencia, habría que eliminarlo. La serpiente sigue reptando, aunque ahora el hombre en Gracia pueda metabolizar el veneno de la serpiente e incluso cogerla o pisarla.

 

La Sabiduría de DIOS

La sabiduría de la serpiente, de la que habla Santiago, proyecta toda clase de males. No creamos que las disposiciones nacionales o mundiales son fruto de la improvisación. Existen planes diseñados desde hace décadas que encuentran ahora su momento de aplicación, operando en un alarde de ingeniería social. Los diseños de los planes de enseñanza en los países occidentales, las programaciones de las televisiones pertenecientes a los grandes propietarios o las corrientes de opinión de la prensa no se dejan al azar. Las pretensiones globalistas y totalitarias cuentan con el apoyo y recurso inédito de las nuevas tecnologías, cuyas posibilidades no tienen fronteras. Hoy la serpiente parece tener gran poder y seguidores. Pero existe otra Sabiduría que proviene del SEÑOR “la Sabiduría que viene de lo alto es pura, pacífica, complaciente, llena de compasión y buenos frutos; imparcial, sin hipocresía” (v.17)  El mundo sigue su curso encontraremos vestigios del mal que hunde sus raíces en la noche de los tiempos, pero por encima de su letalidad está la presencia providente de DIOS que rescata la vida de los suyos de todo tipo de iniquidad.

 

Guerras y contiendas

Con gran dureza describe Santiago el panorama interno de algunas comunidades. La Paz del SEÑOR había llegado sin duda a muchos corazones, pero todavía quedaba camino por recorrer. La envidia y la rivalidad promueven los enfrentamientos que constituyen las guerras  particulares. Existen temperamentos que no saben vivir si no están en contienda permanente  con otras personas. Resulta el tipo de gente que vive del conflicto y no puede prescindir de las situaciones enrarecidas. Son espíritus gravemente enfermos que nos los podemos encontrar en cualquier parte y también dentro de las propias comunidades cristianas.

 

Una oración fallida

“No tenéis porque no pedís. Pedís y no recibís, porque pedís mal con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones” (v.3). Es una gran desgracia cuando no obtenemos paz interior y presencia de DIOS en la oración. El SEÑOR provee de lo necesario a los que tratan de vivir según su santa Voluntad, pero deja vacíos a los soberbios de corazón (Cf. Lc 1,53). Y en otra parte la Escritura afirma: “Al que ama la violencia el SEÑOR lo rechaza” (Cf. Slm 11,5). En medio de tensiones cainitas no es posible recibir los favores de DIOS que atiende siempre a sus hijos. Una gran desgracia es el vacío de DIOS para el hombre necesitado siempre de cubrir su indigencia.

 

Comparte: