Los asuntos familiares alcanzan las raíces más hondas del ser humano. Cada persona se dispone en las distintas fases de su vida en una toma de posición con respecto a la familia. Alguien puede encontrarse en gran soledad y aislamiento por su relación con la familia de origen o a la que perteneció en un tramo de su vida. Un sin-techo pertenece a una familia de la que se ha separado por distintos motivos, pero la familia permanece como la referencia de su situación presente. La tendencia general de aquellos que dejan o rompen con su núcleo familiar es la de rehacer uno nuevo con otra persona mediante la formalización matrimonial o la unión de hecho. La tendencia o inclinación hacia la formación de una familia entra dentro de las estructuras personales más básicas. Otra cosa resulta el tratamiento de la forma e incluso del contenido que habría que dar a los distintos tipos de convivencia doméstica que puedan surgir en estos momentos.
Matrimonio y familia
La revelación bíblica no deja lugar a dudas sobre la estructura de la familia. Como eje central del grupo familiar está el matrimonio realizado entre un hombre y una mujer, entre un varón y una mujer. El mandato en los orígenes sobre la procreación pone a disposición del hombre y la mujer la capacidad más importante para la que se necesita el concurso de ambos: “multiplicaos, llenad la tierra y sometedla” (Cf. Gen 1,28) Decimos que la semejanza del hombre con DIOS referida en el Génesis obedece a la dotación racional y volitiva del alma del hombre, que habrá de utilizar su inteligencia para el sometimiento progresivo de las fuerzas naturales al servicio del desarrollo integral del mismo hombre. Pero encuentra un lugar central la capacidad de generar vida humana por parte del hombre y la mujer desde el origen. La ley de la generación en el ser humano no está en el mismo nivel del resto de los animales que pueblan la tierra, pues la descendencia del hombre y la mujer no es una criatura de rango inferior, sino otro ser humano, que necesita la dotación genética proveniente de sus progenitores masculino y femenino. La ruptura actual de la generación humana que separa al ámbito estricto de la unión sexual entre el hombre y la mujer, ofrece la falsa impresión que el dominio de la ciencia por la generación de la vida humana ha llegado, y se puede prescindir del matrimonio tradicional para traer nuevos seres humanos a este mundo. Los avances en biogenética son espectaculares y ya se están dando los primeros pasos en vientres artificiales, con lo que el proceso de la generación de individuos podría darse al margen de la unión directa de un hombre y una mujer, al obtener los gametos masculino y femenino de un banco de óvulos y espermatozoides, que previamente, de manera obvia, fueron donados. La tecnología incorporada al servicio de la ideología es la que hace posible avanzar en las quimeras de la ideología de género, que presenta uniones interpersonales para la cohabitación distintas del diseño bíblico.
La familia recogida en la Biblia vive pendiente de hacer grande al Pueblo elegido por DIOS, por lo que los hijos son una bendición y la esterilidad atribuida a la mujer una gran desgracia. En el primer libro de la Biblia queda perfectamente engranada la relación del matrimonio y la familia nuclear con la familia extensa, que llega a formar el clan familiar. La familia extensa y la tierra se vinculan inmediatamente pues la Providencia de DIOS va a ser visible en la abundancia de posesiones de tierras, cosechas y rebaños. Las grandes familias patriarcales de Abrahán, Isaac y Jacob permanecerán como los modelos de familia que afianzaron la tradición y culto al único DIOS. Generación tras generación permaneció el testimonio del DIOS de Abraham, el DIOS de Isaac y el DIOS de Jacob” (Cf. Ex 3,6); así lo recogió Moisés más de cuatrocientos años después de permanencia del Pueblo hebreo en Egipto. La convivencia familiar es la garantía de las tradiciones que ofrecen soporte físico y espiritual a cada uno de sus componentes. La familia se desnaturaliza sin la convivialidad; es decir, cada componente de la misma debe vivir con toda la intensidad posible el lugar relacional que ocupa. El hijo debe cultivar los lazos de filiación profundos y estrechos con el padre y la madre. Los hermanos deben encontrar entre sí la primera socialización basada en la fraternidad familiar. Los abuelos tienen un lugar privilegiado al ser los portadores de la memoria familiar en primer término. En una familia extensa los abuelos pueden encontrarse conviviendo con cuatro generaciones de miembros familiares, y la riqueza vivencial de todas estas interrelaciones supone el mayor tesoro en la formación humana de una persona. Si todo este conjunto de lazos familiares vivos y activos están dispuestos a la comunicación de la tradición religiosa cristiana, entonces nos encontramos con la verdadera iglesia doméstica, que es esencial para la trasmisión de la Fe.
Testigos de otra realidad
Los que ahora rondamos los setenta años tenemos en nuestro haber una experiencia que viene de los elementos culturales más elementales hasta la sofisticación de las tecnologías del presente. Algunos en la infancia manejamos para escribir y realizar las primeras sumas y multiplicaciones, una pizarra con marco de madera, en la que escribíamos con tiza que después borrábamos, y nos servía indefinidamente, o hasta el momento que se rompía la pizarra. Algunos nos encontramos escribiendo con lápiz y bolígrafo al tiempo que manejábamos una pluma elemental que mojábamos en un tintero con tinta elaborada por el maestro. En aquellos tiempos, las pantallas no habían llegado de forma masiva, y hasta la pubertad no apareció el primer televisor en la casa, por supuesto en blanco y negro. Puedo decir, que aquel simple aparato cambió la dinámica familiar. Las familias dejaron los coloquios, los comentarios del día para escuchar lo que salía del televisor. Las pantallas pueden ser muy buenas, pero en la mayoría de los casos sirven en la actualidad para evadir y entretener. De acuerdo que no se puede estar veinticuatro horas al día con pensamientos sesudos y frunciendo el entrecejo, pero tampoco en una evasión continua. Las familias de nuestros días han multiplicado las pantallas en los hogares, precisamente con fines de entretenimiento, y eso no proporciona crecimiento personal. En la inmensa mayoría de los hogares ya no están los abuelos, y de encontrarse permanecen retirados en una habitación sin contacto con el resto. Pocos abuelos tienen la oportunidad de contar historias a sus nietos, que ayuden a estos a cimentar una personalidad con identidad familiar y tradición religiosa. Debiera favorecerse una recuperación de las prácticas familiares en las que se establezcan relaciones personales de calidad, dejando al margen todo lo que contribuya la evasión al mundo virtual de las pantallas.
Insubordinación silenciosa
El Cristianismo de los primeros siglos vivió una etapa de insubordinación silenciosa o vida en las catacumbas, lo cual no quiere decir que vivieran bajo tierra. Las catacumbas propiamente estaban destinadas a los enterramientos para poder dar a la muerte y al difunto un sentido cristiano, sin crear molestia social. Pero el cristiano vivía insubordinado a los dictados del poder que obligaban en determinados momentos al sacrificio ritual a los dioses propios del Imperio, o el culto a la persona del mismo emperador. Antes como ahora no faltaron los psicópatas que desde el poder quisieren gobernar e inmiscuirse en los sentimientos de los ciudadanos particulares. La familia es el lugar donde se forjan los valores, las virtudes y aquellos lazos que saben distinguir el amor fraterno del amor paterno, materno filial o el amor de amistad, para que en algún momento la persona esté preparada y madura con el fin de afrontar con responsabilidad la aventura de iniciar un nuevo matrimonio como el eje de la propia familia con capacidad de forjar personalidades equilibradas emocionalmente y de transmitir la Fe en JESUCRISTO. Una familia de este tipo se convierte en un contrapunto al poder establecido del signo que sea. La buena marcha de la sociedad depende del número de personas con capacidad de criterio y dispuestos a enfrentarse a los riesgos propios de la existencia. Teniendo en cuenta estas consideraciones, se entiende la demolición presente del modelo de familia cristiano, pues resulta el principal inconveniente para lograr un individuo desestructurado y manipulable. Las consignas de los nuevos déspotas ilustrados siguen siendo las mismas de hace tiempo: los hijos no son de los padres, sino del Estado, pues los padres no los han inscrito en el Registro de la Propiedad. En la frase anterior están unidos dos mensajes de dos políticos diferentes pertenecientes a la nueva izquierda, que no dejan de mantener los mismos estribillos de las izquierdas de otros países al servicio de los poderes mundialistas, de los que algunos hablan como los nuevos filántropos. Estos amantes de la humanidad promueven masivamente el aborto, la ideología de género y la eutanasia como medios maltusianos para reducir la población mundial en varios miles de millones de personas. Los nuevos modelos de convivencia doméstica tratan por todos los medios de anular la estructura de la familia tradicional, de la familia natural o de la familia cristiana. Para hacernos una idea cabal de las vías por las que los nuevos filántropos de la humanidad quieren conducir los destinos de la misma debemos asomarnos a dos obras literarias, que ya tienen algunos años: “El mundo feliz”, de Aldous Huxley; y “1984” de George Orwell. Ambas obras plantean un futuro panorama que comienza a ofrecer grandes correspondencias con el tiempo presente, y nos podemos preguntar, ¿responden a una premonición o al diseño anticipado de unos planes para el futuro? El futuro de estas descripciones ya ha llegado, y sólo le queda cubrir sus edades de crecimiento. La familia española en general viene actuando de colchón y factor de estabilización social frente a las crisis económicas de estos últimos años, pero al mismo tiempo sigue su deterioro en valores con respecto al modelo de la familia tradicional cristiana. ¿En cuántas familias los padres leen la Biblia u oran juntos alguna vez por semana? ¿Cuántas familias tienen una conciencia y clara confesión pública de JESUCRISTO como nuestro SALVADOR? No es poca cosa encontrarnos con alguna persona aislada o miembro de una familia que por su cuenta mantiene una línea de compromiso cristiano en el seno de su núcleo familiar. Por otra parte no se puede nunca cuantificar el número de auténticos cristianos, pues ese censo sólo lo tiene el SEÑOR. Pero algunos indicadores sociales dan una idea general del estado de la cuestión, teniendo en cuenta el nivel de resistencia a las pautas anticristianas perfectamente visibles en el momento presente.
A fuego lento
Lo importante son los procesos advirtió el papa Francisco en distintas ocasiones. Pero antes que él lo dijese e intente practicarlo en el papado que se le ha encomendado, otros ya lo viene realizando desde hace mucho tiempo. Los procesos que ponen en marcha los malvados suelen ejemplificarse con la parábola de la rana, que es bien conocida: la rana está en un recipiente de agua a una temperatura confortable, a la que cada cierto tiempo se le incrementa un grado, y la rana no aprecia la subida de temperatura a la que se va acostumbrando hasta que la rana termina cocida. Así operan los procesos puestos en marcha por los déspotas sociales. En otros tiempos se realizaban todo tipo de guerras, ahora sólo las justas para vender las armas, destruir países y participar después en la reconstrucción; pero el empleo de la guerra para un dominio mundial ya no es posible. Sin embargo las nuevas tecnologías aplicadas a los conocimientos sociológicos, biológicos y políticos, abren muchas posibilidades a los que ahora ostentan el dominio amplio de dichas tecnologías. Los procesos vienen gestándose desde hace décadas. No necesitamos retroceder mucho tiempo: los años setenta marcan un tiempo crucial, que estuvo precedido del auge económico de Occidente, hasta el punto que España estaba entre la octava o novena potencia industrial mundial; y en esa década de los sesenta tuvo lugar la celebración del Concilio Vaticano II, que no molestó para nada al sistema comunista soviético, se destacó la influencia marxista de la Escuela de Frankfurte que respaldó la liberalización sexual y las protestas juveniles de Mayo del 68 como símbolo de la rebeldía juvenil hacia el malvado sistema capitalista de sus padres. En los años setenta se comienza a pisar el acelerador de la ingeniería social, y en el año setenta y dos se presenta por el Club de Roma el trabajo malthusiano de Los límites del crecimiento, como su nombre indica la cosa se centra en la imposibilidad de alimentar a la población mundial que crece exponencialmente frente a una producción de alimentos que lo hace a un ritmo mucho menor; además preconiza este informe que a las materias primas de modo especial el petróleo les quedan dos telediarios. El informe del Club de Roma propone el crecimiento cero de la población mundial para salvar el planeta. Preguntémonos ahora, ¿a quién apunta directamente la consigna del crecimiento cero? La respuesta es inmediata: a la familia. Estados Unidos, Reino Unido y otros países europeos ponen en marcha legislaciones que aprueban el aborto. No sólo vienen las legislaciones abortivas, sino toda una estrategia de ingeniería social que dio magníficos resultados para disponer otras campañas de cambios de comportamiento. Como decía Julián Marías, tan grave como el aborto es la aceptación social del mismo, que lo hace pasar de un delito a un derecho. Si faltaba algo en este sentido, el informe Kissinger (1974), en Estados Unidos para afrontar sus políticas hacia Hispanoamérica, propone que si Estados Unidos quiere mantener su ritmo de crecimiento tiene que reducir la población del cono sur americano y continuar detrayendo las materias primas necesarias. Para este objetivo Kissinger encuentra un obstáculo importante en la Iglesia Católica, que debe ser contrarrestada con la infiltración de iglesias evangélicas convenientemente subvencionadas. Otra línea de inversión social, que viene de unos años atrás, y ahora da la cara con toda claridad es la ideología de género, el animalismo, el ecologismo o el indigenismo. Concretamente, éste último comienza su desarrollo en el Foro de Sao Paulo, a comienzos de los años noventa, desaparecida la Unión Soviética y caído el Muro de Berlín. Su principal impulsor ideológico fue Fidel Castro y el mandatario venezolano Hugo Chavez. La “Nueva Izquierda” tenía unos contenidos que proponer a la sociedad mostrándose como valedora y salvadora de los derechos de las minorías oprimidas: los colectivos de indígenas, homosexuales, lesbianas, transexuales, defensores de todo lo verde medioambiental, y lo que vayan encontrando a su paso como marginal. La izquierda se había olvidado ya de todos los homosexuales perseguidos en la Unión Soviética y de los que había matado directamente el Che Guevara. Ahora su imagen está serigrafiada en las camisetas de los manifestantes en las jornadas del orgullo gay; en fin, las cosas de la vida. Para ir concluyendo esta breve semblanza: a los nuevos filántropos mundiales, que son los poseedores del esquema de ingeniería global, les viene a echar una mano distintos grupos y de forma impagable los tontos útiles de la “Nueva Izquierda”; y entre estos tontos útiles también sirven algunos eclesiásticos de cierta relevancia, tristemente. Lo que está pasando en España y en las naciones de Hispanoamérica no es una corriente de moda o una casualidad. Lo que está ocurriendo con respecto al modelo familiar tradicional, tampoco es una moda o una casualidad: tales cosas están perfectamente programadas desde hace algún tiempo con el fin de conseguir un individuo perfectamente maleable con vistas al sujeto que se pretende diseñar con las posibilidades ofrecidas por la biología y las tecnologías actuales. No se trata de ser tecnófobo, sino de tener en cuenta de dónde viene lo que está sucediendo.
La familia, escuela de aprendizaje
La primera lectura de este domingo está proporcionada por el libro del Eclesiástico, que recoge numerosos versículos sobre la convivencia familiar y la conducta adecuada y sabia de los componentes de la misma. La sagrada Familia de Nazaret es modelo de inspiración de la familia cristiana, de la familia tradicional o de la familia natural, atendiendo a lo recogido en los primeros versículos del Génesis: “por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne” (Cf. Gen 2,24). La base natural de la familia es el hombre y la mujer, el varón y la hembra, Adán que salió de la tierra y Eva reconocida como la madre de todos los vivientes; y se refiere en este caso a los vivientes humanos para que no haya equívocos. La familia natural y cristiana por haber recibido el Sacramento del Matrimonio se le puede considerar tradicional, porque el Sacramento recibido no se lo otorgan los cónyuges a sí mismos, sino que parte del entramado de la tradición cristiana. La tradición es la herencia que generación tras generación vamos actualizando del legado entregado inicialmente por el mismo JESUCRISTO a la Iglesia naciente. No partimos del vacío ni de un mito, sino del acontecimiento histórico del nacimiento, vida, muerte y Resurrección de JESUCRISTO. Si queremos, nuestro origen está en la elipse descrita por los dos centros que se encuentran en el nacimiento de Belén y en el Gólgota del sacrificio máximo. Estas coordenadas históricas señalan el punto de partida desde donde se inicia una trayectoria cargada de Gracia e historia.
Tenemos padre
A la mayoría de los cristianos y de las personas en general nos gusta tener padre y madre. En algunas naciones, entre ellas España, el legislador decide desde hace algún tiempo que tenemos progenitor 1 y progenitor 2. Puestos en ese plan estamos en condiciones con el potencial científico de hablar del progenitor 25, o el que ustedes quieran. Ya están en activo las bolsas destinadas a suplir los vientres maternos y procurar el desarrollo de los embriones desde los primeros estadios. Según los donantes de gametos y la bolsa genésica en la que se haya friamente desarrollado el embrión y el feto, se inscribirá al futuro bebé, si por el camino no se le ha matado antes para extraerle los órganos o venderlo por piezas a las distintas empresas bioquímicas, farmacéuticas, o a cualquier otro centro de experimentación. La Iglesia Católica advirtió en su día de la inconveniencia de la reproducción humana fuera de los cauces de la relación sexual amorosa de los esposos que se unen entre sí con amor y responsabilidad. El mundo feliz de Huxley ya está aquí y la ciencia está en condiciones de proveer de individuos humanos en cantidad y características a la carta. En nombre de las futuras generaciones algunos seguimos diciendo que queremos un padre y una madre, y no un progenitor cualquiera.
La escucha que aprende sabiduría
“Escuchad, hijos, a vuestro padre y aprended sabiduría para salvaros” (Cf. Eclo 3,1). Dentro de la tradición más benemérita, el libro del Eclesiástico ofrece de forma viva su sabiduría. La sabiduría verdadera se escucha, pues debe adquirir la modulación adecuada en el corazón del receptor, aunque sus máximas sean leídas y reflexionadas. El padre completa su función generadora con la de pedagogo y maestro que enseña a sus hijos. Cuando falta esta figura paterna en los arquetipos o modelos fundamentales de un hijo, éste se encuentra muy desprotegido ante los acontecimientos de la vida. La seguridad personal nace de lo escuchado y afianzado interiormente como palabra interna inconmovible. La mayor herencia o tesoro para los hijos debiera ser la experiencia trasmitida de los padres. El padre y la madre transmiten una herencia espiritual que formará parte de la identidad de los propios hijos, sin que ello vaya en perjuicio de la singularidad de los mismos.
La piedad filial
Honrar padre y madre figura como la cuarta Palabra del Decálogo, y su cumplimiento lleva añadida una promesa: “una larga vida” (Cf. Ex 20,12) Se puede decir que Moisés institucionaliza para el Pueblo elegido la religión de los padres, Abraham, Isaac y Jacob. Al igual que ellos, los padres de todas las familias judías reciben el encargo de transmitir la Fe en el único DIOS y SEÑOR, y los hijos recibirla con profundo agradecimiento, pues nadie como el SEÑOR los cuidará y protegerá. El padre y la madre de cada familia entroncan así con las raíces mismas del Pueblo israelita. La identidad del Pueblo judío está sustentada principalmente en la religión. Para justificar la legítima posesión de la tierra de Palestina, incluso los actuales judíos ateos o agnósticos tienen que recurrir a la Biblia como documento que acredita la posesión de la misma. En otros tiempos la exigencia de la trasmisión de la Fe seguía el cauce familiar de los padres a los hijos, que un día darían continuidad a la religión familiar.
Frutos de la piedad filial
“Quien honra a su padre expía sus pecados” (v. 3)
“Acumula un tesoro quien honra a su madre” (v. 4).
“Quien honra a su padre, recibirá el mismo comportamiento de sus propios hijos” (v. 5).
“El que honra a su padre su oración será escuchada” (v. 5b).
“Quien prestigia a su padre vivirá largos días” (v 6).
“Quien procura bienestar a su madre agrada al SEÑOR” (v. 6b).
Estas máximas se comentan por sí mismas, y el simple enunciado concuerda con el sentido común. Se entiende inmediatamente, que el comportamiento contrario por parte de los hijos acarreará las desgracias consiguientes. Al prescindir de la Ley del Amor se entra en la Ley del Talión, en cuyo campo lo que rige es el “ojo por ojo, diente por diente” (Cf. Dt 19,21). O la reacción inmediata en la línea de la mecánica ciega que se rige por la máxima: “con la vara que midiereis seréis medidos” (Cf. Lc 6,38). Todavía la Ley del Talión es benéfica con respecto a la ley de la venganza, que era conocida por los israelitas y aparece reflejada en la Biblia en el caso de Lamec: una herida infringida a Lamec será vengada con la muerte del agresor (Cf. Gen 4,23-24) Cuando la violencia se antepone al comportamiento pacífico y compasivo, ocurren toda clase de desgracias, porque el círculo vicioso creado por los oponentes desaparece solamente cuando lo hagan los agresores. La violencia podrá ser utilizada como último recurso en casos especiales como correctivo, que cesará cuando de nuevo se haya restablecido la paz y la convivencia. Muchas personas se niegan a considerar que los comportamientos sociales no tienen que ser evaluados teniendo en cuenta la vida privada o familiar, y esto comporta un gran error. Si alguien es un psicópata en el ámbito privado, se comportará de igual forma en el espacio público, porque ese tipo de comportamiento no depende de las horas del día o de los días de la semana. Las personas con principios y valores nobles que actúan en la sociedad los traen de una familia donde los han vivido. Destruida la familia tradicional sólo quedan tipos de convivencia basadas en la subjetividad personal relativista, y acordes en lo posible con los dictados de las instancias sociales que se comportan al modo de Gran Hermano.
La Familia de Nazaret sigue la tradición
Los dos capítulos iniciales del evangelio de san Lucas nos informan del cumplimiento preciso de la Familia de Nazaret de las prescripciones de la religión judía: JESÚS es circuncidado a los ocho días, MARÍA cumple con los ritos de la purificación después del parto a los cuarenta días y JESÚS es presentado como el primogénito de la Familia y participan de las principales fiestas en Jerusalén. Tampoco pierde la Familia de Nazaret el sentido de pertenencia a un pueblo con el que camina en tono festivo hacia la Ciudad Santa que los convoca en el Templo para celebrar las misericordias del SEÑOR en las fiestas principales, que marcan las intervenciones extraordinarias de YAHVEH en medio de su Pueblo.
La fiesta de pascua
“Los padres de JESÚS iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron como de costumbre a la fiesta” (Lc 2,41-42). La vida de JESÚS se enmarca entre dos pascuas: la que se efectuó en la Encarnación y la verificada en la Resurrección. El término “pesaj” -pascua- se traduce mejor como “salto”, que el modo habitual de “paso”. Damos un salto cuando es necesario salvar un desnivel superior a lo habitual en nuestro camino; lo mismo ocurre cuando el HIJO de DIOS transita entre el Cielo y la tierra, en realidad deberá recorrer dos niveles de existencia muy distintos. Al venir del PADRE a este mundo, el HIJO deja su atmósfera divina propia, que san Pablo formula así: “CRISTO se despojó de su rango de gloria y tomó la condición de hombre esclavo, pasando por uno de tantos” (Cf. Flp 2,7). En la pascua ascendente, JESÚS ora al PADRE pidiendo que restaure en ÉL la Gloria que tenía junto a ÉL antes que el mundo existiese (Cf. Jn 17,5). Con sus padres en la tierra, JESÚS participa de las sombras de la verdadera Pascua, que ÉL mismo va a protagonizar. La salida de la esclavitud egipcia, el paso del Mar Rojo o la entrada en la Tierra Prometida, son pálidas figuras de las realidades eternas que ÉL viene a traer a este mundo. Poco a poco JESÚS va a ir dando muestras de la finalidad última de su presencia y existencia, y los primeros en recibir la conciencia de estas cosas son sus padres.
A la edad de doce años
Este pasaje es bien conocido. Todos los años, los padres de JESÚS suben con ÉL a la fiesta como era preceptivo. De vuelta a Nazaret, a un día de camino, se dieron cuenta que el NIÑO no estaba en la caravana y vuelven a Jerusalén en su busca. No sabemos si MARIÁ y José esperaron en la caravana al día siguiente para volver a Jerusalén en busca de JESÚS; y el evangelista concluye que encontraron a JESÚS en el Templo a los tres días. Como ocurrió con los tres días de la Resurrección, el tiempo transcurrido no fue necesario que fuera de setenta y dos horas. Estamos en un caso similar, pues los lugares donde podía estar JESÚS quedaban en un perímetro conocido con unas dimensiones reales que no eran las de Roma, Antioquia o Corinto. Pero también en una ciudad pequeña podía pasar cualquier cosa desagradable, con el agravante en aquellos días del considerable aumento de población de gentes venidas de lugares muy diversos. La cosa pintaba inicialmente con tonos grises, y la zozobra y angustia de los padres estaba más que justificada.
Encuentran a JESÚS en el Templo
El evangelista san Lucas con brevedad relata lo extraordinario del NIÑO en el contraste de ideas con los rabinos, y en el conocimiento de las Escrituras que se deriva de las contestaciones a los maestros de la Ley. El asunto suscita algunas cuestiones, pues es cierto que los muchachos de trece años debían pasar un examen sobre el conocimiento de la Ley para recibir la mayoría de edad moral, de tal forma que sólo ellos, a partir de ese momento, serían responsables de sus actos, y los padres quedaban exentos de cualquier responsabilidad. Pero JESÚS tenía doce años: ¿suplió, entonces, su capacidad y sabiduría la edad legal? ¿Trataba JESÚS de ofrecer una señal protomesiánica, haciéndose heredero y representante de las Doce tribus del Nuevo Israel? Porque resulta superfluo pensar en la intención de JESÚS para mostrar una precocidad en el conocimiento de las Escrituras ante la élite religiosa de Jerusalén. Por la contestación que ofrece a sus padres que le recriminan su actuación, se puede entender que JESÚS a sus doce años marca la conciencia que tenía como el VERBO de DIOS o HIJO del PADRE: “no sabíais que YO debo estar en la Casa de mi PADRE” (v.49). Años más tarde los que ocupan aquella casa dejarán de admirarlo para matarlo aduciendo los motivos más tramposos. En este momento JESÚS da muestras de saber quién es, y se propone como el ENVIADO del PADRE e HIJO de DIOS.
JESÚS bajó de nuevo a Nazaret
JESÚS empezaba a dar las señales de su mesianismo especial, pues daba muestras de estar por encima de las interpretaciones de las Escrituras propuestas por los representantes oficiales del Templo y vislumbraba en su actuación estar por encima del propio Templo. Las palabras de JESÚS había que meditarlas o guardarlas en el corazón como señala san Lucas: “MARÍA conservaba cuidadosamente todas aquellas cosas en su corazón” (v. 51). JESÚS acababa de dar a sus padres una lección fundamental, pues les estaba anunciando algo del núcleo de su Evangelio: ÉL había venido para mostrar el rostro del PADRE a los sencillos de corazón. Los primeros en recibir el anuncio fueron MARÍA y José, al coste de un cierto vació o ruptura en la penosa búsqueda durante aquellos tres días, que anunciaban otros de consecuencias mucho más dramáticas. El dolor de estos días se quedó en el ámbito de la Familia de Nazaret.
JESÚS dentro de su historia familiar
San Lucas lo sintetiza así: “JESÚS iba creciendo en estatura, en sabiduría y Gracia, ante DIOS y los hombres” (v. 52). La Redención era una urgencia divina, pero DIOS no tiene prisa. JESÚS había dado muestras de ser un NIÑO prodigio, pero DIOS no está para episodios espectaculares. La Encarnación prevé unas vías que hacen de lo absolutamente extraordinario que aparezca en las formas humanas más familiares y cercanas. A ninguna persona ante un acontecimiento extraordinario se le ocurre mantener un tono de perfecta normalidad; sin embargo DIOS lo hace precisamente de esa manera. JESÚS tenía que aprender numerosas experiencias desde la mirada de la condición humana. Los afectos y los sentimientos no están formados en unos días, también necesitan del crecimiento lento en contraste con múltiples personalidades que dan pie al establecimiento de relaciones con verdadero contenido. Por parte de José, parece que había una parentela más amplia que por la línea de MARÍA, y tales circunstancias no fueron ajenas a JESÚS, que en los evangelios debe responder a la posición tomada por sus parientes. Puede ser que JESÚS comenzara pronto a ejercer la profesión de José, pues no consta la condición de agricultores o pastores, sino la de carpintero en sentido amplio, que abarcaría otros oficios como albañil, cantero o herrero. Tampoco JESÚS pudo permanecer al margen de la presencia del Imperio en aquellas tierras, al fin y al cabo, tampoco ÉL estaba excluido de pagar impuestos, que los recaudadores buscaban, como ahora, hasta debajo de las piedras. El carácter de trabajador autónomo no le hacía invisible para los que cobraban los impuestos. JESÚS también aprendió a mantener su familia más próxima durante ese tramo de persona adulta, que a los treinta cambia su rumbo e inicia la actividad específica para la que había venido a este mundo. Por supuesto nos sorprendemos como en la vida pública JESÚS sigue aprendiendo de los que va evangelizando. JESÚS podía haberse remontado por encima de todas las limitaciones humanas, pero no lo hizo porque quiso ser verdaderamente hombre.
Carta de san Pablo a los Colosenses 3,12-21
Se supone que esta carta circuló por otras comunidades además de la comunidad de Colosas. De forma especial el contenido de esta carta tiene la finalidad de fortalecer la vida de la comunidad, de las familias y cada uno de los cristianos en particular: “buscad los bienes de allá arriba donde mora CRISTO” (Cf. Col 3,2). Mediante el cultivo de los dones que vienen de DIOS el creyente traza un camino hacia la vida que está más allá de la mirada aparente. CRISTO mora a la derecha del PADRE y nos ha preparado una herencia, que recibiremos en el más allá si la aceptamos. Las consideraciones recogidas en estos versículos constituye un verdadero plan de vida para el tiempo en el que vivamos en este mundo. Estas son recomendaciones seguras, que siendo formuladas como virtudes a ejercitar son en realidad y en primer lugar dones que debemos recibir de forma incesante. Para este mundo, “revestíos del hombre nuevo que se va renovando hasta alcanzar el conocimiento perfecto según la imagen de su CREADOR” (Cf. Col 3,10)
Ejercicio de los dones recibidos
Vista la vida cristiana como la presenta san Pablo en estos versículos, los seguidores de JESÚS vivimos en el desenvolvimiento espiritual que cuenta con el don de DIOS en primer término y la tarea personal que tiene por objeto el perfeccionamiento de la personalidad particular por el ejercicio del don recibido. Si el don es algo que se recibe no forma parte de la esencia personal. Lo que realiza el ejercicio del mismo es la transformación del don en un modo de ser o estar del creyente. Físicamente damos cuenta de lo que somos hoy día gracias a lo que nos han aportado, el alimento, la respiración o las relaciones personales y sociales.
Una nueva vestidura espiritual
“Revestíos de entrañas de misericordia, bondad, mansedumbre, humildad, paciencia,; soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro, como el SEÑOR os perdonó” (v.12-13). Las bienaventuranzas están recogidas en estas indicaciones con máxima brevedad. Todas estas gracias están relacionadas entre sí, y la una necesita de las otras para sustentarse. En los listados de recomendaciones morales y espirituales no puede faltar el ejercicio del perdón, sin el cual las relaciones personales se hacen del todo inviables. Nadie puede asegurar que no va a perjudicar nunca a otras personas; uno mismo a lo largo de sus días se ve dañado por otros. El perdón, que de suyo requiere una gracia especial cuando se trata de cosas importantes, se da y se recibe. Recibir el perdón que otra persona solicita por haber ofendido o dañado es un acto de altísima caridad, pues se contribuye a sanar el corazón del que cometió el daño.
La perfección en el Amor
Como en otros escritos de san Pablo, el Amor aparece como fuente y término de todo el camino ascético y espiritual del cristiano: “por encima de todo, el Amor que es el que realiza la unión de todos en CRISTO” (v.14). El Amor perfecciona la virtud, consolida la fraternidad y nos vincula estrechamente a CRISTO del que formamos parte en su Cuerpo.
Para la comunidad
“La Palabra de DIOS habite entre vosotros en toda su riqueza, instruíos, y amonestaos con toda sabiduría. Cantad agradecidos himnos y cánticos inspirados” (v.16) La comunidad tiene que vivir de la Palabra proclamada y entendida, para que la instrucción sea auténtica. La comunidad debe vivir la dimensión de la alabanza de los Salmos y los cánticos como manifestación auténtica de la alegría cristiana.
Recomendaciones para el matrimonio y la familia
Los términos utilizados en estos versículos precisan de matizaciones. “Mujeres someteos a vuestros maridos” (v.18). El sometimiento a otro sin Amor es un régimen de esclavitud, que no corresponde al matrimonio. Si matizamos el término y lo entendemos como aceptación sin reservas de la otra persona, la cuestión cambia radicalmente. La aceptación mutua del otro cónyuge representa el respeto sin paliativos por lo que el otro es. “Maridos amad a vuestras mujeres y no seáis ásperos con ellas” (v.19). El carácter áspero en nada beneficia el respeto mutuo o la confianza, y en determinados casos esta advertencia tendrá una aplicación directa.
La actitud filial
“Hijos obedeced en todo a vuestros padres, pues esto agrada a DIOS” (v.20). La obediencia corresponde a los hijos en las edades tempranas, y esa obediencia será más responsable a medida que el hijo entre en la edad adulta. Sin dejar de considerar la experiencia de vida transmitida por los padres, los hijos tienen que tomar sus propias decisiones y hacerse responsables de las mismas. Por tanto, estas recomendaciones están sujetas a las circunstancias y al tiempo del ciclo vital en el que se esté.
El rigor en la infancia
“Padres no exasperéis a vuestros hijos no sea que se vuelvan apocados” (v.21). En nuestras sociedades occidentales pasaron los tiempos del rigor en la educación, y es posible que en la actualidad se caiga en el otro extremo, que es la total permisividad y respuesta inmediata a los lloros, quejas y exigencias de los hijos. El efecto de esto último es tan nefasto como el excesivo rigor de otros tiempos. La fase lúdica o de juego del niño dura la mayor parte del tiempo de su infancia, pero de forma progresiva, el niño debe asumir responsabilidades según la propia capacidad. Ahora nos da por denominar a niños a los que están en franjas de edad entre trece y dieciocho años para eximirles de cualquier tipo de responsabilidad en algunos casos, pero la infancia ya la han dejado atrás hace tiempo. Los hijos de las nuevas familias deberían encontrar un hogar en el que se vivan los valores cristianos para garantizar la solidez emocional y la fortaleza de espíritu suficiente que les haga afrontar con éxito el futuro inmediato que se presenta con una gran complejidad.